Por Derek Prince

Enlace con La Fuente

Hay una Escritura significativa donde Dios dice, en relación con la restauración de Israel, «Yo les revelaré abundancia de paz y de verdad» (Jeremías 33 :6). La palabra clave aquí es revelaré. No se puede comprender o apropiar la abundancia de Dios si El no la revela. Se recibe por revelación.

En este artículo enfocaré los principios básicos que gobiernan la provisión de Dios para nosotros. También hay condiciones para recibir su abundancia, y propósitos por los cuales El la da.

Examinemos algunas palabras básicas o conceptos que se usan en esta relación. Todas tienen su conexión, pero no son sinónimos. Hay diferentes tonos en su significado. Trataremos primero con los conceptos positivos y después los negativos. Hay cuatro grupos principales de palabras en el lado positivo: «Rico y riquezas»; «caudal y acaudalado» ; «prosperar, próspero, prosperidad»; y «abundar, abundante, abundancia».

Una importante distinción es que cuando usamos las palabras «rico y riquezas» o «caudal y acaudalado», nos referimos a alguien que tiene valores considerables de dinero o de bienes. Pero cuando hablamos de «prosperar» y las otras palabras relacionadas y de «abundar» y sus palabras relacionadas, la implicación no es necesariamente de que la persona referida tenga mucho dinero en el banco o sea dueña de posesiones materiales. De manera que hay una importante distinción, pues la promesa de Dios es primordialmente que tengamos abundancia en vez de riquezas.

Esencialmente, abundancia significa que se tiene todo lo que se necesita, y algo más para dar a otros. No carecer de nada y tener más de lo que se necesita para dar a otros. La sugerencia es siempre que Dios nos eleva sobre el nivel de nuestras necesidades para que de esa manera podamos ayudar en las necesidades de otros.

La palabra «prosperar», especialmente como se usa en la Biblia, tiene una connotación de éxito. Pero no significa necesariamente que se refiera a tremendas posesiones o riquezas materiales. Ilustremos con dos pasajes de la Biblia. En 3a. Juan 2, Juan dice: «Amado, ruego que seas prosperado en todo respecto, y que tengas buena salud, así como tu alma prospera». Esta es una preciosa declaración de la voluntad de Dios para los cristianos comprometidos. Gayo, destinatario de esta carta, fue un creyente modelo. Si estudiamos la epístola, encontraremos que él anduvo en toda la verdad que Dios le había revelado; y el apóstol Juan, escribiendo por el Espíritu Santo le dice:  «Amado, ruego que seas prosperado en todo aspecto y que tengas buena salud, así corno tu almaprospera». Esto incluye todas las áreas de nuestra vida: la espiritual, la física y la material. ¡Para todas ellas la voluntad de Dios es buena!

La palabra que se ha traducido aquí «prosperado» significa literalmente «tener un viaje próspero y exitoso». En Romanos 1: 10  donde Pablo ruega a Dios por un «próspero viaje», la misma palabra es usada. La Escritura revela que Dios contestó la oración de Pablo. Su viaje a Roma se describe en Hechos 27 y 28.

Sin embargo, se notará en la descripción de ese «próspero viaje», que Pablo no viajó en primera lase. Viajó prisionero y encadenado. Atravesó una tremenda tormenta y el barco y los que iban con él estuvieron en peligro de perecer. Pero Dios intervino y sobrevivieron la tormenta y nadie de los que iban con él se perdió. Llegaron a una isla y tuvieron lo que podríamos llamar «un avivamiento». Cuando ellos partieron de la isla, sus habitantes los cargaron con todo lo que necesitaban para el resto de la jornada. De manera que Pablo tuvo un viaje próspero, pero no exactamente cómodo y de primera clase.

Cuando usamos las palabras «prosperar» y «abundar», no estamos hablando necesariamente de personas a quienes el mundo clasificaría como muy acaudaladas o muy ricas.

Vemos pues que las palabras «rico y riquezas», «caudal y acaudalado» son básicamente sinónimas, pero muy diferentes a «prosperar, próspero y prosperidad «, que se relacionan más con algo que se hace exitosamente. Tomando este sentido, lo opuesto a la prosperidad es el fracaso. Abundar, abundante y abundancia significan que se está viviendo sin necesidades o frustraciones aunque no sea mucho lo que sobre ni se tenga cuenta en el banco. Con respecto al período de su ministerio en la tierra, Jesús nunca tuvo una gran cuenta bancaria – aunque El y sus discípulos tenían una bolsa en la que depositaban sus ofrendas – pero sí usaba la «tarjeta de crédito» de su Padre para todas sus necesidades.

