Autora Nancy Clark

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Descubriendo que la plenitud en el Cuerpo de Cristo no está limitada a las casadas.

¿Puede una mujer soltera encontrar felicidad y contentamiento? Esta pregunta puede parecer sin importancia para la mayoría de la gente, pero para la mujer soltera es la pregunta millonaria.

A la edad de 30 años he tenido mucho tiempo para experimentar la confusión y frustración de no tener una respuesta. En los dos últimos años, no obstante, Dios me ha traído a un lugar donde puedo decir honestamente que he encontrado plenitud y contentamiento como una persona soltera. Esto no sucedió de un día para otro o sin dolor, sino que fue establecido en mi vida poco a poco. Permítame compartir con usted algunas de las luchas y victorias que han sido mías en la búsqueda de esta respuesta.

¿HACIA DONDE MIRO YO?

Retrocediendo en mi pensamiento, los problemas más sobresalientes en mi vida que se me vienen a la mente son la soledad y los sentimientos de inferioridad. Hasta donde puedo recordar, he estado esperando el día cuando las campanas del matrimonio suenen y todos esos sentimientos negativos se disuelvan. El matrimonio era la fórmula mágica que cambiaría mi mundo en uno de embeleso.

Como esto no sucedió enseguida, me encontré en el papel típico de «la chica soltera» -independiente y libre, con un trabajo, un apartamento y mi propia vida que orientar. El único problema era que mi inseguridad y mi soledad se habían mudado al apartamento junto conmigo. La única manera de disminuir estos sentimientos era ocultándolos bajo actividades, que se proyectaban en la iglesia, en el trabajo voluntario para hospitales y centros especiales y saliendo con un grupo de solteras casi todos los fines de semana.

A la edad de 24 años, Cristo cobró realidad en mi vida en una forma personal. Después de pertenecer a una comuna cristiana llamada la Casa Clayton y de vivir allí por espacio de dos años, recibí el bautismo del Espíritu Santo y experimenté un nuevo propósito y dirección en mi vida, así como un nuevo amor por la gente a mi alrededor. Dentro de este marco de una comunión cercana, yo me sentí más completa que nunca, pero cuando la comuna se deshizo dos años después, toda la inseguridad y soledad me acosaron otra vez.

De nuevo, la única respuesta parecía ser el ocuparme en cosas y actividades para tratar de llenar mi vida. Comencé a orar constantemente para que Dios me diera un marido. Aún cuando yo deseaba la voluntad perfecta de Dios para mi vida, (aunque esta significara no casarme nunca) parecía que el matrimonio era el único camino hacia la plenitud y el contentamiento.

UNA NUEVA PERCEPCION

Un año después, Dios me trajo a Florida para estar con Dick y Lydia Key, quienes habían sido los directores en la Casa Clayton. Dios definitivamente me confirmó que Él me había traído aquí, pero yo no sabía por qué. Pronto, se me tornó evidente que Él quería trabajar en mi vida para cambiarme – ¡de adentro hacia afuera! El proceso de verse a sí misma como una realmente es no es muy divertido. A menudo toma tiempo y paciencia pero es un paso hacia la madurez en Dios y hacia encontrar paz y contentamiento.

Dos días después de llegar a Florida comencé a trabajar tiempo completo en Ministerios de Crecimiento Cristiano. En lugar de vivir sola en un apartamento, escogí vivir con los Key, sabiendo que esto iba a requerir ajustes para aprender a vivir en familia.

El estar sola por varios años me había forzado a ser muy independiente. Anteriormente, había sido fácil hacer cualquier cosa que deseaba. Ahora mi vida no era tan simple. En mi nuevo hogar había necesidades tales como cuidar el bebé y quehaceres hogareños que ocupaban mi tiempo. Por dentro yo reaccionaba porque sentía que ya que trabajaba todo el día y pagaba renta, Dick y Lydia no deberían esperar que yo hiciera labores en el hogar. Estimulando la idea de que yo no era más que una niñera y una criada para ellos, quise huír y regresar a California. Pero algo me detuvo.

