mujer

Autor Don Basham

Percepción interior de uno de los temas más controversiales en el Cuerpo de Cristo.

No hay cristiano alerta que pueda negar que actualmente Dios nos está presionando hacia relaciones más responsables, con Él y unos con otros. A medida que porciones bíblicas que nos hablan de autoridad, sumisión, orden en el hogar y colocación en el cuerpo de Cristo, reciben iluminación fresca por el Espíritu Santo, vamos descubriendo cuán lejos nos hemos desviado del patrón de las Escrituras.

Al igual que otros maestros de la Biblia, yo recibo un torrente constante de correspondencia de hombres y mujeres que buscan traer sus vidas en conformidad con estas escrituras. A menudo, no se encuentran respuestas fáciles a sus agudas preguntas, pero buscamos compartir toda la ayuda y discernimiento que podamos.

En este artículo deseamos dar particular atención al papel de la mujer en el ministerio. Aún antes de comenzar debemos reconocer que algunos cristianos – hasta denominaciones enteras – han descartado la enseñanza bíblica en esta área, con­ cluyendo que en asuntos concernientes a la mujer, la Biblia refleja una actitud de «machismo» inaceptable. Hay otros que descartarían los papeles vitalmente diferentes que la Biblia autoriza para los hombres y las mujeres, malversados en un solo fragmento de la Escritura: «No hay varón ni mujer en Cristo.» En este artículo no hacemos ninguna disculpa por el hecho de asirnos a la autoridad de las Escrituras.

DIOS LOS HIZO VARON y HEMBRA

Para entender la enseñanza neo­testamentaria del papel y ministerio de la mujer, primero debemos aceptar la sabiduría y el propósito de Dios al crear los sexos. «Varón y hembra los creó (Gen. 1:27). Esas distinciones sexuales tienen una influencia directa en el papel único que cada cristiano, hombre y mujer, ha de llenar.

Personalmente, siento que mucha de la controversia actual concerniente al ministerio de la mujer puede ser eliminada a través del crecimiento en el entendimiento tanto de los privilegios como de las responsabilidades inherentes en nuestras identidades sexuales. Las Escrituras nos revelan claramente que Dios ha dado a la mujer un lugar, a cubierto y le ha asignado una función protegida en su plan redentor. Este asignamiento va muy de acuerdo a la naturaleza gentil y confiada de la mujer y a su tarea básica como compañera y ayuda idónea al hombre. Pero para regocijarse en los propósitos de Dios, tanto el hombre como la mujer, deben llegar a darse cuenta que este papel de amparada, sumisa y protegida en ninguna manera significa un papel inferior.

Hay seguridad y bendición cuando una mujer encuentra su lugar y cumple su función. Rechazar ese lugar y rebelarse contra ese papel significa frustración, angustia y tragedia para ella. El gran énfasis que se hace hoy día en la sociedad y en la iglesia sobre la «igualdad de derechos para la mujer» a menudo minimiza o ignora el punto importante que deseamos hacer aquí. Si bien es cierto que hay causas legítimas para protestar contra una genuina discriminación sexual, mucho de este clamor de igualdad de derechos que se oye me recuerda un problema de mi propia niñez.

Nací como el menor de tres hijos.

Siendo el «bebe» de la familia, a menudo me mostraba malhumorado y me quejaba de mi condición «inferior». Me sentía frustrado porque mis hermanos mayores podían montar sus bicicletas en la calle, ir a pescar solos, quedarse levantados hasta tarde, nadar en la parte honda de la piscina y disfrutar de otras libertades que me eran negadas porque yo era «muy niño». Retrocediendo, veo cómo mi condición, en lugar de ser de privación era de protección y privilegios extra. Estaba excusado de deberes pesados, escudado de asperezas y problemas, escapaba a reprimendas fuertes y a menudo recibía mi amor y atención en virtud de mi lugar como hijo menor. Así crecí con los privilegios y las limitaciones de aquella condición dada por Dios.

Así como yo no podía alterar el hecho de ser el «bebé» de la familia, una mujer no puede alterar el hecho de haber nacido mujer; muy afortunada es la mujer que aprende a regocijarse en esta condición dada por Dios; que acepta las singulares responsabilidades y privilegios que ofrece.

