Hugo M. Zelaya
La gran mayoría de los cristianos no pone en duda la realidad del padecimiento, muerte, resurrección y exaltación de Jesús. Pablo dice en 1 Corintios 15.14: Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación; vana también es la fe de ustedes. Ha habido, en tiempos pasados y hoy, personas que se adhieren a una religión “cristiana”, pero que no han renunciado al racionalismo enseñado en instituciones de enseñanza superior que niegan el aspecto milagroso de la Biblia, incluso, el milagro de la resurrección. Nuevamente Pablo los caracteriza como “fatuos” que quiere decir “lleno de presunción o vanidad infundada y ridícula”.1 (Romanos 1:22).
Muy pronto estaremos celebrando los acontecimientos de la última semana del Hijo de Dios en la tierra. Los evangelios narran su vida desde su nacimiento. Sin que esto signifique, como algunos piensan, que porque como hombre tuvo un principio y un fin y no califica como el Hijo eterno. Veamos qué dice la Biblia respecto a esto en Filipenses 2:6-8:
Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!
El hecho de tomar forma de hombre no niega su eternidad. Su naturaleza divina siempre lo acompañó, pero en su semejanza a los hombres tomó todas las limitaciones humanas incluso las de tiempo y espacio. Nació, sufrió, murió, resucitó, ascendió y retomó su forma original de Dios. En relación con las realidades de la naturaleza divina y la naturaleza humana en Jesús, los teólogos conforme a la doctrina fundamental del cristianismo explican que son “dos naturalezas o sustancias distintas” y que “ningún atributo de una naturaleza se transfiere a la otra.”2
Es decir que Jesús voluntariamente Jesús se hizo semejante a los hombres para nacer, vivir, sufrir, morir y resucitar como hombre.
En su encarnación, Jesús se sometió a las limitaciones de los descendientes de Adán, pero sin pecado. La Escritura llama a Jesús “el postrer Adán” (1 Corintios 15:45), no el segundo como algunos exponen, dejando abierta la posibilidad de un tercero, cuarto o más. Sólo dos hombres han existido que vinieron sin pecado: el primer Adán desde su creación hasta su desobediencia y el último Adán, que fue engendrado, durante toda su vida.
En una predicación, John Wright Follete, autor y maestro de la Biblia del Siglo XIX y XX dijo lo siguiente comparando el postrer Adán con el primero:
Dios hizo un hombre para su gloria, para su alabanza, para su satisfacción, para su deleite. Pero nunca encontró en Adán lo que quería. Adán falló antes de que Dios pudiera terminar con él. Cuando Jesús viene, su primera manifestación hacia Dios no es la de un redentor. Su primera manifestación hacia Dios es la de ser continuamente el hombre perfecto que Dios quería en Adán, y así se convierte en el último Adán por su integridad. Todo lo que Dios quería encontrar en el primer Adán, que fue un colapso total, lo encontró en su perfección, en el último Adán.
Jesús subió al Monte de la Transfiguración… llevando a Dios una manifestación perfecta, completa, aceptable, del deseo de Dios en el hombre. Porque ahí estaba el hombre perfecto… Dios abrió los cielos diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia…” Lo que Dios quería en (el primer) Adán… lo encontró en Jesús, el último Adán, descendiendo de ese monte para escalar el siguiente: su calvario… y cumplir así a plenitud todo lo que Dios esperaba de él.3
Propósitos de su venida
Entre todo lo que está escrito en la Biblia que pudiera agruparse bajo este encabezado hay por lo menos tres que claramente son el resultado del sacrificio de Jesús en la cruz. Están relacionados entre sí y estos salieron de boca del mismo Señor.
El primero es Lucas 19:10 — Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido. Ahora la pregunta es ¿qué se perdió? Esta nos lleva directamente a la creación del primer Adán: Dios formó al hombre, plantó un jardín en Edén, lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo guardara (Génesis 2:7,8, 15). Dios puso a Adán como administrador del jardín de Edén, pero perdió su cargo por su desobediencia. Jesús vino y salvó, entre otras cosas, la administración de su creación.
Un administrador es responsable, no sólo de los bienes de la persona que lo contrató, sino también del bienestar, satisfacción y reputación de su dueño. No sólo cuidarlos, también reproducirlos. Si lo hace negociando, el administrado funge como intermediario entre el dueño y quienes quieren beneficiarse de sus bienes. En este intercambio el buen administrador busca aumentar el caudal a satisfacción del dueño, como en la parábola de los talentos en Mateo 21 y Lucas 19.
