Por Charles Simpson
Me gusta el título de este artículo por muchas razones; la principal es que elimina muchas otras cosas innecesarias. Doy gracias a Dios por saber con lo que estoy comprometido y también con lo que no estoy. Mi compromiso no es con un concepto, idea, teología, filosofía o método. ¡Mi compromiso es con Dios y su pueblo!
Jesús es nuestro ejemplo y para entender este importante principio, necesitamos verlo operar en la vida del Señor. Comencemos con Lucas 2 :21-23:
“Y cuando se cumplieron los ocho días, y debían cincurcidarle, le pusieron por nom bre Jesús, el nombre dado por el ángel antes de que El fuera concebido en el seno.
Y cuando se cumplieron los días para la purificación de ellos, según la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor, (como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón que abra la matriz será llamado santo al Señor»).
Después de haber recibido el nombre de «Jesús» (que significa «Salvador» o «Libertador»), que le fue dado por el Padre en Su anunciación, Jesús fue presentado como su primogénito y el primogénito de María. Como era la costumbre, José, su «padrastro» natural, le presentó delante del Señor. Esta presentación significaba una entrega literal a Dios y Su pertenencia desde ese momento en adelante.
De manera que Jesús fue dedicado a Dios; dado enteramente para hacer el propósito de Dios desde su nacimiento. Su dedicación no fué solamente un ritual o una ceremonia hueca de un compromiso sin significado. Jesús había sido entregado literalmente por el Padre, por el Espíritu Santo, por María, por José y por los ángeles de Dios para hacer el propósito de Dios.
Cuando Jesús creció, no había doblez en su corazón. Llegó el día cuando El pudo decir: «El gobernante de este mundo … no tiene nada en mí.» (Jn.14:30). Porque pertenecía completamente a Dios y a su propósito. Lo que el Padre quisiera hacer, todo lo que estaba en su corazón, cualquiera que fuese el propósito del momento, Jesús estaba dedicado a ello.
Su compromiso no era con un sistema de religión, o un enunciado ético, aunque vivió de acuerdo a éstas cosas. Su entrega era al Padre. Jesús podía decir en verdad: «No hago nada por mi cuenta, si no que hablo de estas cosas según el Padre me enseñó. Siempre hago lo que le agrada.» (Juan. 8:28-29). Sus ojos estaban puestos en el Padre y no actuaba hasta que El no lo hiciera. Cuando el Padre hablaba, Jesús hablaba. No habían presiones en la vida de Jesús para hacer lo que no era la voluntad de su Padre. Estaba totalmente comprometido con el Padre en espíritu, alma y cuerpo. Esa es la clase de dedicación que tenía.
Su dedicación fue real desde el principio. Cuando fue presentado en el templo Simeón habló de esta manera:
«Y había en Jerusalén un hom bre que se llamaba Simeón; este era justo y piadoso, esperando la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre El.
Y por el Espíritu Santo se le había revelado que no vería la muerte sin antes ver al Cristo del Señor.
Y fue en el Espíritu al templo. Y cuando los padres del niño Jesús le trajeron para cumplir por El la costumbre de la ley, él tomó al Niño en sus brazos, y bendijo a Dios …
Y los padres del Niño estaban asombrados de las cosas que de El se decían.
Y Simeón los bendijo, y dijo a María, la madre del Niño: Mira, este Niño está señalado para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción.
Y una espada traspasará aún tu misma alma – a fin de que se revelen los pensamientos de muchos corazones» (Luc. 2:25-35).
En escencia esto es lo que Simeón dijo: «Este Niño es la salvación del Señor y será una señal a la que muchos se opondrán. Su compromiso con el Padre causará mucho dolor». A María dijo: «El compromiso que haces traspasará aún tu misma alma». A menudo un compromiso trae dolor porque causa un rompimiento con las prioridades ya establecidas. Simeón siguió diciendo: «Su compromiso revelará lo que está en el corazón de la gente … «.