El salmo a una mujer virtuosa en Proverbios 31: 1 0-31 revela el apreciado valor de una mujer ante Dios y el lugar privilegiado que ella ocupa bajo la protección de su marido. La Escritura también enfatiza la igualdad de hombres y mujeres en términos de su herencia espiritual – su salvación y toda la provisión divina que conlleva.

«No hay ni judío ni griego; no hay ni esclavo ni libre; no hay ni hombre ni mujer: porque todos sois uno en Cristo Jesús.

y si sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraharn, herederos según la promesa.» (C: 1.

3:28-29).

«Y vosotros. Maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestra esposa, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas» (1 Pedro 3:7).

Ambos, Pablo y Pedro nos dejan claro que en cuanto a su herencia en Cristo, hombres y mujeres son de igual valor. Pero igual valor no implica igual función. Como ya hemos dicho, el lugar de la mujer en el ministerio no está basado en su herencia en el Reino de Dios, sino en su función como mujer que es dada por Dios.

MINISTERIOS QUE LAS ESCRITURAS PERMITEN PARA MUJERES

A medida que examinamos en las Escrituras los ministerios que la mujer puede asumir con seguridad., vemos cómo estos se conforman al papel protegido y cubierto que Dios ha reservado para ellas.

  1. La mujer puede ministrar dones espirituales. Mujeres, incluyendo a María la madre de Jesús, estaban presentes entre los ciento veinte el día de Pentecostés y ellas recibieron el Espíritu Santo con la evidencia de hablar en lenguas al igual que los hombres. Por lo tanto, hombres y mujeres comenzaron a ministrar los dones del Espíritu Santo desde el momento en que fueron dispensados por primera vez sobre la iglesia (Hech. 1: 14; 2:4).

Luego en Hechos 21 :8. 9 leemos cómo Felipe, el evangelista, tenía cuatro hijas doncellas (que vivían en el hogar bajo la protección espiritual de su padre) que profetizaban. También Pablo. nos habla de mujeres que oran y profetizan, siempre y cuando lo hagan bajo la debida cubierta de autoridad (1 Cor 11 :5-10).

  1. La mujer puede ministrar en la compañía de su marido y sujeta a su autoridad. Aquila y Priscila es un ejemplo mencionado en la Biblia. El oficio de ellos era hacer tiendas en Corinto y Pablo vivió y ministró con ellos (Hech 18: 1-3. 18). Luego que Pablo los dejó en Efeso, ellos se encontraron a Apolo, un maestro cristiano y tuvieron oportunidad de «explicarle con mayor exactitud el camino de Dios» (Hech, 18:26).

Se desprende claramente de la Escritura que Priscila compartió en la tarea de instruir a Apolo en materia de doctrina cristiana. Pareceo por lo tanto, que una mujer que ministra bajo la autoridad y cubierta de su esposo y en su presencia, tiene privilegios ministeriales que de otra manera son prohibidos a las mujeres. En tales circunstancias ella es capaz de ministrar de lleno sin salirse del papel sumiso y protegido que Dios tiene para ella. Este equipo de marido y mujer se menciona varias veces en la Escritura y siempre juntos.

  1. Las ancianas pueden enseñar a las mujeres jóvenes ya los hijos. En la epístola a Tito, Pablo exhorta a Tito no sólo a enseñar a los hombres. sino también a las mujeres:

«Asimismo las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no chismosa, no esclavas del mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes que amen a su marido, a que amen a sus hijos: a ser razonables, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a su marido, para que la palabra de Dios no sea blasfemada» (Tito 2:3-5).

Nótese cómo la enseñanza de las ancianas a las mujeres más jóvenes se centra en el papel de madre y esposa.

Esta escritura, añadida a la exhortación a los niños de obedecer a sus padres en Efesios 6: l, indica que es apropiado que las mujeres enserñen a otras mujeres y niños, provisto que lo hagan bajo la autoridad espiritual de su marido o pastor.

  1. Las mujeres pueden ministrar a aquellos que ministran, proveyendo cuidado y hospitalidad para ellos. Pablo menciona varias mujeres que le ayudaron de esta manera. Por ejern plo:

«Os recomiendo a nuestra herma­na Febe, servidora de la iglesia de Cesarea; que la recibáis en el Señor, de una manera digna de los santos, y que la ayudéis en cualquier asunto en que ella necesite de vosotros; porque ella también ha ayudado a muchos, y aún a mí mismo» (Rom 16: 1. 2).