Lucas 19:12 dice: Cierto hombre de noble estirpe partió a un país lejano para recibir un reino y volver. Es obvio que esto es una figura de Jesús quien vino como hombre a recibir su reino y a devolver la administración de su reino a los hombres. “Dios nunca hace que los hombres sean propietarios de sus bienes. Están formados por su poder y sostenidos por su generosidad; y mantienen sus vidas y sus bienes, como en muchas de nuestras antiguas tenencias, quamdiu domino placuerit, a voluntad de su Señor.”4
Un buen administrador
El ejemplo bíblico de un buen administrador es José. Fue un hombre de gran integridad, demostrada con el rechazo de los avances de la esposa de Potifar (Génesis 39), “entendido” y “sabio” (Génesis 41:39). No guardó rencor por sus hermanos que lo quisieron matar y terminaron por venderlo. Con el tiempo José entendió que todo lo ocurrido obedecía al plan de Dios para preservar el origen del pueblo de Dios y glorificó a Dios de esta manera: No teman. ¿Estoy yo acaso en el lugar de Dios? Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para hacer lo que vemos hoy: mantener con vida a un pueblo numeroso (Génesis 50:21- y 20). Lo juzguemos bueno o malo, todo lo que pasamos obedece a un plan de Dios y el propósito de la bendición de Dios va más allá de nosotros. Siento reventar el globito de algunos, pero no todo lo que Dios hace es únicamente para nuestro bienestar.
La relación del faraón con José es semejante a la relación de Dios con sus hijos. El faraón puso en manos de José la administración de todos sus bienes, pero él siguió siendo el soberano y dueño de Egipto.
Volviendo a las consecuencias causadas por la desobediencia del primer Adán, hay más que la pérdida del paraíso y es la usurpación de Luzbel del dominio de gran parte de la creación y del género humano. También a esto vino el último Adán a salvar con su muerte en la cruz. Inicialmente, Luzbel había sido creado por Dios con maravillosos dones para que se encargara de la adoración celestial, pero se rebeló contra su Creador, fue expulsado de la corte celestial y con él una tercera parte de los ángeles que habían sido contaminados por su orgullo (Apocalipsis 12:4). Así se convirtió en Satanás, el adversario del propósito de Dios para su creación. Dicen los estudiosos que fueron los ángeles fieles a Dios quienes dominaron a los rebeldes y expulsaron a Luzbel y a sus ángeles rebelados y los arrojaron al abismo.
Una nota más antes de pasar al segundo punto y es que el diablo sabe que no puede contra el Todopoderoso y que es inútil venir directamente contra Dios. Entonces acomete contra sus hijos más débiles a quienes seduce con mentiras para hacerlos dudar de las promesas de Dios y apela a los deseos de la carne o los intimida con amenazas de destrucción para causarles miedo cobardía, y no viene de Dios. Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Timoteo 1:7).
El segundo propósito de su venida está en Juan 10:10 —Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. Esto lo dice en contraste con el propósito del adversario en la primera parte del versículo: El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Robar es el propósito del ladrón, pero matará y destruirá para lograrlo.
El primer Adán fue creado puro, intachable y con vida eterna, la de Dios, pero necesitaba pasar por un proceso de crecimiento y maduración hasta ser perfeccionado. Pero su caída interrumpió este proceso y no lo alcanzó. Jesús vino al mundo para rescatar este proceso que comienza con el nuevo nacimiento y continúa a lo largo de nuestra, pero no será perfecta o madura hasta que él sea manifestado, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es (1 Juan 3.2)
¿Padecerá la iglesia como Cristo?
Mateo 16:21 dice que Jesús advirtió a sus discípulos que le era necesario padecer mucho de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día. No era lo que esperaban oír. Sabían que Jesús era el Mesías esperado, pero todavía tenían la idea popular que venía a restaurar el reino a Israel. Pedro habló por todos cuando dice en el siguiente versículo 22: que lo tomó aparte y comenzó a reprenderlo diciendo: —Señor, ten compasión de ti mismo. ¡Jamás te suceda esto! Todos conocemos la respuesta de Jesús cuando reprende a Satanás hablando por boca de Pedro.
