Bob Mumford
Un estilo de vida diferente.
Uno de los temas más predominantes en la vida cristiana es el de que Dios nos está llevando desde donde nos encuentra hasta donde Él quiere que estemos. Su intención es hacer que nuestras vidas en Él experimenten un progreso constante de acuerdo al crecimiento de nuestra medida de obediencia, madurez y bendición. Esta norma la podemos ver claramente en la jornada que hizo Israel desde Egipto. El plan de Dios era sacarlos de la esclavitud, hacerlos pasar por un período de instrucción y prueba en el desierto, para luego introducirlos a la tierra prometida y al desarrollo práctico y bendición subsecuente de su obediencia a Dios.
La meta de Dios para los cristianos es extraordinariamente paralela a este patrón. Dios nos alcanza cuando estamos en esclavitud en el mundo y comienza a cambiarnos y a enseñarnos una nueva manera de vivir, con la intensión final de llevarnos a obtener la victoria en todas las áreas de nuestra vida cristiana de una manera práctica – la tierra prometida.
El proceso no es tan sencillo como parece. A los israelitas, la jornada a la tierra prometida, les llevó cuarenta años. Afortunadamente, Dios nos ha provisto con un mapa detallado y explícito para nuestro viaje – Su palabra viva. En este artículo consideramos el pasaje de Romanos 13 :7-12 que contiene ciertas guías sensibles para obtener la victoria en nuestra experiencia cotidiana con Dios, aplicando estos principios de una manera muy práctica al manejo del dinero.
“Pagad a todos los que debéis; al que tributo, tributo; al que impuesto. impuesto; al que temor, temor; al que honra, honra. No debáis a nadie nada, sino el amarnos unos a otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. Porque esto: no cometerás adulterio, no matarás, no hurtarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta palabra se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no le hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley. Y haced todo esto, conociendo el tiempo, que ya es la hora de despertar del sueño; porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos. La noche casi ha pasado ya, el día está para romper. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas, y pongámonos la armadura de la luz” (Romanos l3:7-12.)
Veamos este pasaje de la Escritura, verso por verso, y dejemos que penetren bien profundo en nuestros corazones. El versículo 7 dice: »Pagad a todos los que debéis; al que tributo, tributo». La intensión de Pablo es hacer una distinción entre el ámbito celestial y el terrenal, y también de informarnos que tenemos obligaciones que cumplir en ambos.
Cuando los judíos le preguntaron a Jesús si debían de pagar los impuestos estaban sugiriendo realmente que por ser ellos el pueblo de Dios, deberían de estar eximidos de todas obligaciones terrenales, especialmente en relación a la nación que los gobernaba.
Hay algunos cristianos que piensan de la misma manera. Creen que porque son ciudadanos del cielo, no tienen que pagar impuestos y que las leyes y las reglas no se aplican a ellos. Pero Jesús dijo en efecto: «Muéstrenme una moneda. Ahora escuchen: Si le dan a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios, no tendrán problemas». Jesús quería destacar que los problemas surgen en las vidas de las personas cuando sus pensamientos son demasiado celestiales con respecto a los asuntos prácticos de este mundo. La esposa dice: «Querido, ¿podrías sacar la basura, por favor? (¿Cuántos sabemos que eso es muy terrenal?) Pero el marido dice «No puedo, no me siento convencido por el Espíritu». Eso se llama confundir los dos ámbitos.
Es importante que sepamos distinguirlos. Debemos de situar al ámbito celestial donde le pertenece y al terrenal también. Las cosas espirituales tienen que estar en el lugar que les corresponde, ejercidas apropiadamente, en su tiempo apropiado y las cosas materiales de igual manera. Eso significa que usted no debe robar el tiempo que le pertenece a su patrón para orar. Si quiere orar, ore en su hora de almuerzo.
Ese tiempo le pertenece a usted. Básicamente, el poner estos ámbitos en su lugar, agudiza nuestro entendimiento de la autoridad y aumenta el orden en nuestras vidas. Pagaremos los impuestos a quienes se deben pagar; tributo a quien tributo y temeremos a los que debemos de temer. La consecuencia de mantenerlos en su lugar adecuado es una vida de orden y sujeta a la autoridad.
