Autor Hugo M. Zelaya

El apóstol Pablo es quien mejor define la diferencia entre el hombre interior y el hombre exterior. En Romanos 7.22-23 dice: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo en mis miembros una ley diferente que combate contra la ley de mi mente y me encadena con la ley del pecado que está en mis miembros.”  

Y en 2 Corintios 4.16: “Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día.”

Es muy evidente en las escrituras citadas que el ser humano manifiesta un hombre interior y un hombre exterior y que hay una diferencia muy marcada entre los dos. En el hombre interior viene a radicar el otro Paracleto, el Espíritu Santo, que Jesús prometió a sus discípulos en el evangelio de Juan. Es en el hombre interior donde reside y opera la vida de Dios. El hombre interior es otra forma de decir el espíritu que nace de nuevo y una mente renovada por el Espíritu Santo (Lea Romanos 12:1-2).

El diccionario secular Linguee define hombre interior como el “alma racional”. El Diccionario International Standard Bible Encyclopedia como la parte no material del hombre, es decir, alma y espíritu.

Dios quitó su Espíritu del primer hombre en su desobediencia y consecuentemente de todo ser humano impenitente. Sin el Espíritu de Dios el espíritu y el alma humanos están espiritualmente muertos. (Lea Génesis 2.17).  Nacen de nuevo cuando aceptan el sacrificio en la cruz de Cristo Jesús y el Espíritu Santo viene a residir en el hombre interior. Ahí reside y opera la vida de Dios.

El comentarista Adam Clarke lo expresa de esta manera Génesis 2.17: “No solo morirás espiritualmente, al perder la vida de Dios, sino que desde ese momento serás mortal y continuarás muriendo hasta que mueras. Esto lo encontramos literalmente logrado; cada momento de la vida del hombre puede considerarse como un acto de muerte, hasta que el alma y el cuerpo sean separados.” 1

El hombre exterior es el cuerpo y la parte del alma que se conecta con el cuerpo. Recuerdo haber leído a Watchman Nee explicando como si el alma estuviera entre el espíritu y el cuerpo del hombre y que puede ser afectada por ambos. Dios desde el espíritu vivificado para bien y el diablo desde el cuerpo de carne con sus deseos inmorales.

En 1 Tesalonicenses 5.23, la Biblia hace esta descripción completa de las partes que componen al ser humano: “El mismo Dios de paz los santifique por completo; que todo su ser —tanto espíritu, como alma y cuerpo— sea guardado sin mancha en la venida de nuestro Señor Jesucristo.”

Y Hebreos 4.12 ratifica esta descripción cuando dice: “la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”

El espíritu del hombre lo distingue del resto de la creación animal. Ahí es donde reside y opera la vida que Dios nos dio cuando aceptamos el sacrificio de Jesús en la cruz.

Pablo también llama al hombre exterior como el hombre natural. En 1 Corintios 2.14 dice: “Pero el hombre natural no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede comprender, porque se han de discernir espiritualmente.”

Alguien ha dicho que el alma tiene dos extremos: uno bondadoso y otro maligno y que el hombre natural puede imitar algunas de las características del hombre espiritual como emociones de cariño, respeto, bondad, amabilidad, etc. Pero que este mismo hombre también expresa hostilidad, impertinencia, gritos, exigencias. Su intelecto es capaz de razonar que hay cosas buenas y cosas malas y de imaginar una vida sin expresiones negativas, pero también es dominada por la mentira, el engaño y el egoísmo. En el lado amable de su voluntad hay determinación de hacer lo bueno, de perseverar en una integridad humana y de inclinarse a vivir por valores aceptados por el mundo. Pero en el lado perverso también hay tendencias hacia el crimen, el conflicto y el descontrol.

Para que algo permanezca y sea de valor en el reino de Dios, tiene que venir por la iniciativa de Dios y esta se origina en el hombre interior. El remordimiento, la pena, el llanto, las resoluciones del hombre natural no lo llevan a la salvación. El hombre, la mujer no son útiles para Dios hasta no nacer de nuevo.

Vale decir, antes de continuar con este pensamiento, que hay escrituras donde Dios no impone su voluntad y nos da a escoger. Deuteronomio 30.15-19 por ejemplo. El versículo 19 dice: “Llamo hoy por testigos contra ustedes a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes.”

No creo que Dios estuviera jugando con los israelitas cuando les dijo escoge. Él sigue siendo totalmente soberano y su poder sigue siendo ilimitado. De manera que cualquier limitación de sus atributos es autoimpuesta. Dios mismo decide qué hará y qué no hará. Y aquí parece decidir dejar a opción del pueblo de Israel que escoja entre la vida y la muerte, la maldición y la bendición. No es el propósito de este escrito entrar en una controversia, que ha continuado durante siglos, entre si Dios impone su voluntad o nos permite escoger.

Sí queremos recalcar que el pecado de todo ser creado ocurre primero en su ser interior entreteniendo pensamientos que lo llevan finalmente a decidir expresarlos en actos que van en contra del mandamiento de Dios.

Veamos la caída de Lucifer. Algunos expertos creen que las figuras mencionadas en Isaías 14 y Ezequiel 28 se refieren primero a seres humanos, pero terminan describiendo la caída de Lucifer.

