Lo que Dios quiere para ahora

Autor Don Basham

Mirad que no rechacéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos cuando rechazaron al que les amonestó sobre la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos de Aquel que nos amonesta desde el cielo.

Y su voz hizo temblar la tierra entonces, pero ahora Él ha prometido, diciendo: Todavía otra vez haré temblar no sólo la tierra, sino también el cielo.

Y esta expresión: «Todavía otra vez», indica que se quitan las cosas que pueden ser sacudidas, como las cosas creadas, a fin de que permanezcan las cosas que no pueden ser sacudidas. (Hebreos 12: 25-27).

Es difícil que los carismáticos acepten que Dios nos está sacudiendo, porque hemos tenido más interés en que Dios sacuda a la iglesia con la renovación carismática. Hemos dicho: «Deje que el Espíritu Santo venga a su iglesia y la hará temblar.» Y nos hemos enorgullecido de haberlo dicho como expertos. Pero ahora se oye una tonada diferente. Dios está comenzando a sacudirnos a nosotros y no sólo a las iglesias en las que hemos testificado. A veces este tiempo es tan doloroso que dudamos de poder salir victoriosos. Quiero alentarles con mi convicción de que Dios nos dará la victoria.

Hemos pasado por un cierto número de controversias en la renovación carismática. Recuerdo las críticas en los últimos años de la década de los sesenta y al comienzo de los setenta, cuando Derek y yo y algunos otros estábamos involucrados en el ministerio de la liberación. La tormenta apenas acababa de pasar cuando entramos en la controversia sobre el discipulado y el pastorado. Gracias a Dios, que también esta última se está calmando y se comienza a ver la verdad que hay en ella.

En esos días -hace como tres años- cuando la controversia estaba en su apogeo, tuve un sueño muy extraño. Me encontraba en Oklahoma City con Brick Bradford, ministrando en un seminario que Brick había organizado. Cada noche, después de las reuniones, nos íbamos a la casa de Brick para conversar sobre algunos de los principios de la autoridad y el discipulado. Algunas veces nos quedábamos hasta las 2 ó 3 de la mañana, tratando de contestar algunas preguntas de Brick, porque él, como muchas otras personas, estaba profundamente interesado por la manera en que el Cuerpo de Cristo estaba siendo sacudido por la controversia del discipulado.

Esta noche en particular nos retiramos como a las 2 de la mañana para dormir. A eso de las seis fui despertado repentinamente por un extraño sueño. En el sueño me veía parado en media calle. Parecía estar en una ciudad europea de angostas y retorcidas calles de piedra, y con edificios como saliendo de la misma acera.

Calle abajo, a unas pocas cuadras, podía ver una vieja y grande máquina apisonadora de vapor, con enormes ruedas de acero y una alta chimenea -era el tipo de maquinaria que se usaba antes que se inventasen los modernos equipos de diesel. El humo salía de la chimenea, se oía el ruido peculiar del vapor y un hombre estaba de pie en la cabina con sus manos sobre el volante.

Entonces el hombre puso la máquina en marcha y comenzó a rodar por la calle hacia mí, humeando, rechinando y haciendo un ruido insoportable. Esta enorme cosa se dirigía hacia mí aumentando más y más la velocidad. Cuando estaba demasiado cerca, me di vuelta y me introduje en el edificio que estaba detrás mío.

De repente me di cuenta que aquella vieja e inmensa máquina iba a golpear la pared del edificio. Podía ver bien a la persona que la estaba manejando y era un ángel. No iba vestido con túnicas de ángel, sino con ropas de trabajo.

La cosa que más me impresionó fue la mirada determinada y serena en el rostro del ángel. ¡Deliberadamente llevaba aquella apisonadora contra la pared! ¡EI sabía lo que estaba haciendo y que-lo hacía a tiempo! La máquina pasó junto a mí estrepitosamente y se estrelló contra la pared con una explosión tremenda.

