El humanismo- La segunda religión más antigua del mundo Por R. J. Rushdoony

El humanismo es la segunda religión más viaja del mundo. Entró a la historia cuando el Tentador declaró: «Con que Dios os ha dicho…? No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios sabiendo el bien y el mal» (Gen. 3: 1-4-5).

El humanismo es la adoración o reconoci­miento del reclamo del hombre a su soberanía y señorío. El humanismo no siempre niega la exis­tencia de Dios. Es un hecho, que el Tentador, el fundador del humanismo, no hizo intento alguno para negar la realidad de Dios. Por el contrario, sostuvo que Dios busca impedir que el hombre se realice a sí mismo; que el hombre tiene que ser su propio señor y soberano, escogiendo, conociendo, o determinando por sí mismo lo que constituye el bien o el mal según convenga a sus propios intere­ses. Santiago 2: 19 nos dice que los diablos creen en Dios, «y tiemblan», pero eso no los hace ser cristianos.

La iglesia de hoy está llena de humanistas. Creen en Dios como en un gran recurso pero no como Señor. Se acercan a Dios para pedir ayuda, como lo harían con un agente de seguros de vida o de incendio.

Usan a Dios como a un neumático de repues­to – algo que se usa en una emergencia, pero sin ningún placer. Los humanistas dentro de la igle­sia depositan la soberanía y el señorío en el hom­bre. Dependen para su confianza religiosa, no en la justificación y la gracia de Dios, sino en su experiencia religiosa, o en su capacidad intelectual para conocer la sana doctrina. La salvación no descansa en una religión de cabeza ni siquiera de corazón, sino en la obra salvadora, expiatoria y jus­tificadora de Jesucristo, que es imputada a noso­tros. El es el Señor.

El humanismo como religión

Muchas personas no ven al humanismo como una religión. Aproximadamente en 1860, los líde­res modernos de esta religión, cambiaron su nom­bre de la Religión de La Humanidad a humanismo. Era más fácil infiltrarse en las iglesias si venía, no como una religión, sino como una filosofía y como humanitarismo. Muchos no ven al humanismo como una religión porque para ellos religión es una creencia en Dios. Sin embargo, la mayoría de las religiones del mundo, no tienen dios, aunque las traducciones incorrectas a menudo llamen a sus seres espirituales como dioses. Algunas religiones sin Dios además del humanismo, incluyen al Budismo, Sintoísmo, Hinduismo, Animismo, Jai­nismo, y muchas otras.

El hecho de no reconocer al humanismo como una religión ha conducido al sincretismo. Sincretismo es el intento de combinar especies de dos fes extrañas y hacerlas una sola. Desde el principio, la religión de Israel, el reino del norte, era sincretista. Jeroboam, el hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel, hizo dos becerros de oro, y los identificó con Jehová (1 Rey. 12:28), llevando de esta manera al pueblo a la confusión. Elías llamó a este sincretis­mo «claudicar entre dos pensamientos» y su reto a Israel fue este: «¿Hasta cuándo claudicaréis vo­sotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pue­blo no respondió palabras» (1 Rey. 18:21). Cuando Israel se dividió en dos reinos, Judá e Is­rael, siguió en el sincretismo hasta el final y Dios lo destruyó por esta razón. El sincretismo es una forma de tibieza y nuestro Señor la condena enér­gicamente (Apoc. 3:14-16). Judá fue a menudo apóstata (en vez de sincretista) y por eso pudo ser llevada de regreso a la fe y restaurada de la cauti­vidad. En la apostasía, se reconoce por lo menos la diferencia entre Dios y Satanás; en el sincretis­mo se niegan y oponen todos los intentos de reco­nocer esta diferencia. El humanismo de hoy tie­ne, como en la adoración a Baal de antaño, entra­da en las iglesias, pretendiendo ser una religión bí­blica. En muchos lugares condenar al humanismo es desatar la hosti­lidad de los sincretistas, quienes están orgullosos de su transigencia y de su tibieza (lo que ellos consideran ser razonables con dulzu­ra).

