Por Hugo Zelaya
Hace un tiempo vi sobre el escritorio de un amigo, una tarjeta que decía:
Hay quienes hacen que las cosas pasen.
Hay quienes ven cuando las cosas pasan.
Hay quienes viven preguntando: ¿Qué pasó?
Poniéndolo dentro de un contexto espiritual, encontramos que hay también estas tres clases de cristianos: los que están tan comprometidos con el reino de Dios que se convierten en instrumentos de la actividad divina; los que son lo suficientemente sensibles para reconocer que Dios está haciendo algo en medio nuestro, pero se contentan con ser meros espectadores; y está el tercer grupo que no tiene idea de lo que está sucediendo hasta que ya es demasiado tarde.
Cuando hablamos de preparar a la generación futura, encontramos también a estos tres grupos bien definidos. Están los que aceptan el reto de Dios de establecer su reino aquí en la tierra y se involucran ellos y sus familias para lograrlo; los que saben qué deben hacer, pero tienen compromisos más fuertes con las cosas de este mundo que con el Señor y por esta y otras razones son incapaces de inculcar lo que saben en sus hijos; y luego están aquellos que han sido dominados por las corrientes del modernismo y no pueden ver el peligro en que se encuentran hasta que la tragedia les golpea y entonces tal vez ya sea demasiado tarde.
Tenemos que reconocer que hay un estilo de vida en el mundo que es totalmente opuesto al deseo de Dios. Ojalá que nosotros los padres nos hayamos dado cuenta de eso y hayamos tomado los pasos necesarios para que nuestros hijos no caigan en las redes que el enemigo ha tendido para atraparlos.
La palabra que caracteriza lo que está sucediendo en el ambiente del mundo es confusión. La confusión es parte de un plan bien concebido para dominar, primero las mentes de nuestros jóvenes y después sus almas. Hay confusión en todas las áreas de la vida, pero especialmente en la comunicación. Alguien ha dicho que en nuestros días se ha desarrollado el arte de casi decir algo. Nadie quiere comprometerse hoy a hacer una declaración terminante porque las circunstancias pudieran cambiar mañana. La verdad en el mundo es relativa y cambia según las circunstancias. Como no hay absolutos ni valores permanentes, los hombres crecen en medio de una confusión total.
Hay un estilo de vida con Cristo que es diferente. Si tuviéramos que contrastar esta confusión, la palabra que usaríamos sería claridad. Dios ha hablado a los hombres en términos directos y ha dado mandamientos específicos. No hay nada que él haya dejado a nuestra imaginación para que se mezcle con su verdad. Su palabra nunca cambia; permanece para siempre. Dios no tiene una verdad para una generación y otra distinta para la que viene. Lo mismo que demandó de nuestros padres, demanda de nosotros, de nuestros hijos y de sus hijos.
Entonces, la primera responsabilidad que tenemos es hacer un compromiso indiscutible con la verdad de Dios revelada en su palabra y expresarlo a nuestros hijos en una comunicación clara que sea respaldada con nuestra manera de vivir. Luego, debemos retarlos a ellos para que hagan su decisión de seguir lo que Dios comenzó en nosotros.
En segunda instancia, debemos hacer partícipes a nuestros hijos en el combate a muerte que se está librando entre la verdadera iglesia y el mundo. Tenemos que proceder con el conocimiento que hay fuerzas extrañas que intentan destruirnos, tanto a nosotros como a nuestros hijos.
Una nota positiva en medio de todo esto es que Dios está descubriendo el verdadero estado de las cosas. Las crisis que sufren las naciones, especialmente las que se han llamado a sí mismas cristianas, son el resultado directo de haberse apartado de las enseñanzas de Cristo. Hoy, como nunca antes, tenemos una gran oportunidad de enseñar a nuestros hijos que las corrientes populares de pensamiento contrarias a los valores cristianos son las que han llevado al mundo a la condición que ellos mismos pueden ver, y que la única alternativa que nos queda, es involucramos totalmente en el reino de Dios.
Hugo Zelaya es el director de la Revista Vino Nuevo, hoy Conquista Cristiana, desde
su primera edición en 1975.
Actualmente reside en Alajuela, Costa Rica con su esposa Alice.
Reproducido de la Revista Vino Nuevo vol. 4 -nº 6 abril 1982.