Por Derek Prince

¿Qué cree usted que pasaría si pudiera conven­cer a la gente que la economía de su país está por derrumbarse e hiciera que todos hablaran de ello? ¡La economía se vendría abajo! La sencilla razón es que nuestra economía tiene un fundamento esencial: la confianza. Lo mismo es cierto en todo sistema semejante, sea económico, político o espi­ritual: el desastre es seguro cuando se pierde la confianza.

En este artículo voy a examinar tres temas rela­cionados con la confianza: confianza hacia Dios, confianza hacia nuestros hermanos creyentes y la advertencia contra perder nuestra confianza.

Confianza en Dios

Examinemos la confianza hacia Dios con varios ejemplos del Antiguo y Nuevo Testamentos. Si se acerca a estas escrituras con fe, su corazón se lle­nará de confianza divina. Hay una nota tremenda de confianza y de victoria que suena en los versí­culos iniciales del Salmo 27:

Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?

Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron.

Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levan­te guerra, yo estaré confiado (1-3).

El secreto de la victoria de David a través de su vida estaba en su tremenda confianza en Dios. No importaba qué sucedía, si venían sus enemigos pa­ra devorarlo, o se levantaban  

En Proverbios 3:23-26 encontramos otro her­moso cuadro de confianza:

Entonces andarás por tu camino confiada­mente, y tu pie no tropezará.

Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato.

No tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando viniere.

Porque Jehová será tu confianza, y él pre­servará tu pie de quedar preso.

La Biblia enseña en forma consistente que el pueblo de Dios no necesita temer. Por eso es que tengo mis reservas cuando oiga enseñanzas y pro­fecías que imparten temor al pueblo de Dios. Dios dice: «No te inquietes cuando venga la ruina de los impíos,» porque si no eres impío no vendrá contra ti. El versículo 26 dice con precisión dónde está la confianza: «Jehová será tu confianza.» El guardará tu pie del lazo del enemigo. El Señor nunca cambia. El siempre tiene el control de las cosas. El nunca se confunde, ni nunca tiene situa­ciones inesperadas o de emergencia. El Señor siem­pre tiene la respuesta.

Proverbios 14: 26 dice: «En el temor de Jehová está la fuerte confianza; y esperanza tendrán sus hijos.» No hay necesidad de preocuparse si nues­tra actitud es correcta hacia Dios. El es nuestro refugio y protección.

La última cita del Antiguo Testamento que mencionaré es Isaías 30: 15-16:

Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortale­za. y no quisisteis,

sino que dijisteis: No, antes huiremos en ca­ballos; por tanto, vosotros huiréis. Sobre cor­celes veloces cabalgaremos; por tanto, serán veloces vuestros perseguidores.

Dios llama a su pueblo para que regrese, encuen­tre descanso y ejercite confianza en él. Los que re­chacen el llamado de Dios al reposo, la quietud y la confianza, se encontrarán pronto agobiados por sus problemas y sin poder escapar. Esto es eviden­te en la historia de Israel. Cuando el pueblo de Dios era obediente, derrotaba a sus enemigos y vi­vía en paz; cuando dependieron de su propia fuer­za, fueron derrotados y finalmente esparcidos entre las naciones.

La palabra griega traducida en el Nuevo Testa­mento como «confianza» tiene un significado muy fuerte. Se relaciona específicamente con la con­fianza para hablar. En el griego secular denotaba «libertad de palabra», o el derecho de decir abier­tamente y sin impedimento lo que se piensa; casi el equivalente a la libertad de expresión que ga­rantizan las constituciones de los países libres. Es una palabra fuerte que implica que no tiene que callar lo que cree; lo puede decir. Tiene un derecho absoluto de decirlo y nadie lo puede silenciar. Es una palabra que expresa una libertad en los «de­rechos humanos.»

La primera cita del Nuevo Testamento que exa­minaremos tiene que ver con la confianza hacia Dios que debemos tener en la oración:

Amados, si nuestro corazón no nos conde­na, confianza tenemos delante de Dios;

Y todo lo que pedimos lo recibimos de El, porque guardamos sus mandamientos y hace­mos las cosas que son agradables delante de El. (1 Juan 3:21-22).

