Carta Pastoral- Un nuevo canto para un nuevo día

Por Stephen Simpson

¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad! (Lucas 2:14)

Carta pastoral de diciembre del 2020

Apreciado amigo en Cristo,

La gracia y la paz del Señor sean con usted y su familia. Nos acercamos al final de uno de los años más tumultuosos y desafiantes de este siglo. Recientemente pensaba que 2020 había sido un año realmente malo.

Sentí que el Espíritu Santo me reprendía gentilmente diciéndome: “No, hijo, este no ha sido un año malo. Ha sido difícil; ha habido tristeza y frustración, pero yo he estado ocupado todos los días para lograr mi propósito redentor. Un nuevo día vendrá. No te canses de hacer el bien, porque a su tiempo segarás, si no desmayas» (ver Gálatas 6:9).

Entonces el Señor me recordó a David, quien clamó a Dios y encontró esperanza y salvación: “Pacientemente esperé al SEÑOR, y él se inclinó a mí y oyó mi clamor. Me hizo subir del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso. Puso mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, una alabanza a nuestro Dios. Muchos verán esto y temerán, y confiarán en el SEÑOR” (Salmo 40:1-3).

Hay dos maneras de entonar nuestros cantos: desde el pozo o sobre la roca. Los cantos se originan desde dos perspectivas completamente diferentes, expresan dos mensajes distintos y tienen dos propósitos contrarios. Cuando estamos perdidos y sin esperanza, nuestro enfoque principal es nuestra propia situación y necesidad de salvación.

Sin embargo, cuando recibimos revelación del Señor y vemos su liberación, nuestra perspectiva cambia: tenemos una nueva base; cambiamos nuestra altitud y nuestra actitud.

El canto que entonamos entonces no sólo refleja lo que él ha hecho por nosotros, sino que testifica acerca de la grandeza de quién es él y atrae a otros hacia él. El Salmo 96, exhorta a cantar de esta manera: “¡Canten al SEÑOR un cántico nuevo! ¡Canten al SEÑOR, toda la tierra! Canten al SEÑOR; bendigan su nombre. Anuncien de día en día su salvación. Cuenten entre las naciones su gloria, entre todos los pueblos sus maravillas»(Salmo 96:1-3).

¡Este es un concepto revolucionario! La gloria de Dios y la salvación de Dios son para todas las personas, en todas las naciones. La Escritura dice que oremos sin cesar y también nos instruye a alabar de la misma manera.

Hace casi 40 años, poco tiempo después de responder al llamado de Dios al ministerio, el escritor y evangelista Terry Law visitó nuestra iglesia y nos ministró sobre el poder de la alabanza y la adoración; nos dijo que decidir dar gracias a Dios es un acto de la voluntad, no de la emoción o la circunstancia (ver Salmo 34). El hermano Terry nos animó a comprometernos a cantar alabanzas al Señor todos los días. Yo estaba tan conmovido que hice la promesa y eso cambió mi vida.

Me gustaría decir que he cumplido perfectamente esa promesa, pero me entristece decir que no. Sin embargo, esto marcó un punto de referencia en mi vida que me ha hecho volver a cumplirla cada vez que me he desviado. ¡Cantad al Señor! No es necesario tener buena voz para cantar; ¡sólo demanda aclamar a Dios con alegría!

El libro de Isaías es uno de los libros más intensos, perspicaces, visionarios, reveladores, desafiantes, emocionantes, exasperantes y reconfortantes que jamás haya leído. El profeta fue llamado a exponer fielmente el mensaje de Dios a un pueblo que no quería escucharlo. Fue llamado a amonestarlo sabiendo que la mayoría lo rechazaría, tanto a él como a su mensaje.

Lo que tenía que decir no le haría ganar a nadie un concurso de popularidad. Por otra parte, he escuchado a mi padre decir: «Los únicos profetas populares están muertos o son falsos». Selah.