Comprometerse significa involucrarse. También es entrar dentro de una luz expositora. Cuando consideramos a Jesús en la totalidad y perfección de su compromiso con el Padre, nuestra propia dobléz de corazón cae bajo el juicio de Dios y la convicción comienza a operar en nuestros corazones.
Ambiente para hacer un compromiso
Es evidente que la familia de Jesús se había dedicado a ayudarle a cumplir con Su compromiso. María, José y la comunidad, se habían dado para enseñar a Jesús las verdades que había aprendido. Jesús fue instruido en la Sinagoga durante su crecimiento, igualmente que todos los otros niños. Los padres de Jesús eran muy devotos; todos los años observaban la fiesta de la Pascua y participaban en todas las actividades de su fe y religión judaica. Se había dedicado a Dios según el conocimiento que tenían de El. Jesús pertenecía al Padre, a la familia, a la comunidad y al templo; todos estos elementos daban fuerza a su compromiso.
Veamos Lucas 2:41-47:
“Y sus padres acostumbraban ir a Jerusalén todos los años a la fiesta de la Pascua.
Y cuando El cumplió doce años, fueron allá conforme a la costumbre de la fiesta; y cuando regresaban, después de haber pasa do todos los días de la fiesta, el niño Jesús se quedó en Jerusalén. Y sus padres no se dieron cuenta de ello, sino que suponían que iba en la caravana, y caminaron todo un día; y le buscaban entre los familiares y conocidos.
Y al no hallarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.
Y aconteció que después de tres días lo hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas.
Y todos los que le oían estaban asombrados de su entendimiento y de sus respuestas.”
Jesús hizo su primer peregrinaje a Jerusalén cuando cumplió los doce años de edad, según era la costumbre del pueblo judío. De nuevo fue presentado delante del Señor como primogénito hebreo, miembro masculino de Su familia y miembro adulto de la comunidad.
Debió haber sido una experiencia muy emocionante … una difícil y calurosa jornada de dos o tres días por territorio rocoso. Pero era una señal de que estaba creciendo e imagino que todo joven judío esperaba con anticipación – como nuestros jóvenes de ahora de catorce o de quince años miran con anticipación a los dieciséis años cuando pueden aprender a manejar – hacia el día cuando haría su primer peregrinaje.
Todos los años cuando sus padres regresaban de Jerusalén, Jesús escuchaba los relatos de las multitudes que venían de todas partes del mundo a observar la Pascua. Oía las descripciones del templo y de su magnificencia. Podía imaginar el gran muro que rodeaba a Jerusalén y las enormes piedras con que estaba hecho y su joven corazón debió haber latido con deseo por ver la capital, la Sión de Dios.
Pero había en Jesús, más profundo que eso, el despertar de una naturaleza eterna que le cautivaba y le atraía como un imán hacia Jerusalén y a la voluntad de Dios. Algo sucedió en Jesús cuando entró por primera vez con su padre y su familia en el atrio de los hombres, donde no se permitía a mujeres ni a gentiles. El Padre comenzó a despertar la naturaleza eterna que estaba en El. Cuando los demás salieron del atrio para ir a la ciudad y unirse a las festividades, Jesús se quedó en el templo. Era atraído como una flecha al centro del sistema.
Instrumento del Padre
Mientras que los otros jóvenes hacían las cosas peculiares a ellos, Jesús escuchaba a los maestros. No podía esquivar lo que estaba sucediendo en su Espíritu. Entró hasta donde estaban los maestros, los teólogos, los que daban forma a ese sistema y les escuchaba con profunda intensidad. Entonces, en cierto momento, oyó una voz interior que decía: «Tengo negocios aquí». Era la voz de Aquel a quien pertenecía; a quien había sido dado.
No sé si en esos días Jesús comprendía la plenitud de todo lo que el Padre le estaba hablando, o todas las implicaciones del propósito del Padre, pero como nosotros cuando nacimos del Espíritu de Dios, Jesús comenzó a seguir esa voz interior.
