Por Bob Munford

ALINEAMIENTO

Esta inocente palabra engloba el proceso de toda una vida. Se encuentra en relación con los otros conceptos del Reino que hemos considerado: ¿libertad o cautiverio?, deseo y capacidad. Tres impedimentos. Con el alineamiento adecuado podernos llegar a obtener la verdadera libertad. Al aprender a cambiar nuestros deseos en capacidad, encontrarnos nuestro carácter conformándose a las enseñanzas de Jesús y en el camino hacia el Reino, los impedimentos se vuelven piedras de tropiezo.

Vamos a usar una serie de dibujos que nos ayuden a ver el significado y el propósito del alineamiento. Primero, dibujarnos la voluntad de Dios.

 

La voluntad de Dios es recta, inflexible e inmutable. No se dobla ni varía para nadie. Es una barra de hierro y es el modelo o regla por medio de la cual todas las acciones serán medidas. No hay variedad ni sombra de cambio. Permanece la misma para cada hombre de cualquier raza, color, estado de vida, capacidades físicas e intelectuales.­ Dios no se inclina, ni se rinde, o hace política. No puedes chantajearlo, comprarlo, amenazarlo, exigirle ni estafarlo. ¡Definitivamente no puedes!

Enseguida veremos la voluntad de Jesús en el tiempo en que vivió en la tierra durante los años de su vida pública. El declaró, «Hago siempre lo que complace al Padre». Su voluntad y la del Padre fueron una y la misma.

Esta capacidad de hacer siempre la voluntad del Padre fue una perfección aprendida en la vida de Jesús, así como debe ser aprendida en nuestras vidas .. Mencionamos esto, «aunque Jesús era Hijo de Dios, tuvo que aprender con experiencia lo que era la obediencia, aunque obedecer le causó sufrimiento» (Hebreos 5: 8 LB).

Hacer a un lado nuestra voluntad, para poner la de otro en cambio, puede significarnos sufrimiento. Pero la voluntad de Jesús estaba perfectamente alineada a la de Dios en cada caso, sin tomar en cuenta inconveniencias personales, dolor, preferencias o resultados. Esta es la razón por la cual el segundo diagrama parece una vía de ferrocarril. En donde estaba la voluntad del Padre, ahí estaba la de Jesús. ¡Este es el alineamiento con la voluntad increada de nuestro Eterno Dios!

Añadimos ahora una tercera voluntad al diagrama. Aquí comienza el caos y la confusión. Se trata de la voluntad del hombre, de un creyente. El tiene el deseo de hacer la voluntad de Dios -de que su voluntad se alinie a la de Dios, ¡pero! ¿Qué significa ese pero? El Creyente debe convertirse en seguidor. Ese deseo debe transformarse en capacidad. Esa nueva naturaleza debe producir conducta, Aquí vemos como se ve el camino del hombre espiritual en el Reino de Dios comparándolo con las vías del ferrocarril que son las voluntades del Padre y del Hijo.

Tú puedes estarte preguntando. «¿Qué tiene que ver el alineamiento con el Reino de Dios?» En nuestro qué dijimos, que el Reino de Dios es una situación en la cual la voluntad de Dios se cumple en la tierra como se cumple en el cielo. Este caminar del hombre no se parece mucho a las líneas rectas indeformables de las voluntades del Padre y del Hijo, ¿o no? ¿Cabrá alguna posibilidad de transformar esa vacilante voluntad en una línea de acuerdo a los estables latidos del corazón de Dios? Sí. Los Estatutos del Reino han sido diseñados precisamente con esa intención especifica. Esta es la esencia del mensaje del Reino de Dios.

El mensaje de Isaías citado por San Lucas:

» ¡Preparen los caminos del Señor! ¡Amplíen las rutas ante El! ¡Nivelen las montañas! ¡Rellenen los valles! ¡Enderecen las curvas! ¡Alisen las asperezas! y toda la humanidad verá al Salvador enviado por Dios». Esta es la manera como Lucas (3 :4-6) (LB) describe el proceso que estamos tratando de hacer saber.

