Tercera parte en una serie sobre la Rerpoducción espiritual
Por Charles Simpson
Estamos en una etapa de la historia de la Iglesia en la que el Señor desea decirnos algo fresco y nuevo con respecto al evangelismo. Es una perspectiva completamente nueva de fecundidad y reproductividad personal.
En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis discípulos.
Vosotros no me escogísteis a mí, sino que yo os escogí a vosotros, y os designé para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; y que el Padre os de todo lo que le pidais en mi nombre (Jn. 15: 8,16).
La cosa principal que Dios desea que le pidamos es fecundidad para reproducirnos espiritualmente. Esta es la responsabilidad de todo cristia no. Dios quiere que dejemos de pensar que el evangelismo pertenece a un grupo selecto de personas especialmente dotadas y que nos demos cuenta de su llamado a reproducir lo que El nos ha dado. Todos daremos cuenta de lo que Dios nos ha dado. Además, tenemos el deber de regresarle con aumento lo que El ha invertido en nosotros.
Jesús dio un mandamiento: «Id por todo el mundo y haced discípulos de todas las naciones». Desafortunadamente, la mayoría en la iglesia desobedece ese mandamiento. Después de 2000 años, tres cuartas partes de la población del mundo está fuera de la influencia de la iglesia y estu dios recientes demuestran que más del 90% de los resultados del esfuerzo que se hace con el evangelismo en masa no se conserva. Esto representa un fracaso casi absoluto en el cumplimiento del mandato de discipular a las naciones.
Juan 15 declara que la reproductividad es la prueba de nuestro discipulado. Si cada uno de nosotros no se reproduce espiritualmente, entonces no somos discípulos. El testimonio de nuestro discipulado y lo que glorifica a Dios es llevar fruto, o reproducir la vida de Cristo en nuestras propias vidas y en la de otros.
La semilla de la reproducción es la palabra viva de Dios. En Juan 15, Jesús da cuatro términos específicos que son importantes para nuestra fecundidad: continuar unidos, oir, reproducir, permanecer.
Jesús dice: «Si mantienen su relación conmigo, oirán mi voz». No se puede oir la voz de Dios a menos que se esté bien en la relación con El. Cuando Jesús habla, la palabra viva se convierte en una semilla con vida en el corazón del que la oye y lo hace fecundo y el fruto que reproduce permanece. La palabra viva, la semilla, es creativa, se reproduce, y Dios desea dárnosla a cada uno de nosotros.
Jesucristo es la primera reproducción del Padre. Jesús no se convirtió en el hijo de Dios cuando nació. El ha sido su hijo por toda la eternidad. Así como Dios es eternamente el Padre, Jesús es eternamente el Hijo. Las Escrituras dicen: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Y el Verbo se hizo carne». (J n. 1:1,14).
«Jesús», es su nombre terrenal, pero «El Verbo» es su nombre eterno. En Apocalipsis 19, su nombre es «El Verbo de Dios». El es la Palabra viviente y cuando se hizo carne fue la revelación de la vida del Padre.
Idealmente, toda reproducción es even tualmente como Jesús. Tenemos que parecernos a Jesús porque no podemos reproducir en otros lo que no ha sido producido primero en nosotros.
Siete factores en la reproducción
Hay siete factores que vemos en la vida de Jesús que lo hicieron reproducirse y que testifican de la fecundidad del Padre.
1. Jesús es el producto de la iniciativa divina. Jesús fue engendrado por el Padre. Es el fruto de la iniciativa divina. Este es un punto de vital importancia. Para que el fruto permanezca este tiene que comenzar en el Padre, no en la carne.
Jesús no vino al mundo como resultado de la oración de María y Jose. Tampoco nació porque María y José «se pusieran de acuerdo» en el espíritu. El Padre vio la encamación antes de la existencia de María y José. El los escogió y no ellos al Padre. La verdad es que el anuncio del ángel le ocasionó problemas a María. Estoy seguro que José no estaba pensando en un «hijo milagroso» antes de casarse con ella.
La Palabra vino de Dios, no de José y María hacia Dios. No nos corresponde a nosotros decirle a Dios lo que El deba de hacer, sino oirle y hacer lo que dice: Dios tiene un plan que nos revelará si le damos la oportunidad de hacerlo. Con esa revelación sabremos qué «declarar por fe» entonces El nos dará algo que viva y permanezca para siempre.