Principios del humanismo

Es importante que abordemos brevemente al­gunos de los principios más importantes del humanismo. Primero, está el asunto del señorío o la soberanía. La palabra bíblica «señor», Kyrios, significa soberano, dueño absoluto de la propie­dad, y Dios. Existen en nuestros días una variedad de doctrinas humanísticas sobre el señorío. Los anarquistas creen que la soberanía reside en el individuo, de manera que ningún poder humano, natural o sobrenatural tiene ningún derecho legal o poder sobre el hombre. El hombre es el señor, su propio dios, ley y fuente de la moralidad.

Los humanistas estatistas creen que el estado es soberano y que el poder y la autoridad máxima deben de residir en el estado. La creciente perse­cución de las escuelas cristianas es una manifestación de la atribución del estado a esta soberanía. El estado reclama el derecho de gobernar todas las cosas como el verdadero señor sobre todo. El hu­manismo estatista puede ver el estado en una na­ción o en un sistema mundial como soberano, pe­ro en ambos casos ve al estado como dios cami­nando sobre la tierra, según la filosofía de Hegel.

Segundo, el humanismo ve al hombre como la propiedad del hombre o del estado, mientras que las Escrituras nos dicen que somos propiedad de Dios por virtud de la creación y doblemente su posesión por recreación, de manera que no nos pertenecemos; hemos sido comprados con un pre­cio y Pablo dice «glorificad, pues, a Dios en vues­tro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Corintios 6: 19-20). Ser la propiedad de Dios significa que no tenemos derechos contra el Señor: somos su posesión en todo nuestro ser, juntamente con nuestras familias y nuestro dine­ro, para ser usados a su mandamiento por medio de su palabra.

Ser la propiedad del estado significa que noso­tros y todo lo que tenemos y somos, se convierte en la posesión del estado y puede ser usado como el estado decida. Cada día, el estado humanista de­manda más y más de su propiedad, el pueblo.

Tercero, el origen de la ley en cualquier filo­sofía o religión es el dios de ese sistema. Si su dios, como en el humanismo, es el hombre o el estado, entonces la ley emana el hombre o del estado. Si el Señor Dios de las escrituras es nuestro Dios, en­tonces la ley bíblica es nuestra ley. Los puritanos buscaron contra la oposición de la corona de In­glaterra, hacer de la ley bíblica la ley de la tierra. Ahora el hombre trata de convertir en ley su pro­pia palabra. Cuando la Corte Suprema de los Es­tados Unidos legalizó el aborto, se basó en una an­tiguo humanismo pagano para su justificación, ha­ciendo a un lado a la Biblia. Lo que dijeron en realidad con respecto al Hijo de Dios fue: «No queremos que éste reine sobre nosotros» (Lucas 19: 14). Nuestras leyes actuales no son bíblicas; son anticristianas hasta la médula.

Podemos legislar contra el robo, pero esto no significa nada para el Señor si nuestro punto de vista del robo es humanístico, es decir, una viola­ción de la propiedad y de los derechos del hombre en vez de una violación de la palabra de Dios. Por lo tanto, hemos robado a Dios de su legítimo lu­gar como nuestro Dador de la ley y Señor. Es más, si es el hombre quien determina qué es malo que yo le robe a usted, podría decidir mañana que está bien hacerlo, para darle al rico, o al pobre, o al es­tado. Aunque el hombre establezca las leyes de la Biblia como su propia palabra y ley, todavía le ro­ba a Dios de su gloria. Dios es el Dador de la ley. El hombre, la iglesia, el estado, la familia, la es­cuela, la sociedad y el trabajo, administran senci­llamente la palabra y ley de Dios. Dios es el Señor, no el hombre.

Cuarto, como ya hemos anotado, el humanismo enfatiza la experiencia, la razón, la autoridad o la voluntad del hombre y no la del Señor y Su palabra. Una secta viciosa que reclama ser cristia­na tiene actualmente a jovencitas trabajando co­mo prostitutas con el nombre de enganchadoras por Jesús». Cuando enfatizamos cualquier aspecto del hombre como más importante que la palabra de Dios nos convertimos en humanistas. Es como dice Isaías: «A la ley y al testi­monio: Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido» (Isa. 8:20).