Las montañas del orgullo, la arrogancia, el egoísmo, la rebeldía, y el resentimiento deben allanarse 🔽; mientras que los valles de la depresión, desesperación y la soledad deben elevarse 🔼. Las curvas de los rodeos y de la desviación de la voluntad conocida de Dios deben enderezarse.

¡Los surcos de hábitos anteriores, moldes, y «mis modos» de hacer las cosas deben alisarse! Los que nos rodean podrán entonces empezar a ver al Salvador -en nosotros- gracias a una vida que ha cambiado y se ha conformado a la imagen y a la voluntad del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo.

Usaremos otro diagrama para mostrar la manera por la cual Dios consigue su propósito. Aquí se retrata «el antes y el después» del alineamiento requerido en el interior para obtener el alineamiento externo -que se expresa en nuestra conducta.

Una vez que el creyente percibe el reto de la posibilidad de alineamiento de su voluntad con la del Rey, puede decir a Dios, «Señor, quiero hacer Tu voluntad. ¡Ayúdame!»

El Señor puede contestar, a esta suplica «¿De veras quieres?» ¡El quiere estar seguro de que sabes lo que pides! Una vez que expresas tu deseo eres aceptado como seguidor. Dios comienza entonces a conformar tu voluntad a la suya. Esto incluye algunos estiramientos, apretar tornillos flojos, uniones de engranes, pernos, desenmarañar­ alambres, y un reajuste general para obtener alineamiento del enredo que la mayoría de nosotros tenemos en nuestro interior y que veríamos si utilizáramos los rayos X del equipo de Dios.

De una sola vez debemos enfrentar el hecho de que no será fácil ni siempre agradable. ¿Estás dispuesto a pasar por algunas «tribulaciones» para conseguir alineamiento?

¿Piensas que vas a extenuarte mientras el Señor trabaja en tí? Sí, aunque El proveerá en cada circunstancia durante el proceso.

Un amigo mío tuvo un sueño que describe este proceso.

En la primera escena había un bello río avan zando tranquilo y atractivo por el paisaje. Mucha gente se divertía. Empezaron a aparecer rocas en las orillas. De pronto la escena cambió, el lecho del río se estrechó y llegó a ser una hendedura en las piedras. Las aguas se volvieron turbulentas, con remolinos y corrientes peligrosas. Algo más allá, el río salió de una curva y se volvió calmado y tranquilo, pero sólo por un corto trecho. Después volvió la estrechez, la turbulencia y así proseguía el río hasta su desembocadura.

Los cambios en la corriente del río representan los procedimientos de Dios durante épocas de alineamiento. Cada individuo escoge el lugar que desea en el curso del río. Algunas personas desean permanecer toda la vida en lo quieto y poco profundo, mientras otras se disponen a arrostrar los peligros de las corrientes cambiantes. Vendrán tiempos de descanso en lo calmado, temporadas más tranquilas durante las que nos prepararemos para el reto de los rápidos y de las corrientes que a su vez nos conducirán otra vez al descanso. Y el procedimiento lleva cada vez más adelante hasta que alcancemos la meta -alineamiento a la voluntad de Dios.

¿Estás dispuesto a entregarte al Mecánico Principal para llegar a la «santidad, paz y gozo» del Reino? Si es así, entremos en nuestra siguiente área de operación. Te prometo: Estos conceptos del Reino revolucionarán tu vida.

¿Para qué nos sirven las reglas? 

Ahora llegamos al menos popular de los Conceptos del Reino pero de gran importancia. Aceptando que todo tiene reglas desde la siembra y la cosecha (lo que se siembra se recoge) hasta los Niños Exploradores (un niño debe cumplir ocho años para iniciarse como lobato. Empezaremos nuestra investigación respondiendo a la pregunta, «¿Por qué tenemos reglas?» Las reglas son parte de la vida. Ningún negocio prosperaría sin reglas. Me dirás, ¿Dónde está entonces la libertad? ¿Creí que la libertad quería decir que no había reglas. «¿No dijo Jesús que la verdad no haría libres?»