No tenemos que estarle diciendo constantemente: «Da vuelta aquí, Señor. Dobla en esta calle, Dios. No te olvides, Señor». Dios quiere una esposa dispuesta, no una fastidiosa. Lo que Dios diga llevará su fruto, pero tenemos que estarnos quietos y reconocer que El es Dios. La fecundidad comienza con la iniciativa divina. Nadie puede dar fruto de sí mismo, no importa cuánto lo desee. Dios espera su obediencia.
2. Jesús vivió en una relación divina. Jamás hizo algo aparte del Padre. Estos dos primeros puntos están muy ligados entre sí. Jesús dijo: «Id por todo el mundo y haced discípulos», y luego añadió: «Yo estoy con vosotros siempre». No irían solos. Al enviarlos les aseguró que El iba con ellos.
Salimos como consecuencia de la iniciativa divina y vamos en constante relación con El. Si deseamos fructificar, tenemos que hacerlo con Jesús. No podemos solos. Jesús dijo: «No hago nada por mi cuenta, sino … según el Padre me enseñó» (Jn.8:28).
3. Jesús actuaba siempre dentro de la voluntad divina. La fecundidad nace de la voluntad del Padre. Juan 1: 13 dice: «Que no nacieron de sagre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios». Dios es quien escoge. «Vosotros no me escogísteis a mí, sino que yo os escogí a vosotros». Esa es la voluntad divina. Hbreos 10:7 dice: «He aquí, yo he venido para hacer, oh Dios, tu voluntad». La fecundidad viene cuando nos alineamos con la voluntad de Dios y esta es la que últimamente producirá lo que es eterno.
4. Jesús fue motivado por el amor divino. Todo lo que hagamos tiene que nacer del amor que Dios tiene por las personas. Jesús fue el ser más fecundo que jamás haya existido porque donde quiera que iba, la gente sentía en El el amor de Dios.
Los religionistas tienden a amar los medios más que el fin perseguido; los métodos más que el propósito de ellos. Todo método, doctrina, creencia, equipos y otras facilidades físicas deben estar dirigidas a una sola cosa: a redimir gente. Pero si no nos cuidamos, podemos involucrarnos de tal manera con los accesorios que los llegamos a amar más que a la gente que queremos ayudar. Por ejemplo, tenemos que usar algún tipo de edificio para alcanzar a las personas. Pero si no tenemos cuidado, el edificio se volverá más importante que las personas.
Esto es algo muy sutil y puede suceder en mchas áreas; que lo que es dado para bendecir a las personas se convierta en algo que las personas tengan que bendecir. Los métodos no son santos; son solamente los medios. Dios puede usar un método y descartarlo después. Los métodos que Dios ha usado a través de los años, han sido muy variados, pero nunca ha alterado su propósito de redimir a la gente.
Donde quiera que Jesús iba, la gente le oía con alegría – pecadores, adúlteros, publicanos – porque todos sentían una cosa: «¡Dios me ama»!
Esta es una de las claves fundamentales para dar fruto. Jamás dará fruto si no tiene amor por las personas y eso no es fácil. ¿Ha sentido alguna vez que Ud. sería un mejor cristiano si no tuviera que contender con las personas? Pero de ellas es que se trata todo. Dios siempre nos envía a aquellas personas que necesitan ser redimidas. La iglesia es un hospital para pecadores, no un hogar de descanso para santos. Tenemos que producir suficiente amor para suplir a la iglesia, y para que rebase y alcance a los verdaderos pecadores.
Un amigo mío soñó una vez con una enorme máquina refinadora de petróleo. El producto salía tan puro que era casi transparente. En el sueño mi amigo le preguntó al que operaba la maquinaria: «¿Y cuánto combustible produce?»
El operario le respondió: «Sólo el suficiente que consume la máquina para funcionar».
La iglesia tiene que producir más que el amor suficiente para sostenerse a sí misma.
El amor del Padre no es sólamente para la iglesia; es para el mundo también.
5. Jesús tenia una dedicación divina: la capacidad de entregarse de lleno a las personas que Dios le habia dado. Si hemos de llevar fruto, tendremos que comprometernos con aquellos que Dios nos da. Jesús tenía esa capacidad. La cabalidad de su compromiso le llevó a esforzarse juntamente con sus discípulos hasta lograr en ellos la madurez. Por eso es que sus discípulos pudieron reproducir lo que El había invertido en ellos.