Lo opuesto a los cuatro conceptos positivos que hemos citado son muy obvios. Las palabras negativas son: pobre y pobreza; insuficiencia; necesidad; carencia; faltar y fracaso. Debemos mantener en mente estos dos grupos de conceptos – el positivo y el negativo – en este estudio de principios que gobiernan el trato de Dios en esta área.

Cinco principios de provisión  

El primer principio es el siguiente: la provisión de Dios está en sus promesas. 2 Pedro 1: 2 al 4 dice:

Gracia y paz os sean multiplicadas, en el concimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor.

Note que la vida del cristiano no es estática – mantener lo que se tiene. Es más que sólo sumar. Es multiplicación y viene por medio del «conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor». Todo lo que lleguemos a necesitar siempre viene de Dios por medio de Jesús. No hay otra fuente ni otro canal.

Ya que su poder divino nos ha concedido todo lo que concierne a la vida y a la piedad … Note el tiempo del verbo que Pedro usa. Muchas veces oramos sin comprensión. Pedimos a Dios que nos dé algo que ya El nos ha dado. Muchas veces Dios no contesta esas oraciones porque no desea dar crédito a nuestra comprensión. De manera que tenemos que ajustar nuestra manera de pensar y hacer una oración que Dios pueda contestar. Darle gracias a Dios es a menudo más apropiado que pedirle.

Note de nuevo, que todo radica en el conocimiento de Jesucristo. El versículo continúa diciendo » … mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia». Este conocimiento va más allá de un asentimiento intelectual de Jesús; la palabra significa darle un reconocimiento efectivo en nuestras vidas.

Mediante el cual nos ha dado sus preciosas y maravillosas promesas …

He aquí la clave. Dios ha dado ya todo lo que hemos de necesitar. La provisión de Dios está en sus promesas, esta es la verdad vital que tenemos que captar: la provisión está en las promesas.

Ahora venimos a otra declaración sorprendente:

» … a fin de que por ellas (las promesas) lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina.

Significa que recibimos la naturaleza de Dios. Nos convertimos en seres divinos. Podríamos pensar que esta declaración es muy peligrosa y en realidad lo es. Sin embargo las Escrituras la respaldan.

Cuando Jesús fue retado por decir que era el Hijo de Dios, él citó uno de los Salmos diciendo: «Si a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, les llamó dioses ( y la Escritura no se puede violar) … » (Juan 10:35). La cita es del Salmo 82:6 que dice: «Vosotros sois dioses».

Podríamos encontrar esto muy difícil de recibir, pero Dios es quien hace este comentario. ¿De qué manera se pueden convertir los hombres en dioses? ¿Sobre qué base? Cuando la palabra de Dios viene a ellos. El mismo principio se aplica a nosotros. Cuando la palabra de Dios viene a nosotros nos hace partícipes de la naturaleza divina.

Me doy cuenta que esta declaración puede ser mal interpretada. Sin embargo, sé que la manera en que la he presentado refleja un análisis correcto de lo que la Escritura enseña.

La parte final de esta revelación es …

. . . habiendo huído de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia. Esta es una consecuencia lógica de lo que hmos dicho antes. Somos liberados de la corrupción que está en este mundo, en proporción a la naturaleza divina de la que hemos llegado a ser partícipes, porque estas dos cosas son incompatibles. La naturaleza divina es incorruptible. Todo lo que está en el mundo es corruptible. Lógicamente y por lo tanto, somos liberados de la corrupción de este mundo en la manera en que llegamos a ser partícipes de la naturaleza de Dios.