Sí, estás en lo cierto – El dijo eso mismo «… Si permanecéis en mi palabra, en verdad sois discípulos míos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:31-32. Aquí es en donde entran las reglas. «Ellas son parte de la verdad» Las reglas estan diseñadas para liberarnos. Continuemos y veremos como funcionan.

Vamos a comenzar por el final e ir hacia atrás. ¿Te gustaría ser tan completamente libre que no tuvieras que tener en cuenta las reglas? ¡y esto por supuesto en cada área de tu vida: hogar-familia, negocio, diversión, todo!

En el capítulo 5: 21-23 de los Gálatas, Pablo utiliza algunas de las palabras que hemos estado enfocando: libertad-atadura-ley (o regla). Tomemos sólo tres versículos para tener una idea de su concepto de la libertad:

Fue para libertad que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes y no os sometáis a yugo de esclavitud.

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe. Mansedumbre, dominio propio; tontra tales cosas no hay ley.

Veamos también las últimas palabras del versículo 21, «el Reino de Dios». Pablo está hablando de los conceptos del Reino, uno de los cuales consiste en la posibilidad de libertarnos del cautiverio por medio de una situación del corazón en la que no haya necesidad de reglas.

El objetivo principal de Dios es alinear nuestras voluntades a la suya. Cuando se complete esta tarea, podremos movernos por la vida igualmente que Jesús lo hizo en su vida terrena – en completa libertad. Enfrentaremos cada situación con la seguridad, de que nuestros hechos y acciones responsivas están alineadas, ceñidas por dentro y corriendo paralelamente con la voluntad de Dios y la de Jesús. ¡Imaginémonos la rectitud, la paz, y el gozo que resultarían de tal seguridad! Esta es la verdadera vida del Reino.

Se habrán dado cuenta que no se trata de una transformación instantánea. El proceso toma toda una vida que se vuelve más satisfactoria con cada paso que nos entrega su porción de libertad.

¿Te has metido alguna vez en un grave problema, que al fin se arregla y cuando sales al aire fresco de la rectitud de Dios, te das cuenta que eres diferente de cuando entraste en tal embrollo? ¿Supiste que era parte del alineamiento deseado por Dios en tu vida? Cuando rompemos el yugo de la esclavitud aunque sea en un segmento pequeño de nuestras vidas, estamos adelantando en el camino de la libertad que tanto Jesús como Pablo nos enseñaron.

Al presentarte la jornada individual hacia la libertad, mencionamos tres impedimentos que interfieren con la llegada al punto deseado. Se trata de la rebelión, el resentimiento, y la independencia. ¿Cómo encajan en este asunto de las reglas?

Los encontramos directamente en la entrada del Reino. Quizás no todos estemos concientes de su presencia en nuestro camino hasta que Dios nos abra los ojos. Recuerda la gran pretención de los creyentes judíos: «Nunca hemos sido esclavos de nadie». Pero cuando Jesús comenzó a hablarles presentándoles los Estatutos del Reino, que son las reglas, sus ojos ciegos, se abrieron gradualmente enfocando y ajustándose a la nueva luz que les revelaba la dimensión de su propia esclavitud. Estas reglas están propuestas para producir este efecto. Recordemos otra vez la cláusula I de la Constitución: «obedecer para su propio bien».

Dios no se sorprende cuando una persona que se levanta contra sus reglas, manifieste la rebelión, el resentimiento o la independencia. ¡Nosotros somos los sorprendidos! Dios conoce mi sentarme y mi levantarme». (ver Salmo 139:2) y permite situaciones que exponen estas reacciones. Esto es absolutamente necesario para nuestro progreso hacia la libertad. El deseo de agradar a Dios que hay dentro de nosotros y de hacer Su voluntad puede ser muy fuerte. Pero cuando El nos regala una oportunidad para convertir ese deseo en realidad el asunto se vuelve difícil.