El sueño cambió y me encontré mirando la misma escena desde otra perspectiva. Esta vez estaba en un balcón mirando a la calle, directamente enfrente del edificio contra el que había arremetido la apisonadora. Vi entonces que el edificio era una enorme y vieja iglesia. Su arquitectura era griega ortodoxa o bizantina y no gótica -tenía grandes vigas y arcos, ventanas y torres y cubría una gran extensión de terreno.

Mi impresión de aquella estructura y todo lo que representaba, era de algo antiguo, pesado, cansado y en deterioro. Era como si estuviera hecho de piedras areniscas, tan viejas, que estaban por deshacerse.

El edificio no se derrumbó, pero se estremeció hasta sus cimientos cuando fue sacudido por la explosión. Todo rincón y grieta, toda pared, torre, balcón y viga tembló. y una nube que parecía de polvo, se levantó de esa vieja estructura en forma ondulante hasta el cielo, cubriéndolo todo a la vista. Por lo menos así pensé, que era polvo, hasta que la nube comenzó a acercarse donde yo estaba. Entonces vi que algo descendía de ella, haciendo un ruido como de lluvia, sólo que no eran gotas de agua lo que caía, sino pequeños insectos de aspecto iracundo o criaturas como cangrejos de naturaleza demoníaca. Eran millones y millones que llenaban el cielo haciendo un horrible alboroto.

El edificio representaba de alguna manera a la Iglesia y cada piedra, rincón y grieta estaba siendo sacudido y, en el proceso, todas las fuerzas demoníacas eran sacadas a lugar abierto. Dios parecía decidido a sacudir a toda la Iglesia con lo que estaba haciendo. De eso habla la Escritura en Hebreos. Dios está sacudiendo todo lo que pueda ser sacudido, para echar fuera todo lo que es de la carne y del diablo, a fin de que permanezca lo que no puede ser sacudido.

Hay un poco más del sueño que contaré más tarde a su debido tiempo, pero el punto que quiero enfatizar ahora es que todo esto representa el proceso presente y futuro por el que está pasando la Iglesia dentro de los propósitos de Dios.

Cinco cosas que Dios persigue

  1. La Renovación Carismática: Un Intervalo de Tiempo, No un Fin.

Dios quiere que sepamos que esta renovación carismática es preparación para algo mejor que se avecina. Estamos en camino a algo mayor que la renovación carismática. Seguiremos agradeciendo a Dios por todo lo que Él ha hecho y por traernos nuestra herencia sobrenatural. Dios nunca quiso que la Iglesia viviera o creciera sin los dones y ministerios sobrenaturales que tuvo en el comienzo. En el Cristianismo Normal siempre han obrado los milagros porque Dios jamás estableció ningún otro tipo de cristianismo. La Iglesia continuará hasta el fin y de la misma manera en que comenzó – con el poder milagroso del Espíritu Santo en los dones, ministerios y manifestaciones sobrenaturales que son parte de la herencia del cristiano.

Nos dirigimos más allá de lo que hemos llamado «renovación carismática» a lo que yo llamo, por no tener un nombre mejor, «la restauración». La restauración es un paso gigante más allá de la renovación y tiene que ver con el sacudir y despejar toda basura y escombro de la Iglesia, para restaurarla a su belleza prístina, al poder y a su condición original. Es más que renovar. Dios quiere llevarla más allá de la bendición.

He oído decir a Derek Prince que la renovación carismática no es realmente una ola: si no el remanso entre dos olas. Creo lo mismo. Ern Baxter dice que realmente somos «post-carismáticos» y «pre-algo-más». No estamos muy seguros de lo que ese «pre» sea, pero estamos en camino a algo más.

  1. La Disciplina de Dios

La segunda cosa que Dios quiere que aceptemos es Su disciplina y Su corrección con la misma fidelidad que hemos aceptado Sus bendiciones. La disciplina no es tan emocionante como las bendiciones. Bob Mumford ha dicho que es más fácil decir: «Buscad primeramente el Reino de Dios», que «Buscad primeramente el gobierno de Dios». Sin embargo, el gobierno es lo que provee la disciplina, la corrección y la madurez necesarias para nosotros. Si queremos permanecer con el pueblo de Dios e ir hacia delante en Su propósito, tendremos que estar dispuestos a aceptar Su disciplina y Su corrección tan fielmente como hemos aceptado Sus bendiciones. (Lea Hebreos 12: 5-11).