Ahora quisiera concretar en mis propias palabras la esencia de lo que Pedro nos ha dicho en los versículos 3 y 4:

  1. El poder divino de Dios ya nos ha dado todas las cosas que vamos a necesitar en el tiempo y la eternidad.
  2. Todo está contenido en el conocimiento y reconocimien to correcto de Jesús.
  3. La provisión de Dios está en sus promesas.
  4. Cuando nos apropiamos de las promesas, llegamos a ser partícipes de la naturaleza de Dios.
  5. La naturaleza de Dios es la que nos libra de la corrupción de este mundo. Sugiero que lea estos cinco puntos una y otra vez. Tome tiempo para meditar sobre ellos. Esta revelación no puede absorberse en unos pocos minutos. Requiere la exposición de toda su mente y su ser a esta verdad hasta que se convierta en parte de usted mismo.

El primer principio es entonces: la provisión de Dios está en sus promesas.

El segundo principio es: las promesas son nuestra herencia. Las promesas son el punto adonde Dios nos quiere llevar. Hay un paralelo muy sencillo entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. En el Antiguo Testamento, bajo la dirección de un líder llamado Josué, Dios llevó a su pueblo a la tierra prometida. En el Nuevo Testamento, bajo la dirección de un líder llamado Jesús (correspondiente a la palabra hebrea Josué), Dios lleva a su pueblo a una tierra de promesas. En el antiguo pacto es una tierra prometida; en el nuevo pacto es una tierra de promsas.

Examinemos por un momento el primer capítulo de Josué y veamos las condiciones básicas que Dios le dió. «Mi siervo Moisés ha muerto» (vs. 2).

Es muy significativo que antes de poder entrar en algo nuevo, siempre hay que morir a lo viejo. La vida espiritual en cierto sentido, es como las estaciones del año. Hay un ciclo continuo de estaciones. Tenemos el verano con su abundancia; luego el otoño, tiempo de sequedad; el invierno; tiempo de muerte; y la primavera, tiempo de renovación y resurrección. Este es un principio que encontramos en nuestras vidas. Dios bendice solamente aquello que ha muerto y ha sido resucitado. La transición de Moisés a Josué representa una recurrencia en la vida de todo creyente.

Mi siervo Moisés ha muerto; ahora pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo …

El espíritu Santo enfatizó la palabra todo. Dios no iba a dejar a ninguno del pueblo atrás. Nosotros hubiéramos quedado satisfechos con el 90 %. Pero Dios dijo: «Todo este pueblo ha de pasar». Sinceramente creo que así es como Dios ve nuestra situación hoy en día con respecto a sus promesas. Todos tendrán que pasar.

. . . la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Note el tiempo presente del verbo doy. Entonces continúa el versículo 3:

Yo os he entregado como la había dicho a Moisés todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.

Note ahora que el tiempo es pasado. De aquí en adelante la tierra pertenecía legamente al pueblo de Israel. Ahora tendremos que hacer una distinción entre el aspecto legal y la experiencia de la situación.

Muchas veces cuando hablamos de ser bautizados en el Espíritu Santo o de recibir una provisión más abundante de Dios, ciertos creyentes responden de esta manera: «Lo recibí todo cuando fuí salvo. No hay nada más que recibir». Una forma de responder a esta pregunta es haciendo otra: «Si lo tienes todo, ¿adónde está?»

No obstante, en cierto sentido están en lo correcto. Legalmente, cuando alguien recibe a Cristo, se convierte en un heredero de Dios y coherdero con Jesucristo. A partir de ese momento, toda la herencia es legalmente suya. Pero existe una gran diferencia entre el aspecto legal y la experiencia. Es posible poseer mucho legalmente, pero disfrutar muy poco de ello en la experiencia. He ilustrado esto muchas veces con la siguiente parábola: Si Josué y el pueblo de Israel hubiesen sido como muchos fundamentalistas, se hubieran alineado al Este del río Jordan viendo la otra rivera y se hubieran cruzado de brazos y dicho: «Lo poseemos todo». Eso hubiera sido correcto en el aspecto legal, pero incorrecto en cuanto a la experiencia. Si hubiesen sido como algunos pentecostales, hubiesen cruzado el río Jordan – que podría compararse con el bautismo en el Espíntu Santo -se hubiesen alineado en la rivera occidental, cruzados los brazos y dicho: «Lo poseemos todo». En la realidad hubiesen estado un paso más cerca, pero todavía muy lejos de su herencia verdadera.

Lo interesante con respecto al pueblo de Israel al entrar en la tierra prometida es que Dios los llevó por medio de un milagro y les dió su primera victoria sobre Jericó por un milagro, pero de allí en adelante, tuvieron que pelear por cada palmo de tierra que llegaron a poseer. ¡De modo que no espere recibir su herencia sin conflicto!