6. Jesus dio fruto porque fue un ejemplo de todo lo que enseñó. También lo tendrá que ser usted si quiere llevar fruto. Las personas que conocieron a Jesús jamás quedaron desilusionadas. Jamás dijeron: «Tú predicas una cosa y practicas otra». Jamás salieron defraudados después de conocerle.
Usted es la persona más importante en la vida de aquellos que llegan a Jesús a través suyo. Usted es para ellos un ejemplo. Aprenderán de usted, harán lo que usted haga y pensarán que el reino de Dios opera de la manera en que usted lo representa. No enseñe nada que no esté dispuesto a poner en práctica en su vida pues por lo general, aquellos que usted alcance para el Señor escrutinarán todos sus movimientos y se desilusionarán con todo el asunto si usted les defrauda.
Jesús les decía el precio en la misma puerta de entrada. Jamás les dijo que todo lo que tenían que hacer era «creer en El» y obtendrían muchos regalos sin problemas ni preocupaciones. Lo que les dijo fue que si quedan seguir su ejemplo, tendrían que tomar su propia cruz. Fue sincero con ellos al presentarles desde el principio el precio que tendrían que tomar pagar, pero cuando entraron se entregó a ellos en un compromiso total. El que quiera llevar fruto, primero deberá tener la capacidad de comprometerse con aquellos que Dios le da y ser un ejemplo para ellos.
7. Finalmente, se tiene que aprénder a delegar responsabilidad. ¿Qué tiene que ver ésto con la fe cundidad? Es lógico que quien lleva mucho fruto y nunca aprende a delegar, llegará a tener tantos hijos que no sabrá qué hacer con ellos. Si eso llega a suceder, la calidad de su ministerio se irá diluyendo más y más y más.
El éxito mismo de muchos pastores es lo que a menudo les destruye. Esta es una verdad que incluye a todos los cristianos. Si es usted una de esas personas que hacen bien las cosas, muy pronto habrá 40 personas que tratarán de involucrarlo en algún comité y usted se pasará la vida corriendo de día y de noche. Si aprende a delegar, sobrevivirá un nuevo liderazgo.
El carácter de Cristo
La palabra viviente que el Espíritu Santo deposita es la que produce el carácter de Cristo. La Palabra es la semilla de la vida de Cristo. La primera tarea del Espíritu Santo en los creyentes nuevos no es hacer que se reproduzcan en otros cristianos sino que estos se asemejen a Cristo. Veamos Génesis 1 :24-26.
Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así.
E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza …
Note las frases «según su género», «según su especie». Sólo así podemos reproducirnos. Yo reproduzco según mi género. y usted según el suyo. Esto es algo que nos da en qué pensar. Yo quiero ser el tipo de persona que de algo bueno al mundo cuando me reproduzca.
Jesús pasó treinta años en preparación para su ministerio y tres años y medio ministrando. Entonces delegó su ministerio y se fue. La mayoría de los ministros de hoy pasan tres años y medio preparándose, treinta años ministrando y resistiendose a delegar hasta que tienen que irse.
El énfasis de Dios es en la preparación. Esta no debe de apresurarse. El fundamento que se establece determina el tamaño de la edificación. El carácter es una parte esencial del fundamento. El éxito delante de Dios está en proporción directa con su preparación.
Jesús no fue revelado hasta no haber completado su preparación para el ministerio. Jesús fue siempre perfecto, pero no fue siempre maduro. La Biblia dice que El «aprendió obediencia por lo que padeció». Jesús tuvo que crecer de la misma manera en que usted y yo tenemos que hacerlo. Tuvo que obedecer, ser disciplinado, y ajustado. Era perfecto porque no tenía pecado, pero necesitaba madurar. Una persona puede ser perfecta en su vida ética, pero no necesariamente madura en su carácter. Todos nosotros necesitamos crecer.
El ser humano puede reproducirse a los trece años, pero eso no significa que posea la capacidad de responsabilizarse por su fruto. Hay muchos de nosotros que tenemos habilidades en áreas en donde no hemos aprendido a ser responsables. El propósito de Dios no es sólo crear, sino el de reproducir la clase de personas que tengan su carácter.
Cuando Dios le dé hijos espirituales, comience la formación del carácter de Cristo en ellos.
El fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley. (Gal. 5:22-23).
Eso significa que la gente del mundo no puede debatir ese aspecto del evangelio. Estén de acuerdo o no con su doctrina, nadie puede debatir con usted si lo que reproduce es el carácter de Cristo. No hay regla alguna en contra de eso.
