Por Mario Fumero –Parte final

Mario E. Fumero es el director de Brigadas de Amor Cristiano con sede en Tegucigalpa, Hon­duras. El artículo que publicamos es nacido de sus muchos años de experiencia como pas­tor y líder en la obra del Señor.

5-A. No hay nada más tremendo que la res­ponsabilidad de los padres en la formación del carácter y la personalidad del hijo y es necesario saber sobre ello.

Lo primero que tenemos que entender es que la formación o instrucción consta de dos etapas:

PRIMERA: La educación enfocada hacia la for­mación emocional, sicológica y social del niño, esta es impartida desde la cuna por los padres y dura toda la vida, yo le denominaré FORMA­CION.

SEGUNDO: La educación enfocada hacia el cono­cimiento intelectual del niño, mediante el apren­dizaje del arte, ciencia y otros. Yo le llamaré INFOR­MACION.

La formación se aplica antes que exista la ra­zón y el conocimiento del niño, esta se proyecta a formar el carácter del individuo dentro del marco en que ha nacido y vivirá, el aprenderá a actuar, comer, hablar y tratar de acuerdo al pa­trón que vea en sus padres. Los padres a su vez corregirán las inclinaciones rebeldes y negativas del hijo mediante un cuádruple procedimiento que es necesario para este tipo de enseñanzas, cual es:

  1. HABLARLE: esto es explicarle y decirle las co­sas aunque no las entienda completamente, pero va entendiendo poco a poco, no porque razone como nosotros, sino porque se impone una auto­ridad. La conducta del hijo comienza a ser formada por leyes y normas de conductas impuestas y enseñadas en el diario vivir, ejemplo: Esto no se toca. Hay que lavarse los dientes (aunque no en­tienda qué es eso de caries, piorrea, etc.).
  2. LLAMAR LA ATENCION: Esto es repetir la enseñanza una segunda vez al no cumplirse y motivarle con ello a que obedezca la instrucción dada. Ejemplo: -Hijo, te dije que te laves los dientes así que, por favor, ve y hazlo.
  3. REGAÑAR: Esto es ya una forma más dura de llamar la atención, es como un reclamo ante una orden o enseñanza dada y que no fue cumplida con elementos de juicio y advertencia de castigo. Ejemplo: conque no te lavaste las manos, ¿ver­dad?, pues bien, si no lo haces ya mismo, vas a ver lo que pasa.
  4. DISCIPLINAR: O sea castigar mediante el método adecuado a su edad. El castigo busca pro­ducir temor y pesar. Puede ir desde una nalgada hasta una privación de algo, etc. Es la forma de sancionar una falla que no pudo ser corregida. Ejemplo: pues por no lavarte las manos, te vas a la cama y no sales. (el padre lo toma y le lava los dientes a la fuerza).

5-B. No hay nada más tremendo que formar una vida en Cristo, pues ganarla, es fácil, al igual que parir, pero criar, eso si es tremendo. Sin em­bargo, debemos entender que en la vida cristiana existen dos factores en la enseñanza bíblica, la cual debemos dividir en:

PRIMERA: La educación bíblica enfocada hacia la formación práctica de la vida cristiana en cuan­to a su amor, oración, servicio, virtudes, cualida­des y relaciones en la Iglesia, sociedad y hogar. A esto le llamo FORMACION.

SEGUNDO: La educación enfocada hacia el co­nocimiento bíblico y teológico intelectual como es: conocer las historias, doctrinas y demás ver­dades circunstanciales de la palabra, a esto le lla­mo INFORMACION.

Lo primero que tenemos que hacer con el nuevo convertido es formarle cualidades de cris­tiano y ellas las va a aprender de lo que vea, escu­che y viva con su maestro y los hermanos de la iglesia, aprenderá por el ejemplo y la vida de aque­llos que formen su familia y sus padres en la fe (Segunda Timoteo 2: 1-2). Recordemos que cada nuevo cristiano será el reflejo vivo de los viejos, ellos aprenderán más de lo que vivimos que lo que decimos (1 Cor. 11: 1) pues se supone que somos el reflejo de Cristo para los nuevos. Por otro lado, el «formador de vidas» deberá corregir todas las inclinaciones rebeldes, incorrectas y del viejo hom­bre, que se manifiesten en la nueva criatura y para ello deberá proceder de acuerdo al patrón bíblico dado por Tito 2:15.