En el desarrollo práctico de esta separación y en la debida relación que viene en su tiempo con las autoridades celestiales y terrenales sobre nuestras vidas, encontramos las siguientes instrucciones en el versículo 8: «Dejen de seguir debiendo sus deudas». (Así dice literalmente). He aquí un principio terrenal que es sin embargo espiritual. Después de dieciocho años de ser un consejero, he llegado a la conclusión personal que la Iglesia ha fracasado en su responsabilidad de enseñar a los cristianos la manera de manejar su dinero. La mayor parte de nuestros jóvenes son tan ingenuos en asuntos de dinero, que fácilmente se convierten en presa de la propaganda comercial.
Un vistazo al problema
Un anuncio en el periódico dice: «Venga y pruebe el nuevo y sensacional automóvil de lujo». (5 kilómetros por galón). ¿Para qué quieren que venga a su establecimiento a probar el auto? Para ponerlo detrás del volante, para que sienta el poder de los 422 caballos de fuerza que usted no puede usar. Quieren que se acomode en los asientos de cuero, que se ajustan eléctricamente, que toque el cromo de las puertas, porque entonces, un deseo ilegal y sin razón despertará dentro suyo y le hará decir a su esposa: «Querida, podemos permitirnos este gasto». Ella dirá: «Ah, ¿sí»?» A lo que usted contestará: «Es muy sencillo ¡Sólo comeremos semana por medio!» El vendedor explicará: «Es muy fácil, Usted podrá tener este precioso automóvil de lujo con sólo $90.00 de enganche y cuarenta y dos cómodos pagos». «Cómodos» pagos que son un suicidio cumplir, sin mencionar el interés anual del 18 y hasta el 210/0. Y cediendo a ese deseo irrazonable, usted se sumirá en la arena movediza.
¿Sabía usted que la mayoría de las personas nunca terminan de pagar por sus automóviles? Porque cada dos años dan el auto viejo como parte del pago de uno nuevo y continúan de esta manera atados a hacer pagos durante treinta o cuarenta años.
Los préstamos a plazos, las tarjetas de crédito, el compre ahora con sólo el 10 0/0 del precio y pague después, son una trampa para los cristianos. Muchos no han comprendido que el camino más excelente es no deberle a nadie. Dios quiere que tengamos la suficiente disciplina personal de no gastar lo que no tenemos. ¿Por qué razón? Porque tenemos una» deuda de amor y nuestra responsabilidad como cristianos llenos del Espíritu y creyentes de la Biblia, es estar en una posición de poder ayudar a otros. Pero no podemos hacerlo porque estamos tan endeudados que a duras penas podemos sobrevivir nosotros mismos.
Hubo un tiempo en que fui vendedor de enciclopedias. Este trabajo me enseñó algo sobre la condición económica de muchos hogares. Si mal no me acuerdo, las condiciones de venta eran de $20.00 de pago inicial y $7.00 por mes. Inevitablemente, el marido decía: «Sr. Mumford, me gustaría comprar estos libros para mis niños, pero no puedo pagar $7.00 por mes.» A lo que yo respondía: «¿Me está diciendo que no puede pagar $7.00 por mes por algo que usted realmente desea?»
«Pues, no. Tenemos que hacer los pagos del refrigerador, de la lavadora y la secadora, del carro y del préstamo de Navidad que hicimos el año pasado.» (Mi suegra que trabajó mucho tiempo en una compañía financiera, me dice que hay algunas familias que han hecho préstamos que han dejado correr por veinte años consecutivos sin poderlos terminar de pagar por falta de disciplina en el manejo del dinero).
El verdadero problema está en la actitud hacia nuestra responsabilidad con el dinero. La mentalidad común ha sido que si se quiere cualquier cosa en estos días ¿para qué esperar? –pida préstamos o cómprelo al crédito. Precisamente, esa falta de madurez y de prudencia es la raíz de muchos de los problemas económicos. ¿Qué diría un niño si le preguntara: «Quieres $.50 ahora o $5.00 mañana?» Su respuesta sería: «Quiero los $.50 ahora.» Por nuestra falta de previsión somos llevados a la trampa de «compre ahora y pague después» y luego no podemos salir de ella. Y cuando hay necesidad en el Cuerpo de Cristo somos incapaces de participar porque todos nuestros recursos son devorados por las deudas que tenemos.
