Por Rubén Lores

«No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Romanos 12:2)

Lectura Bíblica: Romanos 12: 1,2: 1 Tesalonicenses 4:3

Introducción. En una ocasión, un niño le preguntó a su padre: «¿Dime papá, es verdad que Dios me hizo?» Aquel le contestó: «Dios no te hizo, Dios te está haciendo ahora.» En cierto sentido, todos nosotros como cristianos, y especialmente en la época de la juventud, estamos en formación. Es en esa época precisamente cuando uno en sinceridad se enfrenta con el reto de la vida cristiana, pero le resulta difícil a veces reconocer aquellos elementos, aquellos factores que en verdad contribuyen a la formación del carácter cristiano, al desarrollo de la vida espiritual y a la consecución del plan de Dios en su vida.

1. ¿Qué es la consagración?   

Tradicionalmente dentro del lenguaje evangélico y dentro de la tradición evangélica, consagración ha significado el ajustarse a cierto patrón religioso, a ciertas prohibiciones. Se suele decir que una persona no está consagrada al Señor cuando no está viviendo a la luz del modelo, o patrón, que hemos heredado de los primeros misioneros que nos trajeron el evangelio o del pastor que estableció nuestra iglesia.

No es sorprendente que muchos jóvenes que por algún tiempo han vivido dentro de ese patrón y han sido llamados, o quizá ellos mismos se han considerado así, jóvenes consagrados, luego a través de alguna crisis o cambio de ambiente hayan caído de esa norma que en cierto sentido es artificial. Lo menos que podríamos decir es que son principios relativos, relativos al grupo en que nos hemos desarrollado, relativos a la época, etc. Hay cosas que se miraban con muy malos ojos hace algunos años, y ahora, luego de haber pasado por un proceso de adaptación ya no se considera tan dañino. Un ejemplo muy elocuente de esto es el cine; hace unos veinte años en casi todos los países dentro de la tradición evangélica se consideraba un pecado muy grande ir al cine. Sin embargo, actualmente en la televisión se están exhibiendo las películas de ese entonces y nadie hace hincapié sobre la inconveniencia de sentarse a mirarlas. Lo mismo ocurrió anteriormente con la radio. Así las cosas van cambiando y por eso decimos que la consagración no debe ser un ajustamiento a cierto patrón religioso o cultural producto de una tradición evangélica; con ello sólo logramos algo artificial que no tiene valor permanente y que no contribuye al verdadero desarrollo espiritual en la vida cristiana de un joven.

2. ¿Cómo hallar la voluntad de Dios?  

Todos estaremos de acuerdo en que la consagración profunda y real ocurre al hallar la voluntad de Dios para cada uno de nosotros individualmente, y en ponerla por obra en nuestras vidas. «Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación … » (1 Tesalonicenses 4:3). La santificación habla de ser apartados para el uso de Dios. Esta es la consagración y la consagración sólo puede tener lugar cuando sabemos cuál es esa buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Debemos ajustar nuestras vidas a las demandas del Señor, no al ambiente en que uno se ha formado, no a las demandas presentes del patrón evangélico.

A. El primer principio para descubrir la voluntad de Dios por nuestra propia cuenta es preguntamos, ¿hay una revelación clara en la Biblia sobre este o aquel asunto? Puede ser una relación personal que queremos establecer, una relación comercial, o bien la solución a un problema, o algún propósito, algún objetivo que nos ha venido a la mente. ¿Qué dice la Palabra de Dios en cuanto a esto? ¿Hay revelación específica o no?

En aquellos casos en que la Biblia tiene una enseñanza explícita no tenemos por qué orar a Dios para que nos revele su voluntad pues ya la ha revelado. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que a causa de nuestro desconocimiento de la Biblia muchas veces podemos dar por sentado que cerca de ciertos asuntos no hay revelación en la I3iblia. He aquí la importancia de la lectura constante y ordenada de las Escrituras. He aquí la importancia de asistir a reuniones donde se estudia la Biblia. En algunos casos no hay una revelación demasiado específica, pero buscando la dirección del Señor podemos encontrar una situación paralela. El Espíritu Santo puede revelarnos en qué detalles hay allí una indicación específica para nuestro caso.

