Por John Beckett
* El Propósito del Trabajo
* Administrando Nuestro Tiempo
* La Relación entre el Tiempo Libre y el Trabajo
* La Ética en los Negocios
Daniel sirvió con gran distinción a sus patronos seculares, aún siendo cautivo en la ciudad pagana de Babilonia. Además de llegar a ser un gigante en el liderazgo espiritual, se destacó como un excelente administrador en favor de hombres que estaban rotundamente opuestos a su Dios. A veces creemos que la Biblia trata únicamente con personas y situaciones espirituales. La verdad es que hay muchos relatos en las Escrituras de personas a quienes Dios puso en trabajos «seculares» para su gloria. Nuestra tendencia es perder de vista los tiempos cuando Moisés y David trabajaron como pastores, Nehemías como copero, Pablo haciendo tiendas y Jesús como carpintero.
El tema del Hombre de Negocios Cristiano me atrae particularmente. En mis veinte años que llevo en la administración de negocios, he descubierto muy poca literatura que aconseje cómo aplicar los principios de la Palabra de Dios en las situaciones del caso. La mayoría de nosotros pasaremos casi 100.000 horas de nuestras vidas en nuestros, así llamados, empleos seculares. Hay pues, una urgente necesidad de que Dios nos fortalezca con su palabra en esta área.
Este artículo tratará con cuatro enfoques de interés para las personas cristianas que trabajan: el primero es el propósito del trabajo; el segundo, la relación entre el trabajo y el tiempo libre, incluyendo el descanso; el tercero, la administración de nuestro tiempo; y el cuarto, la falta de ética en los negocios y cuál debe ser la respuesta cristiana.
El Propósito del Trabajo
Dios creó al hombre a su propia imagen y con las mismas características de creatividad. Dios hizo a Adán y le dio dominio sobre la creación. Su intención era que el trabajo fuese una oportunidad para que el hombre reflejara su gloria en el uso de sus habilidades creativas.
Sin embargo, después de su caída, el trabajo se convirtió en un medio para que la criatura se exaltase a sí misma. Es decir, se convirtió en un fin en vez de ser un medio para glorificar a Dios. Hay personas que han hecho un Dios de sus trabajos y se han convertido en verdaderos adictos. Pero, las grandes noticias del mensaje de Dios es que El envió a su Hijo para redimir a la creación y con ella al trabajo. Podemos estar ocupados provechosamente en nuestros empleos para la gloria de Dios, porque el acto redentivo de Jesucristo quitó la distinción entre lo secular y lo sagrado. Podemos, en nuestras experiencias cotidianas en el trabajo, influenciar con el propósito de Dios, a tantas personas como aquellos que sirven a tiempo completo en las vocaciones cristianas.
Jesús nunca dijo a sus seguidores que el mundo tenía que ser eludido. El nos coloca en nuestros trabajos para que seamos luces en un mundo que la necesita y para que seamos sal con nuestra influencia y ejemplo cristiano. A veces querernos ser tan «espirituales» que intentamos retirarnos del mundo que nos rodea, pero Jesús nunca nos dio a entender que eso fuese parte de su plan. Por el contrario, en Juan 17: 15 oró de la siguiente manera: «No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del malo». La oración de Jesús en favor de sus seguidores no fue para extraerlos de «Babilonia», sino para que fueran protegidos mientras vivieran allí. ¡La protección de Dios sobre Daniel nos da una seguridad muy grande!
Dios nos sitúa en nuestros diferentes lugares para que su reino venga sobre la tierra. El apóstol Pablo dijo: «Cada uno permanezca en la condición (llamamiento) en que fue llamado (l Cor. 7: 20). Si sornas llamados a la obra del «evangelio» debernos permanecer en ese llamamiento. Si sornas llamados a la obra «secular», debernos permanecer y obedecer a Dios allí, permitiéndole que use nuestros trabajos para cumplir con el propósito que tiene para nosotros. De esta manera el mundo podrá ver una demostración práctica del reino de Dios.
Muchos no tienen una idea clara de por qué trabajan. Se cuenta la historia de un hombre que se acercó a un edificio que estaba en construcción. Le preguntó al primer trabajador que vio y en forma muy directa: «¿Y qué haces?» «$ 8.50 por hora. ¿Y a usted que le puede importar?» respondió el hombre bruscamente.
Se dirigió entonces al segundo trabajador con la misma pregunta y este le respondió con igual rudeza: «Estoy haciendo una pared de ladrillos. ¡Cualquier tonto lo puede ver!»
No satisfecho aún, vino a un tercer trabajador y el rostro de éste brilló con su respuesta: «Estoy construyendo una iglesia para la gloria de Dios.» Su visión era más amplia. Su perspectiva veía la totalidad de lo que estaba haciendo. No sólo llenaba los ladrillos con mezcla y los ponía uno sobre el otro. También podía ver la meta final. Necesitarnos una perspectiva de esta naturaleza si querernos que nuestros trabajos nos satisfagan verdaderamente. Talvez podamos decir que necesitarnos una «filosofía del trabajo».
