La profecía en el Nuevo Testamento

Por Derek Prince

La palabra «profeta» significa literalmente «persona que enuncia». Concretamente, un profeta es alguien que habla de parte de Dios, a través de la inspiración del Espíritu Santo. A menudo la profecía contiene un elemento de predicción, anunciar el futuro. Sin embargo, no es indispensable. La mayoría puede referirse al pasado, al presente, o al futuro. Moisés, en los primeros capítulos de Génesis describe -corno profeta- el origen de la tierra y de la raza humana relacionando sucesos pasados que no pudieron conocerse sino por la revelación divina.

Es necesario hacer la diferencia entre dos palabras que están relacionadas entre sí cuando se estudia la profecía en el Nuevo Testamento: el sustantivo «profetas», que indica primordialmente el ministerio de un profeta; y el verbo «profetizar» que denota primordialmente el ejercicio del don espiritual de la profecía. Por ejemplo, en Efesios 4: 11 Pablo dice: «El (Cristo) dio a algunos como profetas». El significado aquí es: «algunos -no todos- tienen el ministerio de profetas». Por otra parte, en 1 Corintios 14: 31 Pablo dice: «Porque todos podéis profetizar». El significado obvio es que «todos pueden ejercer el don espiritual de la profecía». Eso quiere decir que todos pueden ejercer el don de la profecía, pero no se considera necesariamente que todos tengan el ministerio de profeta. Las dos cosas están relacionadas muy de cerca pero no son idénticas. Por lo tanto, cuando leemos pasajes en el Nuevo Testamento que se refieren a la profecía, es necesario que examinemos el contexto para determinar en el escritor tiene en mente el ministerio de un profeta, o el don de la profecía, o ambos. Aplicaremos esta regla al presente estudio. Mucho de lo concerniente al ministerio de un profeta y del don de profecía se aplica igualmente a ambos. Sin embargo, en ciertos casos el énfasis principal cae sobre uno a diferencia del otro.

Pablo hace una comparación en 1 Corintios 14: 5 entre los diferentes beneficios de las lenguas y las profecías: «Yo quisiera que todos hablarais en lenguas extrañas, pero aún más, que profetizarais; pues el que profetiza es superior al que habla en lenguas extrañas, a menos que las interprete para que la iglesia pueda ser edificada».

Pablo dice que las lenguas sirven para edificar a quien habla, pero que la profecía edifica a la iglesia (es decir, la asamblea de creyentes reunidos); por esta razón la profecía es superior al hablar en lenguas. Agrega, sin embargo, que cuando se habla en lenguas y se interpreta, estas dos cosas combinadas tienen el mismo propósito que el profetizar. Podemos inferir que las mismas normas que se aplican al profetizar rigen también para el hablar en lenguas seguido por la interpretación.

El ejercicio de la profecía en la iglesia del Nuevo Testamento no estaba en pie de igualdad con la del Antiguo Testamento. Un profeta del Antiguo Testamento -como Elías- era a veces la única voz que hablaba con plena autoridad de parte de Dios, en medio de una nación corrupta y rebelde, y su mensaje era dirigido a menudo a los incrédulos. Sin embargo, refiriéndose al ejercicio de la profecía en la iglesia del Nuevo Testamento, Pablo dice en 1 Corintios 14:22: «La profecía es una señal, no para los que no creen, sino para los creyentes.» Esto indica que la profecía en esta dispensación se dirige normalmente a los creyentes que son miembros del Cuerpo de Cristo.  

De manera que un profeta en el Nuevo Testamento es esencialmente un miembro del Cuerpo de Cristo. Como tal está obligado a funcionar en comunión y cooperación con los otros miembros relacionados del cuerpo. Esto le impone ciertas restricciones. Es significativo que en todos los pasajes que describen el ministerio profético dentro de la Iglesia del Nuevo Testamento la palabra «profetas» se encuentra generalmente en el plural. La implicación es que el profeta individual es esencialmente un miembro de un grupo y su operación debe ser coordinada con la de los otros miembros. La excepción principal a esta pluralidad la encontramos en Hechos 21: 10, donde habla de «un cierto profeta llamado Agabo.» Sin embargo, un examen de este pasaje, dentro de su contexto, revelará que el mensaje entregado aquí por Agabo a Pablo sirvió únicamente como la confirmación final de varios mensajes similares que le habían sido dados a través del Espíritu Santo en varias iglesias que él había visitado en su viaje hacia Jerusalén (vea Hechos 20:22-23).

