Autor Hugo M. Zelaya
Efecto de la alabanza y de la acción de gracias.
“Cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios”. 2 Crónicas 5.13-14 (RV.1960).

Es el día de inauguración del Templo que Salomón edificó con la bendición de Dios y la de su padre. “Metió Salomón las cosas que David su padre había dedicado; y puso la plata, y el oro, y todos los utensilios, en los tesoros de la casa de Dios” (v.1). También reúne a todo el pueblo, sus príncipes y ancianos, y sacerdotes y levitas traen el arca y la ponen en el Lugar Santísimo. Salomón tuvo cuidado de hacer este traslado de la manera indicada por Dios.

El arca había estado en la casa del levita, Abinadab, durante veinte años (ver 1 Samuel 7.1). David intentó traerla a Jerusalén en una carreta nueva. Uza la sostuvo “cuando los bueyes tropezaban” y cayó muerto “por su temeridad”. Entristecido y perplejo, David la llevó a casa de Obed-edom donde estuvo por tres meses (Ver 1 Samuel 6). En esta ocasión, David debió haberse informado de la manera correcta de transportar el arca y la trajo, sin que nada extraordinario ocurriera, a un lugar que había preparado en Jerusalén.

Salomón ofrece una enorme cantidad de sacrificios y hay cientos de sacerdotes tocando instrumentos y cantando para alabar y dar gracias a Jehová; y la gloria de Dios desciende y llena la casa y todos se salen y no pueden ministrar. La gloria de Dios no desciende con producciones musicales o talentos humanos. La meta de todo ministerio humano debiera ser hacerse a un lado para dar lugar a la presencia de Dios.

La fiesta solemne que menciona el versículo 3 era la de Pentecostés. De manera que esta acto de presencia de Dios en 2 Crónicas 5 es un anticipo de Hechos 2 y de todos los derramamientos habidos y por haber hasta que se cumpla a cabalidad lo que dijo Joel 2.28: que Dios derramaría su Espíritu “sobre toda carne”. Es mi deseo que el Espíritu Santo llene su casa nuevamente hoy.

¿Qué hizo descender la nube de gloria?

Observe la acción que hizo descender al Espíritu Santo. Dice Esdras, escritor de 2 Crónicas, que alababan y daban gracias a Dios diciendo: “Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre” (capítulo 5, versículo 13).
Sigamos observando que todos habían estado ocupados en otras cosas importantes para la celebración, pero que estas no son las cosas que hicieron que la nube descendiera y llenara la casa:
• Trajeron el oro, la plata y las cosas que David había preparado y la nube no llenó la casa.
• Trajeron el arca y la nube no llenó la casa.
• Ofrecieron miles de sacrificios y la nube no llenó la casa.
• Es posible que los instrumentos hubieran estado tocando por un buen tiempo en el trasfondo mientras todo esto sucedía (es posible que de aquí se nos haya ocurrido que haya que tocar música de trasfondo a todo volumen al final del culto para que la gente pase adelante en la invitación) pero tampoco con esto descendió la nube para llenar la casa.
Hasta que los instrumentos, el coro y la congregación cantaron todos a una.

Forma de alabanza

A una – al unísono – Unánimes, juntos. A esto Jesús llama adoración en Espíritu y verdad (ver Juan 4.23). Así fue en esta dedicación, en el día de Pentecostés en el aposento alto y en todos los avivamientos de la historia.

Sus corazones latían como uno, viendo a un solo Alguien. Miles de opiniones y preferencia presentes tuvieron que morir para alcanzar un solo corazón. Dios aprobó su unanimidad y la bendición cayó. Todos estaban viendo “…al Cordero que fue inmolado (y) es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5.12).

Nadie en la congregación estaba calificando al predicador, ni criticando al director de alabanza, ni cambiando la letra de los cantos, ni deseando que el ritmo fuera a su gusto. Los músicos no estaban tan concentrados en tocar la nota perfecta como en “profetizar” con sus instrumentos. Las voces del coro sonaban como una sola voz porque cantaban al Cordero.

Un día Dios se moverá en la unanimidad de nuestras iglesias también y no sólo el mundo creerá (ver Juan 17). Su iglesia será avivada porque habrá aprendido el valor de la unidad de espíritu. El Salmo 133.1-3 proclama:

¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, vida eterna!