Finalmente, exploté y todas estas actitudes y sentimientos salieron a la superficie. En la discusión que siguió al episodio, Dick me dijo que ellos me consideraban un miembro más de la familia y no un inquilino. Esto me tocó profundamente -¡sabía que pertenecía ahí! Al mismo tiempo me di cuenta que las mismas labores que yo resentía eran las que me hacían parte de la «familia». Cuando vienen las necesidades, cada miembro de la familia tiene que asumir una parte para cubrir esas necesidades -ya sea ropa extra para lavar, cocinar para los invitados, o consolar a las niñas pequeñas. Comenzaba a ver que «el pertenecer» traía consigo algunas responsabilidades. Significaba no pensar más sólo en «mí». Ahora debía considerar a la otra gente en esta nueva relación.

Adoptar esta nueva forma de pensar no fue fácil. Implicaba la aceptación de que si Dios iba a traerme a Su lugar de contentamiento, Él tendría que cambiar muchas áreas de mi vida. Dios ha usado la sujeción a la autoridad en este proceso.

APRENDIENDO SUJECION

En la época en que llegué a Ft. Lauderdale, Dios estaba comenzando a enfatizar la sujeción a la autoridad y la correcta relación, especialmente de marido y mujer y también entre pastor y oveja. Habiendo tenido previamente una enseñanza errónea sobre la sujeción, estaba confundida y no sabía si esto tenía un propósito o función real en mi vida. ¡Yo pensé que sujeción significaba hacer lo que su esposo o anciano mandaba; sin abrir la boca.

Viendo la relación entre Dick y Lydia como marido y mujer y a otros que estaban bajo Dick en una relación de pastor/oveja, me ayudó a aclarar mi entendimiento acerca de la sujeción. Una noche, después de una reunión, vi la necesidad de una cubierta espiritual para mi vida. De camino a casa me sometí a Dick verbalmente. Decirlo en voz alta nos ayudó a ambos para confirmarlo y le abrió la puerta a Dios para ejercer más autoridad en mi vida a través de Dick.

Dios me enseñó que la sujeción beneficia, a la persona que se somete más que a nadie. Dick es responsable por mí ante Dios. Él es el responsable de mantenerme en el camino correcto en mi relación con el Señor y de dirigirme al Reino, no importa el dolor o los cambios que esto envuelva.

Deseaba estar en el orden correcto y bajo autoridad, pero me fui al extremo de querer que Dick pusiera ciertas leyes y regulaciones prescritas y que diera solución a todos mis problemas. Esto era en verdad un escape para no tener que tomar decisiones o buscar al Señor por mi cuenta. También podía culparlo si algo no salía bien y así evitar las consecuencias.

Finalmente Dick me hizo ver que yo tenía la responsabilidad de ir a Dios en busca de mis respuestas. Como mi pastor, él siempre estaba disponible para aconsejarme y confirmarme las respuestas, pero no para dármelas constantemente.

Existe un gran sentido de seguridad al saber que hay alguien que puede ayudarme a conocer la voluntad de Dios -no tengo que andar tropezando, dirigiéndome por mis emociones o adivinando lo que Dios está tratando de decir. Mi pastor y yo, juntos podemos descubrir lo que Dios está diciendo. Hay también un gran sentido de seguridad al saber que mi pastor está en relación con su pastor y él mismo está bajo autoridad. Si surge algo para lo cual él no tiene respuesta, él irá a los otros hombres de la comunidad y juntos buscarán al Señor para encontrar la respuesta.

Otro beneficio importante de la sujeción es la avenida que abre a las relaciones profundas. En la sujeción uno está realmente haciendo un pacto con el pastor y el pastor con uno al mismo tiempo. Este compromiso no surge de un día para otro -crece a través de los problemas, pruebas y malentendidos que se producen en una relación.