De acuerdo con esta norma, está definido clara y enfáticamente que el ejercicio de la profecía dentro de la Iglesia del Nuevo Testamento debe someterse siempre a «juicio». Así, en 1 Corintios 14: 29 Pablo dice: «Que hablen dos o tres profetas (plural) y que los demás (profetas) juzguen» -es decir, que ejerzan juicio sobre lo que habló el primer profeta. De nuevo en 1 Tesalonicenses 5: 19-21, Pablo dice: «N o apaguéis el Espíritu; no menospreciéis las profecías. Antes bien, examinadlo todo. (Incluyendo las profecías); retened lo bueno». Pablo exhorta a no caer en dos extremos; rechazar completamente la profecía, apagando así al Espíritu Santo, aceptar toda profecía, sin reservas, sin someterla primeramente a juicio. En medio de estos dos extremos, Pablo recomienda un curso a seguir. Reciba el ejercicio del don de la profecía. Preste respetuosa atención a toda declaración o revelación que dice ser profética. Pero examine cuidadosamente, de acuerdo a las Escrituras, cada una de ellas y acepte solamente las que pasan la prueba. Cuando se permite el ejercicio de la profecía, sin requerir que ésta sea juzgada, se va en contra de la enseñanza del Nuevo Testamento y generalmente conduce a abusos que la desacreditan y frustran el propósito de la verdadera profecía. Como resultado de tales abusos, los cristianos a veces caen en el error del que nos advierte Pablo en 1 Tesalonicenses 5:20, «menospreciar las profecías».

La Biblia enseña que la profecía debe ser examinada. También nos dice cómo hacerlo. Las siguientes nueve indicaciones son presentadas en las Escrituras para juzgar la profecía.

Nueve reglas bíblicas 

1. El propósito final de toda profecía verdadera es edificar, amonestar y animar al pueblo de Dios. Cualquier cosa que no tenga esta finalidad no es profecía verdadera.

Este propósito básico de la profecía verdadera está indicado en 1 Corintios 14: 3 -«El que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación.» Estas palabras definen las limitaciones y los propósitos divinamente ordenados de la verdadera profecía: edificación (levantar); exhortación (amonestar); consolación (animar). Cualquier cosa que no se ajuste a estos propósitos, o que no entre dentro de estas limitaciones, no es profecía verdadera. He oído ciertas manifestaciones, diciendo ser proféticas, cuyos efectos han sido para confundir, condenar, o desalentar al pueblo de Dios. Tales expresiones no se pueden aceptar como verdaderas manifestaciones del don de la profecía. Es importante que recordemos que uno de los nombres principales del Espíritu Santo, en relación con el pueblo de Dios es «el Consolador» (Juan 14:16). Esta palabra se traduce también como «Ayudador» o «Intercesor». El ministerio del Espíritu Santo es el de interceder por nosotros y no el de condenamos. El nunca desanima al Pueblo de Dios. Su propósito final hacia nosotros es siempre positivo y nunca negativo.

Sin embargo, en su trato con el pecado y la debilidad humana, Dios a veces remueve primero lo malo y negativo para sustituirlo con lo bueno y lo positivo. Esto lo vemos con claridad en el llamamiento de Jeremías al ministerio profético. Dios dijo a Jeremías: «Te di por profeta a las naciones. . . te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar» (Jeremías 1: 5,10). La primera parte de la tarea de Jeremías era negativa: «… arrancar… destruir … arruinar … y derribar». Pero el propósito final de Dios en el ministerio de Jeremías era positivo: » … edificar y plantar.» Es de suma importancia que recordemos esto. El propósito final de Dios es siempre positivo y nunca negativo. A veces es necesario que Dios arranque y derribe; pero siempre terminará plantando. A veces destruirá y arruinará, pero al final edificará.

