Un servicio para padres

Querido Padre,

Un hombre sabio escribió las siguientes palabras a su hijo: «Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis manda­mientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; si inclinares tu corazón a la pruden­cia, si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y ha­llarás el conocimiento de Dios» (Prov. 2: 1-5).

Sabiendo que sus hijos necesitarían mucho ánimo para sobrevivir a las presiones que les confrontarían, Salomón declaró fielmente la sabiduría práctica que Dios le había dado durante su vida. El libro de Proverbios es una heren­cia continua que cada familia tiene y aporta muchas ben­diciones cuando se lee una y otra vez.

Hace cuatro años, sentimos la necesidad de declarar con fidelidad la responsabilidad que tienen los padres de dar a sus hijos una herencia piadosa. La necesidad que nos confrontaba estaba basada en una observación múltiple:

1) El papel del padre dentro de la sociedad había sido tras­tornado. 2) El papel del padre era muy vago. 3) El papel del padre era esencial para la seguridad y la estabilidad de la sociedad. 4) Era necesario hacer un esfuerzo continuo para fortalecer a los padres en su papel en cada hogar.

Por lo general hemos alcanzado nuestras metas en pro­ducir una hoja de información concisa e informativa, que sirva para llamar la atención de los padres. Sin embargo, el clima presente de nuestros países ofrece muchas oportuni­dades positivas para la Iglesia y presentamos algunas for­mas en que el Padregrama puede ser de mayor utilidad: 1) Aumento en la circulación. 2) Aumento en el contenido.

3) Aumento en su uso como instrumento para ministrar.

4) Aumento evangelístico como fuente de testimonio para amigos y vecinos.

Para lograr todo esto tendremos que hacer ciertos cam­bios que también aumentarán el esfuerzo que se hace en cada edición. Ya estamos organizándonos de la siguiente manera:

Hemos formado grupos en diez ciudades grandes de los Estados Unidos para seleccionar y procesar los materiales que son de interés actual y vital para la vida familiar. Así se presentarán percepciones, noticias, análisis de libros y otras piezas de información que estamos seguros aumenta­rán la eficacia del Padregrama. Mi padre, Vernon Simpson y yo continuaremos con la Historia Bíblica y la Sección de Patrimonio.

Le pedimos que tome parte en este esfuerzo para forta­lecer a los padres. Hay cuatro maneras específicas en que puede ayudar. 1) Comparta sus comentarios de cómo el Señor está operando en su hogar. 2) Ore consistentemente por este ministerio. 3) Comparta su bendición económica con nosotros de acuerdo a la manera en que Dios lo haga con su hogar. 4) Permita que el Padregrama hable por us­ted a otros padres que usted conozca.

Finalmente, muchas gracias por su ayuda y sostén du­rante todos estos años. Ha sido grandioso ver cómo Dios ha actuado en respuesta a nuestra obediencia. Nosotros haremos todo lo posible para fortalecer su hogar y la Igle­sia del Señor.

Sinceramente, Charles V. Simpson

FIDELIDAD

Un esclavo hebreo, llamado Moisés, llegó a ser uno de los hombres de mayor influencia en la historia por su fide­lidad a Dios. Permaneció firme en el llamamiento de Dios por cuarenta años como príncipe de Egipto, cuarenta años como pastor en Madián y otros cuarenta años llevando al pueblo de Dios a través del desierto hasta la tierra prome­tida.

Nació en un tiempo de gran tribulación y persecución contra el pueblo hebreo. Faraón, el rey de Egipto, había dicho: «Todo niño varón que nazca debe morir». Tenía temor porque los israelitas se estaban reproduciendo rápi­damente y algún día habría suficientes de ellos como para apoderarse del país. Para salvar la vida de Moisés, sus pa­dres lo pusieron en una canasta calafateada, en un carrizal a la orilla del río Nilo y dejaron a su hermana mayor para ver lo que sucedería. La hija del Faraón vio la canasta y envió a su esclava para que la trajera. Cuando vio al niño decidió criarlo como si fuera suyo. La hermana de Moisés ofreció buscar una nodriza y llamó a la misma madre del niño. Dios había salvado milagrosamente la vida del hom­bre de Su elección para el trabajo que más tarde le daría.