Una de las condiciones básicas para recibir res­puesta a la oración es la confianza. Cuando haga oración no venga a Dios con vacilaciones o discul­pas. Hágalo con plena confianza. Juan dice: «Si nuestro corazón nos condena, nuestra vida de ora­ción está en dificultades.»

En el capítulo 5 de esta epístola, Juan se refie­re de nuevo a la confianza en la oración.

Y esta es la confianza que tenemos delante de El, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, El nos oye.

Y si sabemos que El nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho (14-15).

Note que se repite el requisito básico para reci­bir respuesta a la oración: la confianza. No deje que el diablo le robe su confianza.

Ejerza sus derechos en la oración y la libertad de pedir porque Jesús los compró para usted. Está escrito en su constitución.

Otro de los ataques del enemigo contra los cristianos es la condenación. Charles Simpson estaba ministrando en cierto país y predicó un mensaje contra la condenación; cuando hizo la invitación para que los que tuvieran ese problema pasaran adelante para orar por ellos, más de 600 personas respondieron. Ese país había sido tan «evangeliza­do» que la gente había entrado bajo la condenación de los misioneros, y ahora Dios los estaba liberan­do de su pesada carga.

Romanos 8 nos muestra una vida de libertad, sin estorbos y sin la sombra de la condenación. Este requisito esencial se declara en el primer versículo del capítulo: «Por consiguiente, ya no hay conde­nación para los que están en Cristo Jesús, (los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu).» La condenación es la gran barrera que se interpone entre nosotros y la libertad, la alegría y el poder del Espíritu Santo. Sin embargo, una actitud correcta de confianza nos capacitará para vencer este obstáculo.

Confianza en otros creyentes

El segundo aspecto que discutiremos es la con­fianza en otros creyentes. Probablemente todos confesaremos que es más difícil que tener confian­za en Dios.

Es interesante notar que las palabras que se usan en el griego para señalar confianza en Dios o en los hombres son diferentes. Por razones obvias, Dios no espera que tengamos la misma confianza en los creyentes hermanos que en él. La expresión «contar con» se ajusta mejor al significado del ori­ginal griego para describir la actitud que debemos tener hacia otros cristianos.

Pablo tenía que tratar con el mismo tipo de personas que tenemos hoy. El tuvo que enfrentar­se con mucha gente difícil. Los corintios se embo­rrachaban en la mesa del Señor; abusaban de los dones del Espíritu; un hombre vivía con la esposa de su padre; no sabían manejar su dinero. Verda­deramente, tenían muchos problemas.

Sin embargo, note lo que Pablo describe en 2 Corintios después de reprenderlos en su carta an­terior. «Y esto es precisamente lo que os escribí, para no tener, al llegar, tristeza de parte de los que deberían alegrarme, confiando en todos voso­tros, que mi gozo sería el mismo de todos voso­tros» (2:3). Esta declaración es sorprendente si se consideran los problemas que tenía esta gente. Pa­blo dice que confía en ellos. Para mí eso indica que Pablo era un gigante de la fe.

La capacidad de tener confianza en la gente es una marca de madurez espiritual. También creo que cuando pongo mi confianza en las personas, eso hace algo en ellos. Cuando un padre confía en su hijo, lo edifica; si duda de él y lo critica, lo re­baja y le imparte inseguridad.

Los padres que siempre critican y nunca alaban a sus hijos podrán pensar que son muy listos. Pero señalar las faltas de los demás no es una prueba de que somos listos, porque estas son generalmente muy obvias. Tener confianza en la gente es mucho más difícil que dudar de ella o criticarla; se requiere el poder del Espíritu Santo.

Examinemos otros pasajes que hablan de confiar en nuestros hermanos creyentes.

Tengo confianza en vosotros en el Señor de que no optaréis por otro punto de vista; pero el que os perturba llevará su castigo, quienquie­ra que sea (Gál. 5:10).