Cuando llegué a vivir con Dick y Lydia, tenía miedo de exteriorizar mis sentimientos o mostrar mi lado feo por miedo a que me rechazaran como persona. También existía el temor de que si no cumplía con sus expectativas me pedirían que me fuera de su hogar. Finalmente, la situación llegó a tal punto que yo estaba dispuesta a arriesgarlo todo. Tenía que averiguar si ellos me querían por ser «yo» o por las cosas que hacía para ellos. ¿Cuál era su verdadero interés: lo que yo realmente era o lo que significaba en la ayuda de la casa y el cuidado de los niños’? Para probar su amor y compromiso, simplemente decidí ser negligente por un tiempo. El resultado: [ellos me siguieron amando! Y yo comencé a amarlos de una nueva forma.

A medida que nuestra relación crece, Dios los usa a ellos para desarraigar la rebelión, la necedad y la independencia de mi vida. Me aman y están comprometidos de tal manera conmigo que me motivan a aceptar su corrección. A menudo pueden ver cosas en mi vida que yo no puedo ver. Un día, Lydia tuvo que enfrentarme con mi pereza. A causa de nuestra relación supe que no lo hacía por molestarme, sino por el contrario, trataba de ayudarme. Por lo tanto, acepté lo que ella vio y pude pedirle a Dios que me cambiara. También ellos pueden ver a menudo a través de lo confuso de una situación y señalar lo que Dios quiere enseñar. Tengo verdadero gozo que aumenta a medida que veo y experimento la manera en que Dios está cambiándome para que llegue a ser conforme a Su deseo.

La comunicación ha sido una de las áreas más difíciles para mí. En la verdadera sujeción existe la libertad de expresar los sentimientos, no de contenerlos. Dick y Lydia me han ayudado en esta área motivándome para que exteriorice aquellas cosas me molestan. Una vez que el problema se expresa, los sentimientos y los hechos pueden ser examinados para determinar si la lucha es mi egoísmo o si es una objeción válida a la que ellos deben prestar oídos.

Recientemente Dios me ha revelado con mayor claridad que Dick y Lydia constituyen la autoridad funcional sobre mí por este período de mi vida. Ellos me aman, me protegen, me motivan y me empujan hacia la madurez en Cristo. Esto, en concreto, es la función de un anciano para con una persona soltera.

Cuanto más segura y amada me siento, tanto más feliz y contenta estoy. Gran parte de mi lucha de querer estar casada se centra alrededor de la necesidad de sentirme amada y aceptada. Cuando mi relación está bien con Dick y Lydia, no necesito escapar al futuro con «mis sueños de matrimonio».

Creo que es la voluntad de Dios que eventualmente me case porque Él me da dado ese deseo y me ha puesto en una situación perfecta para que aprenda a ser la clase de esposa que Él espera de mí. No obstante, Él quiere la plenitud en mi vida de soltera para que sirva un propósito en Su cuerpo ahora.

ENCONTRANDO ESE LUGAR

Aunque podamos sentirnos seguras y amadas en una relación, también necesitamos un propósito en nuestras vidas. He considerado, desde mi niñez, que la meta última de una mujer es ser esposa y madre. Pero, ¿cómo encontrar contentamiento ahora, en mi vida diaria, ya que esto está en el futuro para mí? ¿ Cómo calzo dentro del cuerpo de Cristo, especialmente cuando la mayoría del ministerio parece ser de aquellos que son casados?

Poco después de pasarme a vivir donde los Key, una célula de cristianos comenzó a reunirse en nuestra casa. El grupo tenía como propósito aprender a abrirnos y a compartir de nosotros mismos con otros hermanos y hermanas en Cristo. Como era la única soltera del grupo en ese entonces, a menudo me sentía muy sola. La mayor parte de la conversación se basaba en temas matrimoniales, lo que hacía más difícil aún que yo pudiera relacionarme. Sentía que ninguno entendía o le importaba lo que yo tenía que decir, entonces simplemente me sentaba en la reunión sin decir nada.

