Autor Hugo M. Zelaya
Introducción
Hace muchos años, cuando nuestros hijos estaban pequeños, mi esposa me hizo una pregunta que creo que la mayoría de las esposas de ministros han hecho alguna vez en su vida. Mi esposa Alice me dijo: “Usted tiene su ministerio, ¿cuál es el mío?” No era un reclamo. Ella verdaderamente quería ser obediente al propósito de Dios en su vida.
Yo sabía qué responder. Lo único que se me ocurrió decir es lo que muchas mujeres del mundo detestan oír: “Ahora que los niños están pequeños, su ministerio es con ellos. Desde luego que eso no era todo. Ella me ayudaba en la iglesia con casi todo lo que tenía que ver con las señoras y la enseñanza de los niños. Su pregunta y mi respuesta revelaban nuestra ignorancia del llamamiento de Dios para un matrimonio. El error era pensar que el de ella sería diferente al mío. Más adelante me di cuenta de que Dios no llama sólo al hombre al ministerio sin tomar en cuenta a su esposa y cuando los hijos crecen a los hijos también. El llamamiento de Dios al ministerio es para toda la familia. El pronunciamiento de Dios en Marcos 10:9 va más allá de la reprobación del divorcio. “Lo que Dios ha unido, que no lo separe nadie” se aplica también al llamado al ministerio.
Sara representa a todas las esposas de los hombres de Dios en las Escrituras. Ellas cumplen con el plan de Dios de que Eva fuera para Adán, una ayuda idónea en el ministerio. Esto significa que sin ellas es imposible cumplir con el llamado de Dios, sea cuidar un huerto o cuidar las ovejas del Señor.
Muchas esposas de pastores no se contentan con ser ayudas. Ellas quieren pastorear al lado de sus esposos, reclamando un lugar que Dios no les ha dado. Una influencia obvia del mundo en la iglesia. Sin embargo, mi enfoque en este artículo no es el orden de Dios en el hogar, sino establecer un fundamento del papel de Sara en el llamado de Dios en pareja.
No hay padres sin madres
Romanos 4.12 llama a Abrahan “padre de aquellos que… siguen las pisadas de su fe.” ¿Sería mucho decir que Sara es la madre de todas las que siguen la fe de Sara? La Biblia no la menciona de esta manera. Lo que sí dice es que sería “madre de naciones”. Lo cierto es que también Sara tuvo que ejercer su fe para creerle a Dios que ella y Abrahan tendrían un hijo en la vejez. Hebreos 11:11 dice: “Por la fe, Sara misma recibió fuerzas para concebir, aunque era estéril, y dio a luz, aun cuando por su edad se le había pasado el tiempo, porque creyó que era fiel quien le había hecho la promesa.”
Abrahan tenía 100 años y ella 90 cuando tuvieron a Isaac ¿Por qué esperaría Dios tanto para cumplir su promesa? Mi esposa me recordó que la espera era por Abrahan. Se sabía que Sara no podía tener hijos porque era estéril, pero Abrahan probó ser capaz de engendrar hijos a los 86 años cuando tuvo a Ismael. De manera que Dios esperó hasta que Abrahan tuviera 100 años y ya no pudiera engendrar hijos para que no hubiera duda de que Él había sido quien les había concedido a Isaac.
Cuando Dios confrontó la desobediencia de Adán y Eva, él decretó en Génesis 3.16, entre otras cosas, “Tu voluntad será sujeta a tu marido.” Muchas hermanas se resisten a considerar la validez para ellas hoy. Veamos la respuesta en 1 Pedro 3:1-6:
Así también ustedes, las esposas, respeten a sus esposos, a fin de que los que no creen a la palabra, puedan ser ganados más por la conducta de ustedes que por sus palabras, cuando ellos vean su conducta casta y respetuosa. Que la belleza de ustedes no dependa de lo externo, es decir, de peinados ostentosos, adornos de oro o vestidos lujosos, sino de lo interno, del corazón, de la belleza incorruptible de un espíritu cariñoso y sereno, pues este tipo de belleza es muy valorada por Dios. Porque así era la belleza de aquellas santas mujeres que en los tiempos antiguos esperaban en Dios y mostraban respeto por sus esposos. Por ejemplo, Sara obedecía a Abrahan y lo llamaba señor. Y ustedes son sus hijas, si hacen el bien y viven libres de temor.
Cuando Sara llamaba señor a Abrahan, no era como en nuestros días, un título que se da a una persona masculina. Es la manera en que Sara reconocía el llamado de su esposo y aceptaba la voluntad de Dios para ella.
Si juntamos Hebreo 11:11 y 1 Pedro 3:6 llegamos a la conclusión de que la sujeción de una esposa a su esposo es un acto de fe. Efesios 5:22 (RV1960) que dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor,” es una aplicación de Génesis 3.16 y una promesa que de esta manera, a través del esposo, Dios cumpliría su mejor para ella.