El Espíritu Santo vendrá a nuestras iglesias cuando dejemos de pelear unos contra otros y haya unidad en la casa de Dios.

¿Para qué cantaban?

La primera oración de 2 Crónicas 5.13 dice que hacían todo para alabar y dar gracias a Jehová. No habrá derramamiento sin alabanza y acción de gracias. Lo alabamos Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre. Esta es una descripción de cómo es él. Lo alabamos por quién es él y no podemos saberlo sin verlo. Quienes nunca lo han visto, no pueden alabarlo. Quienes no pueden alabarlo, nunca lo han visto. ¿Le es difícil alabar a Dios de corazón? ¿Lo conoce verdaderamente? ¿Ha tenido un cambio radical en su vida? ¿Lo ha vista con sus ojos espirituales?

Si la respuesta es no o duda, entonces no ha visto al Rey en su hermosura. Podrá haber visto hermosura en la naturaleza, pero no en Dios. Sin verlo no hay melodía de alabanza en el corazón.

Si lo vemos lo alabaremos por su bondad, su pureza y sabiduría, y por su gran amor. Pablo, pensando en el gran amor de Dios, se llena del Espíritu y exclama en Romanos 8.38-9: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Lo alabamos por su misericordia. Por lo que ha hecho por nosotros. Nos ha salvado de peligros, enfermedades y muerte. Porque Su misericordia es para siempre.

Lo alabamos y le damos gracias porque fuimos arrebatados del fuego, como a Josué cuando Satanás estaba presente para acusarlo en Zacarías 3.2: “Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás… ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?”

Lo alabamos porque un día untó lodo en nuestros ojos y nos mandó lavar en Siloé y ahora vemos (ver Juan 9.7).

¿Sabe por qué algunos no pueden alabar? Porque no han entregado sus vidas a él, siguen en su pecado resistiendo el llamado del Señor para entrar en sus corazones (ver Apocalipsis 3.20).

El ser humano sólo tiene a Jesús entre la vida eterna y el lloro y crujir de dientes (Ver Mateo 13.47-50).

Efecto de alabar y dar gracias en unidad

La nube llenó la casa (2 Crónicas 5.13) La misma nube que ahogó al ejército egipcio en el Mar Rojo, y que en el desierto vino para proteger, guiar y dar descanso a su pueblo.

No se detenga en el perdón de los pecados. Deje que él lo llene con el Espíritu Santo y lo libere del dominio de la carne. Cuando Dios llena nuestra vida no queremos volver atrás (Ver Hebreos 10.39).

En conclusión quiero anotar una enseñanza más en el versículo 14 de 2ª.Crónicas 5 que dice: “Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar”. Antes estaban muy atareados en quehaceres y responsabilidades que de hecho eran necesarias hasta ese momento. Unos preparaban el fuego, otros cortaban el sacrificio, otros mecían sus incensarios, otros cantaban o tocaban instrumentos.

Baja la nube, llena la casa y no hay lugar para la intervención humana. A veces nos quedamos extasiados cuando vemos esas iglesias modernas con su elaborado equipo electrónico y sus orquestas y coros profesionales y, desde luego pagados, y algo en nuestra naturaleza humana suspira por tener algo, aunque sea reducido, parecido a eso en nuestras iglesias. Pero a pesar de ser un grande e impresionante espectáculo, no vemos la nube descender y llenar la casa.

Hermano mío, no busque eso. Busque agradar a Dios como en el tiempo de la dedicación del Templo. No hay que rogar ni empujar. Él vendrá si lo vemos y unánimes lo alabamos y le damos gracias.

Que el Señor mande su Espíritu Santo y rompa la concha de nuestro corazón y nos volvamos como un solo cuerpo a él. Amén

Notas
A menos que se indique de otra manera, las citas bíblicas son de la Biblia RV 1960

Obras consultadas: Diccionario de la Biblia de Smith – Comentarios de Adam Clarke y de Mathew Henry

Hugo M. Zelaya es fundador y pastor de la Iglesia de Pacto Nueva Esperanza en Costa Rica. Él y su esposa Alice viven en La Garita, Alajuela, Costa Rica.