  1. HABLA: Esto es enseñarle lo que Cristo man­da. Sea práctico y no trate de impartir «conoci­miento» sino «vida». La Biblia manda a HACER DISCIPULOS (Mt. 28: 19-20) y HACER envuel­ve acción, es dar forma a algo que no es. Después dice: ENSEÑANDOLES QUE GUARDEN TODAS LAS COSAS QUE HA MANDADO. No es que sepan, sino que guarden, lo que es sinónimo de vivir, poner en obra. Hablar es decirle las cosas que Cristo manda que vivamos. Quizás no entienda el por qué tengo que hacer esto o aque­llo, pero no importa, enseña y basado en la en­señanza (KERIGMA) se impartirá después el man­dato (DIDAKE).
  2. EXHORTA: Es sinónimo de llamar la atención si después de darle a tu discípulo una enseñanza no la vive, ínstale a que lo haga, motívale.
  3. REPRENDEDLE: O sea regáñale fuertemente porque a pesar de la enseñanza y la exhortación, todavía no hace lo que debe. Aquí se actúa con amor y autoridad, él tiene que saber que si Dios le dio un padre espiritual es para que lo forme, y claro que siempre hay fallas, pero gracias a Dios que podemos tener quien nos corrija para no ser «bastardos, sino hijos».
  4. DISCIPLINA: En la crianza de un hijo hay dis­ciplina y amonestación (Ef. 6:4). Esto es imponer castigo que produzca pesar, dolor y tristeza para que el discípulo pueda entender que está fallando y su desobediencia no se haga peor. (Heb. 12:S-11

Sin embargo, como la relación espiritual no es tan natural como la física, de padre a hijo, siempre hay el peligro de que el discípulo rechace a su maestro y aún más a la autoridad de la Igle­sia, persistiendo en sus caprichos y defectos, en tal caso esa persona se considera insujeto y por ser rebelde al principio de unidad del cuerpo el Apóstol Pablo sugiere que sea amonestado varias veces, y si después no se sujeta al cuerpo y causa problemas sea DESECHADO, esto es eliminado de la unidad del cuerpo (Tito 3: 1 O), pues una manzana podrida puede podrir a las demás.

6-A. Entre las primeras cosas que un niño aprende en su vida, están: el amar a sus padres, los cales con cariño, cuidado y dedicación ofrecen un amor que siempre ha correspondido. Después el niño, entendiendo que esos son sus padres y que le aman, aprende a reconocer la autoridad y supe­rioridad de ellos, sometiéndose a sus mandatos. Los padres a su vez tienen que saber impartir las primeras y más importantes lecciones para formar a su hijo y estas son:

  1. El dar y recibir amor, saber que soy amado y poder dar amor;
  2. Reconocer la autoridad de los padres y formar en la naturaleza rebelde del niño (herencia pe­caminosa) la obediencia y sujeción dentro del hogar. Cuando los hijos no obedecen a sus pa­dres en el hogar; ¿Qué podremos esperar de ellos al incorporarse a la sociedad, escuela, tra­bajo, gobierno, etc?
  3. Enseñarle al hijo su posición y papel dentro del esquema familiar. Hacerle partícipe de las normas y reglas del hogar, así como de los problemas y realidades.
  4. Recordar que se aprende más por lo que se ve que por lo que se dice, así que los padres deben dar ejemplo de todo lo que enseñen, pues de lo contrario formarán con sus contra­dicciones barreras insalvables que lo separan de sus hijos y los ayudará a rebelarse aún con­tra sus propios padres.

6-B. lo primero que se debe enseñar al nuevo convertido es el amor a su maestro, éste a su vez debe ganarse con hechos, pues el mismo es la base para imponer la enseñanza bíblica y ser acep­tada. La autoridad espiritual se forja con hechos y no con palabras o posición. El discípulo recono­cerá el amor de su maestro, sin intereses y su ab­negación, por lo que reconocerá su posición, tan­to como miembro inmediato y superior, como el medio de Dios para su formación espiritual. El maestro a su vez debe impartirle al discípulo las más importantes lecciones de la vida cristiana que son:

  1. El amor, con el cual somos hechos hijos de Dios (1 a. Juan 4:7-9).
  2. La aceptación de la autoridad espiritual y la obediencia a ésta. El discípulo que no obede­ce a su maestro ¿Cómo podrá obedecer al pastor y también a Dios? La obediencia es muestra de la presencia de Cristo y tiene que ser notoria en la nueva vida en Cristo (Rom. 16:19, Flm. 21).
  3. Reconocer su lugar en la Iglesia como miem­bro del cuerpo y su función en unidad y aco­yuntamiento (Ef. 4: 16).
  4. Enseñarle al discípulo por la CONVIVENCIA, o sea mediante el trato y relación familiar.

