Por Derek Prince

El matrimonio es un pacto

El matrimonio se inició en el corazón de Dios, no en el pensamiento del hombre; una vez que nos alejamos del concepto del matrimonio establecido por Dios, éste no va a funcionar. El gran clímax de toda la historia humana es la cena de las bodas del Cordero. Por lo tanto, la Biblia, objetivamente, otorga una enorme importancia al matrimonio.

En el capítulo 5 de Efesios, Pablo ha estado enseñando sobre el matrimonio y compara la relación que tiene Jesucristo con su iglesia con la de un matrimonio. Concluye esta comparación con esta declaración: «Esto es un misterio profundo«. Ahora tenemos que entender que en el lenguaje del Nuevo Testamento, la palabra «misterio» tiene un significado específico. Significa un secreto que la mayoría de la gente no conoce, pero que se puede aprender si se pasa por un proceso de iniciación para aprender las reglas  de una sociedad. Y así es el matrimonio.

Para alcanzar este secreto que es la clave para un matrimonio con éxito, veamos lo siguiente. En ese tiempo, Israel como nación no estaba muy cerca de Dios. Dios les había dado su ley pero, en la mayoría de los casos, habían sido  desobedientes y, como resultado, no estaban disfrutando de las bendiciones que Dios les había prometido. Tenían muchos problemas los cuales, a menudo eran como los de muchas personas hoy día, en sus hogares y en sus matrimonios. Y Dios pone el dedo en la llaga de sus problemas en Malaquías 2: 13-14.

13 Otra cosa que ustedes hacen es inundar de lágrimas el altar del Señor; lloran y se lamentan porque él ya no presta atención a sus ofrendas ni las acepta de sus manos con agrado.

14 Y todavía preguntan por qué. Pues porque el Señor actúa como testigo entre tú y la esposa de tu juventud, a la que traicionaste aunque es tu compañera, la esposa de tu pacto.

En primer lugar, la religión no produce necesariamente matrimonios con éxito. Estas personas eran muy religiosas, oraban todo el tiempo, estaban en el templo, pero sus hogares eran un desastre. ¿Saben que eso es cierto en muchas situaciones hoy día? Muchos matrimonios religiosos no tienen hogares felices.

Note el segundo punto: una relación entre esposo y esposa no basada en las Escrituras obstaculiza la relación con Dios. Dios dijo que no escucharía sus oraciones y ellos preguntaron: «¿Por qué?» y él les dijo: «Porque traicionaste a la compañera de tu juventud. Has sido infiel a la esposa de tu pacto».

Otras Escrituras nos dicen lo mismo. En 1 Pedro 3, Pedro instruye a los maridos para que tengan cuidado de cómo viven con sus esposas para que sus oraciones no sean estorbadas. En otras palabras, si usted ora cuando su matrimonio es infeliz, y su hogar no está ordenado, su oración no será muy efectiva. Dios dice que ponga en orden su hogar primero.

Y el tercer punto es la clave. Es la última palabra de esa cita bíblica, la palabra «pacto». Esta es la clave para un matrimonio con éxito. Es la realización, basada en la Escritura, que dice que  el matrimonio es un pacto. El pacto es uno de los conceptos clave de la Biblia. La misma palabra que se traduce como «pacto» también se traduce como «testamento». Toda la Biblia nos llega en forma de dos pactos o testamentos. Eso muestra la importancia que Dios le da a un pacto, el hecho de que su palabra venga escrita en forma de pacto.

Hay dos características esenciales en un pacto que afectan al matrimonio. La primera es que un pacto exige un compromiso total, sin reservas, de todo corazón. Y eso forma parte del matrimonio. El matrimonio no es una relación experimental, no se entra para probarlo. Sin embargo, sólo puede tener éxito cuando se basa en un compromiso total.´

En segundo lugar, en un pacto, Dios establece los términos del compromiso, no el hombre. Éste fue el problema con Israel en los días de Malaquías, ellos estaban tratando de definir los términos de cómo debería ser el matrimonio y Dios dijo: «No aceptaré eso». Así que sujétese a estos dos puntos importantes: primero, que el matrimonio comienza con un compromiso; segundo, que Dios establece los términos.

