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Los Primeros Pasos en la Profecía
Por Don Basham
En mis conferencias, en seminarios carismáticos a través del país, he llevado a cabo una encuesta muy sencilla. En una congregación típica de aproximadamente 500 personas, cuando pregunto cuántos han sido bautizados en el Espíritu Santo y han recibido la evidencia de hablar en lenguas, tal vez 400 o más levantan sus manos.
Entonces hago la siguiente pregunta: «¿Cuántos de ustedes cristianos bautizados en el Espíritu Santo que acaban de levantar sus manos y que hablan en lenguas, han experimentado el don de la interpretación de lenguas o el don de la profecía?» De las 400 personas, generalmente sólo 60 o 75 vuelven a levantarlas por segunda vez.
En otras palabras, un promedio de solamente 1 de cada 6 o 7 cristianos bautizados en el Espíritu ha manifestado otros dones además de hablar en lenguas. Y sin embargo, Pablo cuando da instrucciones a los cristianos de Corinto acerca del uso de los dones espirituales, deja bien claro que todos nosotros debiéramos ir más allá de la manifestación inicial de hablar en lenguas y experimentar los otros dones también.
Por tanto, el que habla en lengua extraña, pida en oración que pueda interpretarla (él mismo y no otro) (1 Corintios 14:13).
Porque todos podéis profetizar, uno por uno, para que todos aprendan y que todos sean exhortados (1 Corintios 14:31).
Es posible que muchos cristianos no se den cuenta que el Espíritu Santo no quiere que quedemos satisfechos únicamente con la evidencia inicial de hablar en lenguas que experimentamos con Su bautizo. Detenernos en las lenguas es hacer un alto apenas adentro de la puerta de la virtualmente ilimitada dimensión sobrenatural del Espíritu.
Sin embargo, a través de los años ha habido tanto énfasis sobre el controversial tópico de las lenguas, que el deseo de Dios para nosotros de movernos a una experiencia más madura y balanceada, incluyendo otros dones del Espíritu, ha sido crónicamente ignorado o descuidado.
Recuerde esto: cuando experimentamos el bautizo en el Espíritu Santo con la evidencia inicial de las lenguas, recibimos el don, el Espíritu Santo; no un don de lenguas o de interpretación o de profecía o de sanidades. Nuestro don es el Espíritu Santo mismo, que viene a morar en nosotros de una manera poderosa. Inherentes al Espíritu Santo son todos los nueve dones o manifestaciones. Por lo tanto, una vez que recibimos el Espíritu Santo, todas las nueve manifestaciones espirituales están potencialmente a nuestra disposición ya que es El quien las reparte o distribuye «individualmente a cada quien “según la voluntad de El” (1 Coro 12:11).
Esto significa que, inicialmente, desde que recibimos al Espíritu Santo obtenemos acceso potencial, no solamente para hablar en lenguas, sino para todos los dones. No es de extrañarse que Dios se impaciente con nosotros por descuidar la mayor porción de nuestra herencia.
Consideramos ahora algunos factores básicos con respecto a los dones del Espíritu Santo y cómo podemos comenzar en el ejercicio de ellos. Aunque vamos a hacer una lista de todos los nueve, nos limitaremos en nuestro estudio a los tres dones vocales o de inspiración.
Los dones del Espíritu
Durante muchos años los estudiantes de la Biblia han reconocido que, por su definición y por su función, las nueve manifestaciones o «dones» del Espíritu Santo mencionados en 1 Corintios 12:8-10, caen claramente en tres categorías de tres dones cada una. Hay tres dones de inspiración, tres dones de revelación y tres dones de poder.
Los Dones de Inspiración: Lenguas, Interpretación de Lenguas, Profecía.
Los Dones de Revelación: Palabras de Conocimiento, Palabra de Sabiduría, Discernimiento de espíritus.
Los Dones de Poder: Fe, Sanidades, Milagros.