Recuerdo cuando era decano de un Instituto Bíblico. Si alguien quería ingresar, se le enviaba por correo una formula de solicitud para que la llenara. Una de las preguntas que se hacía era la siguiente. «¿Te someterás voluntariamente a las reglas de esta institución?» Cuando la respuesta era un grande y simple ¡Sí!, yo sabía que venía de un corazón lleno de anhelo de obedecer las reglas. Precisamente mediríamos la capacidad del estudiante para obedecer con las reglas que le daríamos. En estos jovenes había una decidida lucha por obedecer. Cuando tenían éxito, esto era motivo de gozo para toda la facultad; y si fallaban, sufríamos con ellos el dolor del fracaso.

Cuando Dios pone una regla en nuestro camino pone también una disyuntiva. Podemos:

(1) Rebelarnos – «Yo no quiero» -o someternos y obedecer la regla.

(2) Resentirlo. Quejarnos de la regla – «¿Por qué tiene que ser así?» -o permitir que Dios nos limpie de este tipo de reacción.

(3) Independizarnos. Establecer nuestros propios modos de cumplir.

«Yo lo haré mejor a mi manera». – o reconocer nuestra incapacidad y hacerlo como El nos dice.

Dios no cambia sus reglas ante nadie. Si al primer aviso rehusamos cambiar, El tiene maneras sorprendentes de mostrarnos otra vez su parecer. Podríamos pensar que nos hemos escabullido pero El nos presentará de nuevo la misma situación. Nunca nos promueve al grado superior sin haber aprendido satisfactoriamente todas las lecciones del grado inferior, ¿Cuántos de nosotros hemos reprobado el primer grado hasta tres y cuatro veces (inclusive yo mismo)?

¿En qué forma corremos?  

Hemos aclarado ya el «por qué» de las reglas.

Llegamos ahora a otra importante cuestión: ¿Cómo vamos a conducirnos para lograr el cumplimiento efectivo de las reglas?

En el dibujo hay una pista de atletismo y dos corredores – tú y tu compañero. Digamos que tú eres el Corredor 1 y que vas afanándote en la carrera – graduándote en todas las reglas del Reino. Estás bastante satisfecho de tu esfuerzo hasta que te pones a ver lo que te falta y piensas cuán larga y tediosa es la carrera hasta la meta.

Junto a tí viene el corredor 2. El, también, comienza a preguntarse si algún día llegará a la meta – y si es que vale la pena tanto esfuerzo. ¿por qué no cruzar el estadio y alcanzar la meta tomando un atajo? ¿Qué bien, no? ¿Te ha sucedido esto a ti? Sí, y con bastante frecuencia. Algunas veces el corredor Nº.1 piensa que el Corredor 2 va a salirse con la suya y escapar impune con su infracción a las reglas. El juez de campo podría no verlo por estar atento a algún otro corredor. Pero ¿ves al juez en la tribuna observando todo el campo? Este juez es quien hizo las reglas y el que diseñó la pista; está siempre en la tribuna y no se distrae jamás, ni disimula la trampa del Corredor 2. ¿Qué consecuencias tiene la estratagema de este último? Se le descalifica de la carrera. Escucha al Apóstol Pablo «hablando de carreras».

En una carrera varios son los que corren, pero sólo uno obtiene el premio. Corren para ganar. Para ganar en una competencia uno tiene que abstenerse de cualquier cosa que le impida estar en las mejores condiciones físicas. Sin embargo un atleta se esfuerza por ganar una simple cinta o una copa de plata, mientras que nosotros nos esforzamos por obtener un premio que jamás se desvanecerá. Por lo tanto, corro hacia la meta con un propósito en cada paso. Peleo para ganar, no como los que en la contienda piquetean. Cual atleta, me golpeo el cuerpo, lo trato con rigor, para que aprenda a hacer lo que debe, no lo que quiere. De lo contrario corro el riesgo de que, después de haber alistado a otros para la carrera, yo mismo no esté en buenas condiciones y me eliminen.  1 Corintios 9:24-27 N.T.V.

