Querido amigo en Cristo:
Dios puede tratar con nuestro pecado, pero no aceptará que seamos insinceros y no confesarlo. Mi propósito en esta carta es señalar en las Escrituras, la manera en que Dios ha tratado con el pecado y con quienes lo cometen, aunque hayan tenido grandes experiencias espirituales.
Mi amigo Mike Coleman trajo una vez un mensaje sobre Tomás, que dudó de la resurrección de Jesús, a pesar de que él había prometido que resucitaría después de su muerte en la cruz; e incluso después de la confesión de los otros discípulos que habían visto a Cristo resucitado. Tomás había caminado con Jesús durante más de tres años. Pero Tomás dijo que no creería a menos que viera y tocara las cicatrices de Jesús. Más tarde, cuando Tomás estaba reunido con los otros discípulos, Jesús entró a través de las puertas cerradas y mostró sus cicatrices a Tomás y lo invitó a tocarlas, pero Tomás se postró y adoró a Jesús.
De esta historia, Mike extrajo esta lección: “cuando mostramos nuestras cicatrices (nuestro testimonio), la gente cree.” Es importante darse cuenta de que las cicatrices de Jesús son el resultado de nuestro pecado. Todos hemos sido marcados por el pecado y no debemos ocultar esa verdad. No debemos ocultar nuestra falta de obediencia en un esfuerzo por convencer a los demás de nuestra rectitud. Recuerde que 2 Crónicas 7:14 está escrito para el pueblo de Dios. Si vamos a volver a nuestro primer amor, debemos volver a la sinceridad sobre nosotros mismos.
Ejemplos bíblicos
Hay mucho que apreciar en la Biblia, la palabra de Dios. Es un libro que habla francamente de personas injustas, y no oculta su pecado. Aquellos que trataron de ocultar su pecado eventualmente se vieron envueltos en serios problemas. Acán es un gran ejemplo (ver Josué 7:19-26). Los fariseos son otro ejemplo (ver Mateo 23). Pero aquellos que enfrentan su pecado ante Dios reciben una gracia asombrosa y son perdonados y restaurados (ver 1 Juan 1:9). Esto se aplica también a los cristianos.
Entonces, ¿por qué ocultamos nuestras faltas y nuestros pecados? Creo que lo hacemos por orgullo. También lo hacemos porque con mucha frecuencia nuestra cultura, ya sea cristiana o secular, no restaura, ni perdona, ni ama a los que lo confiesan. Los rechazan. Escondemos nuestros pecados, pero exponemos los pecados de otros. Jesús perdonó a las prostitutas, pero condenó a los fariseos. La confesión nos prepara para la sanidad de nuestra alma. (ver Santiago 5:16; 2 Crónicas 7:14).
Que quede esto bien claro: Dios odia el pecado, pero ama a los pecadores a pesar de su pecado. Además, no estoy sugiriendo que digamos a todo el mundo todos nuestros pecados. Estoy diciendo que confesemos nuestro pecado a Dios y a aquellos contra los que hemos pecado. Si nos humillamos de esa manera, entonces podremos caminar humildemente ante Dios y ante los demás. Creo que la mayoría de nosotros anhela ver un avivamiento en la Iglesia y en nuestra nación. La humildad es el comienzo y el camino para ver el poder de Dios.
Él nos llama a volver a nuestro primer amor cuando nos humillamos y nos arrepentimos de nuestros pecados. Además, Dios nos llama a amar a los demás en sus debilidades como lo hizo Jesús. Cuando vemos nuestra debilidad, es más fácil amar a otros en su debilidad.
Examinemos un ejemplo del amor de Dios por un terrible pecador y cómo Dios se reveló a ese hombre, y cómo ese hombre se desvió pero fue llamado a regresar. Esta historia tiene muchos detalles inquietantes y sorprendentes, pero al final, el Señor trajo la redención.
