Autor Ralph Martin
Soluciones prácticas a los problemas más comunes en la oración.
Estos son tiempos verdaderamente sorprendentes. El ritmo de la acción de Dios acelera y lo que está en juego -la salvación de la raza humana emerge con toda claridad. Para el individuo cristiano es especialmente un tiempo de preparación. Dios está preparando a Su pueblo para que le siga muy de cerca, en verdad. Estoy convencido de que esta preparación existe principalmente para que lleguemos a ser profundamente uno con Dios, acostumbrados a oír Su voz, sensibles al impulso de Su Espíritu y en completo acuerdo con Su mente y corazón. Tenemos que aprender a obedecer. Ir cuando El lo ordena y detenernos cuando así lo dice. Sólo aquellos cristianos que lleguen a tener permanentemente una unión semejante, participarán con El en lo que ha de desarrollarse más tarde.
Es a través de la oración que esta unión profundizadora se llevará a cabo. No sólo la oración de intercesión o la oración de fe que hace que las cosas sucedan -tan importantes como son- sino también la oración de amistad, de gozo y celebración de estar con Dios; la oración de dedicación y compromiso de seguirle y de ponerlo a El de primero en nuestras vidas; la oración de paz y silencio, adoración y amor.
Lo que sigue no es particularmente original. Me imagino que es una sabiduría sencilla que ha sido conocida en una u otra forma por los cristianos de todas las épocas. Es una sabiduría que nadie reclama como suya, sino más bien una sabiduría que reclama al hombre mismo. Ha sido de gran importancia para mí y sé que será de gran ayuda para muchos que desean responder al llamado de Dios en nuestros días.
No tengo interés en escribir un tratado escolástico sobre las tradiciones de la oración cristiana – ni siquiera me siento competente para hacerlo. Me interesa comunicar lo que he aprendido de los caminos de Dios en la oración. Mi esperanza no es que usted llegue a conocer más sobre la oración, sino que llegue a conocer más a Dios, lo desee más y se adhiera más a El.
Cualquiera que haya intentado orar sabrá qué difícil ha sido en algunas ocasiones.
«No estoy experimentando la presencia de Dios. Siento como si le estuviera hablando a una pared. Dios parece tan remoto.»
«Me distraigo constantemente. Me impaciento y me preocupo.» Aunque estas dificultades son normales y de esperarse, desafortunadamente también pueden dañar seriamente nuestra relación con el Señor. Muchos que se han lanzado a cultivar una relación profunda y personal con Dios han dado pie atrás debido a estas dificultades. Sin embargo, podremos vencerlas con valor y comprensión sencilla y con la ayuda y el ánimo apropiados. Consideremos algunos de los problemas más corrientes y las maneras de solucionarlos.
Sequedad
La sequedad es probablemente el más común de los problemas. Vendrá una semana, un mes, o un año después de la conversión o de renovación, esté seguro que vendrá. Llamamos sequedad al período donde no se experimenta la presencia de Dios o el deseo de orar. Dios parece estar ausente o distante y cuando oramos nos parece que estamos hablando con nosotros mismos. Es muy difícil persistir en la oración bajo estas circunstancias; no obstante, si llegamos a comprender estos tiempos, bien podrían ser ocasiones especiales de gracia.
Llegar a experimentar a Dios es parte normal de la vida cristiana. No sucede, sin embargo, sin algunas variaciones. A veces nuestra insensibilidad a la presencia de Dios no es por culpa nuestra, sino una etapa normal en -la purificación de Dios de nuestros deseos e intenciones de servirle y seguirle. Cuando estamos experimentando Su presencia de una manera satisfactoria, nuestros sentimientos bien pudieran convertirse en la motivación de nuestro amor para El. El amor no madurará ni se profundizará a menos que usted reafirme su elección del Amado cuando el consuelo de la experiencia no esté presente.