Jesús dice en Juan capítulo 15: 1-2:

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Toda rama en mí que no da fruto, la quita; y toda la que da fruto, la poda para que dé más fruto.

Nos sentimos muy cómodos cuando pensamos que el Señor es la vid, pero no con que el Padre sea el Viñador. Disciplina y prueba significan poda. El siguiente ejemplo es una pequeña ilustración de lo que es el proceso de poda. Cuando todavía vivíamos en Pompano Beach, Florida, nuestro vecino tenía un viejo y enorme árbol de mango en su patio, (que estaba a plena vista de nuestra casa) frondoso y producía mucho fruto. Un día, noté que una cuadrilla de podadores había llegado para hacer un trabajo en ese árbol. Yo pensé: «Seguro que van a recortar algunas ramas para darle un poquito de forma. Cortarán talvez alguna ramita que está fuera de lugar o algunas partes muertas y le darán una cierta forma para que se vea mejor.» La mayoría de las veces s en un recorte cuando se habla de podar.

Observaba desde mi propio patio y de repente un hombre subió al árbol. El tronco debía tener más de un

metro de diámetro y el hombre subió hasta donde comenzaban las primeras ramas grandes. Volví a decir

dentro de mí: «Seguro que alguien le va a pasar ahora una de esas varas largas con tijeras en los extremos y

cortará alguna ramita bien alta.» Pero eso no fue lo que hizo. Para mi sorpresa, se acomodó en la horquilla entre dos grandes ramas y su ayudante le pasó una sierra de cadena.

El hombre de arriba, tomó la sierra, tiró de la cuerda del arrancador y -brrrummm- la puso a trabajar. Entonces miró alrededor suyo y seleccionó, no una ramita escuálida o muerta, sino una rama de 15 centímetros de diámetro. Cambió de posición, levantó la sierra y abajo cayó otra rama del mismo tamaño. En su lugar quedó el tronco desnudo con lo blanco de la madera expuesto. Sorprendido, vi hacer lo mismo con todas las ramas que estaban cerca del tronco.

Cuando hubo terminado parecía como si alguien hubiese tratado de matar el árbol. Ramas grandes, vivas y saludables habían sido cortadas muy cerca del tronco y el árbol se veía desnudo y feo. Si no hubiese sido por una ramita que dejó, jamás se hubiese sabido que aquel árbol de mango tenía vida. Era horrible de mirar, había sido podado.

El Padre es el Podador. Las Escrituras dicen: «Toda rama que da fruto, la poda para que dé más fruto.» Ese proceso es de Dios. Dios nos está haciendo pasar por ciertas situaciones para exponer las cosas que quiere cortar de nuestras vidas – a veces hasta son cosas buenas, que están impidiendo que produzcamos lo mejor. No es que no demos fruto o no disfrutemos de lo que produce la fe en el poder y la voluntad de Dios, pero de vez en cuando, Dios enciende Su sierra y, brrrummm, corta algo que pensamos era saludable y parte de lo que Dios nos había dado, rueda por el suelo y nos quedamos como un tronco desnudo y preguntándonos qué es lo que Dios está haciendo. Se lo diré: ¡Dios está podando!

1 Pedro 2: 18-21, habla de someterse a las autoridades como siervos o empleados.

Dice que Dios a veces nos mete en situaciones completamente injustas de las que no podemos salir. No las merecemos porque no hemos hecho nada malo, sin embargo, estamos sufriendo injustamente por causa de Cristo.

Este no es el tipo de enseñanza o predicación que nos gusta. Preferimos ministrar acerca de la Gloria de Dios de Sus dones y de Su amor etc. Pero esta Escritura dice: «¿Qué mérito hay, si cuando pecáis y sois tratados con severidad, lo soportáis con paciencia? Pero si cuando hacéis lo bueno y sufrís por ello, lo soportáis con paciencia, esto halla gracia con Dios. Porque para este propósito habéis sido llamados.» Ese, también es parte de nuestro llamado – sufrir injustamente y aceptarlo con paciencia.