MINISTERIOS QUE LAS ESCRITURAS RESERVAN SOLO PARA HOMBRES

Consideremos ahora aquellos ministerios que no están abiertos para las mujeres. De nuevo necesitamos reconocer que estas restricciones de ninguna manera indican discriminación. Más bien son salvaguardas adicionales que permiten a las mujeres a permancer en su lugar protegido y cumplir con su función como compañeras y ayuda idónea al hombre.

  1. El oficio de anciano, pastor o sobreveedor.

El gobierno (la administración de regir y vigilar), por designio de Dios, es una responsabilidad masculina. Las Escrituras insisten claramente que las mujeres están excluidas de ministerios que incluyan mandar y gobernar. Ya que el ministerio de anciano, pastor o sobreveedor spiritual, es el cargo más alto de gobierno descrito en el Nuevo Testamento, está reservado para los hombres.

«Palabra fiel: Si alguno (no alguna) aspira al cargo de obispo (anciano o pastor) buena obra desea hacer. Un obispo (anciano o pastor) debe ser, pues, irreprensible, marido de una sola mujer (no mujer de un solo marido), sobrio, prudente, ordenado, hospitalario, apto para enseñar … Que gobierne bien su casa (las mujeres no son gobernadoras del hogar), (1 Tim 3:1-4).

  1. Las mujeres no deben enseñar ya que las pone en una posición de autoridad sobre los hombres.

«Que las mujeres guarden silencio en las iglesias, porque no les es permitido hablar; antes bien, que se sujeten como también dice la ley» (1 Cor 14:34).

«Que la mujer aprenda calladamente, con toda obediencia, y yo no permito a la mujer enseñar ni ejercer autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada. Porque Adán fue creado primero, después Eva. y Adán no fue el engañado, sino que la mujer, siendo engañada completamente, cayó en transgresión» (1 Tim. 2:11-14).

Ya que el papel que dan las Escrituras a la mujer es de subordinación y protección, en el momento que comienza a enseñar o predicar a hombres, ella abandona su condición de protegida y asume (a no ser que forme parte de un equipo de esposo/esposa como Aquila y Priscilla) una autoridad que está fuera de la voluntad y protección de Dios y se convierte así en un blanco para el engaño.

Esto es lo que Pablo nos recuerda en los versículos 13 y 14 cuando dice:

«Porque Adán fue creado primero, después Eva. Y Adán no fue el engañado, sino la mujer, siendo engañada completamente, cayó en transgresión.» En la historia de Génesis cuando Eva (debido a la negligencia de Adán), asumió el papel autoritario de cabeza de la casa para hacer decisiones, e intentó tratar con la serpiente, su naturaleza gentil y confiada no fue rival para aquella astuta criatura. El la engañó; ella creyó su mentira: y ella cayó – todo porque estaba intentando llenar una función que Dios nunca propuso para ella.

Otra vez es para la protección y preservación de esa naturaleza gentil y femenina que Dios proveyó la siguiente restricción.

  1. Se le prohibe a las mujeres que gobiernen sus propios hogares, aún cuando el marido no sea cristiano.

«Asismismo, vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobendientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus esposas» (1 Pedro 3:1).

«Esposas, someteos a vuestro esposo como al Señor … Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las esposas deben estarlo a sus esposos en todo.»(Efesios 5:22,24).

La naturaleza gentil de la mujer requiere la protección espiritual de la autoridad y del abrigo masculino. Por lo tanto, Dios insiste en que las mujeres vean a sus maridos como la autoridad y cubierta que El ha provisto. Esta es la manera que Dios lo quiso desde el principio.

Es la autoridad de Dios en el marido la que provee la protección, por eso la exhortación a las esposas a someterse no está basada en que el marido sea bueno o cristiano; su sumisión es «como al Señor». Al sujetarse a su esposo ella se somete a Dios. Rebelarse contra su esposo es rebelarse contra Dios y quedar sin protección y accesible al engaño.

La experiencia confirma tristemente los peligros que una mujer encara cuando deja su posición de protegida y se rebela contra su papel de subordinada.