Algunas veces, la sequía es por causa de las fluctuaciones normales en nuestra naturaleza humana. Nuestro bienestar sicológico y físico afectan inevitablemente nuestra experiencia de Dios. La falta de sueño o de alimentación (o más de la cuenta) pueden afectar nuestro tiempo de oración de la misma manera que el debilitamiento sicológico en los esfuerzos largos y sostenidos. No debemos alarmarnos con estos efectos, pero sí debemos buscar a Dios para que nos dé la sabiduría necesaria para llegar a la raíz del problema.
El plan de Dios para nosotros es unión final con El. Nuestra experiencia de la presencia de Dios se ahondará si nuestra fidelidad en los tiempos secos permanece firme. Debe resistir la tentación de acortar nuestro tiempo de oración durante estos períodos, o de abandonarlos completamente. Salirse del hábito de orar con regularidad prolonga el tiempo de sequedad y hace más difícil responder al siguiente estímulo del Espíritu Santo.
Sufrimientos – pruebas
Nuestro progreso en la oración puede ser interrumpido también cuando nos involucramos en situaciones difíciles o dolorosas. Mucho de lo que dijimos con respecto a la sequedad se aplica a esto de igual manera. La escritura nos advierte que no seremos excusados de pruebas y sufrimientos como cristianos; la verdad es que Dios a menudo permite las pruebas para producir la firmeza y la seriedad de carácter que El desea que tengamos (Santiago 1 :2-4). Cualquiera que se haya comprometido con Dios y le ame, puede estar seguro que Dios sacará gran provecho de todo lo que le suceda (Rom. 8-28). La misma fuerza de la prueba o del sufrimiento, si los vemos con esperanza y con fe producirán una fuerza comparable para el bien.
Hagamos algunas distinciones, sin embargo. Hay algunas pruebas que Dios no desea que aceptemos con fe, sino que las resistamos y las venzamos; sufrimientos que vengan como resultado de nuestro propio pecado o mala situación o ataque de Satanás. Las cosas que nosotros mismos nos acarreamos o sobre las cuales tenemos control, de ellas debemos arrepentirnos, resistirlas y cambiar. No es la voluntad de Dios que suframos bajo ellas.
“Por tanto, someteos a Dios. Resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores; y vosotros de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Santiago 4:8 -9).
Hay pruebas, como la pérdida de trabajo, por ejemplo, que pudieran atribuirse de alguna manera a Satanás, pero que debemos de llevar con fe. Dios las volverá en bien.
El sufrimiento principal del que hablan las Escrituras es consecuencia de nuestro intento de seguir fielmente a Cristo. Es el sufrimiento que se experimenta con la muerte del ego y el llevar diario de la cruz; la persecución y las inconveniencias que se encuentran; los sacrificios que se deben hacer; los malentendidos que se deben soportar. Es un sufrimiento que debe llevarse con alegría y que debe ser contado como una parte normal de nuestra vida.
Amados no os sorprendáis del fuego de prueba en vuestro medio -que viene sobre vosotros para probaros- como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo; antes bien, en la medida en que compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros. (Ciertamente, de parte de ellos El es blasfemado, pero por vosotros es glorificado). Que de ninguna manera sufra alguno de vosotros como homicida, o ladrón, malhechor, o por entremetido. Pero si alguno sufre como cristiano, que no se avergüence, sino que como tal glorifique a Dios (1 Pedro 4:12-16).