También es fácil ver que el respeto de Sara para Abrahan era una decisión que ella misma había tomado y sigue siendo la mejor decisión que una mujer puede tomar ahora. Nadie obligó a Sara a hacerlo; ni Dios. Dios persuade, induce y provoca, pero no obliga a nadie a hacer Su voluntad. Tampoco nosotros los hombres podemos obligar a nuestra esposa a que se sujete como manda la Escritura. Tiene que ser la decisión de cada esposa de sujetarse “a su propio marido; como al Señor” y es un acto de fe. A algunas esposas cristianas les cuesta creer a Dios en este siglo y por lo tanto, no son bendecidas de la manera que él se ha propuesto. Quieren ayudar a Dios dominando al esposo y así frustran el llamado de Dios que es para ambos.
La fe se aprende siguiendo a Dios
Veamos un poco del desarrollo de la fe de Abrahan y Sara. Comienza cuando Dios les dice que se salgan de Ur, una ciudad de idólatras en Caldea, a una tierra que él les mostraría. Abrahan tiene 70 años y Sara 60. Génesis 11:31-32 dice que “Téraj tomó a su hijo Abran y a su nuera Saraí, y a su nieto Lot, hijo de Harán, y salió con ellos de Ur de los caldeos para ir a la tierra de Canaán, pero cuando llegaron a Jarán se quedaron allí… y murió Téraj en Jarán.”
Esta es, en su mejor expresión, una obediencia a medias. Así lo explica el siguiente capítulo 12:1-3: “Pero el Señor le había dicho a Abrán: «Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.” La orden era “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre.” Pero salen con Téraj y con Lot su sobrino y llegan hasta Jarán donde se quedan hasta que muere Téraj.
Después de la orden siguen las promesas. “Yo haré de ti una nación grande. Te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan; y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.» Y el versículo 7: «A tu descendencia le daré esta tierra.»
La naturaleza de las promesas necesariamente implica a Sara. Se requiere de un hombre y una mujer para tener hijos. La pareja no tenía ni uno. Abrahan le dice a Dios en Génesis 15:3-4: «Mira que no me has dado descendencia. Mi heredero será un esclavo nacido en mi casa.» Pero vino a él palabra del Señor, y le dijo: «Tu heredero no será éste, sino tu propio hijo.»
En Génesis 12.11 comienza el proceso de aprendizaje de Abrahan y Sara. Hay hambre en la tierra y ellos se van a Egipto donde hay comida. Allí cometen un grave error. A los 60 años, Sara todavía era una mujer muy atractiva y se ponen de acuerdo para mentir diciendo que ellos eran hermanos y así evitar que lo maten a él para quedarse con ella. Sara va a parar en el harén del Faraón, pero allí y a pesar de su error, Dios la protege mandando “grandes plagas al faraón y a su casa.” De alguna manera, Dios revela al faraón lo que pasa y devuelve a Sara a Abrahan sin tocarla.
Nuestros protagonistas no aprendieron la lección. Hicieron lo mismo una segunda vez con Abimelec en Gerar (Génesis 20). Esta vez, para proteger a Sara, Dios se revela en un sueño a un rey impío. ¿Qué no hará Dios para proteger la sujeción de las esposas? Génesis 20:3 dice: “una noche Dios visitó a Abimelec en sueños, y le dijo: «Puedes darte por muerto, pues la mujer que has tomado ya es casada.»
Aquí no estamos abogando por la sujeción incuestionable de la esposa. Una esposa está en completa libertad de negarse a participar en actos prohibidos por los mandamientos de Dios. Abrahan y Sara están aprendiendo a oír la voz del Señor y es obvio que en esta decisión se equivocaron. No obstante, cuando el corazón está inclinado hacia Dios y hay errores en la sujeción de la esposa, Dios hará lo que sea necesario para protegerla de cualquier daño.
Dios no se cansa para llevar a sus hijos al punto donde él pueda cumplir sus promesas. El sobrino de Abrahan no era parte del propósito de Dios y en Génesis 13, Abrahan y Lot se separan. Lot termina en Sodoma y es capturado por los cuatro reyes que ganaron la guerra contra Sodoma y Gomorra (Ver Génesis 14). Abrahan decide rescatar a Lot y se prepara para la campaña. Sara no le estorba. Probablemente lo anima a ir.
En Génesis 15, Abrahan tiene 75 años y Sara 65; por fin están solos y Dios les promete un hijo. Los versículos del 1 al 4 dicen así:
La palabra del Señor vino a Abran en una visión. Le dijo: «No temas, Abran. Yo soy tu escudo, y tu galardón será muy grande.» Abran respondió: «Mi Señor y Dios, ¿qué puedes darme, si no tengo hijos, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?» También dijo Abran: «Mira que no me has dado descendencia. Mi heredero será un esclavo nacido en mi casa.» Pero vino a él palabra del Señor, y le dijo: «Tu heredero no será éste, sino tu propio hijo.»