B. A veces descubrimos un principio general que quizá no tiene aplicación para todos en cualquier circunstancia, pero cuando yo personalmente me enfrento con el deseo de hacer la voluntad de Dios en cierto asunto, busco la dirección de Dios en la aplicación de ese principio general. Puede ser que el Señor entonces me revele a mí que ese principio deja de ser general para convertirse en la voz suave, callada quizá, pero definida de él para instruirme en lo que debo hacer.

Hay casos en que, de seguir adelante con nuestros propósitos, un mandamiento de Dios sería traspasado, un principio que está establecido en la Palabra de Dios. En este caso, no hay subjetividad y nos está señalando el camino a seguir en forma objetiva, a pesar de nuestras inclinaciones naturales.

El caso de las relaciones amorosas, o de negocios con una persona no creyente viene al caso. Creo que todavía en ningún patrón cultural, en ninguna época se ha mejorado este principio que Pablo nos da en la Biblia, que no nos juntemos en yugo con los infieles, y creo que la persona que toma el paso de unirse en yugo desigual con un incrédulo está aceptando un riesgo por su propia cuenta.

C. Ahora, no en todas las cosas hay revelación específica y a veces ni siquiera un principio general. En estos casos cuadran ciertas preguntas que podemos hacemos a nosotros mismos.

1) ¿Puedo hacerlo, o establecer esta relación sin que mi conciencia me condene? Recordemos que la conciencia no es el principal juez de nuestra conducta. El principal juez es la palabra de Dios, pero a falta de una revelación específica, si soy imparcial y sé que mi conciencia no está influenciada subjetivamente, y puedo pensar por mí mismo, me pregunto, ¿qué me dice mi conciencia? «Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba», dice Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 14:22. Ya en el capítulo 13, versículo 5 les ha dicho: «Es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.» Aquí se refería a su sujeción al gobierno establecido. Muchas veces hay leyes para las cuales no hay comparación en la Biblia para saber si es o no la voluntad de Dios, pero si uno desobedece las leyes del gobierno y tiene que vivir oculto, entonces necesariamente su conciencia lo condena. Así Pablo exhorta a que estemos seguros de hacer lo que sabemos es correcto, dentro de las leyes de la sociedad, para que nuestra conciencia no nos reprenda.

En una ocasión un locutor de radio se convirtió al Señor y enseguida se hizo la pregunta: «¿Debo continuar este trabajo, o no?» Ahora bien, en circunstancias normales el trabajo en una emisora es honesto y ni siquiera cabe preguntarse sobre la conveniencia de seguir con la labor. Pero aquel joven sabía que el ambiente que él mismo se había creado dentro de ese círculo era muy dañino para su vida, y de ahí la pregunta. Su conciencia le decía que allí había algo que no contribuiría a que la voluntad de Dios se hiciera en su vida.

Está el caso de un hombre que tenía su propio negocio, pero trabajaba en sociedad con un comercio de imprenta. Este negocio era muy honesto, no se dedicaban a cosas malas, pero, sin embargo, este hermano descubrió. que su vida espiritual se estaba secando y que él no tenía libertad para servir al Señor en su negocio. Siendo sincero y honesto en su deseo de vivir para Dios dijo: «Aquí estoy, gastando la mayor parte de mi vida inútilmente, por estar en unión con una persona que no es creyente.» Ahora, ningún pastor, o ningún otro creyente podía haberle dicho esto a él. Algunos hubieran pensado que él no razonaba correctamente’ ya que el negocio le iba bien. Sin embargo, el día en que él finalmente decidió romper esa relación, el cambio en su rostro fue notable. Él podría haber razonado de muchas maneras y muchos amigos podrían haberle ayudado en su razonamiento para que continuara esa relación, pero su conciencia le indicaba otra cosa, le mostraba que Dios quería otra cosa para su vida.