Entregando nuestra vida en el matrimonio

No hay pacto sin compromiso. El matrimonio comienza con un compromiso. Los que pasan por alto el compromiso no pueden encontrar el propósito de Dios para el matrimonio. En segundo lugar, en un pacto Dios establece las condiciones. No deja que el hombre decida sobre qué base se ordenará un matrimonio; Él ha establecido ciertos términos específicos y sencillos.

A continuación, explicaré de forma práctica cómo la comprensión de los pactos puede marcar la diferencia entre el éxito o el fracaso de su matrimonio. Las palabras «pacto» y «testamento» son muy importantes en toda la revelación de la Biblia. En realidad, la Biblia nos llega en forma de dos testamentos, el Antiguo y el Nuevo Testamento. La misma palabra que se traduce como «testamento» en muchos otros lugares se traduce como «pacto».

El siguiente factor sobre un pacto es que en la Biblia siempre requiere un sacrificio. Un pacto no podía hacerse sin un sacrificio. Y un sacrificio significaba la entrega de una vida. En el Antiguo Testamento, había un método bastante peculiar por el que la gente entraba en pacto con los demás. Tomaban los animales para el sacrificio, los mataban, los cortaban en mitades, ponían las dos mitades una frente a la otra y luego caminaban juntos entre las dos mitades del animal o animales sacrificados. Vean un ejemplo de esto en Génesis 15, donde el Señor hizo el pacto con Abraham.

Luego nos ocuparemos más a fondo de esto, pero por el momento, recordemos que un pacto se basa en un sacrificio y que entrar en un pacto es pasar con las personas con las que se hace el pacto, entre las mitades del sacrificio. En otras palabras, el camino hacia el pacto es a través de una vida entregada. Eso es lo que representa el sacrificio.

En el Nuevo Testamento, en Hebreos, capítulo 9, versículos 16-17, el escritor reafirma esto: “En el caso de un testamento, es necesario constatar la muerte del testador, 17 pues un testamento solo adquiere validez cuando el testador muere, y no entra en vigor mientras vive.”

Esta es una afirmación realmente importante. Un pacto sólo es efectivo, o válido, cuando el que hace el pacto está muerto. Para nosotros, como cristianos, el gran y último sacrificio es la muerte de Jesús. Lea 2 Corintios 5:14-15 donde Pablo dice: El amor de Cristo nos obliga, porque estamos convencidos de que uno murió por todos, y por consiguiente todos murieron. 15 Y él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado.”

El sacrificio en el que se basa el Nuevo Pacto es la muerte de Jesucristo a favor nuestro y cuando la aceptamos por fe, se convierte en nuestra muerte. Uno murió por todos, por lo tanto, todos murieron. Cristo no murió realmente para sí mismo, sino que murió por nosotros. Murió como nuestro representante. Su muerte se convierte en nuestra muerte. En Romanos 6:8-11, Pablo dice:

«Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; la muerte ya no es dueña de él. Porque la muerte que murió, murió para el pecado, una vez por todas; pero la vida que vive, la vive para Dios. Así pues, considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.»

Él murió por nosotros y así entramos en el Nuevo Pacto, no a través de dos mitades de un animal sacrificado, sino a través de la muerte de Jesucristo por nosotros. Pero el pacto sólo es válido si aceptamos su muerte como nuestra muerte. Un pacto no es válido mientras el que lo hace vive. Jesús murió para hacer el pacto con nosotros, pero el pacto sólo se hace efectivo en nuestras vidas cuando nos consideramos muertos con él. Su muerte se convierte en nuestra muerte. Él es el sacrificio por el que entramos en el Nuevo Pacto.

¿Cómo se aplica este principio de pacto particularmente al matrimonio, un pacto entre un hombre y una mujer, un esposo y su esposa? Bueno, el gran principio básico en el pacto del matrimonio para los cristianos se basa en la muerte de Jesús. Su muerte fue nuestra muerte. Es a través de él que entramos en este pacto. Y esto se aplica específicamente al pacto del matrimonio

En mi libro «El pacto matrimonial, «digo lo siguiente: «El sacrificio en el que se basa el pacto matrimonial cristiano es la muerte de Jesucristo en nuestro favor. Él es el sacrificio a través del cual, por la fe, un hombre y una mujer pueden pasar a la relación del matrimonio como Dios mismo ordenó que fuera. Así como el Señor y Abram pasaron entre los trozos de los animales sacrificados, en el matrimonio un hombre y una mujer pasan a través de la muerte de Jesucristo en su favor a una vida totalmente nueva y a una relación totalmente nueva que habría sido imposible sin la muerte de Jesucristo. El pacto del matrimonio cristiano se hace al pie de la cruz.