Observemos, sin ser dogmáticos, que en la mayoría de los casos, la progresión en los dones espirituales parece fluir en cierta secuencia, con los vocales o los inspiracionales aparentemente más accesibles. Tal vez, esto se deba a que nuestra introducción inicial a los dones del Espíritu generalmente consiste en hablar en lenguas, que ocurre cuando recibimos Su bautizo. Por lo tanto, es de esperarse que después de las lenguas siga la interpretación de lenguas y entonces la profecía. Aunque nuestro tema sea «La Profecía», nos ayudará estudiar el don de la interpretación ya que para muchos éste es un puente entre las lenguas y la profecía.
Definamos ahora la interpretación de lenguas y la profecía. La interpretación de lenguas es la habilidad sobrenatural que la inspiración del Espíritu Santo nos da para declarar en una lengua conocida por la asamblea, el significado de lo que se dijo previamente en otras lenguas. La profecía es la habilidad sobrenatural para hablar, por la inspiración del Espíritu Santo, las palabras de Dios a Su pueblo. Es un don similar al de interpretación excepto que la profecía no requiere un mensaje previo en lenguas.
¿Cómo comenzar?
Una norma esencial que debemos mantener en mente (en nuestro estudio) es ésta: todo progreso en la vida cristiana se logra por fe. Muchas personas me han dicho: «Creo que yo podría interpretar lenguas, pero cómo estar seguro que lo que voy a decir viene de Dios?» Además de requerir un paso de fe de nuestra parte, la Escritura dice sencillamente: «por lo tanto, el que habla en lengua extraña, pida en oración que pueda interpretarla.» (1 Cor. 14: 13).
Ya que las Escrituras nunca nos piden que oremos por algo fuera de la voluntad de Dios, deducimos de este versículo que la voluntad de Dios es que todo cristiano que habla en lenguas también experimente el don de la interpretación. Y si es el deseo de Dios, Él nos ayudará en nuestro intento. Dios está con nosotros en todos nuestros esfuerzos, alentándonos a manifestar Sus dones espirituales. Sin embargo, Él requiere que demos el paso de fe.
La mayoría de nosotros, cuando fuimos bautizados en el Espíritu Santo, tuvimos que vencer nuestra timidez para hablar en lenguas. Tuvimos que abrir nuestras bocas y hablar por fe, confiando en que los sonidos y las sílabas que pronunciábamos eran dadas por Espíritu Santo. En otras palabras, la mayoría de nosotros aprendió a hablar en lenguas hablando en lenguas. Esto es igualmente cierto con la interpretación de lenguas. El Espíritu Santo, jamás se forzará sobre nosotros. El no abrirá nuestra boca a la fuerza para mover nuestra lengua y hacernos hablar. El nos anima a hablar por fe lo que nos da. Así pues, la única manera en que usted comenzará a interpretar es abriendo su boca por fe y hablando, en su idioma conocido, los pensamientos que siente que el Espíritu Santo está diciendo en respuesta al mensaje en lenguas.
Muchos cristianos no se dan cuenta cuán gentil es el Espíritu Santo. Él no nos obliga a hablar:
Sus impulsos son tan discretos que si no somos sensibles o si no estamos dispuestos a responder por fe, los tomaríamos equivocadamente como los pensamientos o las impresiones momentáneas de nuestra propia mente.
Por esta razón, es posible que pensemos: «¿Sería el Espíritu Santo quien me dio estos pensamientos cuando se comenzó a hablar en lenguas o son sólo el producto de mi propia imaginación?» A menudo nuestra timidez natural nos invade y nos decimos a nosotros mismos: «No estoy seguro que sea el Espíritu Santo; no me arriesgaré; me mantendré callado. Si hablo y no es del Espíritu, me sentiré avergonzado. Puesto que no puedo estar seguro, no diré nada.»
Claro, así no se expone a nada. De ese modo no corre absolutamente ningún riesgo. ¡Tampoco hay necesidad de ejercer la fe si no se hace nada!