Me dan ganas de gritar: «¡Pueblo de Dios, no escuche la propaganda comercial, por amor Suyo! ¡Disciplínese! ¡Cambie su estilo de vida! ¡Aprenda a pagar al contado por las cosas que quiera!»
Dirá usted: «Pero, si esperamos hasta pagar al contado, jamás tendremos nada.» Ya está aprendiendo.
Eso pudiera parecerle una respuesta clínica, pero en realidad la mayoría de los cristianos están tan endeudados que cuando se presenta cualquier necesidad emergente de dinero los envía por el tubo del desague. Por estar en tal esclavitud económica, no pueden ministrar amor a otros. En un sentido muy real, su esclavitud económica es también una forma de esclavitud espiritual.
¿Qué nos está diciendo Dios en todo esto? Debería de ser obvio para todos que nos está induciendo a hacer algo. ¿Cuál es su situación económica en este momento? ¿Cuál es su deuda, $2000.00, $4000.99? Aunque resulte sumamente difícil cancelar deudas de $4,000.00, estoy convencido que Dios nos está instruyendo a que salgamos de deudas. Pero ¿Cómo?
Soluciones prácticas
Quiero ofrecer algunas soluciones prácticas para obedecer a Dios y salir de deudas.
Número uno: ¡Póngaselo! Resista la compulsión de comprar siempre los últimos estilos cada vez que salgan. Vista la ropa que ya tiene. Esta nos es una idea original. La leí en una revista secular donde dice que más y más las personas están rompiendo la costumbre de cambiar su ropa cada vez que aparecen los estilos nuevos. No estoy sugiriendo que nos cubramos de cilicio y ceniza, sino que debemos resistir avenirnos a las tendencias de este mundo: «Todo el mundo lo está haciendo y yo también lo voy a hacer.» Podemos ser liberados de ataduras de ese concepto haciendo caso a esta admonición: ¡Póngase lo que ya tiene!
Número dos: ¡Cómaselo! No desperdicie nada. No actúe como si la comida nunca se acabará. Disciplínese a comer todo lo que ponga en su plato.
He visto a personas que apenas prueban su comida y la dejan casi entera en su plato. Me dan ganas de comerla yo mismo. En muchos lugares la gente no tiene suficiente que comer. En los años de la depresión de los treinta muchas personas comían lo que encontraban en los basureros. Yo nací en 1930 y recuerdo ver a los seis años a personas comiendo los desperdicios que encontraba en los basureros de un restaurante de la localidad.
¡Cómaselo! No lo desperdicie. Aprenda a disciplinarse en su casa hasta que sea parte de usted mismo.
Número tres: ¡Basta con el que tiene! «Querida, compremos un auto nuevo, con radio que tenga seleccionador automático y limpia brisas escondidos.» No -bástele con el que tiene. Si el auto que tiene funciona bien -quédese con él. Cualquier aparato que tenga, manténgalo en buenas condiciones, o repárelo y bástele.
¿Sabe que sucederá si usamos la ropa que ya tenemos, comemos sin desperdiciar y hacemos suficiente lo que ya hay? comenzaremos a tener dinero libre para ser usado como Dios dirija y no como nuestros acreedores lo demanden. La escritura dice: «Dejen de seguir debiendo sus deudas.»
Otra norma de gran ayuda en esta dimensión es la que nos enseña Bill Gothard: Hasta donde sea posible, evite comprar a pagos cualquier articulo despreciable – los que disminuyen en valor o se desgastan con el tiempo. Por ejemplo, automóviles, lavadoras, secadoras, juguetes, ropa, etc. Ahorre su dinero y compre estas cosas al contado. ¿Cuáles son las cosas que no deprecian? Los que aumentan su valor con el transcurso del tiempo, como casas y propiedades. Lo que aumenta su valor a través de los años es una inversión segura que puede comprarse a pagos.