Estoy seguro precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros una buena obra, la perfeccionará para el día de Cristo Jesús (Fil. 1:16).

¿Puede usted creer eso de todos en su iglesia? ¿Cree realmente que el Señor terminará lo que co­menzó en cada una de sus vidas? Si lo cree, enton­ces se sentirá diferente con respecto a las personas de su grupo. Todavía estará consciente de sus pro­blemas, pero las verá en una luz distinta.

Estoy convencido que el Señor nunca ha empe­zado algo que no haya podido terminar. Lo aplico en mi propio caso. Cuando el Señor me recibió, asumió muchos problemas. Sin embargo, lo hizo confiando que los podía resolver. Cuando estaba recién convertido, habiendo sido profesor univer­sitario, erudito, filósofo, etc., pensaba que el Se­ñor había sido muy afortunado en conseguirme. Pero muy pronto me di cuenta que no era así; que, al aceptarme, el Señor había adquirido muchos problemas que requerían de su infinita paciencia y sabiduría. Doy gracias a Dios que ahora compar­to su confianza pues él terminará lo que ha co­menzado; ¡aún en mí!

Pablo hace otra sorprendente afirmación en 2 Tesalonicenses 3: 3-4. «Pero fiel es el Señor quien os. fortalecerá y protegerá del malo, y te­nemos confianza en el Señor respecto de vosotros, de que estáis haciendo, y continuaréis haciendo, lo que ordenamos.» ¿Cuántos pastores se atreve­rían a decir eso de sus ovejas? Si usted creyese eso de su congregación, ¿sabe lo que haría por ellos? Los motivaría y los fortalecería en el Señor. Pero si todo lo que ve son sus problemas, pronto se de­salentarán y sentirán condenación.

La confianza libera a las personas. Jim Moore dijo en cierta ocasión: «Cuando un hombre tiene un altercado con su esposa, el arma más poderosa que puede usar es hacerla entrar bajo condena­ción.» Pero cuando lo hace se echa encima un problema que tendrá que resolver después. Cuan­do la estimula con su confianza, ella se levanta a un lugar de paz y seguridad.

Advertencias

Para concluir veamos algunas advertencias con­tra la pérdida de nuestra confianza. Todas están en el libro de Hebreos, porque su mayor problema era que habían regresado al religiosismo, los ritua­les y las reglas, y en todo esto no hay suficiente fundamento para la confianza.

Hay cinco advertencias en esta epístola; todas dirigidas a los creyentes. Examinaremos tres de ellas, que están entre las mas fuertes del Nuevo Testamento. En esencia el escritor está diciendo:

«No pierdan su confianza; no se hagan tan religio­sos que no puedan disfrutar del Señor; no se pon­gan tan serios que su religión les quite su alegría.» Porque se puede estar tan preocupado en hacer lo que se debe que se pierda el gozo de hacerlo.

La espontaneidad es uno de los valores más grandes de la vida espiritual. No podemos damos el lujo de perderla. Cuando examino mi vida des­cubro que la mayoría de mis grandes decisiones llegaron por accidente. Eso no me hace aparentar mucha espiritualidad, pero es cierto. Por ejemplo, mi llegada a los Estados Unidos en 1963, que ha sido uno de los puntos más significativos de mi vida, sucedió por accidente.

Todo lo que hagamos en cuanto a planes y arre­glos no es suficiente; no cumplirá la tarea. Los planes que se hacen estrictamente a un nivel de habilidad humana produce Ismaeles. Ismael era lo mejor que Abraham podía alcanzar sin la gracia y el poder sobrenaturales de Dios, y no era lo sufi­cientemente bueno.

Una de las pruebas a que someto las cosas para saber si son de Dios, es ver si nacieron sobrenatu­ralmente. Si fueron sólo el resultado de mis planes y arreglos, cuestiono si provinieron de Dios. Creo que tenemos que ser prácticos y desarrollar las co­sas, pero su origen tiene que ser sobrenatural. Esa es la diferencia entre Ismael e Isaac. Uno fue originado naturalmente y el otro sobrenaturalmente. Isaac estaba muy por encima de la capacidad y pensamiento de Abraham, como el cielo está so­bre la tierra.