No obstante, a medida que escuchaba, comencé a ver que muchas de las luchas que las casadas estaban teniendo eran las mismas por las que yo estaba pasando -superando rebelión y terquedad, aprendiendo a comunicarse, etc. La única diferencia estaba en el orden de las circunstancias que Dios estaba usando para enseñarnos. Mientras que para ellos este orden se aplicaba a la relación matrimonial, para mí era, a menudo, mi trabajo y relaciones con otras personas.

También me impresionó saber que mientras mi lucha personal era querer estar casada, cada una de las parejas tenían también una lucha semejante en alguna otra área -el anhelo de tener un bebé enseguida o el deseo de volver a la vida de solteros en lugar de estar atados a una casa y a los niños. Me ha ayudado a sentirme parte del Cuerpo de Cristo descubrir que Dios estaba actuando en mí tanto como en las parejas casadas.

Aunque sentía que formaba parte, todavía me era difícil ver dónde le correspondía estar a una persona soltera en lo que respecta al ministerio. A menudo he oído expresarse a algunas de las esposas que se sentían subestimadas porque les parecía que eran útiles sólo para servir a sus maridos. Bien, yo a veces me sentía peor todavía, llevada por la corriente, sin propósito definido, esperando que mi esposo viniera a rescatarme. Comprendí que la mujer debía ministrar a su marido, pero ¿qué de la soltera? ¿Tendrá Dios un lugar y ministerio para mí ahora, antes del matrimonio?

Un día me dí cuenta que realmente yo estaba más libre que las esposas para ministrar. Ellas estaban limitadas básicamente a sus esposos y familias, pero yo podía ministrar a muchas diferentes familias y personas. Entonces Dios comenzó a enseñarme que la manera de ministrar al Cuerpo era sirviendo. Al principio, el servir, como la sujeción, era simplemente otra mala palabra. Entonces El comenzó a abrirme el entendimiento a lo que esto realmente significa.

PLENITUD A TRA VES DEL SERVICIO

Primero comencé a aprender los principios de servir en casa -en mi relación con Dick y Lydia, luego Dios me enseñó que estos principios podían ser extendidos hasta incluir a todo Su cuerpo.

El servicio no es algo que se aprende de una vez y para siempre -es un continuo ceder a Dios. Cuanto más cedo, más llego a sentirme satisfecha con la vida. Cuando me piden hacer algo ahora, no reacciono tanto como lo hacía en el pasado. Servir a Dick y Lydia es un placer porque es hecho por amor y no por deber.

Uno de los primeros principios que Dios me enseñó fue aquel de «caminar la segunda milla». Muchas veces he sentido que me faltan fuerzas para seguir sirviendo. A menudo es sólo una excusa ya que cuando prosigo más allá del punto de cansancio, me siento fortalecida fisica y espiritualmente.

Perrnitame compartir una de las primeras situaciones donde este principio operó en mi. Una noche, Lydia me pidió que desocupara el lavador de platos. Yo estaba cansada y lista para irme a la cama. Dentro de mí hubo una reacción y al mismo tiempo le pedí a Dios que me cambiara. Decidida a probar este principio, no sólo descargué el lavaplatos, sino que limpié los estantes y cargué los platos sucios. ¡Cuando terminé el trabajo me sentí estupendamente!

Es un recurso valioso saber que esto opera en verdad -que nos podemos adentrar en la fuerza de Dios. Este principio se aplica también a las relaciones entre personas, pues el servir involucra a las personas. Es realmente la entrada a una relación. Por ejemplo, alguien me puede necesitar para que le escuche mientras se desahoga, pero yo he tenido un día duro y lo que quiero es irme a la cama temprano. O alguien puede necesitar simple compañerismo y me sugiere ir de compras. El estar dispuesto a ir esa segunda milla trae una bendición real.

Una de las áreas en las que me ha sido muy dificil aprender a servir, ha sido el comprometerme o participar en las vidas de otras personas -especialmente otras mujeres solteras. Solitaria por naturaleza, prefiero mucho más quedarme en casa y escapar en activismo que verme involucrada. A medida que Dios me relaciona con la vida de otros, mi soledad e inseguridad se van disipando.