Usted no está seguro que los impulsos vienen de Dios de manera que espera. Y espera .. Hasta cuándo? . Hasta que esté bien seguro que vienen de Dios? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Un año? ¿Cinco años?
Yo creo que hay una sola manera de estar seguros, Y es haciéndolo. Hable por fe las palabras y los pensamientos que le han sido dados , – no importa cuán gentil hayan sido los impulsos – confiando que vienen del Espíritu Santo. Esta es sólo la aplicación del mismo principio espiritual que mencionamos antes: Todo progreso en la vida cristiana se logra por fe.
La mayoría de nosotros necesita reevaluar qué es lo que sucede cuando los dones del Espíritu Santo entran en operación: es el Espíritu Santo que se mueve soberanamente para manifestar el propósito y el poder de Dios entre Su pueblo. Tenemos que aprender a cooperar con El, confiando que Él es completamente capaz, no sólo de proveer, sino también de proteger Sus manifestaciones sobrenaturales en nosotros.
¿Qué pasa si fallamos?
También debemos recordar que Dios sabe que somos menos que perfectos en nuestros intentos de cooperar con El. Supongamos que usted comienza a interpretar las lenguas que se han manifestado y en medio de una frase comienza a tartamudear y a quedarse corto de palabras antes de expresar adecuadamente el pensamiento que sintió que Dios le había dado. O supongamos que comience a profetizar y no pueda. ¿Habrá cometido algún crimen? ¡No! Todo lo que hizo fue quedarse corto en un sincero intento de obedecer al Espíritu Santo y no hay condenación de parte de Dios.
Dios nos anima a movernos en el uso de los dones espirituales de una manera similar a un padre cuando enseña a su hijo a caminar. Usted sabe lo que mamá y papá hacen cuando ellos piensan que su hijo está listo para caminar. Mamá se sitúa en medio de la sala con su hijito, permitiéndole sostenerse de sus dedos. Papá está a unos pasos adelante y le hace señas para que venga.
«Ven, hijo. Ven a papá».
Entonces mamá suelta suavemente sus dedos de las manos de su hijo. Allí está él en pie y sin ayuda, inseguro sobre sus pies, mirando inciertamente a mamá y a papá, con ambos pies pegados al suelo.
«Ven, hijo». Le insta su padre.
«Camina hasta donde está papá. Lo puedes hacer.»
Aquí hay una decisión que el niño tiene que tomar. Puede dar un paso de fe o decidir no arriesgarse. Probablemente no se arriesgue. Sin mover los pies se dejará caer suavemente al suelo y gateará hasta donde está papá con una sonrisa en su rostro. (¿Comienza a ver la diferencia entre la «fe» y «no correr riesgos «?)
Pero mamá y papá no están satisfechos. De nuevo hacen el experimento. Una vez más está su hijito de pie, guardando su equilibrio, mientras papá le alienta a dar el primer paso.
¡Esta vez lo logra! Da su primer paso. Después otro. Entonces cuando trata de dar el tercer paso, se cae. Cae de bruces sobre el piso y comienza a llorar. Ha fracasado. Hizo el intento de caminar y falló.
¿Qué hacen mamá y papá? ¿Estarán enojados? ¿Lo castigarán por su fracaso? ¿lo regañarán por haber hecho el intento? ¿Habrá sido todo una gran equivocación? ¡No , de ninguna manera! Fue el amor y el interés genuinos de sus padres que expusieron a su hijito a la posibilidad de caer en primer lugar. Ellos lo levantarán y lo halagarán por haber hecho el intento. Le consolarán y le dirán que todo está bien, que no hizo daño alguno y que la próxima vez le irá mejor y hacen el experimento de nuevo, no hay represión ni condenación, sólo el amor y el estímulo de sus padres. Ellos continuarán alentándolo hasta que aprenda a caminar. ¿Por qué? porque saben que su hijo está destinado a caminar. Es parte de su herencia.