2) ¿Es para mi provecho espiritual, intelectual y físico? La voluntad de Dios no tiene que ver sólo con lo espiritual; tiene que ver con nosotros y nosotros no somos únicamente espíritu. Nuestra vida es una sola.

A veces pensamos que el cuerpo es nuestro enemigo, algo que debemos tener escondido de Dios porque es impuro, porque quizá tiene ciertas demandas o inclinaciones que nos parecen que en sí hacen que el cuerpo sea algo separado de nosotros, separado de Dios, por cierto; pero Dios nos considera desde la cuna hasta el sepulcro como una unidad. En todas las etapas de la vida Dios toma el cuerpo como una unidad con nosotros y su provisión es para el hombre completo no importa la edad que tenga ni las circunstancias en que se halle. Es por eso que él se interesa por el bien de nuestro cuerpo, por nuestro desarrollo intelectual. Todo aquello que contribuya sanamente a beneficiar nuestro cuerpo, a desarrollar nuestra mente, todo aquello que sea para nuestro bien está en la voluntad de Dios para nosotros. Y por eso podemos preguntarnos: «¿es para mi provecho físico, intelectual, espiritual?»

Hay un pasaje en Filipenses 4:8,9 muy conocido a todos, «todo lo honesto … todo lo puro … todo lo que es de buen nombre», dice Pablo, » … en esto pensad». No divorciemos la vida diaria de nuestra relación con Dios.

Un joven que estaba empleado en una librería le confesó a un pastor que se hallaba allí haciendo algunas compras: «Hace algunos años conocí a una persona que me regaló una Biblia y me dijo, «lee este libro, si puedes vivir como este libro manda, serás muy feliz». Esos fueron los días más felices de mi vida, pero ahora es diferente», añadió con tristeza: «No tengo tiempo para esas cosas. Yo quisiera, pero mire usted, trabajo aquí ocho horas, luego salgo enseguida para la universidad donde trabajo como dibujante técnico por varias horas. Cuando vuelvo a casa no tengo ganas de nada.» El pastor le dijo: «Mire usted, si puede reconocer a Dios aquí en estas ocho horas y en las tres o cuatro que trabaja en la universidad, y en la hora que trabaja en su casa, y aún en el sueño y en su vida familiar, usted puede volver a tener esa paz y alegría que ahora extraña.»

El caso no puede ser tan extremo, pero nosotros los creyentes dividimos en cierto sentido, nuestra vida en departamentos y excluimos al Señor de ciertas cosas, quizás sinceramente pensando que él no tiene interés, que está fuera de lo que Dios ha planeado para nosotros, pero no, no es así, Dios quiere que le consideremos en la totalidad de nuestra vida y por eso podemos preguntarnos correctamente ante cualquier asunto en el cual queramos saber la voluntad de Dios, si contribuye a nuestro bienestar físico, intelectual o espiritual.

CONCLUSION. La consagración a Dios de nuestra vida no debe ajustarse a patrones artificiales impuestos por el grupo de creyentes entre los cuales nos hemos criado, o a tradiciones heredadas de los primeros misioneros que nos trajeron el evangelio. ¡Gracias a Dios por estos fieles siervos suyos! Con seguridad que no era su intención legarnos reglas de vida que no se ajustan a la época y al desarrollo de la ciencia.

Debemos aprender a descubrir la voluntad de Dios por nosotros mismos, guiados por la revelación de Dios en su Palabra, a fin de que se realice la verdadera consagración de nuestras vidas en todos sus aspectos.

(Publicado con permiso de Editorial LOGOI P.O. Box 350128. Miami, Florida 33135 U.S.A.)

Reproducido de Vino Nuevo Vol. 2 Nº 8- 1978

Vida cristiana, voluntad de Dios, conducta cristiana, consagración