¿Por qué trabajamos? ¿Existe tal cosa corno una filosofía del trabajo? Pablo Tournier, el gran físico y siquiatra suizo, escribió lo siguiente: «El significado del trabajo de un hombre es la satisfacción del instinto de aventura que Dios ha implantado en su corazón.» Dios ha creado una necesidad dentro de cada uno de nosotros que sólo se satisface con el trabajo. Hay algo en nosotros que puede ser realizado únicamente cuando estamos empleados en una actividad significativa.
Esto se reduce a una pregunta básica: ¿Trabajamos para vivir, o vivimos para trabajar? Hay muchas indicaciones en el mercado de que lo primero es la opinión común. El trabajo se ha convertido en algo que hay que quitar del camino para disfrutar el resto de la vida. Los gerentes de compañías tratan de apuntalar la moral de sus trabajadores con toda clase de programas y actividades ignorando el hecho que el trabajo puede y debe ser en sí mismo, una fuente de realización personal.
Dorothy Leigh Sayers, una apologista cristiana inglesa dice que «el trabajo es un modo de vida en el que la naturaleza del hombre debiera encontrar su propio ejercicio y deleite y así realizarse para la gloria de Dios. El hombre creado a la imagen de Dios debiera hacer las cosas corno las hace Dios, por amor a hacer algo que valga la pena. El trabajo no es primordialmente algo que uno hace para vivir, sino lo que uno vive para hacer».
Este es un concepto radical para un mundo que ha buscado todas las salidas para escaparse de trabajar. El trabajo es lo que uno vive para hacer, una actividad creativa que se emprende por amor al trabajo mismo. Esto sugiere que debernos poner a funcionar todas nuestras facultades en el trabajo, sea este de carácter físico, espiritual, mental o emocional. No fuimos hechos para detener nuestra total expresión en el trabajo que Dios nos ha dado.
El Tiempo Libre en Contraposición al Trabajo
Si vemos al trabajo desde esta perspectiva, necesitaremos examinar también la relación del tiempo libre con este. Los ratos de desocupación son un cambio de ritmo que nos refrescan para el propósito agradable de continuar con nuestro trabajo. Es un tiempo de renovación personal para la recreación de nuestras energías, talentos y capacidades para proseguir con alegría lo que hemos sido llamados a hacer.
A pesar de la frecuencia de los días feriados, de las vacaciones pagadas y de los fines de semana, el descanso pleno parece eludir a la mayoría. Esto se hace evidente por la indolencia de los lunes que afecta a muchos trabajadores después de haber tenido, supuestamente, un fin de semana de descanso.
Los tiempos libres tienen un lugar de prominencia en las Escrituras. Su primera mención está en el relato de la creación. En el día séptimo Dios reposó. Este es el patrón celestial Dios trabaja; el hombre trabaja. Dios descansa; el hombre descansa.
Si hemos de guardar una perspectiva saludable con respecto a los ratos de desocupación, tenemos que reconocer que estos son de Dios tanto como los tiempos de trabajo. De esta manera sabremos cómo invertirlos. Los tiempos libres son para «diversión», actividades que no tienen necesariamente una gran importancia espiritual, pero que proveen un saludable cambio de ritmo. Talvez veamos una película o juguemos pelota con los niños. Talvez la familia junta vea un programa en la televisión, o se tomen lecciones de fotografía o de costura. A mi esposa Wendy le gusta pasar sus ratos libres sembrando flores y hortalizas y queda muy complacida si le consigo un buen abono de estiércol y tiempo para cuidar sus rosas, sus lechugas y sus tomates. Estas actividades ofrecen un cambio y un equilibrio en las obligaciones que Dios nos ha encomendado.
Otro aspecto de este tiempo libre es el «descanso». Hay de dos tipos. El descanso físico que es necesario cuando nuestros cuerpos se cansan y hay que dormir. Pero también hay necesidad para el descanso del alma.
El alma fatigada no se puede sanar con el sueño ni con la distracción y pudiera realmente quitarnos el sueño. Están de por medio la tensión, la perturbación de nuestra paz interior, la inquietud profunda de la mente y del corazón que minan las fuerzas que emanan del centro de nuestro ser. Hay cosas sucediendo constantemente en «Babilonia» que golpea nuestras almas, no importa cuánto hagamos para evitarlo. Estas batallas cobran su precio y por eso nuestras almas necesitan descansar. El problema se complica cuando intentamos pelear con nuestras propias fuerzas. Las tentaciones que tenemos que resistir, los argumentos en los que nos vemos enredados, los rumores que de alguna forma nos involucran, las acusaciones que se lanzan contra nosotros, todas estas son cosas que tienden a gastar nuestras fuerzas.