Marcos continúa esta línea de pensamiento:
Iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos. Estaban asombrados, y los que lo seguían tenían miedo. Entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a declarar las cosas que le estaban por acontecer: —He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles. Se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán; y después de tres días resucitará.
Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él y le dijeron: —Maestro, queremos que nos concedas lo que pidamos. Él les dijo: — ¿Qué quieren que haga por ustedes? Ellos dijeron: —Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les dijo: —No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: —Podemos. Y Jesús les dijo: Beberán la copa que yo bebo, y serán bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes está preparado (Marcos 10:32-40).
Habían estado con él día y noche por más de tres años y no lograban ver que su padecimiento y muerte en la cruz era el plan de Dios para redimir no solo a Israel sino a toda la humanidad. Hasta que el Espíritu Santo vino sobre ellos entendieron la necesidad de la cruz y aceptaron padecer y ser crucificados con él. El propósito de Dios no deja de satisfacer nuestras necesidades pero va más allá de nosotros.
El tercer propósito de su venida es traer fuego y nuevamente la cruz es el medio para lograrlo. Lucas 12.49-50 (NVI):
He venido a traer fuego a la tierra, y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo! Pero tengo que pasar por la prueba de un bautismo, y ¡cuánta angustia siento hasta que se cumpla!
Está claro que Jesús infiere que hay algo que debe pasar antes de que el deseo de su corazón y el propósito de su venida puedan realizarse. Su respuesta a la petición de Jacobo y Juan de sentarse a diestra y siniestra de su trono en Marcos 10 lo dice claramente. Tengo que pasar por la prueba de un bautismo de fuego; tengo que beber una copa de padecimiento para que el propósito de mi venida se cumpla y ahora con angustia dice ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!
Los siguientes pensamientos son de T.A. Sparks, maestro de la Biblia del siglo pasado5 He venido a traer fuego – La extensión del reino fue como fuego. El propósito de su venida es despejar el camino para que el Espíritu Santo haga su obra sin obstáculos, como fuego irresistible, imparable, que se extiende y se expande y arrasa todo lo que se pone en su camino. Es un fuego en el corazón que no se puede callar. No podemos forzarlo para hacer lo que queremos, pero cuando este fuego es derramado en la tierra, cuando es liberado sucederán cosas.
¡Dele una oportunidad al Espíritu Santo y vea lo que sucede! Permita la liberación del Señor, y las cosas serán irresistibles e irreprimibles. De hecho, irán más allá de lo que nosotros podemos hacer.
El fuego es selectivo 1Co 3:13 la obra de cada uno será evidente, pues el día la manifestará. Por fuego será revelada; y la obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará.
El fuego provoca animosidad en los incrédulos – No tendremos muchos amigos en el mundo.
El cumplimiento de la promesa del Espíritu Santo nos libera de la angustia del padecimiento de la cruz. El padecimiento de Cristo en la cruz permitió que el Espíritu Santo se manifestara sin ninguna restricción.
Nuestro padecimiento libera al Espíritu Santo a hacer su obra en nosotros (Filipenses 3.10).
Es una copa amarga – Lo fue para Cristo y lo es para nosotros – en él no había pecado – en nosotros sí.
Conclusión
En primer lugar Jesús vino a rescatar todo lo que la humanidad había perdido con la desobediencia de Adán. Segundo, el Señor vino para darnos más vida de la que tuvo Adán quien nunca alcanzó lo que Dios se proponía hacer en él. Y tercero, el Señor vino para bautizarnos con el fuego del Espíritu Santo.
La verdadera Iglesia del Señor es el resultado del derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Individualmente, nuestro crecimiento espiritual está íntimamente ligado a cuánto del Espíritu Santo permitimos que entre en nuestro corazón y esto depende de cuánto estamos dispuestos a sufrir para ver el resultado del propósito de Dios en su creación. Es imposible abrirse a sufrir sin ver lo que está más allá.
Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe; quien por el gozo que tenía por delante sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios (Hebreos 12:2).
Notas
- Diccionario de la Real Academia Española
- Teología Sistemática – Chales Hodge D.D Tomo II pg. 87
- Spiritual Reality (Realidad espiritual) – John Wright Follete – 1883-1966 https://www.goodnewsarticles.com/Follette.htm
- Comentario de Adam Clarke — Power Bible 5.9
- https://www.austin-sparks.net/english/books/000761.html