Carta Pastoral
Querido amigo en Cristo:
Mi propósito en esta carta es compartir con usted lo que el Señor ha puesto en mi corazón. Recientemente me encontraba conversando con cuatro pastores, dos de ellos pastoreaban iglesias que habían sido iniciadas por sus padres. Uno de estos primeros dos había perdido recientemente a su padre. El otro pastor tenía a su padre sentado con nosotros. Entonces los dos pastores más jóvenes, de unos 40 años, me hicieron esta pregunta: «¿Qué fue lo que recibieron nuestros padres en el avivamiento que nosotros debemos transmitir?».
Repentinamente me di cuenta de que esta pregunta no me la habían hecho hasta entonces. Pensé en varias realidades relacionadas con el mover del Espíritu Santo y el poderoso avivamiento que recorrió muchas naciones en los años sesenta y setenta. Pero no había pensado intencionalmente en temas específicos, principios y revelaciones que debieran ser transmitidos por ministros fieles a las generaciones futuras. Tenía que ser algo más que emociones, el entusiasmo o los milagros que vimos.
Le respondí: » Déjeme pensar más en esta pregunta». Y la verdad es que llevo pensando en ella casi a diario. Esto me ha llevado a concentrarme en nuestros «puentes generacionales» que se fragmentan más y más, por el fracaso a la hora de transmitir la verdad a las generaciones futuras. Churchill dijo sabiamente: «Si no aprendemos del pasado, perderemos el futuro». Cuando cursaba el último año del instituto, se pidió a cada alumno de nuestra clase de 1955 que creara un lema; el mío fue: «El futuro se construye sobre el fundamento del pasado.» Mis compañeros de clase y yo lo adoptamos como nuestro lema.
¿Que si olvidamos el pasado o si nunca nos lo enseñaron? La Biblia está llena de advertencias al respecto.
Malaquías 4:5-6 advierten que, si el corazón de los padres y el de los hijos no se vuelven uno hacia el otro, vendrá una maldición. Mi amigo, Derek Prince solía decir: «Si no fuera por el Nuevo Testamento, la última palabra en la Biblia sería «maldición»; una maldición causada por relaciones generacionales fracturadas.
Cuándo se olvidaron
Éxodo 1:8 dice: «Se levantó un nuevo rey que no había conocido a José.» Después de todo lo que José había hecho por el faraón y para salvar a Egipto del hambre, se olvidaron de José. Luego vinieron la esclavitud, las luchas y las plagas, la destrucción, la pérdida de hijos y de recursos.
El capítulo 7 de Daniel menciona que se levantó un rey en Babilonia que no conocía a Daniel, a pesar de que Daniel había servido a Nabucodonosor, había sido nombrado presidente, interpretaba sueños y llegó a ser un israelita famoso en Babilonia. Daniel fue un gran profeta cuyas ideas siguen siendo relevantes para nosotros. Sin embargo, Belsasar no lo conocía. Las historias no le fueron contadas. Pero cuando el dedo de Dios escribió en la pared que el reino de Belsasar había sido «pesado en la balanza y hallado falto», alguien se acordó de Daniel, pero ya era demasiado tarde. Babilonia fue conquistada.
Podría extenderme con este problema humano. Los imperios surgen y los imperios caen cuando dejan de transmitir sus principios fundacionales. Hoy, en nuestros países, podemos llamar a una ciudad o a un estado con el nombre de una gran persona, e incluso vivir allí, y seguir sin saber quién fue o qué hizo esa persona. No hay ninguna conexión ni contenido con ella.
Incluso las iglesias pueden llevar el nombre de alguna persona o de algún principio sin que sus miembros sepan qué o quién era. Entonces empezaran a desaparecer. La ruptura de los puentes generacionales causa rupturas en el futuro. Iglesias nacidas en el fuego de un avivamiento pueden llegar a convertirse en cenizas.