JACOB y ESAÚ (Génesis 25-35)
No puedo explicar a Jacob y, mucho menos, la mente de Dios, pero la trayectoria de Jacob es una historia de gracia asombrosa. (Por supuesto, la nuestra también lo es.) Antes de su nacimiento, se había profetizado que el mayor serviría al menor y eso era contrario a lo esperado en cada familia. Jacob siempre buscaba ser el ganador. Era el gemelo menor y Esaú el mayor. Incluso en el vientre de Rebeca, Jacob se agarró al talón de Esaú y se aferró a él al nacer. De ahí que «Jacob» signifique «el que agarra del talón» o «suplantador».
En la Biblia, la «primogenitura» significa heredar la autoridad del padre en la familia y una doble porción de sus recursos que pertenecían al hijo mayor, Esaú. Jacob la quería. Esaú era un hombre de campo, pelirrojo y peludo. Jacob estaba cerca de su madre y era un buen cocinero. Un día Esaú llegó del campo cansado y hambriento, y quiso un poco del guiso de Jacob, pero éste vio la oportunidad de apoderarse de la primogenitura y le ofreció un trato: «Véndeme tu primogenitura y te haré un guiso».
La respuesta de Esaú fue: «Mira, estoy muriendo de hambre, ¿de qué me sirve esta primogenitura?». Esaú menospreció su bendición e ¡hizo el trato que le costaría caro!
Llegó el día en que su padre, Isaac, ya estaba viejo, ciego y a punto de morir. Era el momento de bendecir a su hijo mayor y darle la primogenitura. Esaú estaba en el campo, pero Jacob estaba en la casa. Con la ayuda de Rebeca, Jacob se disfrazó todo lo que pudo para parecerse a Esaú. Llevó algo de comida sabrosa al ciego Isaac. Isaac no estaba totalmente convencido, pero aun así bendijo a Jacob, no sólo con su bendición, sino con una bendición muy similar a la que Dios le dio a Abraham (vea Génesis 12:1-3). ¡Jacob robó, mintiendo, la bendición de su hermano!
Como ya he dicho, Esaú era una persona que disfrutaba el aire libre; podía matar a Jacob y quería hacerlo, pero Jacob huyó a Harán, donde tenía parientes. Cansado de su viaje, se detuvo en un pequeño lugar llamado Luz, y se recostó con su cabeza en una roca. Entonces tuvo un sueño asombroso: vio una escalera que llegaba al cielo, ángeles subían y bajaban por ella; el Señor estaba en la cima de la escalera (vea Génesis 28:13-22). El Señor le dio una asombrosa bendición que incluía ir con Jacob en su viaje de regreso a casa y una descendencia que bendeciría a todas las familias de la tierra. Jacob rebautizó ese lugar con el nombre de Betel, que significa «Casa de Dios».
Después de Betel
¿Ha pensado usted alguna vez que todo le irá bien después de una gran experiencia con Dios? Ciertamente no fue así con Jacob. Continuó camino al territorio de Harán y sus parientes. Al acercarse a Harán, conoció a la hermosa Raquel. ¡Amor a primera vista! Ella lo llevó ante el tío Labán y Jacob pidió su mano en matrimonio. Labán dijo que se la daría después de que Jacob trabajara para él durante siete años. Jacob aceptó con gran ilusión, pero fue engañado. Labán le dio a su hija mayor, Lea. Pero luego hizo otro trato con Jacob: después de siete años más de trabajo de Jacob, entonces Labán le daría a Raquel. Así que, después de catorce años, obtuvo la mujer que pidió. Hay tantos comportamientos pecaminosos detallados en esta historia que son profundamente ofensivos, pero esto es lo que sucedió.
Jacob tenía también algunos trucos. Consiguió hacerse con gran parte del ganado de Labán y se escabulló por la noche con toda su familia y gran parte de lo que había pertenecido a Labán. (Raquel también se llevó un ídolo de la familia.) Labán persiguió y alcanzó a la tropa de Jacob e hicieron un pacto incómodo entre ellos. Juntos, ofrecieron esta oración: «Que el Señor vele entre tú y yo mientras estemos ausentes el uno del otro». Dada su historia, era la oración correcta.