Hace algún tiempo, un marido desconcertado me contó esta historia: Por años él y su esposa, ambos cristianos, habían disfrutado un matrimonio feliz. Entonces su esposa comenzó a ir a un grupo de mujeres enseñado por un maestro itinerante de la Biblia. La esposa comenzó a encontrar «nuevas revelaciones en la Escritura» y comenzó a hablar de su deseo de «servir al Señor más de lleno» .

«Afirmaba que Dios le iba a dar un ministerio importante», dijo el marido. «Traté de decirle que ser una esposa y madre cristiana era un ministerio dado por Dios, pero ella sólo sacudió su cabeza y exclamó:

»¡Eso no es suficiente!»

Al pasar el tiempo, el marido notó que su comportamiento estaba cambiando. Se pasaba horas en su cuarto leyendo y orando, hasta el punto de descuidar sus deberes como madre y esposa.

«Sabía que algo andaba mal,» se lamentó el marido, «pero no sabía lo que era hasta que un día ella me confrontó con su “revelación’ «.

» ‘Jorge,’ comenzó, ‘sé que tú y los niños no van a entender lo que les voy a decir. De hecho, Dios me dijo que no entenderían. No obstante, Dios me ha mostrado mi misión en la vida. El dice que debo dejarte a tí y a los niños para ser la asistente del ministro que dirige nuestros estudios bíblicos semanales. Debo obedecer la voz de Dios aunque te hiera a tí y a los niños; por lo tanto, deseo el divorcio.’ »

El engaño en la mujer comenzó con el deseo de ser el líder espiritual en la familia y tener un «ministerio especial». Al rebelarse a su función como madre y esposa cristiana, ella se rebeló contra Dios y su rebelión la hizo vulnerable al engaño.

Los problemas que confrontan los ministerios femeninos no autorizados bíblicamente y las dificultades que emergen donde existen tales ministerios, son alarmantemente numerosos. Líderes espirituales en casi toda ciudad que yo visito en estos días, testifican de las dificultades alrededor de mujeres en posiciones de mando.

A la luz de lo que Dios nos está mostrando sobre la sujeción, parece un desatino absoluto el intento de liderazgo de una mujer en una área donde bíblicamente está prohibido el liderazgo femenino. Ella sucumbirá inevitablemente bajo alguna forma de engaño.

Conozco algunas mujeres cristianas muy entregadas a Jesucristo, cuyas vidas personales son ejemplares en muchas maneras, pero que han tomado posiciones de autoridad espiritual sobre hombres diciendo, «Dios me llamó a enseñar.»

En cada caso que tengo en mente, el marido es un hombre tímido, que ha abdicado a su liderazgo espiritual en su propio hogar y está completamente eclipsado por su esposa. Una mujer dice que Dios la ha llamado a ministrar sólo a pastores y ministros pues su ministerio es demasiado importante para simples laicos. –

Ya que tal posición es completamente contraria a la Escritura (que claramente prohibe que las mujeres tomen posiciones de supervisión espiritual) y ya que las mujeres de que hablamos están erradas en este punto, parece seguro que van a caer más y más en el engaño. Y en verdad que algunas ya han caído. Una cree en la reencarnación y otra dulcemente comparte su convicción de que eventualmente «todos serán salvos.» Tanto la doctrina de la reencarnación como la de reconciliación última son herejías abominables delante de Dios, ya que ambas niegan la eficacia de la muerte de Jesús en la cruz.

¿Significa esto que cada mujer en el ministerio está ya dentro del engaño y el error? No necesariamente, pero tales ejemplos nos previenen de los peligros que encara cada ministerio femenino no cubierto y sugiere la tragedia que inevitablemente le espera.

Cualquier ministerio que esté en engaño, no importa las bendiciones o milagros que pueda producir, lleva consigo la semilla de su propia destrucción. Muchos de nosotros podemos testificar de la caída de dive sos esfuerzos levantados sobre el ministerio de mujeres que asumieron una autoridad que Dios nunca propuso que tuvieran.

Por lo tanto, demos gracias a Dios por la posición protegida que Él ha reservado para las mujeres. Seamos agradecidos por los preciosos ministerios que ellas han sido llamadas a realizar bajo la cubierta de sus esposos y pastores, los hombres a quienes Dios ha confiado todos los asuntos concernientes a la vigilancia y el gobierno espiritual.