La madre de mi padre adoraba en una iglesia «bajo una enramada» alejada del centro de la ciudad. El Espíritu Santo se movía con poder, y me dijeron que ella levantaba las manos y clamaba a gran voz. Ahora ese grupo se reúne en instalaciones bonitas, pero ya no aclaman, ni recuerdan cuándo ni por qué lo hacían.
Constructores de puentes
El Salmo 145:4 dice, “Una generación celebrará tus obras ante otra generación, y anunciará tus poderosos hechos.”
Cuando se celebra lo que Dios hace, Su obra Dios continúa. Primera Reyes 19 y Segunda Reyes 2 cuentan la historia de Elías y Eliseo, dos profetas entre los más grandes. Dios mandó a Elías a echar su manto sobre Eliseo; entonces Eliseo lo siguió, y no lo dejó, aunque tuvo la oportunidad. No se distrajo, sino que mantuvo los ojos fijos en Elías: observando y aprendiendo, como lo hace un verdadero discípulo. Un día vio cuando Elías era arrebatado al cielo y gritó, “Padre mío, Padre mío” El manto de Elías cayó y Eliseo lo recogió. Entonces gritó: «¿Dónde está el Señor Dios de Elías?» Eliseo no preguntó dónde estaba Elías, sino ¿dónde está su Dios? ¡Los milagros continuaron porque el puente generacional era fuerte!
¿Cómo sucedió eso? Pasaron tiempo juntos; se conocían; tenían una relación de padre e hijo espirituales. La verdad pasó por un puente de amor y de relación de compromiso.
Podríamos hablar del amor de David por Salomón, y de cómo lo aprovisionó para que construyera el templo. Pero David hizo más que proveer: muy generosamente preparó a Salomón quien llegó a ser extremadamente rico y famosamente sabio. Proveer es importante, pero no es lo mismo que preparar. Muchos padres proveen, pero no preparan. Tan sabio como fue Salomón, proveyó a su sucesor, Roboam, de una enorme riqueza. Pero no lo preparó, y éste ignoró la sabiduría del pasado e inmediatamente perdió el gobierno sobre diez de las doce tribus de Israel.
Otro gran constructor de puentes fue el apóstol Pablo. Segunda de Timoteo recoge lo que probablemente sea el último mensaje de Pablo a Timoteo, su hijo espiritual. En Primera y Segunda de Timoteo, Pablo se refiere a menudo a Timoteo como su «hijo» y su «hijo amado». En el segundo capítulo de Timoteo, Pablo le dice que enseñe lo que había oído de Pablo a hombres fieles que enseñen también a otros. Note que hay cuatro generaciones: Pablo, Timoteo, hombres fieles, y otros también. El puente entre estas generaciones tenía que ser muy fuerte, y lo fue. Tuvo que haber sido así a través de muchas generaciones porque ¡todavía tenemos esas verdades!
Por supuesto, el mayor constructor de puentes es Jesús, que eligió discípulos que, aunque inseguros, les demostró la verdad de lo que Él es para ellos y para nosotros. Les demostró el poder y el amor de Dios. La verdad pasó por ese puente de amor y eliminó la maldición que pesaba sobre ellos y sobre nosotros.
La generación más grande
A la generación estadounidense de los años entre 1930 y 1940 se la ha llamado «la más grande». No porque fuera grande en número, sino que fueron grandes en lo que hicieron. Sobrellevaron la “gran depresión” de los años de 1930 y luego ganaron la terrible Segunda Guerra Mundial. Se dispusieron a morir por su nación y por la libertad. Creyeron en nuestros principios y valores clásicos y lucharon por estos. Muchos de ellos murieron por la verdad y nosotros somos herederos de lo que ellos hicieron.
En los años de 1930, las provisiones para vivir eran a menudo escasas; había poco dinero o bienes que adquirir. Muchos hombres se declararon en bancarrota y vivieron de la tierra. Aunque las provisiones eran escasas, su preparación era sólida; su carácter era forjado sobre la base de las pruebas y las dificultades. Los jóvenes de ambos sexos trabajaban junto a sus padres. Las familias solían ser fuertes y duraderas. Cuando los nazis alemanes y la Armada Imperial Japonesa atacaron, aquella generación se levantó y salió victoriosa. Así, heredamos la prosperidad y la libertad.