Hay tres fases sucesivas en el desarrollo de esta relación. Primero, cada uno da su vida por el otro. El esposo mira la muerte de Cristo en la cruz y dice: «Esa muerte fue mi muerte. Cuando pasé por la cruz, morí. Ahora ya no vivo para mí». La esposa también mira la cruz y dice lo mismo: «Esa muerte fue mi muerte. Morí cuando pasé por la cruz. Ahora ya no vivo para mí». A partir de entonces, ninguno de los dos se reserva nada para el otro. Todo lo que tiene el marido es para la esposa. Todo lo que tiene la esposa es para su marido. No hay reservas, no se retiene nada. Es una consolidación, no una sociedad.

«Y en segundo lugar, de esa muerte surge una nueva vida. Cada uno vive ahora esa nueva vida en y a través del otro. El esposo le dice a la esposa: «Mi vida está en ti. Yo vivo mi vida a través de ti. Tú eres la expresión de lo que yo soy». Del mismo modo, la esposa le dice al marido: «Mi vida está en ti. Yo vivo mi vida a través de ti. Tú eres la expresión de lo que soy».
«La tercer face: el pacto se consuma con la unión física, y ésta, a su vez, da frutos que continúan la nueva vida que cada uno ha estado dispuesto a compartir con el otro. En toda la esfera de las criaturas vivas, Dios ha ordenado este principio básico: sin unión no puede haber fruto. El pacto conduce a la vida compartida y a la fecundidad; la vida que no se comparte permanece estéril.

«Este enfoque en el matrimonio, visto en términos de un pacto, es muy diferente de la actitud con la que la mayoría de la gente entra hoy en el matrimonio. Básicamente, la actitud de nuestra cultura contemporánea es: «¿Qué puedo sacar de esto? ¿Qué hay en esto para mí?». Creo que cualquier relación que se aborde con esta actitud está condenada a terminar en el fracaso. El que aborda el matrimonio como un pacto no pregunta: «¿Qué provecho puedo sacarle a esta relación?» Más bien se pregunta: «¿Qué puedo dar?» Y pasa a responder a su propia pregunta: «Doy mi vida. La entrego por ti, y encuentro mi nueva vida en ti». Esto se aplica por igual a cada parte: al marido y a la esposa. Para la mente natural esto suena ridículo. Sin embargo, es, de hecho, el secreto de la verdadera vida, feliz y del verdadero amor».

En conclusión, hay una vida que perder y una vida que encontrar. Mientras uno entre en el matrimonio aferrándose a su propia vida, no encontrará la vida que Dios tiene para cada uno en ese pacto. Es un paso de fe. Uno tiene que entregar su vida, en fe, para encontrar una nueva vida; una vida que es diferente, que viene con la unión, que no se puede tener por uno mismo. Cada parte del matrimonio tiene que dar ese paso de fe.
La palabra clave, de nuevo, es compromiso. No es un experimento. Hay que comprometerse. Y el hecho clave es este: que el compromiso libera la gracia de Dios. Sin la gracia de Dios el matrimonio nunca funcionará. Pero Dios no libera su gracia en un matrimonio hasta que ambas partes se han comprometido. Y de la gracia de Dios salen los recursos necesarios para que el matrimonio funcione.

Unión con Dios

Hemos compartido acerca de la relación con Dios. Hemos visto que la única base duradera para una relación de este tipo es un pacto y que cuando dos partes entran en un pacto cada uno da su vida por el otro. Cada uno se da a sí mismo y todo lo que tiene a disposición del otro. En particular, vimos cómo Dios y Abraham entraron en un pacto entre ellos y que, como resultado, Abraham se convirtió en amigo de Dios.
Explicaremos ahora otro resultado del pacto: «La unión con Dios». El modelo de unión que la Biblia usa en este contexto es la unión matrimonial. Hay varios pasajes en la Biblia en los que se usa el matrimonio para ilustrar el tipo de relación que Dios desea con su pueblo creyente. Veamos algunos ejemplos.