Oyó que el Padre decía: «Tengo negocios en este lugar».
No sé exactamente por cuánto tiempo Jesús permaneció allí, pero cuanto más tiempo pasaba tanto más intensa era su participación.
“Un compromiso con Dios lo despojará de sus ambiciones y hará estragos con su propio tiempo”
No podía apartarse de los maestros, de los fariseos, de los escribas, los teólogos que hablaban con tanta profundidad en esa hora al pueblo. Mientras escuchaba, su mente se convirtió en un canal para la sabiduría de Dios y su lengua se dispuso a pronunciar el oráculo de Dios. Comenzó a entrar en conversación con ellos.
En ese momento, haciendo sus preguntas, Jesús estaba en el centro del propósito de Dios. Todos sabemos que un niño de doce años puede hacer preguntas que algunos de nosotros no podemos contestar. ¡Me imagino que Jesús, con sus doce años y la ayuda de su Padre, estaba poniendo en aprietos a los fariseos con sus preguntas! El Padre pensaba las preguntas y Jesús las hacía y me imagino que ambos disfrutaban del ejercicio. El Padre estaba «destruyendo la sabiduría de los sabios» por medio de un niño y Jesús disfrutaba de la naturaleza eterna que comenzaba a florecer en El. Seguramente las preguntas de Jesús eran como estas:
«¿Somos judíos o no?»
«Sí» .
«¿Entonces, por qué tenemos a Herodes por rey nuestro?»
«Bueno, hijo, tienes que crecer un poco más para enteder eso».
«¿No es Herodes descendiente de Esaú, un edomita? La Biblia dice que Jacob se enseñoreará sobre Esaú».
«Bueno, pero no has leído los comentarios sobre ese tema».
Tal vez Jesús repitió la pregunta que Gedeón le hizo al ángel: «Si Dios está con nosotros, ¿entonces donde están todos los milagros que hizo en días de nuestros padres? ¿Y que hacen estos romanos aquí?».
«‘¡No tan fuerte! No debes hacer esas preguntas en voz alta. Ya te lo explicaremos todo».
«Y, ¿qué piensan ustedes del Salmo 110? ¿Qué significa cuando dice: «Dijo el Señor a mi Señor?» ¿Cuántos Señores hay? Nuestro Dios es uno».
¡Esos teólogos debieron haber quedado magnetizados; literalmente sin habla! No había manera de escapar. Seguramente pensaban: «En la próxima pregunta vamos a atrapar a este chiquillo». Era como un campeonato mundial de ajedrez. Je sús daba el jaque mate y ellos seguían diciendo: «Juguemos otra partida más».
Entre tanto, los padres de Jesús, pascualistas veteranos, seguían su rutina normal. Habían celebrado la Pascua por tantos años que se sentían expertos en el asunto. Es fácil dar por sentadas muchas cosas religiosas cuanto más a menudo las hacemos. La Biblia dice que sus padres supusieron que Jesús iba en la caravana. El hábito le hará presumir. Cuanto más a menudo se hace una cosa, más posibilidades hay de suponer que se está al tanto de las cosas. Pero hacer una cosa cien o mil veces no garantiza su comprensión. La verdad es que el proceso podría condicionarlo a actuar por hábito y no por comprensión.
Parece que así sucedió con María y con José. La semana de la Pascua ya había pasado y venían de regreso a su casa, habiendo viajado un día completo. Entre tanto Jesús estaba en Jerusalén, interesado en los negocios de su Padre. No pienso que Jesús se haya quedado por error. Creo que el Padre así lo dispuso. El pudo haber hecho que José y María se dieran cuenta que Jesús no estaba con ellos.
Y cuando sus padres le vieron, se quedaron maravillados; y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has tratado de esa manera? Mira, tú padre y yo te hemos estado buscando con mucha ansiedad.
Y El les dijo: ¿Por qué me buscabais?