Nuestra generación se ha convertido en administradora de muchos tesoros preciosos. Lamentablemente, a algunos se les enseña a «echar por tierra los tesoros» en favor de ideas no probadas ni demostradas. Muchos puentes han caído, y hay motivos maliciosos esperando al otro lado de los que quedaron en pie. La depresión, el suicidio, las drogas, la confusión de los géneros y otros problemas asolan a nuestros hijos.
Se busca: constructores de puentes E BUSCA:
La pregunta que me más inquieta es la siguiente: ¿Podremos restaurar los puentes que cayeron? ¿Podremos reconectar a las generaciones desconectadas? Se está haciendo tarde y muchos siguen durmiendo y sin responder a la pregunta que me hicieron estos dos jóvenes pastores: «¿Qué recibieron nuestros padres que nosotros debemos transmitir?»
He sido testigo personal de la depresión, el suicidio, las drogas, la confusión de los géneros entre hombres y mujeres y otros problemas a los que se enfrentan las generaciones emergentes. Además, observo la “inteligencia artificial” que emerge con rapidez y amenaza a nuestra propia humanidad. Los retos son formidables, ya que los medios sociales se convierten con demasiada frecuencia en los promotores de esta tormenta. ¿Hay esperanza? Sí, si asumimos nuestra responsabilidad de reconstruir con amor, ¡porque la verdad en amor es poderosa! Entonces, ¿cómo podremos emprender esta sagrada tarea?
- “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos. Vuélvase a Jehová, quien tendrá de él misericordia; y nuestro Dios, quien será amplio en perdonar.” (ver Isaías 55:6-7).
- Arrepiéntase de su irresponsabilidad. Deje de culpar a otros de sus propios fracasos (ver 2 Crónicas 7:14).
- Déjese guiar por el Espíritu Santo (ver Romanos 8:14).
- Conozca la Verdad, La Palabra de Dios (ver Juan 14:6; 2 Timoteo 2:15).
- “Honra a tu padre y a tu madre; y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos” (ver Matthew 15:4; 19:17-19; Salmo 127:3-5; Efesios 6:4).
- Enseñe a sus hijos la Palabra de Dios y la historia. Cuente su testimonio personal (ver Salmo 78).
- Pase tiempo con ellos como prioridad. Recuerde que, aunque parezcan no estar escuchando, sí están observando. Ore por ellos a diario y ore con ellos. Cuando ya no estemos, Dios seguirá acordándose de sus oraciones.
- Haga una lista de las cosas que quiere que recuerden. Grabe sus historias en vídeo o audio. Tome y comparta muchas fotos.
Construya puentes
Si aún no lo ha hecho, lo animo de todo corazón a que se comprometa a tender un puente sólido con los niños y los jóvenes relacionándose con ellos, escuchándolos y diciéndoles la verdad con amor (ver Efesios 4:15). Recuerde lo que dijo una vez el presidente Theodore Roosevelt: «A nadie le importa cuánto sabe usted hasta que sepan cuánto le importan ellos a usted». Prepare a las siguientes generaciones para que tomen los tesoros como buenos administradores y los transmitan. Nuestro Señor nos hace responsables (ver 2 Timoteo 4:1). Por favor, no descargue su responsabilidad en otra persona o en alguna institución. Si hacemos una buena labor, ¡nuestros años de vejez pueden ser Años Dorados! ¡Que así sea!
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Gracias por su amistad y sus oraciones, y por formar parte de este ministerio mientras construimos juntos puentes generacionales. Como le gusta decir a nuestro amigo misionero Harmon Parker en Kenia: «Los puentes son hermosos».
En Cristo,
Charles Simpson