El Nuevo Testamento enseña definitivamente estos principios con respecto al ministerio del evangelio y del ejercicio de los dones espirituales. Dos veces en 2 Corintios, el apóstol Pablo habla de la autoridad que le fue dada como ministro del evangelio (2 Corintios 10:8; 13:10). En ambas ocasiones el énfasis de su ministerio es «edificar y no para destruir.» Este mismo principio aparece en 1 Corintios capítulo 14. El capítulo se refiere principalmente al ejercicio correcto de los dones vocales: lenguas, interpretación y profecía. La palabra clave en este capítulo es «edificar». Esta palabra aparece siete veces en el capítulo, ya sea como verbo o como sustantivo: en los versículos 3 y 4 (dos veces), 5, 12, 17,26. El versículo 26 sintetiza el pensamiento de esta manera: «Que todo se haga para edificación.» El propósito final de todos los dones espirituales, incluyendo el de la profecía, es edificar al pueblo de Dios.

2. Toda profecía verdadera concuerda siempre con la letra y el Espíritu de las Escrituras.

«Toda la Escritura es inspirada por Dios» (2 Timoteo 3: 16). Más claramente dicho, toda Escritura es dada por el aliento de Dios -el Espíritu Santo. Y Él no se contradice a sí mismo.» «En Dios no hay sí y no al mismo tiempo» (2 Corintios 1: 17-20). Cuando el Espíritu Santo dice «sí» en las Escrituras, también dice «sí por medio de la profecía. Y cuando dice «no» en las Escrituras, también es «no» por medio de la profecía. La profecía verdadera jamás contradice a las Escrituras.

En Isaías 8: 19- 20 este principio es usado para dar fuerza a la advertencia de Dios contra la consulta a los muertos, o a los «adivinos, que susurran hablando» -es decir, en la terminología moderna a quienes se llaman médiums, clarividentes, o adivinos. «Si no dijeren conforme a esto (a las Escrituras), es porque no les ha amanecido» –es decir, «no se les consultará.» Es precisamente el descuido de esta advertencia y la ignorancia de las Escrituras, que hacen que multitudes caigan presas del engaño del espiritismo, y otras prácticas similares, al ocultismo.

3. Toda profecía verdadera se centra en Jesucristo, lo exalta y lo glorifica.

En Juan 16:13 al 14 Jesús dice: «Cuando El, el Espíritu de verdad, venga… El me glorificará, porque tomará de lo mío, y os lo revelará.» El ministerio primordial del Espíritu Santo dentro de la Iglesia es revelar y glorificar a Jesucristo. Este principio es aplicado específicamente a la profecía en Apocalipsis 19: 10: «El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.» El tema central de toda profecía verdadera es Jesús.

Por lo tanto debemos de estar siempre en guardia contra cualquier clase de revelación que haga mayor énfasis sobre algo o alguien que no sea Jesús mismo. Hay varias cosas que de permitirse desplazarían a Jesucristo del centro de la revelación. A veces el énfasis equivocado puede estar en la personalidad humana, o la institución humana. En otras ocasiones puede ser una doctrina u ordenanza especial. Cuando cualquiera de estas cosas comienza a recibir la preeminencia que las Escrituras conceden sólo a Jesús, podemos aceptarla como una advertencia de que se ha ido más allá de las limitaciones de la profecía verdadera dadas por el Espíritu Santo.

4. La profecía verdadera produce el fruto, en carácter y conducta, que va de acuerdo con el fruto del Espíritu Santo.

En Mateo 7:15-16, Jesús dice: «Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.» Las «ovejas» son una figura de los verdaderos discípulos de Cristo. Los «lobos» representan a sus enemigos, los falsos profetas. El hecho de que vengan »vestidos de ovejas» indica que estos falsos profetas se hacen pasar por cristianos verdaderos. Sin embargo, su naturaleza real es todo lo opuesto de lo que profesan ser. Sus frutos revelan su naturaleza, tanto en su carácter, como en su conducta, y en las vidas de aquellos que caen bajo su influencia.

