Por Marcelo Maristany
La espiritualidad es en el templo y en la casa.
«Entenderé el camino de la perfección cuando vengas a mí. En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa. Salmo 101 :2
El termómetro espiritual no está colgado sólo en el templo los días de reunión. También está ubicado en el medio de mi casa; allí es donde yo veo cuánta integridad hay en mi corazón; cuánto del carácter de Cristo se ha formado en mí; cuánto he progresado en mi vida espiritual. Allí es donde otros pueden palpar mi cristianismo; donde Jesús debe verse también. Si invitamos a un amigo no creyente a la reunión, es posible que vea al Señor, pero ¿qué sucede si lo invitamos a pasar una semana en nuestra casa? ¿Seguirá viendo a Jesús? ¿O nos verá a nosotros solamente?
Un día Jesús me dijo: «Marcelo, vos sos muy espiritual en el templo, pero en tu casa no sos nada espiritual.» Es cierto, en el templo es fácil ser espiritual, pero en casa parece ser más difícil. Es fácil orar en los templos, pero en casa nos cuesta mucho.
Es fácil enseñar con palabras desde el púlpito, pero no es fácil enseñar con hechos en la casa. El problema es que somos demasiado «espirituales» en el templo, pero también demasiado carnales en casa, y es allí justamente donde hay que colgar el termómetro de Dios.
Si tú te crees espiritual, invítame a una reunión en el templo y después invítame a pasar una semana en tu casa. Yo quiero ver a Cristo dirigiéndote en una hermosa oración en el templo, pero también lo quiero ver dirigiéndote en una con tus hijos en tu casa. Quiero ver al Señor en ti cuando cantas una canción de alabanza, pero también lo quiero ver cuando cantas en tu casa mientras lavas los platos. Lo quiero ver cuando comes el pan y bebes el vino en el templo, pero también cuando cenas en tu casa con tu familia. Quiero escuchar a Cristo cuando hablas con algún hermano en el templo, pero también quiero escuchar al Señor cuando hablas con los tuyos en tu casa.
Parecería que muchos de nosotros que tenemos a Cristo dentro de nuestro corazón, lo mostramos en el templo y lo ocultamos en nuestra casa. Pero Cristo no quiere eso. Pues, en realidad pasamos más tiempo en nuestras casas que en los templos. Nuestro cristianismo debe ser vivido en casa durante la semana y ser celebrado el domingo en el templo. En el templo mostramos a Cristo a los cristianos y en la semana debemos mostrarlo al mundo.
Si te llama, de repente, un amigo que hace mucho que no ves y te comunica que irá a tu casa de visita dentro de una hora, ¿qué haces? ¿Comienzas a limpiar tu casa y a esconder cosas? ¿O tu casa está siempre en condiciones de recibir a un invitado repentino? En lo espiritual sucede lo mismo. Si tienes que fingir ser espiritual cuando yo voy a tu casa, eso demuestra lo carnal que eres. Después de haber pasado contigo toda una semana, con cultos incluidos, recién podré saber lo espiritual que eres. Es como en los exámenes del colegio. Te toman oral y escrito o teórico y práctico. Muchos tienen 10 en teoría y ya piensan que son espirituales. Pero en la práctica tienen cero. Si sumamos las dos notas y las dividimos por dos, nos da cinco. ¡No tan espirituales!
En el cristianismo hay un examen en dos tiempos también. En el templo y en la casa. En el templo puedes tener 10 puntos en alabanza, 10 en oración, 10 en comunión, 10 en enseñanza de las Escrituras, pero recuerda que el Señor te promedia estas notas con las que obtienes en tu casa. Supone que el Señor te da un día el «informe espiritual». ¿Habrá sorpresas?
Yo antes pensaba que el termómetro espiritual del Señor estaba colgado en el templo solamente. Si nunca faltaba a las reuniones, creía que andaba bien espiritualmente. Si faltaba un día, ya me parecía que me estaba apartando. Al comienzo de mi vida en Cristo no faltaba a ninguna reunión. Tenía diez puntos en asistencia, pero en mi casa era un desastre. Sí, en el templo tenía 10, pero en mi casa tenía 1 en disciplina, 1 en trato familiar, 1 en servicio, 1 en carácter, 1 en responsabilidades, etc. Así que un día el Señor me dio el promedio espiritual: 15 dividido por 6 igual a 2,50. Me sentí frustrado. ¿De tan poco sirvió haber asistido a todos los cultos? Para los miembros de la iglesia yo tenía 10 puntos en espiritualidad, pero para los de mi hogar yo tenía un punto, y para el Señor 2,50. Es que, si tú nunca faltas al colegio en el año, pero no estudias en tu casa lo que te mandan, no vas a aprobar el año. Cuando cursé quinto año en el Nacional, no falté casi nunca a clases. Sin embargo, me llevé diez materias. ¿Cómo? Porque en mi casa yo no hacía nada; no estudiaba. No hacía en mi casa lo que en el colegio me decían que hiciera. ¡Así me fue!
En el cristianismo ocurre lo mismo. Vienes a la reunión y escuchas un mensaje para ponerlo en práctica en tu casa. Y si no lo haces, te vas a encontrar algún día como yo cuando me entregaron el informe.
En el templo tu termómetro marca 100 grados a la sombra, pero, ¿y en tu casa? ¿Está bajo cero? ¿O existe el mismo calor en espíritu cuando estás en tu casa? ¿No será que tu termómetro marca cero grados antes de las reuniones y cuando entras en contacto con otros hermanos que tienen calor espiritual, tu termómetro no hace más que captar la temperatura de esos hermanos? Si es así cuando te alejas de ellos otra vez tu termómetro comienza a descender hasta cero. Algún día te darás cuenta que hasta en las reuniones no poseías calor propio, sino que el bendito calor del Espíritu que había en otros hermanos te envolvía, y así sentías calor, pero calor prestado. Cuando regresas a tu casa, otra vez el mal genio, la irritación, los gritos, las asperezas, los enojos, la intolerancia, los malos modales, la impaciencia, la insensibilidad, etc.
En la reunión veo a un hermano sonriente, gozoso, charlando suavemente con todos. ¡Es hermoso! ¡100 grados! ¡Aleluya … Pero, al otro día voy a su casa y está amargado, quejoso, hablando ásperamente con sus hijos: Cero puntos, O grados. ¡Qué pena!
Las victorias en Cristo se obtienen en casa y en la semana, no en los templos los fines de semana. Los templos son para celebrar las victorias que nos da Jesús durante la semana, en nuestras casas.
Este artículo es una colaboración para Vino Nuevo, de Marcelo Maristany, pastor de La Plata, Argentina.
Reproducido de la Revista Vino Nuevo vol. 5-nº 9- octubre 1984