¿Qué es el fruto del Espíritu? Es el carácter de Cristo. El mismo Espíritu Santo que implantó la Palabra en María está implantándola en usted y en mí. Cuando ésta crezca, producirá paciencia, mansedumbre, bondad, amor y dominio propio, atributos que llamamos el fruto del Espíritu. Se comienza desarrollando el carácter, no el ministerio. Muchos cristianos buscan su identidad en los dones y en el ministerio, cuando en la realidad nuestra identidad viene tanto del carácter nuestro como de aquellos en quienes nos reproducimos.
Carácter antes de ministerio
Yo tengo un hijo de cinco años. Hay mucho que se les puede enseñar a los niños a esta edad. Generalmente no es lo que ellos desean aprender, sino lo que usted quiere enseñarles. Ellos quisieran aprender lo que hace un adulto: volar aeroplanos, manejar carros o dar consejo sobre asuntos de implicación mundial. Pero lo que necesitan aprender es a decir la verdad, a llevarse con sus hermanos y hermanas y las cosas básicas de la formación de su carácter. También tengo un hijo de quince años que puede cortar el césped y desherbar el jardín. Eso no quiere decir que disfrute haciéndolo, sino que puede. Su capacidad es de una naturaleza más avanzada, pero el pequeño quiere hacer lo que el mayor hace.
Yo le digo: «No puedes ahora, pero te diré lo que sí puedes hacer. Me puedes decir la verdad. Puedes ser paciente y gentil con tu hermana y no decirle cosas feas» La formación del carácter tiene que venir primero.
Yo siento por los niños que se convierten en prodigios a la edad de tres años y no desarrollan el carácter antes que su habilidad; porque cuando sus habilidades hayan sido refinadas, las deficiencias de su carácter socavarán sus habilidades. El fundamento para la fecundidad es el carácter.
Tenemos que ser del género que bendiga al mundo con nuestra reproducción. Aquí fue donde comenzó Jesús. Cuando Jesús llamó a Pedro, a Jacabo y a Juan les dijo: «Bienaventurados los que tienen compasión, pues recibirán misericordia … bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios … bienaventurados los que procuran la paz … bienaventurados los humildes … cuando den sus ofrendas hagánlo de esta manera … quiero que su carácter sea como el de Dios y su amor no fingido» (Vea Mt. 5 y 6). Después de un tiempo les dijo: «Vayan ahora, pero regresen y cuéntenme lo que hicieron».
Jacobo y a Juan no les dijo al segundo día: «Id por todo el mundo … » se apartó con ellos y les dijo: «Bienaventurados los que tienen compasión, pues recibirán misericordia. . . bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios … bienaventurados los que procuran la paz … bienaventurados los humildes … cuando den sus ofredas hagánlo de esta manera … quiero que su carácter sea como el de Dios y su amor no fingido» (Vea Mt. 5 y 6). Después de un tiempo les dijo: «Vayan ahora, pero regresen y cuéntenme lo que hicieron» .
La formación del carácter viene antes que el carisma y el ministerio. La meta del mensaje del Nuevo Testamento es que el carácter y la naturaleza de Dios sean reproducidos en el hombre. El se hizo como nosotros para que nosotros nos hiciéramos como El. El señorío de Cristo Jesús tiene que operar en las personas. No podemos ser subnormales o anormales y reproducir cristianos normales.
No sé de otra manera para obtener este carácter sin pasar por dificultades, pruebas y tribulaciones. No hay píldoras para producir carácter. Pero si sabemos que las pruebas producen carácter nos será fácil gozarnos en aquello que de otra manera rechazaríamos, porque comprenderemos que con el tiempo nos traerá sus dividendos. El propósito de Dios es el de producir este carácter y a menos que Ud. pierda el curso o intente salirse de la escuela, tomará esa clase hasta que Dios dé forma a su carácter que es el fundamento para la reproducción.
El buen carácter produce buenas obras
El carácter de Jesús es el fundamento para la reproducción. Las obras de Cristo son la extensión de su naturaleza. Jesús no hizo sus obras para tratar de llegar a ser alguien. Las hizo porque ya era alguien. Veamos en Hechos 10: 3 8
“Vosotros sabéis como Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y cómo anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos del diablo; porque Dios estaba con El.