Quinto, el humanismo cree en la auto-justifica­ción, en la justificación por las obras del hombre, no en la gracia justificadora de Dios. La política humanista en los Estados Unidos y en todas par­tes del mundo, ofrecen planes de salvación por las obras de la ley estatista y, los candidatos buscan ser elegidos prometiendo planes humanísticos de salvación social. Las leyes humanísticas represen­tan un plan de salvación.

Cuando el tentador confrontó a Jesús, retó la atribución del Señor de ser el Salvador y el Señor. Si era en verdad el prometido de Dios para la hu­manidad, decía el enemigo, es necesario resolver el problema mundial del hambre y la pobreza. ¿Cómo puedes predicar la salvación a pueblos con hambre sin antes resolver sus crisis y problemas económicos? Por lo tanto: «di que estas piedras se conviertan en pan» (Mateo 4:3). Tener el po­der de hacer un milagro que podía resolver la cri­sis económica del mundo y no usarlo, era malo en los ojos de Satanás. Después demandó que Jesús pusiera fin a esta tontería de caminar por fe. ¿Cómo podría esperarse que un mundo pobre y hambriento creyese en un Dios, que no les alimenta­se ni mostrase su poder salvador con milagros de pre­servación? Por lo tanto, «échate abajo; porque es­crito está: A sus ángeles mandará acerca de Ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra» (Mat. 4:6). Finalmente, Sa­tanás pidió que Jesús se postrara y le adorase, re­conociendo la justicia de la rebelión de la criatura contra Dios y su reclamo de independencia. Sola­mente partiendo desde el fundamento del progra­ma de Satanás, podía ser Jesús el verdadero Salva­dor y redimir al hombre de Dios. Pero en cada uno de los casos, nuestro Señor respondió: «Es­crito está». Dios, el Hijo se paró sobre el terreno de la palabra de Dios y del señorío de Dios. La salvación es del Señor, no de Satanás ni de ningún hombre.

Sin embargo, el filósofo humanista, Walter Kaufmann, examina las palabras del tentador en Génesis 3: 1 – 5 como la carta constitucional de la libertad del hombre. Además, en su libro Sin Cul­pa ni Justicia (1973), continúa su argumentación diciendo que una vez que Dios sea abolido de nuestro pensamiento, necesitamos abolir todas las ideas del bien y del mal, de la culpa y la justicia, como reliquias de una fe bíblica inválida para el humanismo. El doctor Lars Ullerstam de Suecia, en su libro Las Minorías Eróticas (1966), arguye en defensa de los «derechos» de toda clase de per­versión sexual. Si la palabra verdadera y comprometedora es la del hombre, entonces la voluntad suya y los caminos suyos son siempre los correc­tos. Encontramos entonces la misma situación de Jueces, cuando Dios fue rechazado como Rey y Señor. «En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía» (Jueces 21: 25). Bajo estas circunstancias, los deseos y los caminos de un hombre son su auto-justificación.

Sexto, en el humanismo el hombre como se­ñor intenta rehacer al mundo en términos de su propia palabra. En el periódico Los Ángeles Times, del martes 3 de octubre de 1978, apareció este aviso que decía simplemente: «La realidad es he­cha por el hombre «. Esta ha sido la sustancia de la filosofía moderna desde Kant, como lo he men­cionado en mis obras The Word of Flux y One and the many. Los humanistas quieren un mundo hecho por el hombre y un hombre hecho por el hombre. Se esfuerzan por rehacer todas las cosas en términos de la palabra y de la imagen del hom­bre. Cada día leemos más con respecto a los inten­tos (enormemente exagerados) hechos por los científicos para crear la vida y rediseñar al hom­bre. Todo esto descansa sobre una premisa religio­sa: La realidad tiene que ser hecha por el hombre.

Séptimo, las Escrituras nos dicen de Jesucristo que «el principado está sobre su hombro … y lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite» (Isa. 9:6-7). El humanismo ha determinado que el gobierno esté sobre los hombros del hombre, ya sea del individuo o del estado. La aplicación esta­tista de esta fe por los humanistas está llevando ahora a lo que Apocalipsis 13: 16-1 7; predice:

Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ri­cos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente:

Y que ninguno pudiese comprar ni vender, si­no el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.