Regularidad del tiempo de oración
Es posible que estemos teniendo dificultad en experimentar la presencia de Dios porque estamos pasando por alto nuestro tiempo de oración o porque estamos permitiendo que sea forzado fuera de nuestro horario. Es imposible sobre enfatizar la importancia de la fidelidad y la regularidad en este aspecto; ello reduciría significantemente muchos de los problemas que la gente experimenta y es necesario contar con el apoyo de los demás para que no nos pidan que hagamos otras cosas durante nuestro tiempo de oración. Podría parecernos que estamos reflejando el carácter cristiano si cedemos a todas las demandas que se hacen de nuestro tiempo aún cuando no nos permita orar, pero no lo es. No podemos ignorar las consecuencias de nuestros compromisos largos. Decir sí a todas las demandas inmediatas podría significar decir no a Dios. La necesidad del momento podría perjudicar a Dios. La «tiranía de la urgencia» es una atadura. No debemos ser «rígidos» en ninguna parte de nuestras vidas cristianas y debemos estar siempre listos para ayudar a los hermanos con necesidades aunque eso interfiera con nuestro tiempo de oración, pero también necesitamos la sabiduría de Dios para saber que si escogemos una vida de oración personal y determinamos ser constantes en nuestra elección (haciendo excepciones legítimas), habremos escogido la perla de gran precio, el tesoro en el campo; habremos escogido a Dios mismo.
Al mismo tiempo no debemos ser completamente inflexibles con nuestros períodos de oración. No debemos sentir que Dios no nos amará si perdemos ocasionalmente nuestro tiempo de oración (o todo el tiempo si así lo requiere El), sino que Su amor desea lo mejor para nosotros y para nuestros hermanos. Es posible también que usemos la oración como excusa para rehuir a nuestras responsabilidades, lastimando a otras personas. Un padre que dispone su tiempo de oración después de la hora de la cena, cuando hay varios niños que necesitan ser preparados para irse a la cama y cuando se necesita el servicio de ambos padres, sólo podrá causar daño y resentimiento.
La solución no es dejar de orar totalmente, sino encontrar un tiempo mejor para hacerlo. En las familias, los padres deberán solucionar este problema según la necesidad de cada uno y para la satisfacción mutua. Es posible que se tengan que hacer varios intentos para encontrar el tiempo apropiado, pero siga probando.
Duración del tiempo de oración
También es posible que tengamos dificultades en orar porque nos hayamos comprometido a hacerlo durante un período demasiado largo o demasiado corto. Si es demasiado largo, la oración se convertirá en un esfuerzo y en una carga; si es demasiado corto, no permitirá que el Espíritu Santo haga todo lo que quiere en nosotros. Tal vez pudiéramos decidirlo encontrando el tiempo promedio entre nuestros mejores días de oración y los peores. Si apenas estamos comenzando nuestra vida de oración, sería mejor ser conservador, tomar entre diez y quince minutos al día, incluyendo alguna lectura espiritual. Podemos aumentar luego el tiempo gradualmente a media hora y hasta una hora completa.
Falta de paz, inquietud, preocupación
Las indicaciones de falta de paz, inquietud y preocupación a menudo están relacionadas y trataremos con ellas en conjunto. Hay una variedad de cosas que causan estos obstáculos.
Pecado y Culpa. El pecado sin confesar puede ahogar nuestras oraciones. Cuando hagamos algo malo, confesémoslo inmediatamente al Señor, arrepintámonos y resolvamos firmemente no volver a repetirlo. Tenemos seguridad en el perdón de Cristo cuando confesamos nuestros pecados y no debemos permitir que la culpa nos persiga y ahogue nuestra oración. No existe lugar para la culpa en la vida cristiana excepto como una señal de que necesitamos hacer confesión a nuestro Señor.
Bienaventurado aquél cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño.
Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.
Porque de día y de noche se agravó sobre mi tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano.
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tu perdonaste la maldad de mi pecado. (Salmo 32:1-5).
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1 :9).
Malas Relaciones. Las directivas de Jesús para nuestras relaciones son claras. Debemos de perdonar continuamente a los demás y no mantener resentimientos contra ellos, perdonando como El perdona. En verdad, que El nos ha enseñado a pedir al Padre que nos perdone así como nosotros perdonamos. Nos enseñó a no adorar hasta habernos reconciliado con nuestro hermano primero, si hubiese algo entre él y nosotros (Mat. 5 :23-24). Los problemas en esta área son un impedimento mayor para lograr nuestro gozo y nuestra paz en la oración. La falta de paz es una señal de la existencia de estos problemas.
