Autor Hugo M. Zelaya

Como seguramente usted, yo también he intentado poner en práctica algunas reglas para la buena comunicación entre las personas. Entre todas, hay dos que me han ayudado a mantener nuestras relaciones de compromiso. La primera es tener un respeto sincero por nuestros hermanos aunque no estemos de acuerdo con ellos. Esta regla está respaldada por un principio bíblico enseñado por el Señor Jesús que muchos han llamado “La regla de oro” y que encontramos en Mateo 7:12: “Todo lo que quieran que hagan los hombres por ustedes, así también hagan por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas.” Podríamos aplicar también la ley espiritual y natural que lo que el hombre siembra eso cosecha (Gálatas 6:7). El segundo es muy parecido al primero y se basa también en el respeto y es, aprender a escuchar y no interrumpir cuando otros expongan su asunto. Es bueno oír porque no sabemos lo que otros piensan a menos que nos sea revelado por el Espíritu Santo. Y de ser así, Él nos dirá cómo proceder. Y si la persona ha visitado el mismo pensamiento varias veces, podemos respetuosamente pedir un alto para comunicar lo que el Espíritu nos esté diciendo.

Pero ¿qué de la comunicación entre Dios y nosotros cuando su realidad no es la nuestra? Veamos tres pasajes bíblicos con la esperanza de que nos ayuden a aprender a comunicarnos mejor con Dios. Hay otras menciones bíblicas que usaremos como respaldo. Se trata de una conversación entre Jesús y sus discípulos. El primer versículo del capítulo 13 de Juan establece el fundamento de lo que sigue: Sabiendo Jesús que había llegado su hora para pasar de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el fin.

El Señor sabía desde el principio que esta hora vendría y cuándo. Ahora que es inminente lo comunica a sus discípulos para prepararlos no sólo sobre su muerte, sino también para que supieran que después de su partida ellos seguirían su ministerio. Lava los pies de los discípulos para que observen y recuerden cómo debe ser el trato entre hermanos. Todo lo que sucede en los últimos días del Señor en la tierra es un drama que sus discípulos recordarían,  y les serviría para conformar sus vidas en el cumplimiento del propósito de Dios para extender su reino en la tierra.

Veamos los tres pasajes tomando en cuenta la definición de la comunicación según Wikipedia. Yo lo entiendo que no hay comunicación si el receptor no recibe o entiende el mensaje del comunicador y esto pareciera ser el caso de las siguientes conversaciones:

Juan. 13. 36-38: Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; pero me seguirás después. Pedro le dijo: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? ¡Por ti daré mi vida! Jesús le respondió: ¿Tú darás tu vida por mí? De cierto, de cierto te digo, que no cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces.

Juan. 14.4-6: Y ustedes saben a dónde voy, y saben el camino. Tomás le dijo: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino.

Juan. 16.5-6: Ahora vuelvo al que me envió; y ninguno de ustedes me pregunta: “¿A dónde vas?” Al contrario, por esto que les he dicho, su corazón se ha llenado de tristeza.

Parecieran conversaciones de Jesús con otra gente que no fueran sus discípulos. Hay palabras habladas, pero la comunicación no es completa, por lo menos ahora. Es necesario que haya un medio para comunicar y una interpretación, lo cual son dos de las tareas más importantes del Espíritu Santo. Más adelante entenderían. En realidad, el Señor les hablaba en otro idioma, pero no eran palabras lanzadas al aire que no tendrían ningún resultado. Eran palabras que cambiarían la vida de sus discípulos mucho tiempo después (ver Mateo 4:4). Aprendamos nosotros la lección que el Señor enseña a sus discípulos.

¿Cuál es la diferencia entre entonces y después de Pentecostés? Es obvio que en Juan los discípulos están en una dimensión y Jesús en otra. Juan 8:23 es clave para entender el problema de comunicación entre Jesús y sus discípulos. Y no sólo de ellos sino también entre él y nosotros hoy.

Él les dijo: «Ustedes son de aquí abajo; yo soy de allá arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo.

Como los discípulos, nosotros también tenemos más preguntas que respuestas cuando oramos. Somos de aquí abajo y esperamos respuestas naturales, pero las respuestas de Dios son siempre de arriba, espirituales y tienen primeramente que ver con su propósito. La mayoría de las veces, nuestras oraciones son acerca de alguna necesidad natural que tenemos en el momento y nuestra atención está puesta en lo que carecemos y pasamos por alto el plan de Dios (que nos incluye a nosotros) para este universo.

Debo hacer la observación que eventualmente su respuesta tendrá sus efectos naturales, pues es la dimensión en la que vivimos, y muchas de nuestras necesidades radican en esta dimensión, no obstante, sabemos que él responderá de acuerdo con su voluntad (ver 1 Juan 5:14), no sólo a nuestra necesidad natural. Jesús dijo que debemos buscar primeramente el reino, la voluntad de Dios y él añadirá lo demás (Mateo 6:33).