El descanso del alma es un regalo que viene de Dios. El mundo no lo sabe encontrar aunque intenta hacerlo con drogas, en las religiones y filosofías orientales, con la práctica anormal del sexo y un sinnúmero de otras cosas. Jesús dijo: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar». Esta es una descripción de un alma en necesidad de descanso.
La gente en el mundo que corre desaforadamente parece tener todas las cosas bajo su control, pero está intranquila en su alma. Es imposible que una persona encuentre descanso para su alma si no está unida con Jesucristo.
Distracción, descanso físico y anímico, son componentes indispensables de la provisión total de Dios para una personalidad y una perspectiva de la vida saludables y equilibradas.
La Administración del Tiempo
Hay una verdadera lucha cuando intentamos administrar debidamente nuestro tiempo y queremos ser responsables en nuestros empleos, con nuestras familias, con las actividades de la iglesia y a la vez tener expansión y descanso. El tiempo, como cualquiera de los otros recursos, nos es asignado por Dios y El espera que seamos buenos administradores suyos. Hay mucho escrito sobre el tema y los libros nos pueden ayudar. Sin embargo, hay dos observaciones muy sencillas que me han ayudado a hacer uso sabio de mi tiempo:
Primero, Dios sabe exactamente con cuánto tiempo contamos.
Segundo, cuando estamos dentro de Su voluntad, habrá exactamente el tiempo necesario para hacer lo que Él manda.
No obstante, hay ocasiones en que nos frustramos y nos vemos presionados por falta de tiempo. Para estas oportunidades quiero ofrecer cuatro sugerencias específicas:
La primera y la más importante: tenemos que encontrarnos con Dios para saber lo que El quiere que hagamos. Recuerde que Daniel oraba diligentemente tres veces al día. Martín Lutero es otro ejemplo. En una ocasión alguien le preguntó lo que haría ese día. Lutero le respondió: «Voy a trabajar, trabajar y trabajar, desde la mañana hasta la noche. Tengo tanto trabajo que voy a pasar las primeras tres horas del día en oración».
Larry Christenson, en su libro Social Action, Jesus Style (Acción Social al Estilo de Jesús), dice con respecto a discernir la voluntad de Dios, que Jesús, con su compasión por todos los que estaban enfermos, tenía el poder de pasar por entre grandes grupos de personas con necesidades físicas y dirigirse directamente a la persona específica que el Padre quería que le ministrara, imponerle sus manos y sanarlo. No tenía menos amor por los otros, pero su dirección era clara y se ceñía al plan de su Padre.
Segunda: tenemos que saber cuáles son las prioridades que Dios tiene para nosotros. Aunque entendamos con claridad lo que El quiere que hagamos, es necesario saber cuándo y en qué orden proceder. Mis prioridades personales incluyen tiempo para el Señor, para la familia, para otros cristianos con los que estoy relacionado (incluyendo a empleados de nuestra compañía), mi propio trabajo, etc. Cuando se tiene un orden claro de prioridades, las decisiones de cómo emplear nuestro tiempo son más sencillas.
Tercera: debemos tener cuidado de no hacer el trabajo de otras, personas. El que tiene habilidades y talentos necesita cuidarse mucho de esto. El problema es doble: Nos recargamos demasiado y privamos que otros hagan lo que Dios les ha encomendado a ellos. Necesitamos la sabiduría de Dios en este aspecto. Sólo porque haya cosas buenas que se necesiten hacer, no significa necesariamente que, nosotros seamos los llamados a hacerlas, No es suficiente que algo sea «bueno» para que se haga. A veces lo «bueno» resulta ser el enemigo de lo «mejor».
Hace unos años no podía decir «no» a las invitaciones que se me hacían para servir en causas que tenían mérito. Pero cuando mis hijos comenzaron a verme como a un extraño, hice un reordenamiento de mi tiempo tan rápidamente como pude. La verdad es que presumimos cuando pensamos que somos los agentes ungidos de Dios para hacer todo lo que es necesario en todas las situaciones. Si somos sensibles, Dios nos dirigirá soberanamente a las tareas y a las funciones que El específicamente ha escogido para nosotros.
Cuarta: debemos tener disciplina en lo que Dios nos da para hacer. El tiempo es un artículo precioso y debe ser usado con cuidado. Cuando permanecemos cerca de Dios, El nos hace eficientes; algo que no se puede lograr de ninguna otra manera. Dios se deleita en «arreglar las circunstancias» para que podamos usar nuestro tiempo con el mejor provecho. Mi esposa, por ejemplo, «lleva» al Señor cuando va de compras. Es sorprendente cómo encuentra rápidamente lo que necesita, dejándole tiempo para hacer otras tareas más importantes, o mejor todavía, para recreación.