Antes de que hagamos la aplicación práctica del consejo de Pablo fíjate, por favor, en dos cosas.

( 1) La palabra griega usada para, «quedar eliminado» es «descalificar». Pablo considera seriamente la posibilidad de correr de tal modo que se le descalifique y no consiga el premio, que obtendrán los corredores que hayan finalizado de acuerdo con las reglas.

(2) Pablo no temía perder el don de la salvación. El sabía que eso estaba seguro. Sería descalificado para obtener la corona; su recompensa por una tarea específica en el manejo del Reino y esto era lo que le preocupaba.

Veámoslo ahora de una manera más común.

Digamos que nos inscribímos en un curso para mejorar la armonía en el hogar – o el manejo correcto del dinero – o sobre la educación de los hijos. Conocemos bien las reglas de esta carrera que nos llevará a nuestra deseada meta. Sin embargo, decidimos que como nos tomará mucho tiempo y esfuerzo cumplir a como es debido, lo hacemos a nuestro modo corriendo a través del campo. ¿Qué pasa cuando llegamos a la meta? Vemos al juez que sacude la cabeza y nos dice que vio cuando esquivamos una disciplina necesaria y el cambio de actitud que hacía falta. El no puede permitirnos la rebelión, el resentimiento o la independencia en las acciones, que fomenten en nosotros el intento de seguir de acuerdo a nuestras propias reglas.

El juez de cualquier tipo de competencia hace saber a los competidores lo que está permitido por las reglas; así Dios nos enseña cuando malentendemos, equivocamos o infringimos sus leyes. ¿ Tenemos otra oportunidad de comenzar de nuevo y aprovechar la experiencia del fracaso? Sí, la carrera prosigue y el corredor puede intentar de nuevo y recomenzar. De esta manera logran un cambio en nuestra conducta.

Estamos comprendiendo la necesidad de las reglas y de la disciplina. Esa comprensión va a desarrollarse cada vez más. Con el mandamiento de Jesús de permanecer obedientes a sus reglas».

¡En esto consiste pertenecer al Reino!

Necesidad y posición   

Completaremos el estudio de otros conceptos del Reino antes de pasar a estudiar las verdaderas reglas o Estatutos del Reino. Este concepto de Necesidad y Posición tiene que ver muy particularmente con el establecimiento del Reino en nuestro mundo.

Una y otra vez hemos orado, «Venga a nosotros tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo». Pero traer el Reino a la tierra es en parte nuestra responsabilidad, ¿lo hemos aceptado así? ¿Nos consideramos parte de la respuesta a esta petición?

La salvación, en su aspecto del «nuevo nacimiento», se ha acentuado durante muchos años como principal objetivo de la Evangelización. Con esto, la necesidad de que nuevos creyentes se den cuenta de que existe algo más allá de sólo «creer» se ha opacado. Los creyentes deben convertirse en «seguidores» si es que quieren gozar de la ciudadanía del Reino, según se nos describe en el Nuevo Testamento. Los nuevos creyentes con su naturaleza y deseos nuevos han sido también presionados probablemente en alguna área de servicio en la Iglesia. Se les hizo sentir la necesidad de hacer algo, sin fijarse en el lugar, el tiempo y la manera de hacerlo. De ningún modo queremos apocar la importancia de la evangelización (buscando que todo el que está perdido se salve) o la importancia del servicio. Pero el Reino no podrá establecerse en la tierra hasta que reconozcamos la importancia de profundizar en el conocimiento y el deseo y la voluntad de Dios para desarrollar el plan de trabajo y escojer a los obreros.