El Nuevo Testamento describe con claridad la clase de fruto que produce el Espíritu Santo. En Romanos 14: 17 Pablo dice: «El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.» Estos son los tres productos principales del Espíritu Santo. Note que la justicia viene primero. La paz y el gozo producidos por el Espíritu Santo son el resultado de la justicia -vida y relaciones rectas. Cualquier forma de paz y de gozo que no están fundamentadas en la justicia son sustitutos carnales y falsos de lo que produce el Espíritu Santo.

De nuevo en Efesios 5:9, Pablo hace el mismo énfasis: «Porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad.» Y en Gálatas 5: 22- 23 Pablo especifica nueve formas de fruto producido por el Espíritu Santo: «Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad (o fe), mansedumbre, dominio propio.» Cuando esta clase de fruto no es evidente en las vidas de aquellos que ministran en profecía o en la de los que la reciben, sabremos que no es el Espíritu Santo que está operando.

Entre los aspectos de carácter o de conducta que claramente no son el fruto del Espíritu Santo, podemos mencionar los siguientes: orgullo, arrogancia, jactancia, exageración, deshonestidad, codicia, irresponsabilidad con el dinero, libertinaje, inmoralidad, apetitos adictivos, matrimonios deshechos. Cualquier ministerio profético que sea responsable de tales resultados proviene de un falso profeta.

5. Si una revelación profética contiene predicciones, ¿es necesario que éstas se cumplan? Si no la revelación no viene del Espíritu Santo.

Este principio está establecido por Moisés en Deuteronomio 18:20-22:

«El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le haya mandado a hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá. Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado?; si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él.»

Estas palabras contienen una advertencia muy solemne con respecto al juicio de Dios sobre la profecía falsa. Cuando la profecía contiene predicciones, uno de los medios por los cuales podemos identificarlas si es falsa, es «si no se cumpliere lo que dijo ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado.» Sin embargo, sería ilógico e incorrecto proceder de esta conclusión para asumir que toda predicción que se cumpla es por lo tanto necesariamente dada por el Espíritu Santo. De esto trataremos con la siguiente prueba.

6. El hecho de que una persona haga una predicción y se cumple, no prueba necesariamente que esa persona sea un profeta verdadero. Si tal persona con su ministerio hace que otros desobedezcan al único y verdadero Dios, entonces esa persona es un profeta falso, aunque sus predicciones sean correctas.

Este principio lo declara Moisés en Deuteronomio 13: 1-5: «Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliese la señalo prodigio que él anunció diciendo: vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosle; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma.

En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a El temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a El serviréis, y a El seguiréis. Tal profeta o soñador de sueños ha de ser muerto, por cuanto aconsejó rebelión contra Jehová vuestro Dios que te sacó de tierra de Egipto y te rescató de casa de servidumbre, y trató de apartarte del camino por el cual Jehová tu Dios te mandó que anduvieses; y así quitarás el mal de en medio de ti.»

Moisés presenta el caso de un profeta o soñador, alguien que recibe revelación sobrenatural. Esta persona se levanta entre el pueblo de Dios y anuncia una señal o prodigio que llega a cumplirse. En otras palabras, dicha persona a través de una revelación sobrenatural predice un suceso que está fuera del alcance de las ocurrencias normales, y el suceso se llega a realizar exactamente como se predijo. Esto no es suficiente para establecer por sí sólo que la persona sea un verdadero profeta.

Pudiera ser que el efecto total del ministerio de este profeta sea el de alejar al pueblo de Dios y el de hacerlo caminar contra los mandamientos que El dio. Si así es, esta persona es un profeta falso, aunque sus predicciones se hayan cumplido.