Un sábado, no hace mucho tiempo, accedí acompañar a una chica de la comunidad a la playa. Había cierta aprehensión de mi parte, ignoraba cómo relacionarme con ella no sabía que temas hablar. En el camino ella comenzó a compartir algunas de sus luchas en cuanto a la sujeción, otras relaciones y su deseo de casarse. Entonces me fue posible compartir con ella lo que Dios estaba haciendo en mi vida y como Él me estaba dando plenitud y contentamiento. Como resultado, ella recibió verdadera ayuda y yo me llené de aliento al ver que podía ser usada por Dios para ministrar de esa manera.

Dios me está enseñando constantemente sobre el servicio. Por ejemplo, un sábado muy agitado, tanto Lydia como yo teníamos la mente puesta en la fiesta hawaiana a la que íbamos a asistir en la noche. Las dos estábamos envueltas en nuestros pequeños mundos -tratando de cumplir con nuestras labores y tomar un tiempo para alistarnos para la fiesta.

Había muchas necesidades, con los niños y la casa, pero en lugar de preguntar qué cosas necesitaban hacerse ese día, comencé a ayudar de la manera más cómoda para mi. Tenía miedo de preguntarle a Lydia lo que necesitaba que se hiciera por temor a que me encargara un trabajo que tomara mucho tiempo o energías.

En medio de toda esta confusión paramos para hablar y me dí cuenta de que verdaderamente no había estado sirviendo, pues servir es hacer lo que la otra persona necesita, de manera y como ella quiera hacerlo. Lydia también se dio cuenta que se había dejado envolver por sus propias necesidades y no consideró las mías. Los resultados eran frustración, irritabilidad y falta de paz. De ahí en adelante decidimos despertar cada día con la actitud de poner a los otros primero y confiar en Dios para satisfacer nuestras necesidades.

Esto no es una meta fácil de alcanzar, pues significa morir a nuestro yo. Puede sonar muy bonito al principio… hasta que Dios comienza a pedirte que lo hagas en las cosas prácticas. Aprender a encontrar plenitud en el servicio y poner uno su propia vida no es una meta sólo para los solteros. En el matrimonio también, cada parte debe estar dispuesta a servir a la otra. En el Cuerpo de Cristo todos estamos llamados a servirnos los unos a los otros y a poner nuestra vida por nuestros hermanos y hermanas. De hecho, Jesús lo puso bien claro diciendo que sólo a medida que perdemos nuestra vida uno por el otro en servicio, es que la encontramos.

Hay una escritura que tiene un gran significado para mí: «Dios hace habitar en familia a los desamparados; saca a los cautivos a la prosperidad; mas los rebeldes habitan en tierra seca». (Salmo 68:6) Mientras que en un tiempo pensé que la independencia y el desarrollar intereses propios era la respuesta para una vida completa, ahora sé que la respuesta para mí es aprender a servir. Mi ministerio en primer lugar es servir a Dick y a Lydia para que ellos estén libres de servirse mutuamente y a aquellos que Dios ha puesto bajo ellos. Segundo, es servir a mis amigas solteras y ayudarlas a darse cuenta que ellas pueden también tener una vida satisfecha y llena antes del matrimonio. Tercero, es servir a cualquiera otra persona a quien Dios me guíe, adentro o afuera del Cuerpo de Cristo.

Aprendiendo esto ahora, iré al matrimonio con una actitud mucho más madura. En lugar de usar el matrimonio para escapar de las cosas desagradables de la vida, iré con la actitud de servir a mi esposo, de ser una ayuda idónea para él. Estoy muy agradecida por este período de preparación, a través del ejemplo de Dick y Lydia y de las experiencias personales que Dios a puesto en mi vida.

Sí, estoy agradecida de que Dios me está sacando de la tierra seca de la independencia, la rebelión y el egoísmo y me está llevando hacia Su reino de justicia, paz y alegría. ¡Verdaderamente puedo decir que nunca he sido tan feliz en mi vida!