Mencionaré brevemente algunos ejemplos del trato de Dios con Israel en el Antiguo Testamento. En el lenguaje bíblico, cuando Dios redimió a Israel de Egipto e hizo pacto con ellos, se convirtió en su esposo. La relación de pacto que estableció fue una en la que tomó el lugar de un esposo para su pueblo. Como resultado, la posterior desobediencia, y en particular la idolatría, de Israel fue calificada por sus profetas como adulterio. Equivalía a la ruptura de una relación matrimonial. Era como una esposa infiel a su marido.

Más adelante en las profecías, la Biblia habla de la restauración de Israel al favor de Dios de nuevo e indica que esta restauración culminará en la realización de un nuevo pacto entre Dios e Israel y la restauración de la relación matrimonial. Por ejemplo, en Oseas 2:20, hablando de la restauración de Israel, Dios les dice: «Te daré como dote mi fidelidad,y entonces conocerás al Señor”. Por supuesto, la palabra «dote» es una palabra usada en conexión con la relación matrimonial. Y, de nuevo, hablando de la misma restauración de Israel en Isaías 62:5, el Señor dice: “Como un novio que se regocija por su novia, así tu Dios se regocijará por ti.”

Así, la relación de pacto de Dios con su pueblo es análoga a un pacto matrimonial. Creo que a algunas personas les resulta difícil apreciar que Dios quiere una relación tan íntima y personal con su pueblo. Creo que hay algo en las personas con un trasfondo eclesiástico o que tiene una educación religiosa en particular que casi les hace rehuir de lo íntimo y lo personal.

Mis propios antecedentes fueron en la Gran Bretaña y, particularmente, cuando era niño, habiendo crecido en un buen hogar, un hogar moral, tuve buenos padres y abuelos, pero nunca se hablaba de las cosas realmente íntimas. No se hablaba de la relación con Dios. Un esposo y su esposa no mostraban ningún tipo de afecto o amor real en público. Todo se guardaba en algún rincón, pero no se sacaba a la luz. Por consecuencia, al principio cuando llegué a conocer al Señor de manera personal, no fue fácil para mí darme cuenta de lo íntima que Dios quería que fuera su relación conmigo.

Sin embargo, el Nuevo Testamento usa el mismo tipo de lenguaje, de hecho, va más allá que el Antiguo Testamento en este aspecto. Por ejemplo, en Efesios 5:25 y 27, Pablo dice lo siguiente: “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella y para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable.

La analogía es muy clara. Así como un esposo ama a su esposa, así Cristo ama a la iglesia. El tipo de relación que un esposo desea de su esposa, es el mismo tipo de relación que Cristo desea de la iglesia. Y, de hecho, toda la culminación de la relación entre Cristo y su iglesia es la cena de las bodas del Cordero. En Apocalipsis 19:7, dice:
“Ya ha llegado el día de las bodas del Cordero. Su novia se ha preparado.”

Desde un punto de vista, la responsabilidad suprema de la iglesia es prepararse para esa unión matrimonial con Cristo. Y muy significativa y solemnemente creo que sólo los que han hecho esa preparación serán incluidos en la novia, pues dice muy específicamente «Su novia se ha preparado». Me pregunto si eso se aplica a usted. ¿Se ha dado cuenta alguna vez de la intimidad de la relación que Cristo desea con usted? ¿Se ha visto alguna vez en esa relación de amor y si lo ha hecho y se da cuenta de que la unión matrimonial con el Cordero va a ser el clímax de toda la historia, se está preparando usted?

De manera que Dios desea una relación con su pueblo análoga a la relación matrimonial, pero hasta este punto, he estado hablando del pueblo de Dios colectivamente. Ahora quiero ir un paso más allá. Quiero decir que el Nuevo Testamento revela claramente que Dios quiere una relación con cada creyente individual que sea análoga a la relación matrimonial. Lea lo que dice 1 Corintios 6:16-18: “¿No saben que el que se une a una prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues la Escritura dice: «Los dos llegarán a ser un solo cuerpo. Pero el que se une al Señor se hace uno con él en espíritu. Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo.”