El trato de Dios para darnos fe en el ejercicio de los dones espirituales es muy parecido a la manera en que nosotros enseñamos a caminar a nuestros hijos. Nuestros primeros esfuerzos en la manifestación de los dones espirituales a menudo son como los de un niño cuando aprende a caminar: titubeantes e imperfectos. Sin embargo, debemos hacer el esfuerzo.
Tampoco nosotros estamos bajo crítica o condenación, aunque fallemos en nuestros esfuerzos de caminar perfectamente. Más que eso, la experiencia demuestra que aún los intentos iniciales e imperfectos en la manifestación de los dones espirituales pueden ser de bendición para otras personas presentes. No conozco estímulo más grande para uno que ha determinado dar una interpretación de lenguas o profecía descubrir que, a pesar de sus imperfecciones y falta de elocuencia, ésta llenó realmente las necesidades de alguien que la oyó. El que interpreta o profetiza queda satisfecho y las personas que la reciben y Dios también – todo porque se dio un paso de fe para obedecer el impulso gentil y amoroso del Espíritu Santo.
Dios quiere usarnos
Hace casi veinticinco años recibí el bautismo en el Espíritu Santo y tuve que batallar contra muchas de las mismas impresiones falsas que siguen molestando a los cristianos de hoy. En esos días no teníamos el beneficio de la sana enseñanza de cómo recibir el bautismo en el Espíritu Santo y cuando finalmente ejercité mi fe y recibí la promesa, nadie advirtió que Satanás me diría repetidamente que mi experiencia no era de Dios.
Semanas después de haber sido bautizado, comencé a cuestionar la realidad de mi experiencia de hablar en lenguas. No entendía que éste es un acto voluntario de mi parte, en el que yo hablo pero es el Espíritu Santo quien da las palabras y las sílabas. Me sentía muy incómodo cuando hablaba en lenguas pensando que tal vez «era solamente yo» quien lo hacía. Por mucho tiempo me sentí un tanto culpable.
Estoy seguro que esta fue una de las razones por las cuales por más de un año después de haber sido bautizado, me sentí incapaz de dar una interpretación de lenguas o de profetizar. Como muchos otros, oraba en lenguas en mis devociones privadas esperando con todo mi corazón la visitación milagrosa de una interpretación de lenguas o profecía. No tenía la menor idea que Dios esperaba que me moviera en fe para manifestar esos dones de igual modo como lo hice cuando hablé en lenguas.
Fue durante una conferencia en un Instituto Bíblico de Nueva York, más de un año después de haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo, cuando comencé a entender la manera en que operan los dones de la interpretación de lenguas y la profecía. En el curso de la conferencia abrí mi boca en fe y di mi primera interpretación de un mensaje en lenguas. Habíamos estado orando por una mujer que buscaba la dirección de Dios para su vida. En la interpretación había dos declaraciones tan pertinentes a su situación que ella comenzó a llorar con gran desahogo.
Yo me había sentido incómodo y consciente de mí mismo cuando comencé a hablar y tuve el temor de que mis palabras hubiesen sido sólo la obra de mi propia imaginación, pero qué alivio recibí cuando la interpretación fue rápidamente confirmada que en verdad había venido del Espíritu Santo.
Esa primera experiencia resultó ser de gran valor espiritual para mí. En los años siguientes, mi confianza en el silbo apacible del Espíritu Santo, ha aumentado hasta el punto de que en numerosas ocasiones se han manifestado en mí los dones de interpretación de lenguas y profecía. Yo no creo haber sido llamado para el ministerio de profeta, sin embargo doy gracias a Dios por las Escrituras que hablan del deseo que tiene el Espíritu Santo para que yo y todos los miembros del Cuerpo de Cristo manifestemos los dones espirituales.
Yo quisiera que todos hablarais en lenguas extrañas, pero aún más, que profetizarais … (1 Corintios 14:5).
Tomado de Vino Nuevo Vol 2-Nº 9- octubre 1978