¿Acaso no sabíais que me era necesario estar en los negocios de mi Padre? Pero ellos no entendieron lo que El les decía.» (Lucas 2 :48- 50).
Cuando María y José regresaron para buscarle, experimentaron lo que muchos padres han sentido. Estaban enojados. «¿Por qué nos has tratado de esta manera?».
¿Se le ha extraviado un hijo a usted alguna vez? Usted piensa que está por allá va y lo busca pero no está allí. «Bueno, dice usted, seguramente está por acá». Pero él no está. Entonces comienza a imaginarse que ha sido atropellado por un carro, o que ha caído en alguna zanja. «Si hubiese sido más bondadoso con mi hijo. Cuántas veces me enojé con el pobre muchacho, y apenas tiene ocho años». Pasa por todo este proceso de culpa y condenación. Entonces lo encuentra y dice: «Bandolero, debiera darte una zurra». Seguramente que María y José experimentaron la misma ambivalencia -queriendo hacer lo bueno hicieron lo malo.
El Espíritu Santo estaba sobre Jesús cuando les reprendió gentilmente: «¿Por qué estaban ansiosos?» Era la manera de Dios de decirle a María y a José por medio de Jesús: «¿No recuerdan lo que dijo Gabriel? ¿No crees la profecía de Elizabeth cuando fuiste a verla? ¿No recuerdan lo que dijo Simeón y Ana? Y tú José, ¿no recuerdas tu sueño cuando no estabas muy seguro si debías casarte con María? ¿Por qué estáis ansiosos?» Entonces Jesús dijo lo siguiente: «¿Acaso no sabíais que me era necesario estar en los negocios de mi Padre?» Su Padre tenía negocios allí.
De la boca de Jesús se oyó un asunto que esta ba concluído. Jesús diio: «Mi compromiso con el Padre es un compromiso con Sus negocios y eso sobreexcede cualquier otro compromiso». Un compromiso con Dios lo es también con sus negocios. Donde quiera que Dios tenga negocios para usted, allí es donde debe estar. Cuando sea, donde sea, como sea, ese es su compromiso. Jesús fue más allá de la ética y la posición teológica para estar donde el Padre lo quería, haciendo su voluntad.
La voluntad de Dios
La intención de Dios no es solamente que seamos buenos. Es eso y más. Es hacer la voluntad de Dios en la tierra, cualquiera que ésta sea.
La Escritura dice en Lucas 2: 52 que: «Jesús seguía creciendo en sabiduría, en estatura, y en gracia para con Dios y para con los hombres». El compromiso de Jesús era un factor en Su crecimiento para alcanzar la imagen del Padre. El objeto de su compromiso determinará la forma de su madurez.
Dicho de otra manera, usted se convertirá en lo que siga. El compromiso de Jesús le hacía ver siempre el rostro del Padre. Por eso llegó el día cuando El pudo decir: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn. 14:9).
Jesús no tenía un «Plan B». No había opciones para El. Si lo que tenía delante de El fracasaba, entonces todo se hubiera perdido. No tenía dos cosas en mente. Jamás puso su mano en el arado y miró atrás. El puso su rostro, dice la Biblia, corno pedernal (vea Isaías 50:7).
Cuánto necesita la iglesia de nuestra generación un compromiso singular con el Padre y con Jesús nuestro Señor. Jesús es nuestro ejemplo de compromiso con Dios y su pueblo.
Cuando usted acepta el señorío de Jesús para hacer la voluntad de Dios, uno de los primeros descubrimientos es que solo no puede llevar a cabo los negocios de Dios. Si aún no se ha dado cuenta es porque probablemente no ha ido muy lejos en los asuntos de Dios. Cualquiera que realiza una gran campaña o cruzada reconoce demasiado bien que el éxito depende de la lealtad de aquellos que le rodean. Los negocios están constituidos corporativamente. No debiéramos de comprometernos con ninguna cosa que no sirva a Dios o a su pueblo.
Un compromiso con Dios lo despojará de su ambiciones y hará estragos con su tiempo particular.