La Ética en Los Negocios
Una área final de interés para los cristianos es la ética en los negocios. Esta es una preocupación creciente también para las corporaciones, sus clientes, el gobierno y el público en general. Las encuestas de opinión pública dicen que la percepción de la honestidad en los negocios está desapareciendo. El número de personas que creen que los hombres de negocios se conducen con honradez y justicia es menos que la mitad de los que así creían en la década de los sesenta.
En 1976 el Harvard Business Review hizo un estudio entre más de 1200 negociantes y profesionales para obtener sus opiniones sobre la ética en los negocios. El cuestionario fue similar al que usaron quince años antes, pudiendo comparar así los resultados.
En cuanto a conflictos entre las demandas del trabajo y las normas de ética personal, la conclusión fue la siguiente: «Las normas de la ética han declinado de lo que eran antes o, en otras palabras, situaciones que una vez causaban incomodidad moral, se han convertido en prácticas aceptadas».
La conclusión sobre la causa de la declinación de estas normas fue la siguiente: «El nivel moral de la sociedad ha declinado debido a la degeneración social, una sociedad más permisiva, la pérdida de influencia del hogar y de la iglesia, deseos por más cantidad y menos calidad».
El estudio anotó también que el comportamiento sin ética de los supervisores era el factor más prominente que inducía a los subordinados a hacer decisiones deshonestas. (Si el jefe lo hace, yo también puedo).
A muy corta distancia venía la falta de normas. El estudio reportó: «Si tuviéramos un código, algo que pudiéramos seguir, que nos dijera: ‘esto es bueno y eso es malo’, entonces por lo menos tendríamos una oportunidad». Casi como niños que han crecido en un ambiente de permisividad, los hombres y mujeres en los negocios reconocen que hacen falta las normas absolutas.
Los abusos y las deficiencias del sistema no van a cambiar solos. Los cristianos pueden ejercer una influencia enorme en la sociedad en la que Dios les ha puesto. Tenemos una responsabilidad real de tomar la iniciativa.
Específicamente, ¿cuál es nuestro papel cristiano en las decisiones de negocios en las que se involucra la ética? Las Escrituras proveen una base sólida para la conducta del cristiano en el trabajo. Los siguientes son algunos ejemplos:
1) Sea imparcial en sus juicios; valore la justicia en el trato de las personas (Prov. 24:23).
2) Use el peso justo y la medida cabal; sea escrupulosamente honrado en cada transacción (Lev. 19:35; Prov. 16:11,20:10).
3) Nunca tuerza la justicia para beneficiar a un hombre rico, ni nunca acepte soborno. El soborno venda los ojos del más sabio y corrompe sus decisiones (Ex. 23: 8; Deut. 6: 19).
4) Propóngase a vivir una vida intachable. En el Salmo 15, David pregunta: «Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?»
Dios responde: «El que anda en integridad y hace justicia y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová. El que, aún jurando en daño suyo, no por eso cambia; quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará jamás».
Necesitamos normas y Dios las ha provisto. Cuando no entendamos con claridad la Palabra de Dios, tenemos la dirección del Espíritu Santo. Jesús dijo que El «os guiará a toda la verdad» (J n. 16:13).
Si queremos hacer un impacto, tendremos que estar preparados para declararnos en contra si vemos «pecado en el campamento» (nuestra compañía u oficina). Esta es una de las cosas más difíciles, pues nos exponemos al fuego del enemigo y tiene que hacerse bajo la unción y dirección del Espíritu Santo.
Las preguntas que tenemos que hacernos cuando hay decisiones por delante son las siguientes: ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Está haciendo mi compañía lo que es correcto? ¿Es justo? ¿Es honesto? Si decidimos que hay una situación que debemos enfrentar, tengamos confianza que Dios siempre respalda lo que es honesto. Cuando caemos en trampas, solamente en su fuerza podremos definir nuestra integridad y salir ilesos.
Si honramos a Dios en nuestros negocios y actividades de trabajo como en las otras áreas de la vida, recibiremos sus recompensas en nuestra labor, la estimación personal y en nuestro testimonio para otros. Podemos glorificar a Dios con nuestra diligencia y hacer que el reino de Dios sea más visible sobre la tierra.
Pero la recompensa más grande será la alegría absoluta de oír a nuestro Patrón celestial darnos la bienvenida a nuestro hogar con estas palabras: «Bien hecho, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor» (Mt. 25:21).
John Beckett es Presidente de una corporación en Elyria, Ohio. Es graduado del I.T.M. y tiene un título de ingeniería aeroespacial. También es presidente de Intercesores por América, una organización que motiva a los cristianos a orar por los Estados Unidos y otras necesidades apremiantes. El y su esposa Wendy viven en Elyria y tienen seis hijos.
Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol. 4 nº 1- junio 1981