Hay más que pudiera decirse, pero sea sufi­ciente con esto; que el humanismo es claramente, no sólo una religión, sino la suma de todo lo que es anticristiano. Estamos en guerra contra una re­ligión anticristiana que se hace pasar por cualquiera otra cosa menos una religión.

La guerra invisible 

La guerra del humanismo es deshonesta y ve­lada. En la Unión Soviética, la constitución garan­tiza la libertad de religión. Esa «libertad «, sin em­bargo, está totalmente sujeta a los controles, permisos, licencias, impuestos y regulaciones del es­tado. El resultado es que la libertad no existe. Las iglesias que están abiertas son controladas por la KGB y son una farsa para impresionar a los turis­tas. En los Estados Unidos, la meta es la misma: preservar la fachada de libertad de religión mien­tras la sujeta totalmente a los permisos y regulaciones estatistas. Un oficial me dijo que la libertad de religión significa el derecho de un sacerdote, ministro, rabí, o persona similar, para predicar los artículos de su religión exponer sus Escrituras, desde un determinado púlpito físico en un edifi­cio físico, pero que el derecho de ese púlpito o edificio para existir está totalmente sujeto al per­miso y control del estado. Esta es, por supuesto, la misma posición de la Unión Soviética, A menos que los cristianos resistan toda clase de control so­bre las iglesias de Cristo, sus escuelas, misioneras y otras agencias, muy pronto no tendrán libertad del todo excepto desde una celda de prisión.

Las escuelas «públicas» de nuestros días soste­nidas por el estado son humanísticas. En realidad son instituciones religiosas enseñando con fondos públicos una fe extraña. Las escuelas públicas son establecimientos religiosos: la religión del huma­nismo. Sobre esta base, están violando claramen­te La Primera Enmienda 1. Ningún niño cristiano debiera ser requerido para asistir a las escuelas pú­blicas. Nosotros y nuestros hijos somos la propie­dad de Dios; nuestros hijos deben ser dados al Se­ñor y esto requiere, entre otras cosas, que estén en escuelas cristianas y que éstas sean estableci­das, sostenidas, y desarrolladas por nosotros.    

Nuestras cortes y agencias del Gobierno Civil también representan establecimientos del huma­nismo. Como tales son hostiles a la fe bíblica y trabajan para minarla. Hay una gran necesidad de hombres cristianos en oficinas civiles que hagan guerra contra el creciente anticristianismo.

En este punto, es muy importante que reco­nozcamos que si bien podemos (y debemos) tener una separación entre la iglesia y el estado, no po­demos tener una separación de religión y del esta­do. Todo gobierno civil es un sistema de leyes, a­gencias y autoridades para hacer cumplir una forma de orden social. Este sistema es una religión en acción, porque toda ley es sencillamente mora­lidad instituida y toda ley y moralidad representa una fe religiosa. Todas las religiones tienen su propio sistema de ley. De esta manera, podemos te­ner un estado budista, un estado sintoísta, un es­tado islámico, un estado humanístico, un estado cristiano, etc. Los Estados Unidos comenzaron con una dedicación para separar a la iglesia del es­tado, pero con la intención de establecer un esta­do cristiano. La Biblia era vista como la ley co­mún del país 2. El estado puede ser neutral con respecto a las iglesias, pero no con respecto a las religiones porque no puede existir sin ley. Cual­quiera que sea el sistema de leyes revelará su fe religiosa.

Los humanistas, sin embargo, han promovido el mito de la neutralidad como una fachada para la eliminación del cristianismo. Ningún hombre puede ser neutral con respecto a la religión, ni tampoco lo puede el estado. Todo hombre y to­do estado en todas sus formas revelan una fe reli­giosa. Más y más, nuestros oficiales civiles huma­nistas en niveles federales y del estado trabajan para remover toda señal de cristianismo del Go­bierno Civil y para reemplazar la fe bíblica con el humanismo. Se está peleando una guerra total y ningún hombre la puede evadir.