Los primeros treinta años de la vida de Jesús fueron tan privados que casi no hay nada escrito sobre ellos. Hay pequeñas anotaciones de su nacimiento, cuando tenía doce años, pero por espacio de dieciocho años no sabemos nada de El. Luego es bautizado y su vida se torna pública. Tres años y medio más tarde lo encontramos colgando desnudo de una cruz.
Un compromiso con Dios destruirá la privacidad de su vida en una forma real. Ya no puede considerarse una persona privada – sino parte de un propósito. Cualquier ambición o interés personal sucumbirá bajo ese propósito.
Un compromiso con Dios lo pondrá en contacto con la gente. No podemos retirarnos. Ha existido cierta preocupación por el aparente aislamiento de algunos pequeños grupos comprometidos. Hay ocasiones cuando el aislamiento es necesario por algún tiempo. Sin embargo, no creo que el pueblo de Dios va a estar aislado en la tierra. Su propósito es el de que participemos para que el mundo sea confrontado con lo que Dios está haciendo.
El pueblo de Dios
El compromiso con Dios es la prioridad; luego con su pueblo. Cuando somos presentados al Señor, le pertenecemos a El y cualquier otra relación debe ser hecha bajo su jurisdicción. Cuando Jesús fue presentado al Padre; El determinó sus relaciones. Las Escrituras así lo indican: «A los hombres que me diste … (Juan 17 :6).
Jesús hizo un compromiso con los hombres. La Biblia dice que al principio no se confiaba de los hombres porque conocía lo que estaba dentro de ellos (vea Juan 2:24). Pero cuando encontró a aquellos que el Padre le había dado, la Biblia dice que llegaron a ser sus amigos y El dio su vida por ellos.
El compromiso no es un ideal humanista. No se hace porque sea una buena idea. Si se oye que Dios está edificando las relaciones, no se corre a hacerlas uno mismo sino que se busca a Dios para que El indique las que tiene para usted. Seguir un ideal humanista no es un sacrificio vivo – es un suicidio.
La relación que es establecida por el Señor, en la que entregamos nuestras vidas, es un sacrificio vivo y aceptable. Cuando corremos tratando de edificar las relaciones nosotros mismos, es un simple suicidio. Las relaciones que no son ordenadas por Dios traen consigo un sabor de muerte.
Nunca olvidaré el gran peso que había sobre mí hace algunos años. Se me había enseñado que cualquier oportunidad para ministrar era un llamamiento de Dios. ¿Se ha dado cuenta ya que Dios no desea que usted pase por cualquier puerta abierta?
Cuando era pastor de una denominación teníamos dos reuniones el domingo por la mañana, dos reuniones en la tarde, dos reuniones el miércoles por la noche. Luego estaban los otras actividades. Entonces entré en el movimiento carismático y hacía más que antes.
Estaba tan sumergido en el ministerio que no podía desenredarme. Me encontraba en un remolino espiritual, yendo de reunión en reunión, tratando de compartir lo que creía que Dios deseaba comunicar a su pueblo.
En una ocasión fui a ministrar a una congregación que había estado orando por un pastor. Yo no sabía l que estaba sucediendo. El pastor había renunciado y le había dicho a la congregación que pensaba que yo era el hombre de Dios para esa iglesia. Hasta una hermana había profetizado que yo era la persona. (Un detalle menor es que tenían una deuda de un millón de dólares).
Pero nadie me había dicho nada al respecto, todos me trataban con amabilidad y se sonreían mucho. Al tercer día le dije al pastor que todavía estaba en la iglesia: «¿Qué está pasando aquí? Hay algo de lo que yo no estoy enterado».
Entonces él dijo: «Bueno, creemos que usted debe ser el próximo pastor de la iglesia».
Es difícil resistir a alguna persona cuando dice que usted es la solución para el problema. Usted piensa: «¿Cómo puedo rechazarlo? Después de todo ellos reconocen la sabiduría que Dios me ha dado y los dones».