Jacob y Labán se separaron, y Jacob se fue de regreso hacia su casa como el Señor lo había guiado, sólo para escuchar que Esaú venía hacia él con 400 hombres. Para aplacar a Esaú, Jacob envió todo lo que tenía como regalo a Esaú. Luego, Jacob tuvo una reunión de oración durante toda la noche y luchó con Dios. Finalmente, el Señor tocó la cadera de Jacob, la dislocó y lo bendijo con un nuevo nombre: Israel, que significa «Príncipe» o el que gobierna (vea Génesis 32). Sorprendentemente, Esaú recibió a Jacob en paz. ¡Alabado sea el Señor! Luego se separaron y tomaron direcciones diferentes.
Sin embargo, surgió otro terrible e impactante problema. La hija de Jacob, Dina, es violada por un miembro de la tribu local. En venganza, los hijos de Jacob tratan con engaño a esa tribu. Dicen que permitirán que Dina se case con el violador si todos los hombres de la tribu están dispuestos a circuncidarse. Ellos aceptan; hay una celebración, pero a los tres días de las circuncisiones, los hijos de Jacob los matan a todos, incluido el violador. La noticia llegó a oído de las otras tribus y la familia de Jacob se vio gravemente amenazada. Fue entonces cuando el Señor le dijo a Jacob: «Vuelve a Betel». Pero también le dijo: «Deshazte de los ídolos y purifícate»
Aún después de la primera gran experiencia en Betel, Jacob todavía tenía problemas de engaño y pecado. Había ídolos en su casa. La Biblia no nos dice que Dios excusó todo eso, sino que Dios lo amó a través de todo eso. Lo que me pregunto hoy es, ¿podemos nosotros amar a otros «a través de todo»? La verdad no pasará por puentes rotos. Debemos convertirnos en constructores de puentes, no en destructores de puentes. A veces la distancia requiere puentes largos y fuertes. El amor perseverante de Dios llamó a Jacob a volver a «Betel»… a volver al primer amor. Betel seguía allí; ¡el retorno seguía allí para él y para nosotros! Martin Gurri, en su libro «La sublevación del público», dice que cuanto más nos alejamos, más fuerte nos gritamos. Para ganar a los pecadores para Jesús, debemos dejar de gritar y empezar a amar como Él lo hizo. Debemos mostrarles que el amor sigue ahí.
Otros ejemplos
Tal vez usted conoce la jornada de David, de pastorcillo a rey. En medio de este trayecto, está el inicuo pecado de David contra Betsabé y Urías. Dios no exoneró a David. Sin embargo, aún en el pecado de David, Dios lo amó y lo restauró. Sí, hubo consecuencias lamentables y terribles para David, pero la restauración y la reconciliación seguían ahí. El Salmo 51 ofrece un magnífico ejemplo de cómo se produjo la reconciliación, que comenzó con una profunda y auténtica humildad y arrepentimiento.
También está la historia de Pedro. Caminó con Jesús durante tres años y medio, y luego negó que conociera a Jesús, ¡tres veces con un juramento! Pero Pedro fue restaurado, perdonado y se convirtió en uno de los más grandes apóstoles. Llevó a miles de personas a Cristo y escribió libros en la Biblia (ver Juan 21:1-19).
El primer amor
Creo que Dios quiere llevar a su Iglesia de nuevo a su primer amor, la iglesia del libro de los Hechos, pero requerirá humildad, arrepentimiento y buscar su rostro. Oro para que Dios nos dé la asombrosa gracia de hacerlo y nos devuelva su amor por los pecadores.
Por favor, siga recordando a Charles Simpson Ministries en sus oraciones y en sus ofrendas este mes. Alabamos a Dios por una maravillosa Conferencia de Lideres de 2022 en Gatlinburg, Tennessee en la que nos enfocamos en el «Primer Amor». El Señor estuvo con nosogros. Los videos están en nuestra página de Charles Simpson Ministries y en nuestro canal de YouTube de CSMPublishing.
En el nombre de Cristo
Su hemano Charles Simpson
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Acerca del autor: CHARLES SIMPSON es un reconocido escritor y maestro de la Biblia que ministra extensamente en los Estados Unidos y otras naciones. Es el fundador de CSM Publishing, patrocinador de la revista Conquista Cristiana, escritor en la Carta Pastoral y este año de 2022 celebra 67 años de ministerio.
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