Hace algunos años, en el África, me encontré con un ejemplo bien claro de este tipo de cosas. En cierto. poblado dos familias tuvieron una disputa. Una de ellas fue al hechicero y le pidió que echara una maldición sobre la otra familia. El hechicero primero pidió cierto número de cabras como pago. Entonces hizo una proclamación que, en cierta fecha, a media noche se oiría el grito de un chacal, e inmediatamente después de esto el hijo menor de la familia, bajo la maldición, moriría. Justamente en la fecha y el tiempo predicho, sucedió. Se oyó el grito de un chacal y el niño murió. No se conoció ninguna causa natural de su muerte. El hechicero había hecho una predicción sobrenatural y se cumplió. Sin embargo, el hechicero era un falso profeta. El efecto total de su ministerio era apartar a la gente lejos de Dios y mantenerlos en el cautiverio de Satanás. El poder sobrenatural y la revelación que poseía venían de Satanás y no de Dios. El relato de Simón el mago en Hechos 8: 9-11 sugiere que probablemente él usaba métodos como éstos para mantener a la gente de Samaria bajo su influencia.

En Hechos 16: 16-18 hay un caso similar de cierta muchacha que tenía espíritu de adivinación. En una revelación sobrenatural esta muchacha reconoció inmediatamente a Pablo y a Silas como los siervos de Dios y proclamó públicamente su identidad:

«Estos hombres son siervos del Dios altísimo, quienes os proclaman el camino de la salvación.» Cada palabra que ella habló era cierta. Ella conocía cosas acerca de Pablo y de Silas que ninguna otra persona en Filipos sabía. No obstante, Pablo no recibió bien su testimonio, no lo aceptó como viniendo de Dios. Identificó al espíritu de adivinación y le ordenó que saliera de la muchacha. Tan pronto salió el espíritu, la muchacha perdió el poder sobrenatural que había hecho las ganancias de sus amos. Vemos, pues, que el hecho de que una personó por medios sobrenaturales ofrezca una revelación o predicción correcta, no garantiza por sí mismo que tal persona sea necesariamente un profeta verdadero de Dios.

7. La verdadera profecía, dada por el Espíritu Santo, produce libertad, no esclavitud

En Romanos 8: 15 Pablo hace una distinción entre el espíritu de esclavitud y el Espíritu Santo: «porque no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre! » El Espíritu Santo nunca lleva al pueblo de Dios a una convicción donde actúen como esclavos, motivados por el temor y por la compulsión legalista. Por el contrario, Él les reafirma su posición de hijos adoptados legalmente y herederos de Dios, que pueden disfrutar de todos los derechos y privilegios que van con esa posición.

En cierta ciudad hubo un despertar del Espíritu Santo entre los miembros de varias denominaciones tradicionales, y muchos de ellos recibieron el bautismo en el Espíritu Santo y el ejercicio de los dones espirituales. Poco tiempo después un predicador pentecostal fundó una «Escuela Bíblica» en la cual él era el único maestro. Era un hombre que no tenía ninguna preparación espiritual o intelectual para esta posición. Cierta señora comenzó entonces a ejercer el don de la profecía. Por medio del ejercicio de este don comenzó a «llamar» a jóvenes, principalmente a estudiantes de un nivel intelectual muy elevado, para que dejaran su educación secular y entraran como estudiantes a esta «escuela bíblica». Estos jóvenes no tenían un verdadero llamamiento para este camino de vida. Habían caído bajo el dominio de esta profetiza y su motivación era el temor de desobedecer lo que se les había dicho que era la voluntad de Dios revelada a través de una señora. Estaban dominados por el «espíritu de temor».

En otra ocasión yo estaba predicando en una iglesia donde se había dado una manifestación profética, en la que se le decía a una joven que la voluntad de Dios era casarse con un muchacho de la congregación que era impedido y permanecía en una silla de ruedas. Cuando conversé con esta joven, me di cuenta que ella no amaba al muchacho y no tenía ningún deseo de casarse con él. Sin embargo, tenía un temor desesperado pensando que si no se casaba con él estaría desobedeciendo a Dios y el juicio suyo vendría sobre ella. Había caído esclava de un espíritu de temor y estaba confusa y atormentada. Le di los siguientes dos versículos: «Dios no es Dios de confusión» (1 Corintios 14:33); «Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía» (2 Timoteo 1: 7). La joven logró ver que el espíritu tras esa declaración no era del espíritu de Dios y por lo tanto fue librada del tormento del temor y la confusión.