‘La manera en que obtuvieron su herencia fue: «Yo os he entregado … todo lugar que pisare la planta de vuestro pie». Así es con nosotros también. Legalmente todo es nuestro en este momento. En la experiencia, sin embargo, tenemos que entrar y hacer nuestro reclamo de lo que Dios nos ha dado. Tenemos que plantar nuestro pie sobre cada promesa que encontramos y declarar lo siguiente: «Dios me ha prometido esto y ahora lo reclamo» .

El tercer principio es: las promesas son la expresión de la voluntad de Dios.

Dios nunca ha prometido algo que no sea su voluntad. Es muy importante que comprendamos esto. Supongamos que yo tengo un hijo y le digo: 

«Si limpias y ordenas la cochera y haces un buen trabajo te daré un dólar». Mi hijo va la limpia y la ordena y hace un buen trabajo, regresa donde estoy y me dice: «Papá, quiero mi dólar». ¿Qué pensaría de mí si yo le dijera: «Nunca quise darte este dólar. No era mi voluntad»? Me consideraría un fracaso de padre, una persona en quien no se puede confiar ni depender.

De igual manera sucede con las promesas de Dios. Si descubrimos una promesa que llena nuestra necesidad y obedientemente cumplimos con las condiciones que Dios ha estipulado y luego venimos a El por lo que ha prometido, jamás nos dirá: «Es cierto que te prometí eso, pero realmente nunca quise dártelo, no es mi voluntad». Si este comportamiento no se ajusta a un padre terrenal; sería totalmente inconsistente con la naturaleza de Dios quien es nuestro padre celestial. La verdad es que Jesús mismo nos ha asegurado esto: «Si vosotros, pues, siendo malos, sabéis como dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?» (Lucas 11: 13). Vemos pues, que las promesas de Dios son la expresión de su voluntad.

Cuando conocemos la voluntad de Dios, podemos orar con confianza. Veamos 1 Juan 5: 14-15.

Y esta es la confianza que tenemos delante de El (Dios).

La palabra en griego, traducida aquí «confianza» significa literalmente «libertad de palabra». Esta es una palabra muy importante en el trasfondo político del pueblo griego. Una de las cosas por las que luchaban en la democracia era la libertad de palabra, que es, por supuesto, muy conocida en la democracia americana. De manera que este versículo podría leerse de la siguiente forma:

«Esta libertad de palabra que tenemos en Dios». La implicación es que la confianza tiene que ser expresada en lo que decimos. No es suficiente «creerlo en el corazón» solamente; tenemos que «confesar con la boca» (Romanos 10: 10).

Y esta es la confianza que tenemos delante de El, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, El nos oye.Y si sabemos que El nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho.

Para que haya éxito en la oración tenemos que conocer la voluntad de Dios.

Una vez que sepamos que estamos pidiendo algo de acuerdo a la voluntad de Dios, sabemos que lo tenemos. No que «lo iremos a tener», si no que «ya lo tenemos». En Marcos 11 :24 Jesús dice: «Por eso os digo que todas las cosas por las que oráis y pedís, creed que ya las habéis recibido … » (esta es la traducción literal correcta). ¿Cuando es que la recibimos? «Todas las cosas por las que oráis . . . se os concederán». Se reciben en el presente. El desarrollo actual de lo que hemos recibido; el «se os concederán» – es a menudo en el futuro. Pero si no las recibimos ahora, no las tendremos entonces.

La enseñanza de Marcos 11: 24 concuerda exactamente con la de 1 Juan 5: 14-15. En cada uno de los casos, la lección es: Debemos de recibir, por fe, el mismo instante en que oramos. De allí en adelante tenemos que expresar nuestra confianza de que ya hemos recibido – aún antes de la manifestación actual de recibir la cosa en nuestra experiencia.

Una de las tácticas favoritas del diablo es hacernos poner en algún momento del futuro las cosas que debiéramos de apropiarnos ahora. En mi libro Faith to Live By, he ilustrado esto con una historia que siempre recuerdo vívidamente. Cuando yo era un joven de unos 20 años y estudiaba filosofía griega en la universidad de Cambridge, se me concedió un préstamo para visitar Grecia y estudiar las diferentes antigüedades en su localidad. Viajé con un amigo mío que era el hijo del vicerector de la universidad de Cambridge. Nos alojamos en un hotel en Atenas y salíamos casi a la misma hora todas las mañanas para visitar los alrededores.

