Por Keith Curliee
«Pero los once discípulos se dirigieron a Galilea, al monte que Jesús les había señalado. Y cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos estaban dudosos. Jesús subió y les habló diciendo: «Se me ha dado toda la autoridad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a seguir todo lo que os he mandado; y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mateo 28:16-20).
«Más tarde se les apareció a los once discípulos mismos mientras estaban sentados a la mesa; y los reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto después de haber resucitado de entre los muertos.
Y les dijo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda la creación. El que haya creído y haya sido bautizado se salvará; pero el que no haya creído se condenará. Estas señales acompañarán a los que hayan creído: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas; cogerán serpientes, y si beben algún veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos, y se recuperarán.»
Entonces, cuando el Señor Jesús les hubo hablado, fue recibido en el cielo y se sentó a la derecha de Dios. Y ellos salieron a predicar por todas partes, mientras el Señor trabajaba con ellos, y confirmaba la palabra por las señales que se producían” (Marcos 16:14-20).
Ellos informaron prontamente de todas estas instrucciones a Pedro y a sus compañeros. Y después, Jesús mismo también envió por medio de ellos, de este a oeste, el sagrado e imperecedero anuncio de la salvación eterna.
“Mientras estaban juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que les dijo: «Esperen la promesa del Padre, la cual ustedes oyeron de mí. Como saben, Juan bautizó con agua, pero dentro de algunos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo. Entonces los que estaban reunidos con él le preguntaron: «Señor, ¿vas a devolverle a Israel el reino en este tiempo?»
Y él les respondió: «No les toca a ustedes saber el tiempo ni el momento, que son del dominio del Padre. Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:4-8).
Sabemos que nuestro Señor Jesucristo, es Profeta, Sacerdote y Rey. Cuando vino a la tierra, su vida y enseñanza, cumplieron todas las profecías escritas referentes a él por los profetas que vinieron antes de él. Ascendió al trono de Dios como sacerdote, haciendo con su sangre expiación por nuestros pecados, y ahora, sentado a la diestra del Padre, intercede por nosotros.
De la misma manera que vino la primera vez, volverá como Rey de Reyes y Señor de Señores, para gobernar y reinar por siempre y para siempre sobre todos. ¡Aleluya!
Durante años he llamado a Hechos, no los Hechos de los apóstoles, sino los Hechos del Espíritu Santo, la tercera persona de la Divinidad viniendo al mundo para realizar la voluntad, el propósito y el plan de la redención de Dios de su creación, principalmente del hombre caído. Vemos las palabras proféticas de Jesús: «Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar» (Hechos 2:1).
También les habló proféticamente acerca de la venida del Espíritu Santo. En la venida de Jesús, los ángeles llenaron el cielo con cantos, revelaciones y proclamaciones. La señal dada a los pastores fue que encontrarían al niño envuelto en pañales acostado en un pesebre.
Dos años más tarde los tres reyes de oriente siguieron la estrella que brillaba sobre el lugar donde el niño vivía. Habían leído la profecía de Daniel de la venida del Mesías, cuando estaba cautivo en Babilonia, y a su tiempo vieron la realidad de la estrella.
La venida del Espíritu Santo vino acompañada de señales y maravillas… “de repente, como el estruendo de un fuerte viento que llenó la casa donde estaban los ciento veinte, lenguas como de fuego que se posaron sobre ellos y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablaran” (Hechos 2: 2-4).
No hay duda que, en este libro de Los Hechos, escrito por Lucas, la figura central no son los apóstoles ni todos los creyentes, sino el Espíritu Santo que se derramó sobre los que siguieron las direcciones de Jesús. Conocemos la «Gran Comisión» escrita por Mateo, pero Juan Marcos recoge el testimonio de Lucas sobre ésta.
Lucas dice lo siguiente en el capítuo1:
“Excelentísimo Teófilo: Muchos han tratado ya de relatar en forma ordenada la historia de los sucesos que ciertamente se han cumplido entre nosotros, tal y como nos los enseñaron quienes desde el principio fueron testigos presenciales y ministros de la palabra. Después de haber investigado todo con sumo cuidado desde su origen, me ha parecido una buena idea escribírtelas por orden, para que llegues a conocer bien la verdad de lo que se te ha enseñado” (Lucas 1:1-4).
Las tradiciones y la teología del hombre, sus pensamientos y conocimientos, acerca de Dios, están destituidos (no alcanzan)de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Jesús dijo a los fariseos: «ustedes invalidan la palabra de Dios» (Marcos :13). El evangelio del reino es “poder de Dios para la salvación de todo aquél que cree” (Romanos 1:16). La predicación de Jesús venía acompañada de señales y milagros. ..- ..–.
La Gran Comisión completa es predicar el evangelio, bautizar al creyente, enseñarles a obedecer todo lo que él mandó, y Jesús, por el Espíritu Santo estaría con ellos, siempre. Ellos serían sus testigos y el poder del Consolador, el Espíritu de la verdad, confirmaría la palabra con señales y maravillas. En Marcos 16:17-18: Jesús les dice que tendrán poder sobre los demonios, hablarán nuevas lenguas, no idiomas, lucharán cuerpo a cuerpo contra el maligno, tomarán serpientes en las manos y si beben cosas venenosas no les hará daño, impondrán manos sobre los enfermos y sanarán.
Génesis 1:2 dice que “La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.”
Así como el Espíritu de Dios se movía sobre las tinieblas que cubrían la superficie de las aguas, esperando que Dios dijera: «¡Que haya luz!» “Y hubo luz” (Génesis 1:1), este mismo Espíritu se mueve hoy sobre el caos de una humanidad en tinieblas para traer convicción y la luz del evangelio del Reino, mediante la predicación de su Palabra. Es de esta manera como las nuevas criaturas en Cristo van a confirmar con señales y milagros el poder de Dios, y darán testimonio de Jesús nuestro Señor.
Este libro trata realmente de los Hechos del Espíritu Santo y el testimonio de los redimidos.
Ustedes son un rebaño pequeño. Pero no tengan miedo, porque su Padre ha decidido darles el reino (Lucas 12:32)
Fue decisión del Padre darnos el reino. ¡Aleluya!
Octubre 12 de 2021
Continuará.
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de la Reina Valera Actualizada 2015.
Usado con permiso