Ambos: maestro y discípulo se funden en un propósito común, servir a Cristo. El maestro respaldará con su vida lo que enseñe y así guiará a su discípulo a la realidad de un Je­sús patente en nuestra vida.

Cuando tengamos estos principios dentro de nuestras Iglesias y en nuestras relaciones cristia­nas formaremos más y mejores vidas que no anda­rán errantes, o abandonadas o mal formadas, es importante aprender la doble formación y aplicar­la en nuestros hijos físicos y espirituales.

  1. EL CRECIMIENTO y LA MADUREZ ESPIRITUAL.

l.-Es un proceso lento que nunca termina, pues Pablo afirmó que proseguía al blanco para asir aquello para lo cual fue asido por Cristo (Fil. 3: 12-17) y aunque se presenta como ejem­plo a sus discípulos (hijos espirituales) diciendo que «Sed imitadores de mí, como yo de Cristo», reconoce que la perfección es un proceso lento, continuo e interminable aquí en la tierra. Vamos creciendo día a día, nos vamos haciendo más semejantes a él, pero ¿Qué habremos de ser? Esto queda en las manos de Dios y en el día de la glori­ficación. Sin embargo, es bueno considerar que en nuestra vida cristiana pasamos por diferentes eta­pas de crecimiento las que debemos entender y atesorar.

2.-La relación entre padres e hijos evolucio­na según el hijo va pasando por las diferentes eda­des de la vida. Notamos que entre la infancia y adolescencia ocurre un tremendo cambio de con­ducta aunque el principio familiar de respeto y relación se conserva. El niño ya puede salir solo, tiene sus amigos y se desenvuelve con sus propias fuerzas y principios. Ya los padres formaron par­cialmente a su hijo, ahora este se enfrenta al mun­do con esos valores recibidos en la infancia y de­trás como observadores están sus padres, pendien­tes del peligro, pero confiados en su hijo. Ya no busca el padre tanto al hijo, porque este se sabe cuidar solo. Ya no existen tantos NO, ni tantos re­gaños, ni tantas enseñanzas, más bien comparten y conversan como amigos, y esto se llama creci­miento.

2-A. El nuevo convertido crece y con el tiem­po empieza a dejar de ser niño y hay una evolu­ción de relación entre éste y su maestro. Ya no necesitan tanto cuidado, ya puede tomar muchas decisiones propias y el maestro y el discípulo se convierten más en amigos que en otra cosa, por­que toda sujeción y relación evoluciona con el crecimiento, pues al crecer el cristiano alcanza una vida propia en Cristo que lo capacita para an­dar y luchar solo, aunque siempre se reconozca la posición del maestro y la autoridad de éste. Pues la unidad es del espíritu y no se acaba -solo que la dependencia disminuye al estar el hijo criado-.

3-A. Pasa el tiempo, el hijo ya es hombre y encuentra en toda la capacidad física, síquica y económica de establecer su propio hogar y decide casarse y tener hijos. Ahora los padres pasan a otra posición, su trabajo y autoridad se extiende a la multiplicación de su familia, y así se inicia de nuevo la historia, los padres son abuelos y ahora sus hijos son padres.

3-B. ¿Y nosotros qué? Pues nuestra misión es dar por gracia lo que recibimos. Formamos una vida y ésta, como es lógico, crece y al llegar a la madurez, lógicamente se multiplica, esto indica que todo es normal, que supimos crecer y trans­mitir vida y a su vez la ley se sigue repitiendo. Ya nuestros discípulos no son niños, ahora comparto con ellos y ellos se multiplican, empiezo a ver el fruto de mi esfuerzo, los nietos, mi hijo creció, ahora es padre, y yo crecí, ahora soy abuelo, ANCIANO, ALELUYA. Ahora estoy en otra di­mensión espiritual, y así vamos formando una iglesia que como familia crece lentamente me­diante el proceso lógico de la formación de vida. Somos cuerpo, poco a poco las células se multipli­can y forman miembros, los miembros se unen y forman el cuerpo y ahí está, LA IGLESIA CON­CEBIDA DE DIOS.

4.- ¡Qué sencillo sería todo si siguiéramos el proceso del crecimiento, basado en el principio del cuerpo! Pero nuestras iglesias están llenas de cristianos «ESTERILES», tal parece que el control de la natalidad ha sido más efectivo en el espíritu que en la carne. Pero volvamos a lo lógi­co, lo humano y lo bíblico, forcemos a nuestros miembros a crecer, a ser y hacer discípulos. Miren esta matemática y no se asusten:

Uno tomó a doce para formarlos a su imagen – JESUS.