Creo que tenemos que ver que hay una analogía entre dos relaciones diferentes; una en la carne, la otra en el espíritu. En la carne, un hombre se une con una prostituta, y se convierte en un solo cuerpo con ella. Por otro lado, en el espíritu, un creyente, a través de la fe, se une a Dios y se convierte en un espíritu con Dios. Creo que es muy obvio, la analogía es exacta.

La relación sexual en la carne entre un hombre y una mujer es una analogía de la relación que Dios desea con un creyente en el espíritu. Si somos demasiado beatos y nos negamos a ver las claras implicaciones de esa analogía, creo que no estamos viendo lo que Dios está tratando de comunicarnos en ese pasaje

Es muy significativo que Pablo diga que el que se une al Señor es un solo espíritu con él. En cierto sentido, la iniciativa está en el creyente el cual se une al Señor. El Señor no realizará la unión hasta que el creyente se mueva y alcance a Dios para esa unión. Y entonces dice que es un espíritu con él. Creo que es el espíritu del hombre el que puede unirse a Dios. Jesús dijo de la adoración: los verdaderos adoradores deben adorarle en espíritu y en verdad. Y creo que hay una relación en la que un hombre o una mujer, cualquier creyente, puede tener en el espíritu con Dios que es análoga a la unión matrimonial. Es un compromiso total.

Verá usted, Dios, incluso en el matrimonio humano establece el requisito de un pacto. Un compromiso total. Dios no reconoce como matrimonio lo que no va precedido de un compromiso total. Dios no reconoce los matrimonios probatorios o las relaciones experimentales. Y lo que se ve muy claramente es esto: Dios no tiene relaciones probatorias con los creyentes. Dios no se compromete con los no comprometidos. Si usted quiere ese tipo de relación íntima y personal con Dios, entonces tiene que entrar en un pacto con Dios basado en un compromiso total con él.

Desafortunadamente, muchas de nuestras iglesias están llenas de personas que nunca han hecho eso. Hay una gran cantidad de cosas que la gente hace y de alguna manera esperan lograr ese tipo de relación, pero no lo logran. Es imposible nombrar todos los diferentes sustitutos religiosos que la gente ha producido para descartar este tipo de compromiso con Dios. Sólo mencionaré algunos. La gente habla de tomar una decisión, de firmar una tarjeta, de estrechar la mano de un ministro, de unirse a una iglesia, de tener su nombre en la lista de la iglesia, de ser bautizado o confirmado, y hay muchas, muchas otras cosas de las que la gente habla en este contexto.
Seamos bien claros, no hay nada malo con ninguna de esas cosas en el contexto correcto, pero ninguna de ellas es una garantía para la relación con Dios de la que estamos hablando. No hay sustituto para el compromiso total con Dios. Dios no ofrece una unión experimental. Dios no está a prueba. Dios se compromete sólo con el que se compromete con él. La base de la relación es el pacto. La base del pacto es un sacrificio. Es la entrega de una vida. Es la renuncia de mi propia voluntad, de mis posesiones, mis ambiciones, todo lo que aprecio y el odio a todo lo que se interpone entre Dios y yo. Porque el Señor dice que él es un Dios celoso. Esa palabra «celoso», de nuevo, se usa principalmente en el contexto de la relación matrimonial. Cuando Dios dice que es un Dios celoso, lo que está diciendo es: «Si quieres estar casado conmigo, no hay nada más en tu vida que pueda tener prioridad sobre mí. Lo exijo todo y no aceptaré menos».

Notas

  1. A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de la Nueva Versión Internacional.
  2. Acerca de autor: Derek Prince (1915-2003)nació en la India de padres británicos. Se educó como erudito del griego y el latín en el colegio de Eton y en la universidad de Cambridge, en Inglaterra. También tuvo una beca de investigación en filosofía antigua y moderna en King’s College. Y estudió varias lenguas modernas, incluyendo hebreo y arameo, en la universidad de Cambridge y hebreo en la universidad de Jerusalén.