A veces, en el nivel consciente todo pareciera estar «en orden», pero es posible que haya heridas y resentimientos escondidos muy adentro que impidan esa paz con Dios desde donde fluye la oración libremente. Es muy fácil para el Espíritu Santo abrir estas áreas escondidas después de un tiempo y permitirnos que otorguemos con toda libertad el perdón a aquellas personas que nos han hecho daño, o sanar alguna herida vieja; aunque la hayamos recibido en nuestra niñez. Si nos apercibimos de algunas de estas barreras que están impidiendo nuestra relación con Dios, podemos invitar al Espíritu Santo para que las saque a la superficie, orando con algún cristiano de experiencia para nuestra «sanidad interna» si es necesario.
Hay algunas relaciones que no debiéramos tener del todo. Por ejemplo, un hombre casado no debe desarrollar una relación íntima o de dependencia con ninguna otra mujer que no sea su esposa. Una persona comprometida al celibato tampoco debe desarrollar una relación así. Nuestras oraciones pueden ser estorbadas por nuestras malas relaciones.
Falta de orden en nuestras vidas
«Activismo». Si no hemos establecido ya un orden básico en nuestras responsabilidades y andamos «corriendo como una gallina descabezada», podemos estar seguros que nuestras oraciones serán estorbadas. Nuestra vida de hogar, nuestro trabajo, tiempo libre y amistades necesitan estar en su lugar o encaminadas a estar en su lugar si queremos que nuestro tiempo de oración funcione bien. Podríamos estar haciendo demasiadas cosas o de una manera precipitada. Ambos producen una sensación de caos que es un obstáculo para la oración. Algunas personas que dicen no tener tiempo para orar, realmente sí lo tienen y suficiente, pero lo administran y lo invierten pésimamente. A veces ni saben cómo se les va el tiempo. Un horario les sería de gran provecho. Necesitamos ver qué es lo que estamos haciendo y cómo lo hacemos para evaluar la manera y el tiempo en que deberíamos hacerlo. A algunos les ayudaría hacer una lista de las cosas que les ocupa como el tiempo que gastan en el transporte de un lugar a otro, para comer, leer la correspondencia, acostar a los niños, lavar los platos, etc. Entonces podrían decidir cuáles son las de mayor importancia, dando prioridad a su tiempo de oración personal. Se puede hacer un horario de ellas y ver cómo funcionan por un tiempo, haciendo los ajustes necesarios en su transcurso. Si las circunstancias cambian, revise su horario y ajústelo. Conseguir un horario funcional es un arte que requiere mucha práctica y pasar por muchos errores, pero que vale la pena aprender.
Algunos están haciendo demasiadas cosas y necesitan ir más despacio. Necesitan darse suficiente espacio para descansar y para expansión para permitir que el espíritu de oración se desarrolle y sature toda su vida. Es muy importante que se tome esto en cuenta en las decisiones acerca del trabajo, dónde vivir, las amistades y actividades para pasar tiempo con el Señor y mantener un sentimiento básico de paz.
El «recargo síquico» -cuando hay demasiadas actividades o demasiadas cosas en qué pensar- es una de las causas más comunes que hacen difícil la oración. La única cura es poner orden en nuestra vida; posiblemente tengamos que cortar algunas cosas que estamos haciendo para darle tiempo al Señor. Aún cuando tengamos suficiente tiempo para la oración personal, si el resto de nuestra vida está sobrecargada con actividades, es seguro que estaremos siempre preocupados aún en medio de la oración.