Moisés fue criado en el palacio del rey y disfrutó los privilegios de príncipe hasta que un día, en un arrebato de enojo, mató a un egipcio que golpeaba a uno de los he­breos, sus hermanos. Cuando se supo lo que había  hecho, Moisés escapó a la tierra de Madián y se dedicó a cuidar ovejas. Fue durante estos cuarenta años que pasó en Ma­dián, que Dios le habló desde una zarza que ardía y lo lla­mó para que sacara a Su pueblo de Egipto y lo llevara a la tierra que había prometido a Abraham.

El Señor envió diez plagas sobre el pueblo de Egipto, por mano de Moisés para liberar a su pueblo de la escla­vitud. El milagro más grande de todos fue la manera en que Dios llevó al pueblo a través del desierto a la tierra prometida. Moisés estuvo tentado muchas veces a olvi­darse de todo, pero el Señor lo fortaleció y terminó el trabajo que Dios le había encomendado.

Por medio de Moisés, su siervo fiel, Dios dio su ley a Israel, su plan para el Tabernáculo y también uno de los mejores ejemplos de la obediencia fiel.

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Nota Para los Padres

Moisés dijo lo siguiente antes de morir:

El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad (fidelidad) y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto (Deut. 32: 4).

  1. Moisés describe al «Dios de verdad» (fidelidad). Can­tamos un himno que dice «Oh, tu fidelidad». Mencione las formas en que Dios ha sido fiel con usted y con su familia.
  2. ¿Qué otras palabras se pueden usar para describir la «fidelidad» de Dios?
  3. La Biblia dice en Hebreos 3: 1-6 que Moisés fue fiel en todo lo que hizo para Dios. ¿De qué manera lo demos­tró?
  4. Tome tiempo para meditar con su familia sobre la fi­delidad de este hombre, ¿Han sido fieles al Señor los miembros de su familia? ¿Somos personas en quienes se puede confiar? ¿Mantenemos nuestra palabra? Dios sí. Moisés también, ¿y nosotros?

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PATRIMONIO

«Lecciones en un montón de abono» – Vernon

Mi padre tenía algunas formas muy buenas de enseñar a sus seis hijos. Mientras nuestra única hermana aprendía de mamá el manejo de la casa, mi padre nos tenía a mis cua­tro hermanos y a mí cultivando una huerta de tres acres y medio que producía suficientes vegetales para el consumo nuestro y algo extra para dar a los vecinos.

Para que la huerta produjera de tal manera, papá usaba abono orgánico compuesto de hojas, vegetación y el es­tiércol de las vacas y las gallinas. El trabajo de la prepara­ción del abono era duro y mucho más su incorporación en la tierra, pero nos enseñó a devolver al suelo lo que tomá­bamos de él. Cultivábamos buenos tomates y los ñames más grandes que se producían alrededor. Otros vegetales más y hasta sandías venían a bendecir nuestra mesa y la de nuestros vecinos.

Todos aprendimos lecciones valiosas en el huerto y en la preparación del abono: que el trabajo fuerte produce dividendos y que la bondad hacia los vecinos es una buena cosa. Cuando llegamos a la vida adulta, nos dimos cuenta de otra lección: que papá sabía que manteniéndonos ocu­pados nos evitaba caer en problemas.

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Sugerencias prácticas

«Cuando papá viene a casa del trabajo», George Gundlach

Mi esposa Shari y yo hemos enseñado a nuestros hijos cómo saludar a papá cuando éste regresa a casa después de un largo día de trabajo. Se paran cerca de la puerta, corren hacia mí diciendo: «¡Hola papá, nos alegra que ya estés en casa!»