«El objeto de su compromiso dará forma a su madurez. Usted llegará a convertirse en lo que sigue».
Hice todo el intento para ser humilde. Les dije: «Bueno, sé que Dios me ha estado hablando y … ah … eh … después les diré».
Como para llenar una formalidad pensé que debería de llamar a aquellas personas con las que había hecho un compromiso: Bob Mumford, Derek Prince y Don Basham. (Acababa de entrar en una relación de pacto con ellos). Tomé el teléfono e hice una llamada a larga distancia y les expuse toda la situación. Ellos dijeron: «No digas nada. Tan pronto como terminen las reuniones, y hagas tu oración final, súbete en el primer avión y vente a casa. Queremos hablar contigo». ¡Qué diferentes se ven las cosas cuando uno está en casa! Doy gracias a Dios por el compromiso de los hermanos.
Cómo establecer un compromiso
Un compromiso no es algo que deba hacer descuidadamente o de cualquier forma. La Biblia nos enseña a no hacer promesas a la ligera. Dice que es mejor no hacer un voto que hacerlo y no cumplirlo (vea Eclesiastés 5: 5). Jesús se comprometió con Dios y sus discípulos, pero no hizo su elección de cualquier manera. La Biblia dice que la noche antes de escoger a los doce la pasó orando, ayunando y buscando a Dios.
No entre en una relación de pacto a la ligera. Es como contraer matrimonio. Tome en consideración los otros compromisos que ya tiene. La naturaleza de un pacto es vida por vida. Es compartir juntos éxitos y fracasos.
Hay tres cosas de suma importancia con respecto a un compromiso que deberá saber. Primeramente, asegúrese antes de hacerlo: que sea la voluntad de Dios – porque usted es del Señor. Estoy de acuerdo en que haya pastores sobre el rebaño de Dios, pero ellos están bajo Jesús quién es el Pastor de los pastores y de El son las ovejas. Dios nos advierte cuando hacemos un compromiso con un pastor o con otro cristiano o con nuestra compañera de matrimonio que no debemos entrar en yugo desigual (vea 2 Corintios 6: 14). Recuerde que cualquier compromiso que se haga debe estar bajo la jurisdicción del Señor.
En segundo lugar, asegúrese de que el compromiso es mutuo. Las relaciones de pacto son relaciones mutuas. Si la otra persona no siente de la misma manera que usted, la relación se hará sobre una base de presunción. Cualquier relación que no sea recíproca es peligrosa. Si el compromiso es sólo suyo, la relación le minará todas sus fuerzas.
En tercer lugar, si es la voluntad de Dios, si es de mutuo acuerdo, entonces haga su compromiso total. Entréguese a su cumplimiento, como para el Señor. No lo haga a medias.
Un compromiso para amar
Las condiciones actuales de Ia iglesia indican una gran disolución y abandono en la sociedad. El crimen y el divorcio son sólo síntomas superficiales. El padre Terry Fullam, un ministro episcopal ha dicho: «La iglesia en nuestros días es como el arca de Noé con todo los animales adentro: si no fuera por la tempestad afuera, no podríamos soportar el olor adentro». Las cosas que nosotros los cristianos nos hacemos el uno al otro, los pecadores todavía no nos las están haciendo a nosotros. Muchos de nosotros hemos salido del mundo y hemos venido a la iglesia sin que el mundo haya salido de nosotros. Todavía estamos caminando según nuestra vieja manera de vivir. No hmos aprendido a caminar juntos en amor. Pero estamos aprendiendo.
Hace algunos meses mi hijo menor de cinco años y yo estábamos en un centro comercial, donde habían traído algunos animales para que los niños los pudieran tocar … Yo crecí en el campo y teníamos cabras, vacas, cerdos, gallinas, patos y todo eso, pero mis hijos nacieron en la ciudad. De modo que me gusta aprovechar toda oportunidad para que conozcan los animales y la creación de Dios. Allí estábamos entre los animales.