  1. Resistiendo al Acusador en el Día de la Prueba

Esto nos lleva al siguiente punto, porque cuando estamos en situaciones como esa, nos sentimos fuera de la voluntad de Dios y en un callejón sin salida. Dios quiere que resistamos al acusador en el día de la prueba.

Quiere que entendamos que estas pruebas son para podarnos, limpiarnos y prepararnos para Sus propósitos. El diablo participa mucho en esto, pero es Dios quien se lo permite. Si nuestra orientación espiritual está basada únicamente en las bendiciones, los milagros y la bondad de Dios, tendremos problemas cuando Dios comience a manifestarse como un padre que disciplina a Sus hijos y a permitir que ciertas cosas nos confronten para probarnos, podarnos y madurarnos.

En Lucas 22:31-32, Jesús le dice a Pedro: «Satanás ha recibido permiso para sarandearte como a trigo.» El sentimiento popular es que Jesús debió haber protegido a Pedro. Pero Jesús no dijo: «Pedro yo he orado para que Satanás no te haga eso»; lo que dijo fue: «Pero yo he orado por ti que tu fe no falle; y tú, una vez que hallas regresado fortalece a tus hermanos.»

Hay varias cosas que necesitamos aprender con respecto a la espina de Pablo en 11 Corintios capítulo 12. La primera es que venía realmente de Satanás. Al principio Pablo hizo todo lo que nosotros hubiésemos hecho. Rogó a Dios fervientemente y repetidamente para que se fuera de él, pero Dios no lo hizo. ¡Qué extraño que este hombre que podía echar fuera demonios, y sanar a los enfermos, con tantas revelaciones que ningún otro hombre había contemplado, y aquí lo vemos luchando en contra de algo en su vida personal!

El punto que quiero enfatizar es que cuando Pablo oyó finalmente a Dios, tuvo una revelación de lo que Dios quería en su situación. Pablo obtuvo la victoria no reprendiéndola, sino aceptándola. Habrá veces cuando usted y yo tendremos que hacer lo mismo para seguir adelante con Dios. El permitirá cosas que nos molesten para perfeccionarnos, y las vamos a tener que aceptar sin que nos impidan funcionar

No sabemos si Pablo se libró de su espina, pero sí que la aceptó como parte de la disciplina de Dios en su formación. «Por tanto, gustosamente prefiero gloriarme en mis debilidades … porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.»

En las pruebas, en la poda, en las dificultades y problemas -aún hasta en las cosas que hace el diablo- descubrimos que los propósitos de Dios se están cumpliendo. Pasemos por ellas sin sentirnos fuera de Su propósito o voluntad, entendiendo que Dios las está usando para formarnos y prepararnos para todo lo que Él quiere darnos.

En el pasaje de Hechos 27, Pablo y su compañía estaban en un barco en medio de una tormenta. Pablo iba camino a Roma para ser juzgado, pero la tormenta habrá desviado la nave como 1.000 Kms. fuera de su curso. Las cosas se habían puesto tan malas que el versículo 20 dice: Y siendo que ni el sol ni las estrellas aparecieron por muchos días, y que una tempestad no pequeña se abatía sobre nosotros, desde entonces fuimos abandonando toda esperanza de salvación. ¡Qué declaración más honesta! La Biblia nunca encubre los problemas y las tribulaciones, las debilidades y temores del Pueblo de Dios.

Pablo sabía que la tormenta vendría y se lo advirtió al capitán y al oficial que le custodiaba para que no zarparan. Luego recibió la visita de un ángel quien le dijo que todo saldría bien.