PERO ¿QUE DE LAS EXCEPCIONES?

Cada vez que se hacen esfuerzos para aplicar un principio espiritual de importancia, salen a relucir ministerios exitosos que aparentemente niegan el principio. ¿Qué hay acerca de estas excepciones?

Ante todo, debemos admitir que Dios es soberano. El puede permitir excepciones y obviamente algunas veces lo hace. Como dice Bob Mumford, «Dios se reserva siempre un soberano dos por ciento.» Esas excepciones, sospecho, nos guardan de convertirnos en legalistas dogmáticos.

Por otro lado, no tenemos ninguna garantía espiritual para endosar o fomentar esas excepciones. Enseñamos principios, no excepciones. Y los cristianos obedientes siguen los principios, no las excepciones.

Una notable excepción a las limitaciones que dan las Escrituras a las mujeres en el ministerio hoy día parece ser el ministerio de Kathryn Kuhlman. «; Y qué de Kathryn Kuhlman?» Se me pregunta frecuentemente.

No tengo nada menos que la más honda admiración por el ministerio de Kathryn Kuhlman. Creo que ella se esfuerza por caminar fielmente delante de Dios en el ejercicio de su notable ministerio. Tal vez ella sea una excepción.

Pero notemos que el ministerio de Kathryn Kuhlman, BilIy Graham y Oral Roberts todos se originaron hace veinticinco años o más. Esos grandes ministerios individuales nacieron en el seno de una revelación espiritual más temprana. Un cuarto de siglo ha pasado desde que ellos alcanzaron la prominencia y desde entonces muchas revelaciones frescas y percepciones internas de la palabra de Dios han sido añadidas a nuestro almacén de verdad espiritual. Tenemos toda una nueva generación de cristianos hoy día. El movimiento carismático ha alcanzado proporciones mundiales desde entonces y la iglesia se encuentra en un umbral espiritual diferente.

Personalmente, no creo que vuelva otra Kathryn Kuhlman, otro BilIy Graham u Oral Roberts. Hoy día, el énfasis del Espíritu Santo no descansa en grandes ministerios individuales sino en el ministerio corporal. Este es el día del ministerio del cuerpo.

Ya que esta generación está experimentado una actividad espiritual sobrenatural sin precedentes, de naturaleza tanto divina como demoníaca, y ya que la intensidad de nuestra batalla espiritual aumenta a diario, es un tiempo en que por necesidad debemos ser atraídos a unirnos en relaciones responsables y a reconocer claramente las líneas de autoridad espiritual.

Así que el ministerio de Kathryn Kuhlman no me concierne. Mi preocupación es por las mujeres, cristianas ambiciosas que, usando el ministerio de Kathryn Kuhlman como justificación, ignoran la verdad presente, buscan ministerios espirituales y autoridad que claramente están fuera de los límites bíblicos.

Revelación fresca requiere obediencia fresca. Como anota Derek Prince «Cuanto más adelante vamos con Dios, tanto menor es el número de nuestras opciones.» Los ministerios actuales deben ser medidos por la revelación actual, no por la medida de la generación pasada. Métodos de ministerio que eran sanos y seguros hace veinticinco años puede que no lo sean hoy día. Es mi convicción personal que cualquier ministerio que aparezca en el horizonte religioso hoy día, que no esté sujeto o que esté al descubierto, masculino o femenino, carece de la protección plena del Espíritu Santo. Y no importa cuán próspero y poderoso, ese ministerio encara un peligro mucho mayor de engaño y destrucción que el que hubiera encarado hace veinticinco años.

¿QUE ACERCA DE LAS MUJERES SOLTERAS Y ESPOSAS DE MARIDOS NO SALVOS O INDIFERENTES?

La Biblia habla de las mujeres mayormente en relación con sus maridos porque en el correr normal de los eventos la mayoría de las mujeres se casan. Para la mujer soltera (incluyendo la divorciada y la viuda), la cubierta espiritual debe ser encontraba en alguna otra parte. Fuentes lógicas incluyen a pastores, ancianos de iglesias en casas y el liderazgo masculino de familias y comunidades cristianas.