Todos los días que salíamos del hotel, nos encontrábamos con un grupo de limpiabotas en la acera esperándonos para lustrarnos los zapatos. Si uno nunca ha estado en los países del Medio Oriente o del Mediterráneo, encontrará difícil imaginarse la escena. Pero en esos países, los limpiabotas tienen una gran determinación. Ellos van a lustrarle sus zapatos aunque usted no lo quiera. Todas las mañanas se nos acercaban y nos decían: «¿Le limpio sus zapatos?» Todas las mañanas decíamos en griego: «¡No!» «¡Ochi!» en griego; «no» se dice «ochi» y se tira la cabeza hacia atrás al mismo tiempo. El movimiento de la cabeza da fuerza al significado de la palabra. Pero de todas maneras los limpiabotas nos lustraban los zapatos todas las mañanas.

Puesto que este método no estaba funcionando, una mañana mi amigo decidió intentar una táctica diferente. Cuando salimos del hotel y los limpiabotas se acercaron preguntando: «¿Limpio sus zapatos?» Mi amigo replicó en griego: «Avrio». Esto tomó a los limpiabotas de sorpresa. Se detuvieron por un momento y nos miraron con incertidumbre. Aprovechando su titubeo momentáneo nos escrurrimos sin que nos limpiaron los zapatos. ¿Sabe lo que significa «avrio»? Significa «mañana».

Muchas veces cuando estamos en camino para apropiarnos de las bendiciones de Dios el diablo recurre a la misma táctica. El no dice «No». Pero dice «mañana». El resultado es que usted titubea por un momento y no se apropia de la bendición por la que está orando. ¿Cuándo dicen las Escrituras que es el tiempo propicio? ¡Ahora! La Escritura no dice ni siquiera hoy; lo que dice es «ahora es el tiempo propicio, he aquí, ahora es el día de la salvación» (2 Corintios 6:2). Dios vive en un eterno ahora. Cuando encontramos a Dios nunca es ayer y mañana. Su nombre no es «yo fuí,»ni «yo seré». El es siempre «YO SOY». (Éxod03:l4).

Esto nos lleva naturalmente al cuarto principio: todas las promesas de Dios están disponibles para nosotros ahora por medio de Cristo.

Veamos 2 Corintios 1:20 como base para este principio. Este es un versículo clave cuando tratamos con los «dispensacionalistas» es decir, los que dispensan casi todas las bendiciones y provisiones de Dios ya sea al pasado («La era Apostólica») o al futuro («El Milenio»). Hay varias traducciones de este versículo, pero la versión de 1960 lo dice con toda la claridad y el énfasis posible.

Porque todas las promesas de Dios son en El sí, y en El Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.

Si se necesitara otra traducción yo sugenna: «Dios dió todas las promesas para que sean sí y las cumplió para que fuesen amén en Jesús».

Cualquiera que sea la traducción que prefiramas hay ciertas palabras claves que no cambian.

Primeramente, todas las promesas. No algunas, si no todas.

Segundo, son. No «fueron», ni «serán».

Tercero, en El. Hay un sólo canal por medio del cuál Dios nos ofrece sus promesas. Ese único y todo suficiente canal es Jesús.

Cuarto, para la gloria de Dios. Todas las promesas que nos apropiamos dentro de la voluntad de Dios, le glorifican. Dios ha arreglado sus promesas de tal manera que cuando las apropiamos El es glorificado.

Romanos 3 :23 dice: «Por cuanto todos pecaron y no alcanzaron la gloria de Dios». Hay varias formas de traducir eso, pero en esencia entiendo que esto significa que por nuestro pecado hemos robado a Dios de su gloria. ¿Cómo vamos entonces, a reponerle a Dios la gloria que El se merece? Romanos 4 dice acerca de Abraham que él «se fortaleció en fe, dando gloria a Dios . . . plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo» (vs. 20-21). De manera que regresamos a Dios la gloria que nuestro pecado le robó cuando creemos sus promesas. Cuanto más reclamamos las promesas de Dios, más le glorificamos. Y todas sus promesas están disponibles ahora para nosotros a través de Cristo.