Lo sorprendente en todo esto es que Dios se tomara la molestia de enviar a un ángel para advertir a Pablo de lo que iba a suceder sin eliminar la tormenta. Eso hubiera sido más sencillo. Pero Dios le dijo: «Pablo, la tormenta se avecina; no puedes evitarla, pero yo estaré contigo.» Esa es una parte de la prueba y de la poda y necesitamos comprender que cuando esas tribulaciones vengan, no debemos aceptar acusaciones del diablo de que estamos fuera de la voluntad de Dios. Es hora de permanecer firmes y decir: «Dios, sé que estás conmigo.»

En cierta ocasión oí al reverendo Jesse Winley de Harlem, New York predicar de Santiago 1: 2 y 3 que dice:

Hermanos míos, tened por sumo gozo, cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce constancia.

Y que la constancia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada. (Santiago 1: 2 -4).

Jesse Winley estaba diciendo esa noche: «¿Ven lo que Dios les está diciendo, hermanos? ¡Dice que debemos de tener por sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas!»

Yo estaba sentado en la parte de atrás del auditorio con mi esposa cuando esa frase me dio con todo su impacto. Repentinamente pensé que en toda mi vida de cristiano jamás había hecho siquiera el esfuerzo de lograrlo. Nunca se me había ocurrido que Dios quería que tomara esa Escritura en serio: «Tened por sumo gozo, cuando os halléis en diversas pruebas (o tentaciones).»

Dios quiere que nos gocemos porque el propósito Suyo se está operando en nosotros. ¿Cuáles son estos propósitos? Uno de ellos es la paciencia. «Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce constancia o paciencia.» No es la fe, sino la prueba de su fe la que produce paciencia.

Con la constancia Dios quiere madurarnos y completarnos. (vs.4).

Entendamos que Dios no nos tienta. Es el diablo. Pero Dios le permite hacerlo. ¿Qué vamos a hacer cuando somos tentados y nuestros viejos pensamientos regresan y sentimos la compulsión de caer en aquel viejo hábito o hacer aquella cosa sobre la que creímos tener victoria? ¿Cuándo nos damos cuenta que Satanás nos ha echado otra zancadilla de nuevo? ¿Qué es lo que dicen las Escrituras que debemos hacer? ¡Tenerlo por sumo gozo! Así estaremos resistiendo al acusador en el día de la prueba.

  1. Abandonando Nuestra Independencia.

La cuarta cosa que Dios quiere es que abandonemos nuestra independencia. «¡Bendito Dios, yo sirvo a Jesucristo! ¡A mí nadie me dice lo que debo de hacer!» Lo que nosotros llamamos independencia, Dios lo llama rebelión. Dios está cambiando de estrategia. No solamente hace cosas para nosotros; sino que nos ha convertido en el objeto de Su acción.

Bob, Charles, Derek y yo hemos testificado una y otra vez y lo seguiremos haciendo por el resto de nuestras vidas, de la fuerza y bendición que hemos compartido desde que Dios soberanamente nos unió en 1970.

Recuerdo una ocasión poco tiempo después de que esto sucedió.

Charles y yo estábamos dando unas conferencias en Phoenix, Arizona y Bob estaba por llegar. Charles y yo habíamos ministrado durante dos días. Esa noche Bob iba a ministrar, pero su avión se había retrasado. El servicio había comenzado y estábamos sentados en la plataforma en un rato de adoración y a la expectativa de la llegada de Bob. De repente entra Mumford por la puerta de atrás con pasos aligerados. Cuando lo vi me dieron ganas de llorar -estaba tan alegre de verlo. Allí estaba mi hermano que venía por el pasillo.

Era increíble la manera en que Dios había unido nuestros corazones y sobrenatural el gozo, la confianza y la fuerza de nuestra relación y eso ocurrió antes que tuviésemos mucha enseñanza con respecto a las relaciones. No era algo que sabíamos hacer: era el resultado de la soberanía de Dios. ¡Y continúa siendo de tanta bendición y alegría y fuerza! … ¡y desconcierto!

No hace mucho que la junta directiva de Christian Growth Ministries estaba reunida -Bob, Charles, Derek y yo- y había ciertas cosas que teníamos que resolver especialmente entre Bob y yo. Mi yerno, que está en la directiva de New Vine, pasó por el corredor, junto a la sala de conferencias. Yo estaba discutiendo con Bob acerca de algo y el volumen de mi voz era más elevado de lo normal y cuando Dick nos oyó, se sintió un poco apenado. Después de que todo hubo terminado me dijo:

«Me preguntaba si tú y Bob se estarían hablando después de esa reunión.»