Una noche llegué a casa cansado y el mayor vino co­rriendo a contarme sus problemas y disgustos y el menor se quedó ocupado con su juguete. No conforme con esto, les dije: «Esa no es la manera de saludar a papá cuando llega a casa. Voy a salir y a entrar de nuevo; veamos si esta vez lo hacen mejor». Salí, volví a entrar y esta vez su saludo llenó mi corazón.

Esto me enseñó una lección muy valiosa en mis oracio­nes con mi Padre celestial. No debemos apresurarnos ante su presencia con nuestros males y peticiones, sino entrar primero con amor, apreciación y alabanza.

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«Gozándose Juntos»

En una edición reciente de Buen Hogar, H. Sanford Howie, Jr., describe a la familia ideal como «aquella en la cual ambos, los padres y los hijos, sienten el casi indescrip­tible lazo de haber logrado algo juntos». También da una lista de seis maneras en que los padres pueden comenzar en esta aventura.

  1. Encuentre algo en que los niños puedan tener éxito.

¿Estaba usted cerca para compartir el entusiasmo de su hijo cuando aprendió a amarrarse los zapatos, a contar hasta diez, o cuando terminó alguna tarea que se le encomendó?

  1. Escuche a su hijo. Aunque su día sea muy agitado, comiéncelo apartando diez minutos para oír verdaderamente a cada uno de sus hijos.
  2. Reduzca hasta un 75 por ciento las cosas que le pide a su hijo que haga. Pídale menos y asegúrese que ha­ga lo que sí le pide.
  3. Ponga límites y hágalos cumplir. Los niños deben ser enseñados desde temprana edad lo que se espera de ellos y que los límites impuestos van a ser cum­plidos.
  4. Determine las prioridades con su hijo. Decida jun­to con su hijo lo que es importante en la vida. Cuando se les pregunta a los padres lo que consideran importante, se mencionan cualidades como honestidad, lealtad, interés por los demás. Si éstas se demuestran en la disciplina de los niños, ellos sabrán luego cómo tratar a los demás.
  5. Cuando esté equivocado ¡no tenga temor de admi­tirlo! Nada edifica la estimación en un niño como cuando llega a saber que a veces él puede estar en lo cierto y un adulto equivocado.

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Un Chispazo

Un lector comparte una idea singular que le vino después de leer un artículo en el Padregrama y por algo que Dios hizo en su familia. David Dyke, pastor de una comunidad en Kentucky. Cuenta que él había planeado compartir con su familia la historia de las doce piedras, una por cada tribu de Israel, que fueron sacadas del lecho del río Jordán cuando los israelitas lo cruzaron milagro­samente y con las cuales se erigió un monumento recorda­torio.

En el mismo día que el pastor Dyke planeaba tener su rato familiar, un día frío de febrero, el agua en la tubería de su casa se congeló y los tubos se reventaron. Más tarde, la temperatura subió lo suficiente para hacer que el agua saliera por las reventaduras, inundando el sótano de la ca­sa. En casa solo estaba su hijo Joel de diez años y una jo­ven que vive con los Dyke. Ellos no sabían como cerrar el agua desde afuera y tampoco podían encontrar el pa­dre para que les dijera cómo hacerlo. Joel entonces oró:

«Señor, haz que papá nos llame». En unos pocos minutos el pastor Dyke llamó y les dio instrucciones de cómo ce­rrar la llave del agua y evitar un desastre. Esa noche mien­tras el padre compartía la historia de Israel cruzando el Jordán y erigiendo un monumento con las piedras del río, Joel tuvo una idea. ¿Por qué no tomarles fotos a los tubos en el sótano medio inundado para recordar lo que Dios ha­bía hecho? Las fotos serían como una de las piedras. Así comenzaron los Dykes su «libro de piedras» y la primera fotografía vino con la idea de Joel.

Charles y Vernon Simpson

Reproducido de la Revista Vino Nuevo vol. 4 nº 4 diciembre 1981

FAce. El papel del padre en la sociedad es sumamente importante.