Dios habla a Sara
Además de hermosa, Sara no era una mujer superficial que no supiera lo que estaba pasando con su esposo y Dios. Estuvo presente en todo el intercambio entre Dios y Abrahán. Vio y oyó todo lo que Dios y su esposo conversaban. Su nombre original era Saraí, que significa princesa. Cuando Dios habla con ella le quita la “i” y con este pequeño cambio le amplifica el nombre a Princesa madre de naciones. Ella acepta el propósito de Dios para su matrimonio y se siente dichosa que Dios la haya tomado en cuenta para ser la ayuda de su esposo. Sara es un ejemplo para todas las esposas. Pedro dice “Y ustedes son sus hijas, si hacen el bien y viven libres de temor.” (1 Pedro 2:6). Parte de lo que esto significa es vivir “libres del temor de sujetarse a sus maridos como al Señor. “
Aunque parezca una paradoja, en la espera, Dios acelera el aprendizaje de Sara. En lo natural no hay nada que les diera razón para creer. Al contrario, se estaban poniendo más viejos y Sara sabe que llegaría el tiempo cuando Abrahán no podrá tener hijos. Han pasado muchos años desde que Dios prometió. Sara lucha con la duda: ¿Habría oído mal? ¿Por qué demora Dios su respuesta? ¿Cuánto más debían esperar? ¿Querrá Dios que le ayuden?
Hay por lo menos tres respuestas a estas preguntas. La espera
- Produce perseverancia
- Asegura que sólo Dios reciba gloria
- Enseña a confiar en Dios
Alguien ha dicho que hay cuatro cosas que nos mueven del temor a la fe
- Aceptar el tiempo de Dios
- Aceptar que Dios es mayor que las circunstancias
- Reconocer que Dios revela un paso a la vez
- Saber que lo que Dios hace casi nunca es lógico para el sentido humano
Dios es nuestro escudo
¿Qué quiere decir la Biblia cuando dice que Dios es nuestro escudo? Un escudo es “un arma defensiva, que se lleva embrazada, para cubrirse y resguardarse de las armas ofensivas y de otras agresiones.”1
El Señor le dijo a Abrahan que él era su escudo. Dios sabía que la jornada que Abrahan se había comprometido a caminar con él atraería el ataque de todas las entidades que se oponen a Dios. Su –Dios es su escudo, nada podía tocar a Abrahan sin el permiso de Dios. Nadie lo podía derrotar porque llevaba embrazado a Dios.
Nuestro escudo no es un objeto de defensa. Tampoco es una doctrina, ni un sistema o método de protección. Nuestro escudo contra todos los ataques de dondequiera y de quienquiera que vengan es una persona y no cualquier persona. Nuestro escudo es el Dios todopoderoso a quien no hay forma de vencer.
Sara y Abrahan que están en una jornada de aprendizaje, cometen un error de apreciación garrafal. Creen que Dios necesita ayuda. Seguramente todavía no existía el refrán popular de quienes no conocen a Dios: “Orando y con el mazo dando.” Talvez había uno parecido como “No hay mal que dure cien años y ya casi llegamos.”
Esto no quiere decir que si Dios ordena que hagamos algo, no tenemos que responder. Responder con un acto de fe al mandamiento de Dios es obediencia y eso no es ayudarle a Dios. La obediencia necesariamente produce actividad. Aun así, la Biblia dice que “es Dios quien nos ayuda a querer como hacer” (ver Filipenses 2:13). En el caso de ellos, Dios no les ha ordenado que hagan nada. Pero es difícil esperar.
Ya Abrahan tiene 86 años y Sara 76 y a Sara se le ocurre una pésima idea: que Abrahan se acueste con su criada, Agar. Él lo hace y nace Ismael (ver Génesis 17). No es para justificar el error, pero no era inusual en ese tiempo que la esposa prestara a su esclava al marido para que tuviera hijos para ella. No todos los 12 hijos de Jacob fueron de Raquel y de Lea. Cuatro de sus hijos fueron con las siervas de sus esposas. Pero aquí no se trata de si era correcto o no. Es que Dios les había prometido un hijo que sería de ellos dos.
Como este arreglo no venía de Dios, les produjo muchos dolores de cabeza. Agar miraba con menosprecio a su ama por haber engendrado y Sara no sentía que Ismael era realmente su hijo aunque lo hubiera engendrado Abrahan. Ismael que había sido el producto de la astucia humana, no se parecía en nada a lo que Dios les había prometido.