He aprendido que las palabras de Jesús en el Nuevo Testamento tienen un significado espiritual primero y después una consecuencia natural. Uno esperaría que los religiosos de su tiempo entendieran sus palabras, pero no es así; aunque conocían las Escrituras sus ojos espirituales estaban vendados (Lea 2 Corintios 3:15). Mucho menos entenderían quienes no fueran del pueblo de Dios, como Pilato. La conversación entre Jesús y el Cónsul romano estaba en dos niveles distintos. Jesús no quiso defenderse porque sabía que era la voluntad de su Padre, pero cuando Pilato, sin saber la verdad espiritual le pregunta si él es el rey de los judíos, Jesús le contesta afirmativamente, pero el Cónsul echa una mirada a la condición natural de Jesús en ese momento y descarta toda noción de que él sea en realidad rey. No sólo eso, después se burla de Jesús y de los judíos ordenando que pongan una inscripción en la cruz que diga “Rey de los judíos.”

Dios sabe lo que está en el corazón cuando venimos a él y no responderá a preguntas para satisfacer vana curiosidad o para aumentar un conocimiento natural que no servirá a su propósito de redimir la humanidad. En realidad, él no acepta nada del hombre terrenal que considera muerto desde la sentencia a la desobediencia de Adán.

Jesús considera la ocasión para “dar testimonio de la verdad” y dice en Juan 18. 37-38:

Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato: ¿Y qué es la verdad?

Las respuestas de Jesús a las preguntas hechas en la dimensión de “abajo” tienen que ver más con la necesidad que él ve en el corazón y, repetimos, desde la realidad de la dimensión de “arriba”. La preocupación del hombre natural son las cosas que puede ver, oír, y palpar, cosas que un día están y muy pronto no estarán. El interés de Dios es sacarnos de esta dimensión y llevarnos a la suya de donde es él. Es lo que Jesús quería hacer con Nicodemo.

A pesar que vino de noche para no ser visto, Nicodemo fue tocado por las palabras de Jesús y parece que en algún momento entendió lo que el Señor quería con él, porque Juan 7:50 y 19:39 lo identifican como uno de sus seguidores. Nicodemo hizo preguntas en su estado natural y Jesús las responde en la condición espiritual que ve en él. No extraña que en el momento no captara el concepto de tener que nacer de nuevo.

Esta es quizá una de las conversaciones más extrañas que encontramos en la Biblia, pero que confirma lo que hemos venido diciendo, que Jesús no responde en la misma dimensión que nosotros preguntamos. En tiempos modernos, sería semejante a un físico cuántico tratando de explicar a un alumno de primero grado (o a mí) “la cantidad indivisible de energía, proporcional a la frecuencia del campo al que se asocia.”

El Señor no trata de impresionarnos con su conocimiento. Lo que quiere es satisfacer el hambre espiritual con la que nace todo ser humano. Morir a sí mismos es más que no ser egoísta. Llevar la cruz todos los días es más que colgarla en el cuello con una cadena. Nacer de nuevo es más que una purificación ritual. El Señor está más interesado en extender su reino por medio de nosotros.

Pablo lo dice de esta manera en 1 Corintios 2:14: Pero el hombre natural no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede comprender, porque se han de discernir espiritualmente.

Hay muy poca revelación en la predicación en nuestras iglesias. La congregación aplaude cuando quien predica dice algo que satisface el intelecto humano porque así ha sido educado en nuestros seminarios. Muy poco de lo sobrenatural se manifiesta en nuestros cultos. Tenemos actores que predican por televisión y con el “espectáculo” satisfacen a multitudes que permanecen en su condición de derrota en sus vidas personales.

Hay quienes me preguntan por qué la iglesia perdió la visitación del Espíritu Santo en los años de las décadas de los 60 y 70 (que la gracia y misericordia de Dios me permitió vivir), y qué tiene que hacer la iglesia para recuperar la manifestación sobrenatural de Dios. Es una pregunta que yo mismo me he hecho como pastor de una iglesia local que fue tocada por Dios en esos años, y que anhela, no volver atrás, si no que la dimensión de Dios transforme nuestras vidas espirituales mientras invade nuestra dimensión natural.

He llegado a la conclusión de que el Espíritu Santo no se fue después de ninguno de los avivamientos en siglos pasados, incluyendo el de los años 60 y 70. En realidad nunca se ha ido desde su venida en Pentecostés. Nosotros, su iglesia, somos los que nos hemos salido de su ambiente en preferencia a métodos, estrategias y técnicas naturales que vienen más fácil al hombre natural.

Entonces, ¿cómo edificar la iglesia? No espere un plan elaborado. Jesús no dejó ninguno que dependa del esfuerzo humano. Su respuesta es sencilla; a veces nos parece que debiera ser más complicado:

–       Búsquelo a él; no a las señales y milagros: estos vienen con él.

–       No deje que nada que contriste al Espíritu Santo permanezca en su corazón.

–       Arréglese con su esposa y deje su ofrenda en el altar y pida perdón a su hermano.

–    Comprométase con el propósito de Dios.

–    Obedezca cuando Dios le habla.

Todo se reduce a lo que la Iglesia escoja hacer. Tenemos la opción de dos cosas: ¿De veras Dios les ha dicho…? (Génesis 3:1). O El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias (Apocalipsis 2:7,11, 17, 3:6, 13, 22).

Notas

1.   Comentario de Mathew Henry

2.  «https://es.wikipedia.org/wiki/Comunicaci%B3n

3.   Diccionario de la Real Academia Española

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de Reina Valera Actualizada 2015

Hugo M. Zelaya es el fundador de las Iglesias de Pacto en Costa Rica y hasta septiembre del 2017 fue el pastor general de la Iglesia de Pacto Nueva Esperanza en San José. Él y su esposa Alice viven en La Garita, Alajuela, Costa Rica.