Había un letrero a la entrada que decía: «No nos hacemos responsables por sus ropas». No me dí cuenta inmediatamente de lo que eso significaba, pero pensé: «Vaya cuidar mi ropa». Mi hijo Jonatán y yo caminábamos entre los animales acariciándolos y tocándolos cuando de repente sentí que algo me tiraba de la chaqueta. Era una cabra que la quería comer. Le dí una palmadita y le dije: «Basta ya cabra loca, deja de morderme la chaqueta».
Entre los animales había un hermoso perro dálmata del mismo tamaño de las cabras. Al rato sentí que me tiraban otra vez de la chaqueta. Me dí vuelta esperando ver a la misma cabra, pero esta vez era el dálmata que estaba mordiendo mi chaqueta. «Comprendo que una cabra trate de comer mi chaqueta, pero no un perro». Dije yo.
Habíamos comprado maíz para darle a las cabras y allí estaba ese perro dálmata comiéndose el maíz como una cabra. Dije yo: «No entiendes perro, tú no debes de comer maíz «.
Continué mi gira por entre los animales pero el perro seguía mordiendo mi chaqueta. Lo miré y le dije: «Perro loco, tú no eres una cabra. Tú eres un perro». El nunca había oído eso antes. Se echó atrás ladeó su cabeza y me miró todo el tiempo. Seguramente que si hubiese podido hablar me hubiera dicho: «¿Quieres decir que yo no soy una cabra? Soy casi del mismo color. Huelo a cabra y como con las cabras. ¿Estás seguro que no soy una cabra?»
Nuestra tendencia es la de adaptarnos a las personas con las que estamos. Algunas veces hemos estado tanto con las cabras que comenzamos a actuar como ellas. Pero no somos cabras; somos ovejas. El pueblo de Dios tiene que aprender los caminos de Dios.
El compromiso y su realización
Quiero terminar Con Mateo 7: 12: «Por eso, lo que queráis que los demás hagan por vosotros, hacedlo vosotros por ellos». La mayoría de nosotros lo hemos oído de esta manera: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros asi también haced vosotros con ellos». El compromiso significa que tratamos al otro de la misma manera en que queremos ser tratados.
Relacionarnos con otros cristianos no es sólo abstenernos de las cosas malas: como no queremos que nadie nos robe nosotros no robamos; o porque no queremos que nadie mienta con respecto a nosotros nosotros no mentimos con respecto a nadie; y como no queremos que nadie codicie lo que hemos ganado, tampoco nosotros codiciamos lo que otros han ganado. Eso es lo negativo.
Relacionarse es más que el no hacer. Relacionarse es hacer. Jesús no solamente no maldecía, no robaba. no mentía, no cometía adulterio. No solamente no maltrataba a las personas: las trataba con la gracia de Dios. Jesús vino a entregar su vida por nosotros. El se entregó porque pertenecía al Padre y a aquellos que el Padre le había dado. Vivir en compromiso es hacer.
Jesús manifestó su compromiso con Dios en la misma cruz en que demostró su compromiso con el hombre. La misma sangre del pacto hace que el hombre y Dios tengan una misma relación. El mismo cuerpo es un templo que abriga al hombre y a Dios. La misma fe que el Padre le dió a Jesús nos la da a nosotros. El mismo Espíritu que estaba sobre Jesús está sobre nosotros. La misma vida suya dará vida a nuestros cuerpos mortales. La misma resurrección que El experimentó la experimentaremos nosotros. Su corona se ha convertido en nuestra corona. Su victoria en nuestra victoria. Su familia en nuestra familia. Su Padre en nuestro Padre. Sus hermanos nuestros hermanos son. Sus negocios son nuestros negocios. ¡Somos suyos y uno del otro para siempre!
Tomado de la Revista Vino Nuevo Vol 2, Nº 12 abril 1979.
Relación con Dios, Pueblo de Dios – Compromiso con Dios –relaciones, vida cristiana,