El Señor dice en Isaías 55: 8-9: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Co­mo son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamien­tos.» Nosotros planeamos a un nivel terrenal; Dios inicia en su nivel celestial. Eso no significa que no se desarrollará en la tierra, pero tenemos que aseguramos que se origina en el ambiente ce­lestial.

Las cosas que son resultado de planes humanos no sobrevivirán a las presiones a que seremos so­metidos. Mi matrimonio con mi primera esposa, Lydia, fue iniciado sobrenaturalmente. Dios me mostró con quién debía casarme. Después pasamos por presiones a las que no hubiésemos podido so­brevivir si nuestro matrimonio hubiese sido el re­sultado de los planes humanos. Lo mismo sucedió con mi actual esposa, Ruth. Después que Lydia murió, Dios nos reveló a cada uno su voluntad en una forma sobrenatural y por separado.

El matrimonio en sí fue iniciado sobrenatural­mente. No comenzó en un nivel humano. Dios fue quien lo ideó; no el hombre. Por eso es un sacra­mento tan solemne.

Hay tres pasajes específicos en Hebreos que contienen ciertas condiciones basadas en la con­fianza. El primero está en el capítulo 3 y el versí­culo 6:

Pero Cristo fue fiel como Hijo sobre la casa de Dios, cuya casa somos nosotros si retene­mos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza.

Ya hemos dicho que la «confianza» se expresa con la «libertad de palabra.» Dios quiere también que nos gloriemos en él. Esa es la condición de la verdadera Iglesia: que mantengamos firme nuestra confianza y que nos gloriemos en Dios hasta el fi­nal.

Segundo, Hebreos 3: 14: Porque hemos llegado a ser partícipes de Cristo, si retenemos el principió de nuestra se­guridad (confianza) firme hasta el fin.

Esto demuestra que nuestra salvación está con­dicionada en no perder nuestra confianza. En la terminología teológica tradicional esto se conoce como «la perseverancia de los santos.» Los que no perseveran no califican como santos.

Finalmente, en Hebreos 10:35-36 encontramos una referencia del mundo militar.

Por tanto, no desechéis vuestra confianza, que tiene grande recompensa.

Porque tenéis necesidad de paciencia, para que cuando hayáis hecho la voluntad de Dios, podáis recibir la promesa.

Una de las piezas principales en la armadura de un soldado era su escudo. En la literatura griega, una de las desgracias más grandes que le podía ocurrir a un soldado era tirar su escudo y salir hu­yendo del campo de batalla. Cuando el escritor di­ce «no desechéis», creo que está pensando en la desgracia de desechar el escudo. Podíamos decirlo de esta manera: «No desechéis vuestra confianza que es vuestro escudo, porque hay una gran re­compensa que espera.» Debemos sostener con fir­meza nuestro escudo y resolver no soltarlo a cualquier costo.

Vemos en el futuro, retos y temores. La paz es­tá siendo amenazada en todas partes del mundo y el caos y la inseguridad son la orden del día. Pero mas allá de esto, nosotros los cristianos tenemos a un Rey que tiene un plan y una respuesta para nuestra situación en particular. Es él quien ha dicho que será nuestro refugio en tiempos de tem­pestad. El reino que él gobierna es inconmovible y el fundamento sobre el que edificamos no puede ser sacudido. Por lo tanto, podemos apropiarnos de cada una de las promesas que tenemos en Pro­verbios 3: 23-26 si hacemos del Señor nuestra con­fianza:

Andaré en mi camino confiadamente. No tendré temor cuando me acueste.

No tendré temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos.

Porque Jehová es mi confianza.

Derek Prince es graduado en Griego y Latín de las universidades británicas de Eton y King’s Callege, Cambridge. Ha servido como ministro, educador y misionero en Europa, Asia, África, Australia y Norteamérica. Derek y su esposa Ruth pasan gran parte del año viviendo y ministrando en Israel.

Reproducido de la Revista Vino Nuevo vol. 5-nº 2 -agoto 1983