Las personas buenas producen buenas obras. El fruto revela lo que son. Veamos Efesios 2: 8-10
Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y eso no de vosotros, es el don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Muchos se detienen aquí. «Por gracia somos salvados, ¡aleluya! No hay que hacer nada porque por gracia somos salvados. Sólo hay que creer en Jesús. El cielo no se gana con obras. Sólo tenemos que creer».
Pero eso no es del todo cierto. Vea lo que dice el versículo 10: Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.
Eso significa que somos salvados por gracia para hacer buenas obras. Si somos salvados y nunca hacemos buenas obras, estaremos frustrando la gracia de Dios. Las buenas obras deben de proceder de la nueva naturaleza que Dios nos da. Lo que Jesús era determinó lo que hizo.
La mayoría de nosotros no hemos oído una enseñanza equilibrada sobre la fe. La razón de este desequilibrio se debe al énfasis que se hizo en la Edad Media en las obras. No se entendía lo que era la fe y se creía que el cielo se ganaba con obras. Es cierto que no podemos «ganarnos» el cielo, tenemos que creer. Pero cuando Dios cambia la naturaleza, también cambia la conducta. Leemos en Santiago 2: 13-14 lo siguiente
Porque el juicio será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia: la misericordia triunfa sobre el juicio.
Hermanos míos, ¿de qué sirve que alguno diga que tiene fe, si no tiene obras? ¿puede esa fe salvarle?
La respuesta a esa pregunta es «no». El hombre que dice que tiene fe y no produce obras no tiene una fe que salva. Es lo que hace lo que le salvará en el día cuando necesite ayuda, no lo que cree. La razón por la cuál la fe es tan importante es porque nos impulsa a hacer algo. Si no nos impulsa a hacer algo no es fe del todo.
Si yo dijera: «La casa se está incendiando!» y usted tiene fe en mí, usted se saldrá. Su fe le impulsará a hacer algo. Pero es inútil si todo el mundo se queda comentando con los pelos erizados lo lindo que dije eso!
La verdadera fe nos mueve a la acción. La fe no es sólo algo en qué creer. La fe es algo que impulsa a hacer la voluntad de Dios. Tenemos que ser hacedores de la Palabra y no oidores solamente si no nos engañamos a nosotros mismos. Cualquiera que oye Su Palabra y no la hace se está engañando a sí mismo.
La fe de Noé le hizo construir el arca y esta fue la que lo salvó. No porque creyera en arcas. El no se quedó bajo la lluvia diciendo «Creo … creo. .. creo», sino que trabajó cien años construyendo el arca. «Así también la fe, por sí misma, si no tiene obras está muerta». (Sant.2: 17).
«Por sus frutos los conoceréeis»
Veamos 1 Juan 3:7-8.
«Hijos míos, que nadie os engañe, El que prac tica la justicia es justo, así como El es justo; el que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio.»
Las personas revelan lo que son en lo que hacen. Hablar de cosas santas y abusar el uno del otro, no es nada santo. El maltrato no viene de Dios porque esa manera sólo puede venir del diablo. Y Jesús vino a destruir las obras del diablo.
Veamos ahora el versículo 10. «En esto se ditinguen los hijos de Dios y los hi jos del diablo … »
¿Cree usted en este versículo de la Biblia? ¿Por qué será que su significado no es más obvio para nosotros? Porque hemos hecho más énfasis en la terminología que en el aspecto práctico. Cuando comenzamos a usar cierta terminología esté seguro que el diablo también aprenderá a usarla.
Dios dice que no debemos de guiarnos por las palabras que digan las personas para conocerlas sino por lo que hacen. Todo el sentido es práctico porque las obras de Dios son la extención práctica de su gracia y son obvias.
Todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; y tampoco aquel que no ama a su hermano.
Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad, y cierra su corazón contra él; ¿cómo puede morar el amor de Dios en él? Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
En esto sabremos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de El.» (verss. 10, 17-19).
Qué bueno sería si las personas en la iglesia se ayudaran el uno al otro con cosas prácticas como dinero, ropa, automóviles, casas, etc.
La iglesia ha ido en las áreas de pobreza del mundo donde las gentes están todavía en la oscuridad y la supertición y ha dicho: «Todo lo que tienen que hacer es creer».
Tenemos que aprender a amar y a amar de hecho, no sólo de palabra. Esto no significa dar una ayuda impersonal al mundo, sino el compromiso de cada uno para discipular en los caminos de Dios a aquellas personas que demuestren su fidelidad y proveerles con los recursos necesarios que prueben nuestra fe en Dios y en ellos.