Doce tomaron a otros y repitieron lo mismo – veamos:

Si cada miembro formara tan solo 3 vidas y tenemos 10 tendríamos en un año 10×3+ 10 =40 miembros. Si en otro año las 30 ganadas por los diez hacen 10 mismo tendríamos 30×3=90+40= 130. ¿Cómo es esto? veamos:

10 hermanos forman cada uno 3 vidas en un año, ¿cuántos son los miembros del cuerpo? los 30 ganados más los hermanos que empezaron.

Si estos 30 ganados y formados en un año em­piezan a hacer lo mismo, el segundo año tendría­mos que cada uno de los treinta tomaría tres que serían 90, más los treinta serían 120, más los 10 primeros serían 130. Al tercer año los últimos 90 ganados se multiplican, toman tres ca­da uno y ya son 270, más los primeros diez se­ría 280, más la segunda multiplicación sería 30 – a 310, más los de la tercera 90 sería 400 miembros en la iglesia. «

¿Qué sencillo? pero es muy lento, claro, pe­ro ¿Y qué hemos logrado con nuestra rapidez? una generación de cristianos flojos, indiferentes a la gran comisión, conformistas al sistema, etc.

  1. LA RESPUESTA A LO QUE PARA NOSO­TROS ES NORMAL (Tópico 1).

Ahora quiero responder, basado en este prin­cipio de crecimiento. La problemática presentada en el Tópico 1 y números 1 a 7 como punto final:

l.-El pastor dentro de la estructura del cre­cimiento por paternidad sería un verdadero pas­tor, cuidaría a las ovejas en su proceso de multi­plicación, dejando que estas den leche y el alimen­to sólido. Tendría más función de «PERFEC­CIONAR A LOS SANTOS para la obra del Mi­nisterio (Ef. 4: 11-13) que estar criando y visitan­do niños malcriados y consentidos.

2.-No haría falta tantas campañas de maletas, ni tanto esfuerzo humano para crecer, no tendría­mos que traer predicadores tan especiales o espe­rar una semana del año para parir. La Iglesia cre­cería lentamente pero constante, no existirían avivamientos «fabricados» sino constantes, pues según cada cual crezca, así se multiplicaría la Iglesia bajo el esfuerzo de todos, cada uno ubica­do en su lugar.

3.-No habría miembros «INSUJETOS» que son llevados por sabe Dios que espíritu de aquí y para allá, sin orden ni sujeción. Podríamos sa­ber mejor la vida de nuestros miembros, sus ne­cesidades y problemas, todos estarían bajo el cui­dado de todos, cada uno responsable el uno por el otro y tendríamos mejor comunión evitando así tantas anormalidades, divisiones y necesidades en­tre los miembros del cuerpo.

4.-No tendríamos necesidad de formar al nuevo con el viejo, pues cada uno tendría su ni­vel y su formación de acuerdo a su edad espiri­tual. Podríamos convertir entonces, la escuela dominical en algo así como INFORMACION y de­jar que la formación de vidas se haga al nivel prác­tico de maestro-discípulo para formarle desde el ABC hasta la conclusión que será con la multiplicación.

5.-No tendremos que llevarle al pastor los frutos del trabajo personal, nosotros evangeliza­remos y engendraremos vidas y nosotros mismos las formaremos en la palabra, simplificando el tra­bajo del pastor y haciéndonos nosotros partí­cipes del mismo.

6.- Tendremos una generación de cristianos que aceptarán la autoridad superior, sea cual sea, una generación de cristianos que no cambien de iglesia porque se sientan enojados como niños. Se­rán conscientes de su posición, de la sujeción y de la autoridad ministerial.

7.-No tendremos que esperar que nos «IM­PORTEN UN PASTOR» o que «VENGA UN MI­SIONERO», después de muchos años, porque al crecer la iglesia producirá todos los dones, minis­terios y misioneros para su comunidad y más allá también. Porque una Iglesia normal tiene que pro­ducir en sí misma todos los dones y Ministerios bíblicos como señal de crecimiento y de la pre­sencia de Cristo dando vida al Cuerpo.

¡AMEN, ASI SEA SEÑOR!

Reproducido de la Revista Vino Nuevo, vol. 3-nº8- JULIO/AGOSTO 1980