Isaías reprendió a Israel por su corrupción y rebeldía. Les dijo que su pecado iba a resultar en un fuerte juicio de Dios. Pero también les prometió un Redentor que los sacaría del pozo, los limpiaría y, una vez más, los haría ser luz para las naciones. Y aunque la mayoría rechazó su palabra, un remanente la recibió.

Mucho más allá de lo que sus ojos y oídos naturales podían ver y oír, Isaías vio y escuchó al Espíritu de Dios. En medio de grandes dificultades, vio venir algo nuevo que inundó su corazón con alabanzas al Señor: “He aquí, ya sucedieron las cosas primeras; ahora les anuncio las cosas nuevas. Antes que salgan a luz, yo se las anuncio. Canten al SEÑOR un cántico nuevo, su alabanza desde el extremo de la tierra, los que navegan en el mar y su plenitud; las costas y sus habitantes” (Isaías 42:9-10).

Isaías, que estaba postrado en adoración ante Dios, fue levantado más allá de sus propias circunstancias, perspectiva y sabiduría. Entró en el reino eterno del Espíritu y comenzó a ver y oír la verdad eterna. La verdadera adoración ante el Señor nos prepara y nos lleva a ese lugar donde podemos escuchar la voz del Señor y ver su propósito con mayor claridad.

El corazón de un verdadero adorador espera atento escuchar la voz de Dios y hacer la voluntad de Dios. Cualquier experiencia de adoración es incompleta si no nos abre a la palabra de Dios. No es auténtica la adoración que no resulte en obediencia a la voluntad de Dios. Así fue cuando Dios llamó al profeta en Isaías capítulo 6:1-9:

“En el año que murió el rey Uzíasa, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime; y el borde de sus vestiduras llenaba el templo. Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. El uno proclamaba al otro diciendo: ¡Santo, santo, santo es el SEÑOR de los Ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!

 Los umbrales de las puertas se estremecieron con la voz del que proclamaba, y el templo se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí, pues soy muerto! Porque siendo un hombre de labios impuros y habitando en medio de un pueblo de labios impuros, mis ojos han visto al Rey, al SEÑOR de los Ejércitos.

 Entonces voló hacia mí uno de los serafines trayendo en su mano, con unas tenazas, un carbón encendido tomado del altar. Y tocó con él mi boca, diciendo: He aquí que esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada, y tu pecado ha sido perdonado.

Entonces escuché la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?

Y yo respondí: Heme aquí, envíame a mí.

Y dijo: Ve y di a este pueblo: “Oigan bien, pero no entiendan; y miren bien, pero no comprendan.”

Lo que Dios mandó que dijera Isaías al pueblo era una palabra difícil, pero la dificultad de la palabra no era la consideración de Isaías, sino la dignidad del Señor y la misión del Señor. La adoración de Isaías, como hemos leído, resultó en una revelación de posición y condición para Israel: de arrepentimiento del pecado y purificación de la maldad; de escuchar la voz de Dios y responder a la voluntad de Dios; y de comisión a la misión de Dios para el profeta.

El corazón de la gente estaba embotado y apagado y su encargo parecía una “misión imposible.” No para Dios que dijo: “He aquí que yo hago una cosa nueva; pronto surgirá. ¿No la conocerán? Otra vez les haré un camino en el desierto, y ríos en el sequedal” (Isaías 43:19).

¿Habrá algo imposible para Dios que hizo el universo? Ni el pecado del hombre pudo empañar la gloria de Dios, ni pudo evitar que la inexorable e inevitable expansión de la gloria de Dios cubriera la tierra como las aguas cubren el mar. Isaías en el Espíritu, vio más allá de la aridez y sequedad de las circunstancias actuales y dentro del glorioso plan redentor de Dios y, por el mismo Espíritu, nosotros podemos verlo también.