El principio es no comprar al crédito artículos depreciables, sino ahorrar hasta poderlos conseguir. ¡Qué satisfacción más grande es poder entrar a una tienda con el dinero en la bolsa y decir: «Quiero ese artículo! El Señor nos ha provisto y hemos ahorrado lo suficiente para comprarlo al contado.» El vendedor se desmayará.
Si quiere reemplazar un artículo viejo, disciplínese para ahorrar hasta poder comprar el nuevo al contado. Entretanto, bástele el viejo e impóngale las manos si es necesario para mantenerlo funcionando. No está más allá de Dios sanar las maquinarias. En una ocasión había salido en mi Chevrolet 1946, que ya hacía tiempo había pasado el límite de su servicio, la noche era de tormenta y la nieve caía y las luces del auto comenzaron a disminuir su intensidad hasta que el motor se apagó. Yo estaba solo me salí, levanté la tapa del motor y exclamé: «¡Qué enfermo estas!» Volví a cerrar la tapa y hacer la siguiente oración: «Dios, en el nombre de Jesús sana este auto.» Las luces se encendieron y cuando di vuelta a la llave, el motor arrancó inmediatamente. Dios le ayudará con lo viejo si es fiel en prepararse para lo nuevo.
¿Qué de las tarjetas de crédito? Un día fui a visitar a un amigo en su oficina. Estaba sentado detrás de su escritorio examinando sus tarjetas de crédito y debía tener más de 50 de ellas. «No se las enseñes a mi esposa.» le dije yo en broma.
Las tarjetas de crédito pueden ser una ayuda si se usan con cuidado. Pero si no se saben usar, es mejor cortarlas y tirarlas en la basura. Un comprador compulsivo es como un comilón sin frenos; ambos necesitan una buena dosis de liberación. Dejen de seguir debiendo sus deudas.
Los dadores
Con ese principio firmemente establecido, hagámonos la siguiente pregunta: ¿Cuál es el propósito de Dios cuando nos ordena: «no debáis a nadie nada?» Jesús dijo: «Más bienaventurado es dar que recibir.» La intensión de Dios es que nuestra manera de vivir nos permita estar en el extremo de los que dan y no en el de los que reciben. Debemos de ser de los que digan:
«Hermano, ¿te puedo ayudar?» y estar en la posición de dar. La Biblia nos exhorta a dar a los pobres, a fortalecer y ayudar a los demás. Así como en lo espiritual tratamos de mantener una vida victoriosa para poder ayudar a otros con necesidades espirituales, de la misma manera deberíamos de mantener la victoria en el manejo del dinero para poder ayudar a otros con necesidades económicas.
Nuestra deuda de amor
Tenemos una deuda permanente y es de amor. Hay una clase de amor que se puede dar y regresa a nosotros, pero el amor del que estamos hablando sale en «una sola dirección» hacia aquellos que tienen necesidad. No es un ágape descuidado, sino un amor que llena las necesidades físicas y espirituales. Si alguien tiene hambre podremos decir: «Hermano, permítame ayudarle. Hermana, permítame compartir con usted la bendición que Dios me ha dado.»
El amor es el cumplimiento de la ley. El amor de Dios que viene hasta nosotros está diseñado para partir de nosotros hacia aquellos en necesidad. Por causa del pecado, todos hemos sido encerrados en lo que yo llamo la «caja del ego». Sus dimensiones son «yo, mi y mío y nos encajonan dentro de nuestros propios deseos egoístas. Cuando el amor de Dios nos llega, en vez de continuar a través nuestro hacia otros, queda atrapado dentro de esta caja. Lo que Pablo dice en esta escritura es lo siguiente: «Iglesia, la deuda que tienen es la capacidad de alcanzar a otros con el mismo amor que Dios ha hecho venir sobre ustedes -no sólo en lo espiritual, sino en lo económico, en el físico, en lo mental y en lo emocional.»
¿No cree usted que somos deudores cuando hemos recibido la bondad de Dios? Cuando recibimos el abundante amor de Dios, nuestro deseo debería ser de compartirlo con otros. A veces yo siento que lo debo todo a todos. Dios quiere que Su amor derramado en nosotros rompa nuestras «cajas del ego» y fluya hacia otros.