El don de la profecía es un instrumento espiritual extremadamente poderoso para bien o para mal. El ejercicio equivocado de este don, puede hacer que una persona sin escrúpulos o mal dirigida lleve a otros bajo su dominio, y establezca lo que es virtualmente una «dictadura» espiritual. Es de vital importancia entender que en el verdadero cuerpo de Jesucristo no hay «dictadores». «Pero vosotros no dejéis que os llamen Rabí, porque uno es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos». (Mateo 23:8). Cualquier cosa que rompa la relación de hermandad entre cristianos y dé cabida en su lugar a algún tipo de dictadura espiritual, no es la obra del Espíritu Santo.

Debemos de ejercer gran precaución con respecto a la profecía personal «directiva», es decir, aquélla que traza cierto curso de acción o tipo de ministerio para una persona. Es muy tenue la línea que divide la profecía verdadera dada por el Espíritu Santo y las predicciones que vienen de «un espíritu de adivinación» que es satánico. Yo he estado presente en reuniones donde alguien ha orado por cada una de las otras personas del grupo prediciendo lo que el futuro tiene para cada una de ellas. Un buen nombre para este tipo de actividad sería «adivinación carismática». Hay un deseo presente en casi todos los seres humanos de saber lo que el futuro tiene para ellos. La práctica de la adivinación prospera con este deseo. Sin embargo, estas inquietudes son generalmente una manifestación de la mente puesta en las cosas de la carne y ésta es enemiga de Dios (Romanos 8:7). El espíritu de adivinación (que manifiestan los adivinos) es igualmente enemigo de Dios y explota el deseo de la mente camal de conocer el futuro. El Espíritu Santo nunca opera para gratificar la mente puesta en la carne.

Esto no significa que el Espíritu Santo nunca dé dirección personal a través de la profecía. En muchas ocasiones la verdadera profecía toma esta forma. Sin embargo, la profecía no es la principal o la única fuente de este tipo de dirección. Encontramos un buen ejemplo de esto en Hechos 13:1-2. Cinco líderes espirituales ministraban al Señor. Entonces el Espíritu Santo habló y dijo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado». Es muy probable que el Espíritu Santo haya hablado a través de la profecía y que ésta haya venido por medio de uno de los tres hombres (ya que Bernabé y Saulo son mencionados en la tercera persona). Note también que el Espíritu Santo dijo: «Los he llamado», con el verbo en el tiempo pasado. Esto indica que Bernabé Y Saulo habían recibido ya su propio llamamiento personal del Espíritu Santo y la manifestación de la profecía sirvió como una confirmación pública de este llamado. La profecía es una manera muy efectiva de confirmar la dirección que una persona ya haya recibido de alguna otra manera, pero nunca se debe aceptar como la única base para la dirección. Los resultados son muchas veces trágicos afectando a individuos, familias y congregaciones enteras cuando no se observa esta regla.

8. La verdadera profecía que es dada por el Espíritu Santo, produce vida y no muerte.

En 2 Corintios 3:6 Pablo dice: «La letra mata, pero el Espíritu da vida». Sólo la letra de las Escrituras sin el Espíritu Santo, tiene un efecto mortal. Pero la verdadera operación del Espíritu Santo siempre trae vida. Esto se aplica al ejercicio de la profecía. A veces se oye una manifestación que se dice ser profética. Pudiera consistir totalmente de Escrituras. Sin embargo, pudiera no traer vida a la reunión. A veces pudiera hasta estorbar el verdadero propósito y movimiento del Espíritu Santo. En tal caso, «el árbol será conocido por su fruto». Esta no es una manifestación de la profecía verdadera.