Primero, es por supuesto el deseo de Dios que cada creyente avance y se convierta en seguidor. Esto es necesario para su crecimiento y para la extensión del Reino. Un niño recién nacido requiere de enseñanza y motivación cuidadosa para hacerlo proseguir y enfrentar nuevas oportunidades. Todos los padres sabemos las agonías y las horas invertidas para enseñarle a caminar, a hablar y a tener buenos hábitos alimenticios, etc. Es igualmente importante motivar a los creyentes con nuevas metas. Deben aprender a mirar por encima de su mundo con los ojos de Jesús. Mateo nos dice como veía Jesús Su mundo y Su respondabilidad:

Y Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino, y sanando toda clase de enfermedad y toda clase de mal. Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces les dijo a los discípulos; la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por lo tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.  Mateo 9:35-38

Las frases, «viendo las multitudes . . . tuvo compasión de ellas, deben ser parte de nuestra vitalidad si es que deseamos ver el mundo con los ojos de Jesús. ¿Qué es lo que vemos cuando nos engloba la multitud, cuando leemos el periódico o cuando nos enteramos de los asuntos del mundo por medio de la televisión? ¿Estamos conscientes de que muchos pueden perderse por carecer de enseñanza, estar mentalmente torturados, imposibilitados físicamente y también espiritualmente dañados? Hay tanta necesidad y tantas llamadas de socorro que a menos que tratemos de resolverlos desde la perspectiva de Jesús, tendremos que cerrrar nuestros ojos a la vista de las multitudes y cerrar nuestros oídos a sus gritos. La escena puede ser el colomo de la desesperación.

Pero es aquí en donde los conceptos del Reino nos permiten ver y responder adecuadamente. Dios está estableciendo su Reino. Cada miembro del Reino necesita hacer el trabajo que le corresponde. En el momento en que el Reino se establece dentro de nosotros, nos llenamos de compasión y así encontramos el lugar en donde serviremos mejor. Si nos alineamos a su voluntad y aprendemos a guardar sus reglas, podemos resolver las necesidades de la multitud.

Debemos caer en la cuenta sin embargo, de que la tarea debe hacerse «de acuerdo a la voluntad del Padre». ¿Sabes que hacen tanto daño los que tratan de sacar a Dios de apuros como los que no hacen nada por nadie? ¿Te inquieta esta cuestión? Veámosla desde el punto de vista de Jesús según el relato de Mateo.

No todo el que me dice, «Señor, Señor», entrará en el Reino de los cielos (o Reino de Dios); sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquél día: Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, en tu nombre echamos fuera demonios y en tu nom bre hicimos muchos milagros?» Y entonces les declararé: «Jamás os conocí; apartaos de mí, vosotros que practicáis la maldad».  Mateo 7:21-23

Se nos habla aquí de obras (o servicio) hechas en nombre de Jesús y sin embargo, los obreros son descalificados. Sus obras no son aceptables, aunque fueron hechas en beneficio de otros. La última palabra, maldad o iniquidad, se traduce mejor como «sin ley». Las obras fueron realizadas en la desobediencia. Los corredores quedaron descalificados. ¿Por qué? De seguro vieron una necesidad y la resolvieron a su manera. Dios no los envió ni les encargó ese trabajo. Dios honró sus esfuerzos y les concedió éxito en cuanto a resolver las necesidades; pero El no pudo poner su sello de aprobación a los trabajos hechos en violación a las reglas que El había asentado.

El objetivo final es la relación, no el ministerio. ¿Qué dijo Jesús de su meta? «hago siempre lo que le agrada al Padre».

Antes que nada, al ver las necesidades, debemos buscar qué es lo que Dios planea que nosotros hagamos para resolverlas. Este es un problema radical. Nos hemos vuelto tan decididos por el ministerio que fallamos al no entender que la meta deseada  pertenece al Padre. El criterio predominante es conocer y hacer su voluntad (deseo o anhelo) del Padre. El progreso en el logro de esta relación correcta que es parte del proceso de alineamiento) nos enseña nuestra ubicación. La ubicación pudiera ser un concepto nuevo para tí. Quiere decir que yo aprenda a trabajar en la dimensión o área en la que Dios me quiere. Esto exige obediencia.