Finalmente me gustan las dos palabritas que vienen de último en  Corintios 1: 20 – «por medio nuestro». No dice «por medio de los apóstoles»; o «por medio de la iglesia primitiva»; o «por medio de cristianos en especial, tales como evangelistas o misioneros». Lo que dice es «por medio nuestro» y eso significa usted y yo. Todas las promesas de Dios están disponibles ahora para usted y para mí por medio de la fe en Cristo.

Por supuesto que no necesita todas las promesas de Dios ahora mismo. La verdad es que no se pueden reclamar todas las promesas de Dios en un sólo momento. Pero cualquiera que sea la promesa que necesite para calzar su situación está disponible para usted ahora mismo. Yo lopondría de esta manera: Toda promesa que calce en nuestra situación y llene nuestra necesidad es para nosotros ahora.

Ese es el cuarto principio: todas las promesas de Dios están disponibles ahora para nosotros.

El quinto principio es el siguiente: el cumplimiento de las promesas de Dios no depende de nuestras circunstancias, si no en llenar las condiciones de Dios.

Esto es muy importante, porque cuando Dios da una promesa, no se limita a un grupo de circunstancias en particular. No tiene que ser fácil para Dios hacer lo que ha prometido. Uno de los errores más comunes que cometemos cuando nos confrontamos con una promesa de Dios es el decir: «Sí, veo que eso es lo que Dios dice, pero en esta situación en particular sería pedir demasiado», y nuestra fe titubea. La verdad es que las promesas de Dios no dependen de las circunstancias en que nos encontremos. Las circunstancias no tienen que ver en nada. Usted puede tener cien años y su esposa noventa, pero si Dios dice que va tener un hijo, lo tendrá.

No depende de nada alrededor suyo o en usted. Nada físico, nada temporal, nada que tenga que ver con el mundo del espacio y del tiempo; nada puede cambiar las promesas eternas de Dios. Esa es la lección. Por eso es que Dios ha menudo permite que los hombres de fe se metan en situaciones totalmente imposibles. El ha querido aclarar completamente que en ningún caso las promesas suyas dependen de las circunstancias favorables. La verdad es que El permite que las circunstancias se vuelvan tan desfavorables como sea posible.

La fe verdadera rehusa ser influenciada por las circunstancias. Por ejemplo, cuando Elías quería que el fuego descendiera del cielo y consumiera el sacrificio de su altar, derramó agua sobre el sacrificio tres veces hasta que ésta corrió y llenó la zanja. Entonces dijo «Ahora veamos lo que Dios puede hacer». Y cuando el fuego descendió, consumió el agua, el polvo, la madera y el sacrificio. El fuego de Dios no tiene más problemas con una zanja llena de agua que con madera seca. Mojado o seco, difícil o fácil, posible o imposible, a Dios no le importa.

Tal vez el ejemplo más extraordinario de este hecho es la provisión de Dios por el pueblo de Irael en el desierto. Durante cuarenta años los almentó, los vistió, proveyó todas sus necesidades y guió algo así como tres millones de personas – hombres, mujeres, viejos, niños, ganado, todo – en un desierto totalmente árido donde no había agua, ni alimento – en realidad no había nada, excepto arena y sol. Dios parece haber dicho: «Háganlo difícil y déjenme mostrarles lo que puedo hacer». La verdad es que El fue quien lo hizo dif’ícil. El fue quien arregló la situación. Es de suma importancia entender que no debemos de permitir que el enfoque se mueva de la promesa a la situación. Cada vez que hacemos esto, como Pedro cuando caminó en el agua, comenzaremos a hundirnos.

Este es el quinto principio: las circunstancias no afectan el cumplimiento de las promesas de Dios.

Para concluir este artículo repasemos y fijemos en nuestra mente estos cinco principios.

  • La provisión de Dios está en sus promesas.
  • Las promesas son nuestra herencia.

3- Las promesas de Dios son la expresión de su voluntad.

4- Todas las promesas de Dios están disponibles ahora para nosotros por medio de Cristo.

5- El cumplimiento de las promesas de Dios no depende de nuestra circunstancias, si no en cumplir con las condiciones de Dios.

Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol 3-Nº 2- Agosto 1979