Autor Stephen Simpson

Telegrama familiar         Lecciones sobre la eternidad de la tía Eleonor

El cielo y pastel

      Muchos de nuestros viejos amigos conocen a mi tía Eleonor. Ella es la hermana menor de mi difunta madre, y ha tenido que lidiar con el autismo toda su vida. A lo largo de los años, hemos ido descubriendo que ella tiene una perspectiva muy particular de las cosas y todavía estamos aprendiendo a fluir con lo que está viendo.

      A veces, la vida ha sido muy difícil para ella. Desde hace varios meses, se ha estado recuperando de una tibia fracturada y también lucha con problemas cardíacos. También ha tenido duros momentos emocionales. Mi enfoque aquí no es deliberar sobre todo con lo que ella lucha, sólo decir que tiene algunos días difíciles. Pero en otros es brillante y alegre.

Su memoria y vocabulario están muy desarrollados y a pesar de tener 72 años, de muchas maneras, se parece mucho a una niña pequeña. Pero en todo esto, estoy asombrado de todo lo que ella nos enseña. Recientemente, ha tenido mucho en su mente, pensando en algunos amigos y familiares que han fallecido. Esto, a su vez, la ha llevado a pensar en el cielo. Ama a Jesús y conoce muchas Escrituras. A ella le encanta escuchar himnos y va a la capilla todas las veces que puede.

Héroes en el cielo 

      Pocos días antes de la fecha en que mi madre hubiera cumplido años, mientras llevaba a la tía Eleonor al médico, ella me dijo que Dios le había dicho cómo era el cielo.

—Hábleme de eso —le pregunté.

—Va a ser como una gran reunión familiar allá arriba —dijo ella—. Le pregunté a Dios cómo celebraban los cumpleaños, y el de mi hermana, en el cielo. Y él me dijo que hacen un pastel delicioso y lo comparten con todos. Y todo el mundo está sonriendo y riendo y comiendo pastel.

Le dije que esperaba que ella tuviera razón, y ella dijo que sabía que tenía razón. Su manera tan dulce y feliz me hizo sonreír a través de algunas lágrimas. Luego me dijo:

      —Háblame de Ken Sumral.

      — ¿Qué quieres saber sobre el hermano Ken? —le pregunté.

      —Él está en el cielo, ¿no? —dijo ella. Yo le dije que sí y le pregunté si ella lo recordaba.

      —Oh, sí, él era un pastor. Era el pastor de tu papá, ¿no?

      —Sí, eso es correcto.

      —Y él era un buen amigo de tu papá.

      —Claro que sí.

      —¿Y tu papá lo quería?

      —Mucho, y papá le echa de menos.

      —Stephen, ¿amaste al hermano Ken?

      —Sí, yo lo amaba y él es uno de mis héroes de la fe.

      —Bueno… Stephen, él es también uno de mis héroes. ¡Creo que hay muchos héroes en el cielo!

      —Sí, señora.

      —Seguro que debe estar llegando mucha gente al cielo. Creo que yo conozco a muchos de ellos.

      —Sí, señora, hay un buen número de personas que amamos que ya están allí.

      —Mi mamá y papá y tu mamá. El abuelo y la abuela Simpson y el tío Riley y el hermano John Duque y la abuela Duke están allí también.

      —Es cierto. Claro que sí. Y Jesús —me recordó.

      —Sí, señora, y Jesús. ¡El cielo es una reunión familiar!

Tenemos esperanza

      Con el paso a la eternidad de amigos y parientes cristianos, especialmente los que eran más viejos, a menudo he sido movido por el sentido de eternidad que ellos tuvieron; no temor, sino anticipación de ver al Señor y a seres queridos. Mi abuela, madre de mi mamá y de la tía Eleonor, me decía a menudo: «No puedo esperar para ver a Jesús y a mi marido y a mi mamá y a papá. Casi no puedo esperar para ver a mi hija. ¡Estoy deseando que llegue el momento! Ella cantaba con entusiasmo, “Nos veremos junto al río, Cuyas aguas cristalinas…1«

      Cuando mi abuelo, el padre de mi papá, falleció, yo estaba con él y fue uno de los momentos más pacíficos y santos que he experimentado. La presencia y la gloria de Dios eran casi palpables en la habitación. No había miedo ni siquiera lágrimas; sólo un sentimiento de respeto reverente mezclado con la maravilla.

      Pablo escribió a los creyentes en Tesalónica y dijo: “Hermanos, no queremos que ustedes se queden sin saber lo que pasará con los que ya han muerto, ni que se pongan tristes, como los que no tienen esperanza. Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios levantará con Jesús a los que murieron en él”  (1 Tesalonicenses 4: 13-14).

      Las Escrituras no dicen que no nos aflijamos cuando los seres queridos pasan a la eternidad; dice que no nos pongamos tristes como aquellos que no tienen esperanza. Incluso en nuestra tristeza, tenemos una bendita esperanza de la eternidad con Jesús y con aquellos que «duermen en él».

Este año, nos hemos despedido de seres queridos, jóvenes y viejos, que viajaron a la eternidad. Algunos eran muy francos y claros en su fe; acerca de otros, quizás nos preguntemos si tenían una relación con el Señor. Sin embargo, he aprendido que algunas personas que no parecían exteriormente religiosas o espirituales tuvieron sus momentos en la vida de clamar al Señor. Elijo creer que Dios honra eso. La eternidad es un misterio, y permanece en sus manos.

Tengo la esperanza de que el Señor me dé más años aquí en esta tierra; y ruego especialmente que él conceda larga vida y buena salud a los que amo.

Pero hablar con la tía Eleonor me recordó que nuestro hogar celestial es un lugar de gran alegría y amor. Es una reunión familiar. Y, tal vez, con pastel.

Notas

  1. https://www.cesarvidal.com/index.php/Blog/ver-blog/shall_we_gather_at_the_river

Stephen Simpson es el Editor de One-to-One, correo electrónico onetreesteve@bellsouth.net. También puede seguir sus comentarios en Twitter@ Bamastephen.

Tomado de One-to-One Magazine Invierno 2015