No recuerdo ahora cuál era el problema, pero Bob y yo somos de distintos temperamentos. Nuestro compromiso es fuerte, pero a veces pasamos por tiempos de gran frustración. Es a través de nuestras relaciones que Dios expone y trata con nuestra condición interna. Él está cambiando el modo de hacer las cosas.

¿Sabía usted que algunas veces los milagros y las respuestas a la oración pueden convertirse en un estorbo para la voluntad de Dios? Hay ciertas oraciones que Dios ya no está contestando para algunos de nosotros. Porque si no se rehusara a contestarlas, permaneceríamos llenos de orgullo, de rebelión e independientes.

¡Si yo pudiese recibir todo lo que necesito directa y exclusivamente de Dios no necesitarla de usted! No necesitaría a Bob, ni a Charles, ni a Derek. Pero Dios sabe que los necesito, de modo que hay ciertas cosas que ya no puedo recibir directamente de Él. Tengo que depender de mis hermanos y hermanas en el Señor.

Dios detiene algo de Sus bendiciones y de Su gracia porque sabe que hay ciertas responsabilidades, bendiciones y poder que no nos puede confiar a nosotros solos. Solamente como cuerpo y en unidad nos las dará.

Su obra es fiel, paciente, inexorable e inevitable para eliminar nuestra independencia. El tiempo se acerca rápidamente cuando ningún hombre o mujer podrá pararse sólo y decir: «Jesús Tú y yo y nadie más.» Necesitamos a nuestros hermanos y hermanas cristianas. Necesitamos a toda la familia de Dios. Dios quiere que abandonemos nuestra independencia.

  1. Aceptando la Unidad

Finalmente, Dios quiere que aceptemos totalmente la unidad que EL está trayendo. Ya otros hermanos lo han dicho: es tiempo de estar dispuestos a soltarnos de ciertas tradiciones y prácticas y tal vez de algunas convicciones que hemos atesorado en el pasado.

Nuestras tradiciones y doctrinas nos llevarán hasta cierta distancia. Mirando mi propio ministerio en retrospectiva, veo que la tendencia ha sido que nuestra teología, doctrina y tradiciones sean nuestro soporte principal en vez de las relaciones. Hemos sido forzados a confiar en las tradiciones y en las doctrinas porque no hemos tenido las relaciones que necesitábamos. Las doctrinas y las tradiciones son preciosas y válidas hasta cierto punto y nos han llevado un largo trecho, pero Dios nos está mostrando ahora que no nos podrán llevar mucho más lejos. Algunos, que nos han traído hasta aquí, se están convirtiendo ahora en barreras y estorbos para lo que Dios quiere hacer de aquí en adelante. De manera que tendremos que depositar nuestra confianza, nuestra fe, y nuestro compromiso no solamente en lo que creemos, sino también en quien creemos y en quien confiamos – los hermanos y hermanas que Dios nos ha dado.

Jesucristo jamás se comprometió con las doctrinas.

Su compromiso fue con las personas. Jesús amó a Sus discípulos hasta el fin. Depositó Su vida en Sus discípulos, no sólo en Su ministerio público. Es cierto que ministró a las multitudes, sin embargo, a los doce se entregó de lleno y les amó hasta el final.

Dios nos está llevando a la unidad, pero no a la clase en que creímos en un tiempo. No vendrá con el tipo de debate teológico que intenta argumentar con el otro individuo hasta que ceda y rinda algunas de sus convicciones o tradiciones. Tampoco vendrá con la transigencia, ni con la mezcla de doctrinas, ni en que cada uno mantenga sus diferencias en un estado de acción suspendida mientras trata de guardar las apariencias con la otra persona. Dios lo está haciendo de otra manera y va a requerir nuestra disposición de hacer a un lado algunas de nuestras tradiciones en favor de una relación personal.