Muchas los hijos de Dios, buscamos soluciones que no se originan en Dios y a la postre nos producen más problemas que satisfacción. Por más buenas que parezcan nuestras soluciones, nunca podrán acercarse a lo que Dios ha prometido darnos. Es preferible esperar lo mejor de Dios que contentarse con lo mediocre inmediato de nosotros.
El fortalecimiento de la fe
En Génesis 21 nace Isaac. Abrahan tiene 100 años y Sara 90. Ismael debía tener unos 14 años. Una vez más, Dios prueba que él no necesita ayuda para realizar su propósito. Romanos 4:19-22 dice que “Abrahan no consideró que su cuerpo estaba ya como muerto o la esterilidad de la matriz de Sara… que se fortaleció en la fe… plenamente convencido que Dios era también poderoso de hacer todo lo que había prometido.” Pero hay problemas.
En Génesis 21, Sara expresa su corazón de madre y Dios la apoya. Cuando Isaac es destetado (entre los 3 y 4 años), Abrahán hace una fiesta para celebrar la ocasión. Interesantemente, Ismael se burla de Isaac, exhibiendo la misma tendencia de su madre. El versículo 9 dice que Sara lo vio y en el versículo 10 dice a su esposo: «Despide a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de una sierva no va a compartir la herencia con mi hijo Isaac.»
La reacción de Abrahan es de preocupación, pues ama a su hijo Ismael y naturalmente no quiere despedirlo. Tenemos que ir a Gálatas 4 para entender el significado que nos alcance a nosotros hoy. Pablo dice que es una alegoría que describe los dos pactos: uno que corresponde a los descendientes de Abrahan y el otro que se relaciona con nosotros:
Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también sucede ahora. Pero ¿qué dice la Escritura? «Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no heredará con el hijo de la libre.» De modo, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre (Gálatas 4:28-31).
Al igual que Abrahan, Sara ha madurado en su fe. Lo que ella expresa es exactamente lo que está en el corazón de Dios. Génesis 21:12-13 dice: “Pero Dios le dijo a Abrahan: «No te preocupes demasiado por causa del niño ni de tu sierva. Hazle caso a Sara en todo lo que te diga, pues por medio de Isaac te vendrá descendencia; aunque también del hijo de la sierva haré una nación, porque es descendiente tuyo.»”
Es difícil creer que ésta sea la mujer sumisa de 1 Pedro. Pero Sara nos enseña que la sumisión bíblica no prohíbe a la esposa expresar lo que piensa para evitar la confrontación a cualquier precio. Las palabras de Sara no son alteradas. Más bien revelan firmeza en el conocimiento de la voluntad de Dios. Sara ha crecido juntamente con su marido Abrahan. Ser ayuda idónea es moderar, aconsejar, dar perspectiva a un llamado que no es solo para el hombre. Dios quiere que escuchemos la perspectiva de la esposa que él nos dio. Nos evitará muchos problemas.
Conclusión
En Génesis 21:14, Abrahan responde prontamente a la dirección de Dios: “Al día siguiente Abrahan madrugó, tomó pan y un odre con agua, y luego de ponérselo a Agar en el hombro, le entregó el niño y la despidió.” Lo hizo con mucho dolor en su corazón, pero consolado por la promesa de Dios de hacer de Ismael una nación.
Hay otra ocasión (en Génesis 22) cuando Dios manda a Abrahan que ofrezca a su hijo en sacrificio y él obedece con igual prontitud. Este es un relato muy difícil de entender si no se considera el carácter de Dios y su omnisciencia. La prueba no era para que Dios ganara el conocimiento de que su siervo lo obedecería en todo. Él ya lo sabía. El que Dios se lo impidiera no fue una decisión de último momento. Dios nunca se propuso sacrificar a Isaac. Está en la Biblia porque Dios quería que sirviera de alegoría al misterio de la redención cuando el Padre celestial ofrecería a su propio hijo por todos nosotros, sin que hubiera un “carnero trabado por los cuernos en un zarzal” (Génesis 22:13).
Creo que muchos nos hemos preguntado si Sara sabría que Dios había pedido a Abrahan que sacrificara a su hijo Isaac. La Biblia no dice ni sí ni no Aunque buscando una respuesta encontré en Internet que en el libro de Jaser, citado en Josué 10:13 y 2º Samuel 1:18, dice en el capítulo 23 que sí lo sabía.2
De ser así, esto aumentaría nuestra apreciación de la fe de Sara. Como Abrahan, ella también había crecido en el conocimiento de la persona de Dios y confiaba absolutamente en su palabra.
Notas.
- Diccionario de la Real Academia Española
- http://www.sacred-texts.com/chr/apo/jasher/23.htm
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de la Reina Valera Contemporánea.
Hugo M. Zelaya es fundador y pastor de la Iglesia de Pacto Nueva Esperanza en Costa Rica. Él y su esposa Alice viven en La Garita, Alajuela, Costa Rica