En cierta ocasión una señora dio un mensaje en lenguas poderosamente ungido. Todos esperamos la interpretación. Entonces un hombre comenzó a dar lo que obviamente quería que aceptáramos como la interpretación. En verdad, era una serie de versículos bíblicos. Sin embargo, el efecto fue absolutamente de muerte y el «mensaje» estaba fuera de curso en el que Dios había estado dirigiendo la reunión. Sabía que, si dejaba pasar esta «interpretación», los hermanos hubieran sido engañados y el propósito de Dios estorbado. Por lo tanto, dije: «Nuestro hermano mencionó algunas citas bíblicas que ha memorizado. Ahora pidámosle a Dios la verdadera interpretación del mensaje en lenguas». Después de unos minutos de silencio, la verdadera interpretación vino. Esta vez estaba en línea con la dirección del Espíritu en la reunión y su efecto fue que ésta cobró vida y hubo libertad para todo el grupo. Después descubrí que el hombre que había dado la primera «interpretación» estaba involucrado en cierto tipo de enseñanza falsa y había venido a la reunión con la intención primordial del propagar esa enseñanza.

9. La profecía verdadera, dada por el Espíritu Santo, es confirmada por el Espíritu Santo dentro de cada creyente que la oye.

Esto es lo que dice el apóstol Juan en I Juan 2:27: «La unción que recibisteis de El permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe… su unción os enseña acerca de todas las cosas, y es verdad y no mentira… » La «unción» de la que habla Juan es el testimonio del Espíritu Santo dentro de cada creyente. El Espíritu Santo «el Espíritu de verdad» (Juan 16: 13). Da testimonio de lo que es verdad, pero rechaza lo falso. Hay de esta manera una medida necesaria de discernimiento que está a la disposición de todo creyente bautizado en el Espíritu Santo. Si «el Espíritu de verdad» dentro de un creyente da una manifestación profética, entonces el mismo «Espíritu de verdad» en cada uno de los otros creyentes recibirá y aceptará la manifestación. Pero si ésta no es dada por El, entonces el mismo Espíritu Santo en los otros creyentes la rechazará.

Es importante que veamos que esta prueba es esencialmente «subjetiva». Opera dentro de la conciencia interna de cada creyente. Las ocho pruebas son primordialmente «objetivas». Tienen referencias a normas que están fuera de la conciencia del creyente individual. Esta última está a un nivel diferente que las otras ocho y necesita ser aplicada con precaución y discreción.

Es posible oír una manifestación o revelación y sentir dentro suyo que el Espíritu Santo la rechaza. En la mayoría de los casos no es prudente hablar inmediatamente en público y declarar que dicha manifestación fue falsa. Esto conduciría a una argumentación y confusión. En tal caso es mejor comenzar a ampliar las otras ocho pruebas objetivas. Si éstas indican que la manifestación no fue dada por el Espíritu Santo, entonces se pueden aducir razones objetivas por las cuales no debe ser aceptada. De esta manera el asunto saldrá de la esfera de los sentimientos e impresiones individuales y pasará a ser juzgado por normas objetivas.

Aplicación  

¿Cómo hemos de usar estas reglas? Responderemos con una analogía de los métodos modernos de la medicina. Cuando una persona requiere un examen médico, se somete a una serie de pruebas, tales como temperatura, pulso, respiración, análisis de sangre, orina, rayos x, etc. Si el resultado es negativo en una o dos de estas pruebas no es necesariamente una indicación de que la persona tenga buena salud. El cuadro verdadero de la condición física se obtiene únicamente si se practican todos los exámenes y se combinan sus resultados.

Lo mismo es válido en la profecía. Cuando una manifestación, una revelación, o un ministerio aprueba algunos de los exámenes no implica necesariamente que sea sana y digna de confianza en su totalidad. Si queremos un cuadro completo, es necesario someterla a todas las pruebas y entonces combinar los resultados. Sólo así podremos estar seguros que son verdaderas y totalmente recibidas del Espíritu Santo.

¿Qué pasa si la profecía no aprueba estos exámenes, será entonces el producto de un espíritu satánico? No necesariamente. Hay tres posibles fuentes detrás de toda profecía: el Espíritu de Dios; el espíritu del hombre; y el espíritu satánico. Hay ocasiones en que la profecía procede en parte del Espíritu de Dios y en parte del espíritu del hombre. Por esta razón, Pablo dice en Romanos 12:6: «Profetice de acuerdo a la medida de la fe». Una persona puede comenzar a profetizar por la inspiración del Espíritu Santo, pero puede extralimitarse en la fe que Dios le ha dado, y terminar con una manifestación que sale de su propio espíritu.