Lo que Dios persigue 

Ahora les voy a relatar la conclusión del sueño que tuve en Oklahoma City. Después de que la nube de criaturas demoníacas salió de aquel enorme y viejo edificio que había sido sacudido, vi otra cosa más. Al otro lado de la calle, inmediatamente en frente del balcón donde me encontraba mirando y como parte del edificio, estaba un patio y en medio, una gran estatua como de 2 metros y medio de alto, envuelta en una túnica. Por su apariencia supe que representaba algún padre de la iglesia o patriarca religioso. La expresión en el rostro de esta figura hecha de piedra de arena suave, desmenuzable y deteriorada era pontifical y en sus manos sostenía un enorme libro. De repente, el ángel que había lanzado la apisonadora contra el edificio, apareció al lado de la estatua. Su expresión era serena y confiada. El ángel se fijó en la estatua por un rato y entonces, con un pequeño gesto, levantó la mano y derribó la cabeza, que había estado a punto de caer por sí sola.

En alguna forma, esta estatua simboliza algunas de las cosas que hemos atesorado – tradiciones del pasado que han tenido su valor hasta cierto punto, pero que han sobrepasado su utilidad y ahora se interponen en el camino del presente propósito de Dios.

El Obispo Leslie Newbigin menciona en su libro, The Household of God (La Casa de Dios) que hay tres corrientes en el cristianismo. Está la corriente católica, representativa de la autoridad. Esa corriente ha dicho históricamente que donde está el obispo, allí está la Iglesia; donde está la autoridad allí está la Iglesia.

La segunda corriente, la evangélica o protestante, ha dicho: «No, no es cuestión de autoridad. Donde el evangelio se predica, donde la Palabra de Dios se proclama, allí está la Iglesia.»

Entonces dice Newbigin: «Ahora encontramos que hay una tercera corriente que hemos venido a llamar la corriente pentecostal que dice: «No, no es principalmente una cuestión de autoridad. Allí no es donde está la Iglesia. Ni siquiera donde se predica el evangelio es donde está la Iglesia. Es más bien donde el Espíritu Santo está presente con poder: allí está la Iglesia.»

Estas tres corrientes tienen su validez y las hemos llegado a aceptar todas. La mayoría de nosotros hemos salido de 1a tradición evangélica o protestante donde hemos puesto todo nuestro énfasis en la predicación del evangelio y de la Palabra de Dios. Últimamente, hemos visto que hay autoridad en la Iglesia y que es parte de su estructura. Y gracias a Dios, en la renovación carismática hemos llegado a aceptar totalmente el descubrimiento de la verdad adicional que donde el Espíritu Santo está presente allí está la Iglesia.

Creo que estas tres corrientes nos han llevado hasta su límite y que Dios persigue algo más y quiero sugerírselos para concluir: una cuarta corriente que consiste en la lealtad y en el amor de pacto, que proclama ciertamente que donde está presente la lealtad y el amor de pacto de Dios, allí está la Iglesia. La Iglesia no estará completa sin esta cuarta corriente. Eso es lo que Dios persigue.

¡Hemos sido aprehendidos por algo más grande que nosotros! Estamos siendo llevados por una corriente en el Río de Dios, que corre con más fuerza cada vez. Quiero animarlo a creer y a entender que, si permanecemos firmes y sin salirnos de esa corriente, vamos a llegar donde Dios quiere llevarnos. Dios obra inexorablemente e inevitablemente para llevarnos a un punto donde estaremos unidos para siempre en un compromiso y en un amor de pacto.

No sólo tendremos la autoridad, la predicación del evangelio y el poder del Espíritu Santo; más allá de ellos tendremos las coyunturas, las relaciones de compromiso que resistirán todas las pruebas. Entonces Dios habrá hecho lo que se propuso: que Su pueblo sea uno. No se llamará sencillamente la Iglesia o la Iglesia Unida; lo que tendremos será el Reino de Dios sobre la Tierra. Amén.

Revista Vino Nuevo Vol 2 Nº 7