Tuve una experiencia en cierta ocasión cuando estaba en casa, de regreso del instituto bíblico y sin un centavo. El Señor me había dicho: «Si vas a casa, Yo pagaré tu tiquete de regreso.» La noche antes de regresar al instituto, había predicado en una congregación sin recibir nada de ellos y no tenía combustible en mi automóvil. Cuando el servicio hubo terminado y las puertas se estaban cerrando, me encontré de pie en frente del edificio con la última persona que salía -una preciosa viejecita viuda con las espaldas encorvadas. Por un momento pensé dentro de mí: «Bueno, Dios, esta es la primera vez que me has fallado.
Inmediatamente esta diminuta señora me dijo: «Hermano Bob, ¿se ofendería usted si le diera $5.00?
Yo le dije: «Señora, no podría tomarlos de usted.» Yo conocía la condición de su hogar, que en los fines de semana lavaba ropa ajena para poderse mantener.
Ella replicó: «Pero he estado aquí parada todo este tiempo y el Señor sencillamente no me deja ir a casa.» Con eso buscó dentro de su cartera y puso $5.00 en mi mano. Esa ancianita, con su dádiva de sacrificio, me enseñó volúmenes de lo que es pagar nuestra deuda de amor con expresiones tangibles.
No importa cuán desesperante sea la condición económica en que estemos, yo creo que Dios comenzará a hacer algo en el momento que digamos: »Señor, sana mi situación y sácame de la esclavitud para poder ayudar a otros. Quiero poder ayudar a otros y ser alguien a través del cual pueda fluir Tu amor.»
El versículo de Romanos 13 dice: «El amor no le hace mal al prójimo.» Sencillamente no puede. La disposición del amor es hacia afuera en vez de buscar lo suyo. El amor no puede hacer daño a nadie. El amor no puede tomar de la gente sin dar.
El día está por romper
Finalmente, queremos ser exhortados con los versículos 11 y 12: “Conociendo el tiempo, que ya es la hora de despertar del sueño; porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos. La noche casi ha pasado ya, y el día está por romper. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas, y pongámonos la armadura de la luz.
El Nuevo Testamento enseña que hay un espíritu de expectación de que el Señor vendrá en cualquier momento. El comentario de Pablo en el versículo 11 es que «ahora está más cerca que cuando creímos». Si él sentía eso en sus días, cuánto más deberíamos sentirlo nosotros ahora. Es evidente en el ambiente, en las circunstancias y en el paso acelerado de nuestros días que la consumación de los siglos y el día de la venida del Señor están cerca.
¿Cuál es la reacción que esa información debería de producir en nosotros? ¿La de caminar con la cabeza vuelta hacia arriba, mirando continuamente hacia el cielo, o la de irnos a la cama todas las noches con la ropa puesta para estar listos cuando El venga? No. Las direcciones de Pablo para hacer preparativos para la venida del Señor son todo lo contrario. El dice: »Despierten y desechen las obras de las tinieblas y pónganse la armadura de la luz.» En otras palabras, ajuste su estilo de vida para que cuando Jesús venga no lo encuentre enredado con las obras de las tinieblas, especialmente en asuntos de dinero.
Si usted me preguntara: «Hermano Bob, ¿qué tendría usted que hacer todavía si el Señor viniera mañana?» Me gustaría pensar que hay muy poco que tengo que hacer o enderezar. Yo no sé de ninguna deuda de consideración que dejaría sin pagar con excepción de mi casa y aún eso me dolería dejar pendiente. Estoy listo con la mayor parte, porque tengo el presentimiento que Dios quiere que vivamos así en estos últimos días antes de Su venida.
Nuestra preparación para la venida de Jesús no es estar viendo constantemente para el cielo, sino ser diligentes en limpiar la maraña de nuestra vida económica, emocional y espiritual, para que el Señor nos encuentre libres de toda deuda con este mundo.
«Desechemos las obras de las tinieblas y pongámonos la armadura de la luz.» Pongamos nuestras vidas en orden bajo la autoridad apropiada, conociendo el tiempo, saliendo de deudas, para que estemos libres para ministrar al Señor y a Su pueblo en necesidad, con libertad para orar sin ningún estorbo terrenal. «Sí, ven, Señor Jesús.»