Ya que no se puede imponer una autoridad espiritual genuina, la responsabilidad de encontrar su cubierta- descansa en la mujer. Creo que cada mujer cristiana no casada puede encontrar el lugar a cubierto donde ella pueda ejercer cualquier ministerio bíblico que le ha sido dado. El peligro está en asumir que porque no está casada ella no necesita tal cubierta, o que no espere encontrarla por la misma razón.

Del ejemplo bíblico de Aquila y Priscila se desprende que una mujer cuyo marido está en el ministerio tiene ella misma privilegios en el ministerio más allá dc aquellos que tienen las mujeres no casadas, la esposa de uno que no es creyente, o la esposa de un marido salvo pero espiritualmente inefectivo. En otras palabras, el endoso bíblico de un ministerio femenino es medido por lo adecuado de su cubierta espiritual.

Mientras que hoy día sólo un pequeño porcentaje de mujeres cristianas parece disfrutar de la condición de una Priscila, compartiendo el ministerio con sus maridos, para muchas otras tal papel es una posibilidad muy razonable. Muchas mujeres jóvenes solteras encontrarán maridos cristianos y junto con ellos desarrollarán ministerios fructíferos y bíblicos. Aún mujeres con maridos no salvos que se sujetan fielmente a ellos y evitan cuidadosamente usurpar el liderazgo espiritual, pueden apurar el día en que sus esposos acepten a Cristo y asuman las res­ ponsabilidades inherentes en su fun­ ción como maridos cristianos (Vea I Pedro 3: 1,2).

Pero, ¿qué de la mujer cuyo marido cristiano rechaza la iniciativa espiritual, aún en su propio hogar? Muchas de estas mujeres, ansiosas por servir a Dios e impacientes con la negligencia espiritual de sus maridos, son tentadas a asumir autoridad y ministerios que intensifican sus problemas en vez de solucionarlos. El poder de esa sutil tentación es casi imposible de resistir. En tales casos las mujeres se sienten muy justificadas en «tomar el mando».

Dichosamente, un creciente número de ellas, después de años de intentar ser los líderes debido a la falla de sus esposos, están reconociendo que mientras ellas ocupen el volante espiritual, no hay lugar allí para el marido. Muchas están abandonando esa posición antibíblica y están comenzando a cosechar las recompesas de la sujeción.

Sé de una mujer maestra de la Biblia de considerable reputación cuya frustración más grande era que su marido cristiano mostraba tan poco estusiasmo por las cosas de Dios. Raramente viajaba con ella y sólo ofrecía una participación simbólica en las reuniones que había en su casa.

Llegó el día cuando esta mujer se dió cuenta que había usurpado el lugar espiritual de su marido en su propio hogar. Haciendo acopio de su valor ella le confesó a su marido.

«Querido, voy a renunciar a los estudios bíblicos fuera del pueblo,» declaró, «y quiero entregarte a tí el que tenemos en nuestra propia casa. La Biblia dice que tú eres la cabeza espiritual de la casa.»

Las primeras reuniones dejó a la esposa muy desalentada con los tropiezos de su esposo al dirigir. No obstante, ella mantuvo su decisión. Dios honró grandemente su sujeción y en un año la habilidad de su esposo excedió a la suya propia. Hoy día, esa sabia mujer cristiana se regocija en su papel de asistir bajo cubierta a su esposo en el poderoso ministerio que él tiene.

¿QUE HEMOS DE HACER?

La mayoría de nosotros se da cuenta ahora que muchos de lus ministerios actuales no llenan los requisitos bíblicos. Como los otros problemas que hay en el Cuerpo de Cristo, esto es causa de preocupación, pero no de desesperación. El reconocimiento del problema debe preceder necesariamente a su solución.

Yo llamo a esta disparidad entre la manera que las cosas deberían ser y la manera en que son, «la brecha entre la revelación y la realización.» Pero recordemos que Dios no enciende la luz para hacernos tropezar sino para ayudarnos.

Sugerencias especíticas para corregir el problema de ministerios femeninos no endosados por la Escritura pueden variar de extremistas a inefectivos, de radicales a ridículos.

Pero cada situación que necesite corrección, debe ser tratada dentro de su contexto único. Puede que no sea posible que ocurran cambios rápidos y revolucionarios. Sin embargo, yo creo que cada mujer cristiana en una posición o ministerio sin protección espiritual, puede encontrar con la ayuda de Dios el abrigo completo y la protección que Dios le ha provisto.