Gálatas 6: 1 O dice. «Así que, entonces, hagamos bien a todos según tenemos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe.»
Hebreos 10: 24 dice: «y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras.
¿Sabía usted que podemos estimular a las personas para que hagan buenas obras y malas obras también? Tenemos que aprender el arte de estimular.
Me gustaría vivir dentro de ese ambiente donde todos se provocan para hacer lo mejor. Si queremos que la gente sea misericordiosa con nosotros tenemos que serlo también así con ellos. Las obras prácticas de Dios son una extensión de su gracia.
Lo sobrenatural regresará a donde no ha estado tan evidente. Creo que Dios nosha hecho retroceder un poco en el énfasis sobrenatural hasta que hayamos enderezado lo que es natural. Su gracia se extiende más allá de la diligencia natural hasta llegar a proporcionar una habilidad sobrenatural. Después de todo, es la gracia de Dios la que está siendo manifestada, no la nuestra. Nuestra propia gracia tiene su límite, pero cuando no puede ir más allá, la gracia de Dios puede hacer lo que es milagroso.
No debemos pedirle a Dios lo que El ya nos ha dicho que hagamos nosotros. Si usted tiene dos panes y Dios le dice que dé uno, no ore para que Dios le proporcione a la persona pan si usted no está dispuesto a dárselo. Pero si usted ha hecho todo lo que puede y no es suficiente, Dios está listo para hacer lo que sólo El puede hacer.
Esta es la premisa para el evangelismo sobrenatural. Cuando el desarrollo del carácter es seguido por la diligencia natural y ésta por el poder de Dios manifestado en una persona, el Reino de Dios habrá llegado a ella.
Los cuatro hombres de fe que llevaron a su amigo paralítico ante Jesús hicieron todo lo que pudieron. Para lograrlo tuvieron que romper el techo. Lo bajaron y la Biblia dice que cuando Jesús vio la fe de ellos, le sanó y perdonó sus pecados.
El desarrollo de nuestro carácter y la demostración práctica de amor es un buen fundamento para que Dios haga lo que nosotros no podemos hacer. Cuando usted diga: «Señor, he hecho todo lo que puedo para obedecerte. He dado mi dinero y mi tiempo a esta persona. Lo he intentado todo y no puedo conseguirle un buen trabajo. Señor, necesito que tu mano intervenga y haga algo milagroso». Entonces Dios se deleitará en intervenir en esta clase de situación.
Las buenas obras deben de ir más allá de la familia de la fé si queremos ser fructíferos. Tienen que ir más allá de nuestros hermanos. Si queremos alcanzar a los pecadores, tendremos que tocarlos con la gracia de Dios. El hacer bien a todos los hombres tiene que llegar a la realidad. Tenemos que extender nuestro amor práctico más allá de los límites normales de nuestra comunidad.
Para muchos cristianos es muy difícil establecer relaciones con la gente no convertida. Algunos hasta rehusan intentarlo. Sin embargo Jesús se relacionaba fácilmente con la gente no convertida. A menos que las personas vean el amor y el poder de Dios no se convertirán. Es la bondad de Dios la que lleva a los hombres al arrepentimiento. Nuestra tarea es la de confrontar al mundo con el carácter, la obra y el Señorío de Cristo. No es sólo confrontarles con el mensaje de su Señorío; sino con un ejemplo de ese Señorío y de su interés por ellos.
Cada vez que logremos manifestar el carácter y la obra natural y sobrenatural de Jesús la gente lo verá y preguntará: «Hermanos, ¿qué haremos?» La gente era quien preguntaba a Jesús qué debían de hacer para ser salvos y para heredar la vida eterna. También a los discípulos les preguntaban lo que debían de hacer, como en el día de pentecostés y en el caso del carcelero de Filipos.
Es posible que la gente no esté lista para oír la respuesta, hasta que no hayan hecho esta pregunta. El problema con la iglesia es que ha estado contestando a preguntas que nadie ha hecho. Tenemos que vivir nuestras vidas y declarar nuestro mensaje de tal manera que los hombres comiencen a preguntar de nuevo: «¿Qué tengo que hacer para obtener lo que veo en usted?» Entonces estarán listos para recibir la respuesta.
En el próximo artículo contestaremos a esta pregunta- «¿qué haremos?» y daremos algunos consejos prácticos para asistir en el nacimiento espiritual de otras personas.
Reproducido de la revista Vino Nuevo Vol 3 #3 Octubre 1979