Isaías 14.12-14 dice: “¡Cómo has caído del cielo, oh lucero, hijo de la mañana…! Tú has dicho en tu corazón: Subiré sobre las alturas de las nubes y seré semejante al Altísimo’.”

Y Ezequiel 28.14-15 dice: “Cuando fuiste ungido, yo te puse junto con los querubines protectores. Estabas en el santo monte de Dios, y andabas en medio de piedras de fuego. Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado hasta que se halló en ti maldad.”

Pasemos ahora a la creación humana. En Génesis 2.16-17 Dios advierte a Adán:

Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás”.

Tanto Lucero como Adán fueron creados perfectos. En Lucero se halló maldad en su corazón, en su ser interior. Adán menospreció la vida de Dios, su comunión con él y desobedeció su mandamiento. El punto es bien obvio. Ambos tenían la opción de sujetarse a Dios y obedecerlo o de rechazarlo. Ambos fueron expulsados de su entorno. Uno se convirtió en el diablo, el enemigo de Dios y el otro en un hombre inclinado a la desobediencia.

Sólo el Espíritu de Dios puede dar vida al espíritu del hombre y sólo un espíritu vivo puede conocer a Dios, adorarlo, recibir revelación y servirlo (Lea 1 Corintios 2.10). Jesús dice en Juan 3.5-6: “A menos que nazca de agua y del Espíritu, uno no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es.” Pablo confirma esta sentencia en Romanos 1.9: “Porque Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo.” 1

En Génesis 2.17 queda bien claro que la separación del Espíritu de Dios produjo la muerte espiritual. Dios no lo toma en cuenta al espíritu del hombre y el hombre sin Dios está perdido. Dicho a la inversa: El espíritu del hombre unido al Espíritu de Dios lo mantiene con vida. El Espíritu Santo es esencial para la vida del creyente. También debemos observar que separado de Dios, el hombre es esclavo del alma contaminada y esa separación produce al hombre viejo. Dios no tiene nada que ver con el hombre viejo. El Espíritu Santo es un elemento fundamental para la unión del hombre con Dios. Él es el vínculo entre nosotros y Dios.

Termino con la parábola del hijo perdido en Lucas 15. Resume muy bien lo que hemos dicho. Este joven nace en un hogar donde lo tenía todo. Todos los bienes de su padre eran suyos, pero un día comenzó a tener un pensamiento extraño. Dios lo pone a prueba porque no quiere que se quede a la fuerza en la casa de su padre y el joven pide la parte de la herencia que (le) corresponde (v.12). La parábola dice que se fue de la casa y malgastó todo lo que había recibido del padre. Pero que un día vuelve en sí y regresa a su casa (la casa de su padre). Sabe que no merece nada, ni el perdón de su padre y hace su confesión: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros v.19, 21) 

Todos hemos sufrido las mismas consecuencias de la desobediencia: Separados del Padre; en un país extraño; perdidos; con hambre; muertos. Pero entra la obra de gracia de Dios. El Padre manda al Espíritu Santo que nos busque, ponga convicción en el corazón, nos haga capaces de volver en sí, y aclare en la mente cuál es nuestro pecado.

Por otro lado, el hijo tuvo que escoger entre quedarse donde estaba o volver a la casa de su Padre y expresar su convicción. Son dos elementos con los que Dios ha escogido redimir a la humanidad perdida: Su obra de gracia y la decisión del hombre de dar el paso de fe. No quita nada de la soberanía de Dios y la decisión del hombre de volverse a él lo glorifica más.

De muerte a vida. Del versículo 12 al 19 la vida de joven cambia. Nada que ver con el “hijo viejo”. Ya no es el sistema de valores de la relación anterior. Ya no es hijo porque fue engendrado por su padre. Ya no piensa que su padre quiere mantenerlo en su casa a la fuerza. Ya no se pregunta si afuera pudiera haber una vida mejor para él. No conocía realmente a su padre, pero hubo un cambio en su corazón cuando vio a su padre correr hacia él, abrazarlo y besarlo sucio y andrajoso como estaba. No conocía a su padre hasta que se encontró con su gracia. Es el mismo padre en el 12 y en el 19, pero no es el mismo hijo. El del 12 dijo dame. El del 19 dijo te serviré.

Este conocimiento no es natural. El hombre viejo nunca alcanzará a conocer al Padre de esta manera si no fuera por la gracia de Dios en el nuevo nacimiento. El hombre interior es producto de la obra del Espíritu Santo. Todo en la relación después de este encuentro es nuevo. Vestiduras nuevas (justicia de Dios); calzado nuevo (caminar conforme al Espíritu (Lea Romanos 8.4); anillo (la autoridad del Padre); ternero engordado (vida abundante).

Notas

  1. Power Bible, comentario de Génesis 2

Lecturas recomendadas Espíritu, Alma y Cuerpo de Watchman Nee

http://biblesforamerica.org/es/las-tres-partes-del-hombre-espiritu-alma-y-cuerpo/

https://www.gotquestions.org/Espanol/hombre-interior.html

Hugo M. Zelaya es fundador y pastor de la Iglesia de Pacto Nueva Esperanza en Costa Rica. Él y su esposa Alice viven en La Garita, Alajuela, Costa Rica.

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de Reina Valera Actualizada 2015.