Una de las razones por la que la acción de los humanistas se ha redoblado ha sido el crecimiento dramático del movimiento de escuelas cristianas. Todos los días se establecen dos o tres nuevas es­cuelas. No hay datos exactos disponibles sobre su matrícula ya que muchas no reportan sus estadís­ticas a ninguna agencia del estado. Los cálculos oscilan entre el 15 al 30 por ciento de todos los niños de escuelas primarias que están en escuelas que no son del estado, y del 10 al 15 por ciento de todos los estudiantes de secundaria. Muy pocos de éstos están en escuelas privadas, la mayoría asisten a escuelas cristianas.

Estas son malas noticias para los humanistas. Por lo general, aún las escuelas cristianas más dé­biles, cuando se examina el resultado de sus niños, están dos años más avanzados que las escuelas del estado. Es claro que el liderazgo del futuro vendrá de las escuelas cristianas. Ellos proveerán los mejores estudiantes de preparatoria y de universi­dad y los líderes del mañana; además, si el grado de crecimiento de las escuelas cristianas continúa igual, es seguro que, para el final de este siglo, es­tarán educando virtualmente a todos los niños y así tendremos no un estado humanístico, sino una América cristiana.

Esto espanta a los humanistas porque significa su muerte. Y están decididos a impedirlo a cual­quier costo. Como resultado, hacen todo intento para controlar y eliminar las escuelas cristianas. Allan N. Grover en su excelente estudio, Ohio’s Trojan Horse (Bob Jones University Press, Green­ville S.c., 1977) hace un relato interesante e in­tensivo de dichos esfuerzos en Ohio. El Gobierno Federal a través del Servicio Interno Sobre la Renta, del Departamento de Trabajo, la Junta Na­cional de Relaciones de Trabajo, y otras agencias están haciendo una guerra activa contra las escue­las cristianas. Esta es una batalla comparable a la que llevó a cabo el Imperio Romano y las Revolu­ciones Francesa y Rusa contra nuestra fe. No nos debe engañar el hecho que la batalla sea me­nos abierta y esté disfrazada por un interés de bienestar público. No deja de ser una guerra total y consciente. La prensa no relata las historias de cientos de casos de persecución y de los ministros arrestados. Fue la urgencia de esta situación en un estado que llevó a una de las asociaciones más grandes de Escuelas Cristianas a tener un taller en su Convención de Octubre 1977, dirigida por el abogado David Gibbs y el Rev. Roy Thompson de la Asociación Legal Cristiana con este tema:»

¿Qué hacer cuando el Comisario venga a arrestarlo? No debemos dar nuestras espaldas a esta situación, no sea que el Señor vuelva sus es­paldas hacia nosotros. El declara:

Por tanto, a todo el que me confiese delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de Mi Padre que está en los cielos. Pero cualquiera que me niegue delante de los hombres, Yo también le negaré delante de Mi Padre que está en los cielos (Mat.10:32-33)

Hay una guerra, y le guste o no, usted está en ella. La pregunta es esta: ¿De qué lado está usted, con el Señor, o con el gran humanista, el Tenta­dor? ¿Quién es su señor y dueño? ¿Dirá usted como Josué: «Yo y mi casa serviremos a Jehová»? (Josué 25: 15). «¡Tierra, tierra, tierra! oye palabra de Jehová» (Jer. 22:29). 

1 La Primera Enmienda de la constitución de Los Estados Unidos establece que el Congreso no hará ninguna ley con respecto a un establecimiento de religión, o prohibición de su libre ejercicio.

2 Vea The Journal of Christian Reconstruction, Vol V., No. 1, «Symposiurn on Politics» Box 158, Vallecito, Cali­fornia, 9525l.

El reverendo R.J. Rushdoony es graduado de la Uni­versidad de California, de la Escuela de Religión del Pací­fico, donde recibió sus licenciaturas en Artes y Divinidad y maestría en Artes. Ha servido como misionero a la colo­nia China en los Estados Unidos y en dos tribus de indios norteamericanos, y ha sido pastor en dos congregaciones.

El reverendo Rushdoony es el presidente de una Fun­dación Educacional que se llama Chalcedon, cuyo propó­sito es la reconstrucción cristiana de todas las áreas de la vida; también es vicepresidente de la Fundación Cristiana Pro Libertad. Además de conferencista, ha escrito muchos libros y artículos en revistas.

Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol. 3 Nº 5- Febrero 1980