Un evangelista me dio en cierta ocasión un ejemplo muy claro de esto en algo que había pasado en su propio ministerio. Él había estado realizando una campaña evangelística en cierta ciudad y Dios le había bendecido con muchas almas. Un día salió a buscar un lugar donde se pudiera edificar un edificio para la iglesia. Cuando pasé frente a un terreno vacante, el Espíritu de Dios le habló y le dijo: «Este es el lugar donde se edificará». Esa noche con mucha emoción, le dijo a la congregación: «El Señor me ha mostrado el lugar donde se edificará la nueva iglesia y que yo seré quien la construya». La primera parte era verdaderamente del Espíritu Santo, pero la segunda, diciendo que él la edificaría fue suministrada por su propio espíritu, como resultado de su emoción. La iglesia fue construida sobre el lote como ello había predicho, pero no fue él quien la construyó. El evangelista, quien era un hombre sincero, volvió más tarde a la congregación para reconocer públicamente su error. Desafortunadamente, no todos los que ejercen el don de la profecía son tan sinceros como ese evangelista.

Si la profecía o la revelación no es producto del Espíritu de Dios ni del espíritu del hombre, entonces queda solamente otra posibilidad: es producto de un espíritu satánico. Será de carácter sobrenatural, irá más allá de los límites naturales de la sabiduría o del conocimiento humano. La Biblia habla de distintas clases de espíritus malignos que se manifiestan a través de canales humanos tales como: el espíritu de «magia» o hechicería (representado por Simón el mago en Hechos 8:9; el espíritu de «profecía falsa» (representada por Barjesús en Hechos 13:6); el espíritu de «adivinación» o de «pitón» (Hechos 16: 16); el espíritu de «esclavitud» (Romanos 8: 15); el espíritu de «anticristo» (1 Juan 4:3); el espíritu de «error» (1 Juan 4:6); un espíritu de «mentiras» (1 Reyes 22:22,23); el espíritu de «fornicaciones» (Oseas 4: 12; 5:4). Son espíritus como éstos, operando a través de canales humanos que producen los «falsos profetas» a quienes Jesús llama «lobos vestidos de oveja» (Mateo 7: 15).

El ojo humano no puede discernir inmediatamente la verdadera identidad del lobo que viene disfrazado con vestiduras de ovejas. Sin embargo, en la porción de las ovejas el perro del pastor no es engañado por los »vestidos de ovejas», porque no juzga por lo que ve sino por su sentido del olfato. El lobo puede aparentar ser oveja, pero todavía huele a lobo. En las Escrituras, este sentido del olfato, actuando independientemente de lo que se ve, tipifica a veces el discernimiento que viene por medio del Espíritu Santo. (Vea Isaías 11: 2,3).

Si el perro del pastor no ladra cuando el lobo se acerca habrá fracasado en su responsabilidad. En Isaías 56: 10 Dios dice con respecto a los atalayas de Israel: «Todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir». Cuando los enemigos espirituales del pueblo de Dios se acercaron, estos hombres quedaron en silencio y no dieron la voz de alarma al rebaño. Como resultado, el pueblo de Dios cayó presa fácil en las manos de sus enemigos. Lo mismo ha sucedido muchas veces al pueblo de Dios aún en esta generación. Sus líderes no le han advertido de los falsos profetas y como resultado el rebaño ha sido esparcido y saqueado. Por esta razón es urgente la necesidad de que el pueblo de Dios sea instruido para discernir entre la profecía verdadera y la falsa, entre lo divino, lo humano y lo satánico.

Reproducido de la revista Vino Nuevo Vol. 2-Nº 9 –octubre 1978

¿Hay diferencia entre profeta y profecía? ¡Este artículo le ayudará a refrescar su conocimiento sobre la profecía en el Nuevo Testamento!

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