Ansiedad. La Escritura da instrucciones claras sobre la ansiedad. Jesús dijo a Sus discípulos: » … no busquéis qué comeréis ni qué beberéis; y no estéis siempre preocupados. Porque los pueblos del mundo buscan ansiosamente todas esas cosas; pero vuestro Padre sabe que necesitáis esas cosas» (Luc. 12:29-30). Pablo exhorta a los filipenses de esta manera: «Por nada estéis afanosos; más bien, en todo presentad a Dios vuestras peticiones mediante oración y súplica con acción de gracias» (Fil. 4:6). Si no obedecemos estas instrucciones, la ansiedad nos molestará en nuestra oración. Nos llevará tiempo aprender a darle a Él toda nuestra ansiedad, pero la lección tiene que ser aprendida si queremos seguir adelante con el Señor. «Echando toda vuestra ansiedad sobre El, porque Él tiene cuidado de vosotros.» (1 Pedro 5 :7).
Sueño. Si nos da sueño, debemos considerar si estamos durmiendo, descansando, y haciendo ejercicio suficientemente.
De vez en cuando un espíritu adormecedor vendrá sobre nosotros y es necesario resistirlo y reprenderlo en el nombre de Jesús.
A veces necesitamos cambiar nuestra postura y comenzar a orar con cierta acción, tal vez puestos de pie, caminando, orando en voz alta o cantando.
Esta manera de orar en voz alta, cantando, caminando hacen más fructíferos nuestros ratos de oración que de otra manera serán fácilmente interrumpidos por el sueño o las distracciones.
Distracciones
Las distracciones superficiales, en contraste con los problemas más arraigados que se producen por falta de organización se resuelven de diferentes maneras.
Algunas de las soluciones pueden ser incorporadas en nuestra oración. Por ejemplo, si estamos pensando en alguien durante este tiempo, oremos por esa persona. Si estamos preocupados por alguna situación se la podemos entregar al Señor y seguir adelante con otras cosas. Si recordamos algo que debemos hacer, hagamos nota rápidamente en un papel y sigamos adelante en la oración, libres de la ansiedad de olvidarnos.
Algunas distracciones son inevitables y debemos sobreponernos a ellas; como los ruidos callejeros, por ejemplo.
Algunas distracciones son fáciles de eliminar si tomamos ciertas acciones específicas. Por ejemplo, siempre me ha distraído mucho ver un montón de mensajes, memos y correspondencia esperando sobre mi escritorio y eso tiende a disminuir mi tiempo de oración. La solución ha sido decirle a mi secretaria que no los pase hasta que haya terminado de orar. Otra distracción considerable es el teléfono, así que he pedido detenga toda llamada que no sea obviamente una emergencia hasta que termine de orar. Es importante no estar atado al teléfono, al cartero o a lo que sea. Un tiempo de oración apacible y sin interrupciones es de gran ayuda.
Algunas distracciones deben ser resistidas vigorosamente y eliminadas. Tiene que haber una disciplina rigurosa para no dejar que la mente divague o sueñe despierta. Hay un elemento innegable en la vida cristiana de crucifixión a la carne y a menos que haya valor de enfrentarse con el dolor de dar muerte al deseo propio cuando sea necesario, no se hará mucho progreso. Dios es fiel, sin embargo, y dará el ánimo que se necesita. La verdad es que probablemente ya se lo ha dado. Úselo.
Estos han sido algunos de los componentes más importantes para lograr una unión con Dios por medio de la oración. La mayoría son objetivos y demandan acciones definidas que producirán resultados definidos. No los subestime. No obstante, su propósito es hacernos más accesibles a la verdadera meta de nuestra vida que es alcanzar la madurez plena de la semilla de la nueva vida que hay en nosotros.
Dios nos llama a seguir adelante. Él es quien nos transforma. Para darle completa libertad, tenemos que hacer nuestra parte en la remoción de los obstáculos que impiden Su acción en nuestras vidas.
Reproducido con permiso del libro Hungry for God (Hambre de Dios) copyright 1974 por Ralph Martin, publicado por Doubleday 8: Co. Inc. Vino Nuevo Vol 2 #4