¿Cómo llegó Jesús a esa tan íntima relación con su Padre cuyo resultado fue hacer siempre lo correcto? De la misma manera que lo haremos tu y yo. El aprendió a actuar en obediencia al Padre,

¡Obedeciendo! Al tomar un caso de muchos, vemos a Jesús (después de resolver las necesidades físicas a una multitud de sus seguidores) retirarse a un lugar tranquilo para orar. Y después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.  Marcos 6:46

Si Jesús hacía lo que agradaba al Padre, podemos estar seguros de que El Padre le dijo: «Hijo, es hora de que dejes a esa gente y pases algún tiempo en oración».

Pudo no haber sido tan fácil para Jesús, abandonar a la multitud con sus peticiones y la oportunidad de sanar sus enfermedades, de liberar a los endemoniados, o abrir los ojos a los ciegos. Su corazón compasivo pudo haberle dicho que si se quedaba, podría llevar a cabo muchas buenas obras. Pero en obediencia, El se apartó. A veces, cuando se está lleno de compasión, es difícil dejar la ministración de las necesidades, aún sabiendo que es por Su mandato. Pero es más importante ser obediente que trabajar cuando al Padre te permite conocer su deseo.

Hemos visto en nuestros días a corredores que no han sido descalificados por no correr conforme a las reglas. Ya oímos lo que dijo Jesús a los obreros que actuaron «por su cuenta». Examinemos en el libro 2 de Crónicas 26: 1-21. una historia sorprendente sobre estar en el lugar indicado por Dios. Esta vez se trata de un rey – y uno pensaría que un rey puede establecer sus propias reglas, ¿O no? Uzías fue rey de Israel desde que tenía dieciseis años y reinó cincuenta y dos años. Se nos relata que «hizo lo recto ante los ojos del Señor. «Dios lo ayudó en la guerra, en los programas de construcción, en sus planes de agricultura de tal modo que su «fama se extendió lejos; porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso» (v.15).El versículo 16 hace este triste comentario: mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios… 

Cuando Uzías dependía del Señor, prosperaba. Pero cuando comenzó a actuar por sí mismo (independencia), comenzó su decadencia. El rey decidió penetrar en el templo y quemar inscienso. ¿Qué había de malo en ello? ¡El era rey! ¿No podía hacer lo que él quería? No. Dios lo había hecho rey, no sacerdote quien era el que tenía que quemar el incienso. Es más, Azarías, el sumo sacerdote, y otros ochenta sacerdotes» se pusieron contra el rey Uzías y le dijeron: No te corresponde a tí. .. » (v.18). Lo que le estaban diciendo era, «Dios no te ha llamado para este trabajo».

Uzías no sólo fue rebelde, sino ¡rencoroso también! Se enojó, tomó el incensario en sus manos y prosiguió en su determinación – ¡solo para ver brotar la lepra en la frente! Como resultado fué «excluído de la casa del Señor» (v.2l) y su hijo lo sucedió en el trono.

Uzías acabó solo como un leproso. ¿Creen que además de haber sido rechazado como rey y de la pérdida de las prestaciones, sufrió también separación eterna de su Dios? No. No es ese el resultado de la desobediencia de los hijos de Dios, cuando actuan independientemente o en rebeldía. Se les desaprueba, pero siguen perteneciendo a Dios.

Lo que pasó con Uzías fue lo siguiente: su trabajo y su rebelión con el Señor se acabaron cuando desobedeció el llamado que se le había hecho. Podemos decir que esto fue una falla en el carácter de un rey que había comenzado tan brillante y obedientemente.

Las reglas sirven para mostrar estas hendeduras y nos dan la oportunidad de volver a establecer una relación correcta con el Padre. Una relación correcta incluye:

(1) Ver las necesidades con los ojos de Jesús. (2) Buscar Su voluntad para ver nuestro lugar en la solución de esas necesidades.

Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol 3 nº 1 Junio 1979