Isaías vio un nuevo día y un Mesías que haría un Nuevo Pacto que traería “tiempos de refrigerio” a las naciones; vio un salvador que abriría un camino donde no había antes; un río brotando en el desierto que fluiría hasta los confines de la tierra.

Isaías vio venir a Jesús el Cristo, 700 años antes de su nacimiento: “Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado, y el dominio estará sobre su hombro. Se llamará su nombre: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afirmarlo y fortalecerlo con derecho y con justicia, desde ahora y para siempre. El celo del SEÑOR de los Ejércitos hará esto” (Isaías 9:6-7).

NUEVA CREACIÓN

Dios que vio caer al hombre perfecto que había hecho, también tenía un plan redentor perfecto. Abrió un camino para volver a hacerlo nuevo y completo. Esto significa que no podemos juzgarnos a nosotros mismos ni a nuestros hermanos y hermanas por lo que éramos en la caída, sino por lo que somos y nos estamos convirtiendo en el Espíritu.

Mire lo que el apóstol Pablo escribió a la Iglesia en Corinto: “De manera que nosotros, de aquí en adelante, a nadie conocemos según la carne; y aun si hemos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así. 17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2Corintios 5:16-17).

¿Tenemos todavía que contender con «la carne»? Sí, hasta el día en que muramos o hasta que Jesús regrese, todavía tenemos que “crucificar la carne” diariamente. Pero las buenas nuevas son que cuando nos identificamos con él en su muerte en la Cruz, resucitamos a una nueva vida con él. No solo para recibir nuestro lugar en el cielo cuando muramos, sino que incluso ahora, podemos tener esa vida abundante.

¡Ya no somos esclavos del pecado y la muerte! No sólo se nos perdona, sino que se nos empodera. El pastor John Piper dijo: “La gracia es el capacitador de Dios para no pecar. La gracia es poder, no solamente perdón”.

Los que hemos sido reconciliados y restaurados a una relación y comunión justas con Dios y hemos recibido su naturaleza, ¿por qué deseamos todavía las cosas que nos separan de él? Si nos hizo nuevas criaturas y si puso cántico nuevo en nuestra boca, ¿por qué querer volver a las viejas prácticas que producen muerte? ¿Por qué cantar los cánticos del abismo cuando él ha puesto nuestros pies sobre la Roca y puso un cántico nuevo en nuestra boca?

Hemos sido rescatados de una cultura corrupta y trasladados a la cultura del Reino, que es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Somos liberados del fruto de la anarquía para saborear la bondad del gobierno de Dios.

TODAS LAS COSAS NUEVAS

Juan, el discípulo amado, estaba en el Espíritu y vio los cielos abiertos y lo que vio lo provocó a adorar diciendo: “Oí una gran voz que procedía del trono diciendo: “He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron”.

El que estaba sentado en el trono dijo: “He aquí yo hago nuevas todas las cosas”. Y dijo: “Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas”. Me dijo también: “¡Está hecho! Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, yo le daré gratuitamente de la fuente de agua de vida”. (Apocalipsis 21:3-6).

¿Tiene sed usted? Tenemos una promesa preciosa. Hemos recibido una nueva canción para un nuevo día y tenemos que cantarla. Los prisioneros de Filipo oyeron cantar a Pablo y a Silas a medianoche. ¡No deje usted de cantar! “Porque su ira dura solo un momento pero su favor dura toda la vida. Por la noche dura el llanto, pero al amanecer vendrá la alegría” (Salmo 30:5).

Que su Navidad sea feliz y su Año Nuevo esté lleno de alegría y de paz.

En Jesús – Stephen Simpson

STEPHEN SIMPSON es el Editor de One-to-One Magazine y Presidente de CSM Publishing. Su ministerio también se extiende al liderazgo de iglesias y ministerios en los Estados Unidos y otras partes del mundo,

Carta Pastoral Diciembre 2020.   Publicada con permiso

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de Reina Valera Actualizada 2015.

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