Por Derek Prince

El pacto con Dios está basado en el sacrificio

Estamos estudiando acerca de las relaciones personales y hemos empezado considerando la cruz, el gran símbolo de la fe cristiana, y hemos señalado que los dos maderos de la cruz, el vertical y el horizontal, simbolizan dos direcciones diferentes en las relaciones. La vertical habla de la relación con Dios, la horizontal habla de las relaciones con el pueblo de Dios.

Veamos ahora mas específicamente en el madero vertical, la relación personal con Dios. Explicaremos la única base sobre la que Dios entrará en esa relación con el hombre. Empezaremos leyendo el Salmo 50, los primeros cinco versículos:

1“Habla el Señor, el Dios de dioses: convoca a la tierra de oriente a occidente.
Dios resplandece desde Sión, la ciudad bella y perfecta.
Nuestro Dios viene, pero no en silencio; lo precede un fuego que todo lo destruye, y en torno suyo ruge la tormenta.
Dios convoca a los cielos y a la tierra, para que presencien el juicio de su pueblo:
«Reúnanme a los consagrados, a los que pactaron conmigo mediante un sacrificio».

Esto anticipa claramente el regreso personal del Señor Jesucristo en gloria y poder al final de esta era. El propósito principal aquí es reunir a su pueblo a sí mismo y ordena: «Reúne a mis santos para que vengan a mí, los que han hecho un pacto conmigo por medio del sacrificio». Hay una definición muy importante aquí. ¿Quiénes son los «santos»? ¿Quiénes, en realidad, son su pueblo? La respuesta en la Escritura es «los que han hecho un pacto con Dios por medio de un sacrificio». Más literalmente, el hebreo dice: «Aquellos que cortaron mi pacto con un sacrificio». En otras palabras, los santos, las personas que verdaderamente pertenecen a Cristo, son los que han entrado en una relación con Dios basada en un sacrificio.

Es una relación de pacto. Es la única base de relación que Dios aceptará, un pacto basado en un sacrificio. Si echamos un vistazo a través de la historia de la Biblia veremos que cada vez que Dios quiso establecer una relación duradera con el hombre, lo hizo a través de un pacto basado en un sacrificio. Así es como él hizo pacto con Noé, con Abraham, con Israel y así es también su pacto con la iglesia.

La descripción de cómo se hace un pacto entre Jesús y la iglesia se encuentra en Mateo 26:27-28. Cuando comieron la última cena dice aquí:

 27 Después tomó la copa [es decir, Jesús], dio gracias y se la ofreció diciéndoles: «—Beban de ella todos ustedes; 28 Esto es mi sangre del pacto  que es derramada por muchos para el perdón de pecados.
La única manera de entrar en el pacto era bebiendo de la sangre del pacto. Jesús es muy enfático. Dice: «Beban de ella todos ustedes«. En otras palabras, no hay otra manera de entrar en el pacto sino a través de la sangre que habla del sacrificio. Ahora bien, el sacrificio del Nuevo Pacto es la muerte de Jesús. Es importante que entendamos que desde este aspecto la muerte de Jesús fue un sacrificio. De hecho, fue el sacrificio que consumó todos los demás sacrificios registrados en la Biblia. Esto se afirma claramente en Hebreos, capítulo 9: versículo 26 donde Jesús dice: “…ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo.” Y de nuevo en Hebreos 10:12: “…pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios.”

Vea esta verdad que emerge. Para tener una relación con Dios hay que entrar en un pacto, pero el pacto debe estar basado en un sacrificio. Sin sacrificio, no hay pacto. Sin pacto, no hay relación con Dios. El Nuevo Pacto, el Nuevo Testamento, se basa en el sacrificio de Jesús. Él es el sacrificio final y suficiente por nuestros pecados. Su sangre es el símbolo de la alianza.

Volviendo a Hebreos de nuevo, en el capítulo 9:16-17, encontramos esta declaración sobre un pacto: En el caso de un testamento, es necesario constatar la muerte del testador, pues un testamento solo adquiere validez cuando el testador muere, y no entra en vigor mientras vive.

La aplicación es sencilla y práctica: en un pacto hay que entregar la vida. Sin la entrega de una vida, no hay relación de pacto. Jesús estableció el patrón; para entrar en un pacto con él, tenemos que seguir el patrón que él estableció. Él dio su vida por nosotros, pero el pacto se completa cuando nosotros, a su vez, damos nuestra vida por éln. En Mateo 16:25 dice: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará.” Eso nos presenta una alternativa muy importante: Una vida que perder, una vida que encontrar. Jesús dice: «Tengo una vida para ustedes. Es una vida en la seguridad y en la relación de mi pacto, pero si quieren esa nueva vida en una relación de pacto conmigo y con mi pueblo, primero tienen: que perder su vida. Tienen que entregarla».

Recuerde lo que dice en Hebreos: un pacto sólo es válido cuando el que lo hace está muerto. Esta es el requerimiento más radical de la Biblia. Es una exigencia que a menudo se ha tratado con ligereza y a veces se ha ignorado. Pero no puede haber una relación personal con Dios sin un pacto. Y un pacto sólo es válido cuando los que lo hacen entregan su vida. Jesús entregó su vida, lo dejó todo por nosotros. Si queremos estar en una relación de pacto con él, tenemos que entregar nuestras vidas. No estoy hablando ahora principalmente de morir físicamente como un mártir, (aunque eso a menudo está implicado y podría ser el destino de algunos de nosotros) estoy hablando de renunciar a todo a lo que estamos aferrados. De soltarlo todo y decirle a Jesucristo: «Aquí estoy. Acéptame tal y como soy. Sin reservas, sin retener nada. Te entrego mi vida por completo. Renuncio y confío en ti para que me des, en esa relación de pacto la nueva vida que has prometido».

Hay otras afirmaciones radicales del Nuevo Testamento que hoy tendemos a pasar por alto en algunas de nuestras iglesias. Jesús dice en Lucas 14:33: “De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo.”

Fíjese en la palabra «no puede». Creo que algunos cristianos contemporáeos han interpretado que Jesús dice: «Es difícil, pero hay una manera». Él no dice eso. Dice: no hay manera de ser mi discípulo a menos que renuncie a todo lo que tiene. Usted no puede llevarse nada con usted al reino de Dios. Jesús dijo: » Estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran. Ésta es una solemne advertencia…

Jesús habló en una ocasión en los evangelios “de un camello pasar por el ojo de una aguja. Mucha gente no se da cuenta del ingenio agudo de esa ilustración. En la memoria de los hombres que vivían cuando yo era más joven, la entrada de Jafa, en el muro occidental de Jerusalén, tenía una gran puerta que se mantenía abierta durante el día, pero que siempre se cerraba por la noche. Y cuando un viajero en su camello llegaba a la puerta y quería entrar, nunca abrían la puerta grande por temor a que entraran enemigos, pero había una puerta más pequeña empotrada en la puerta grande y era lo suficientemente grande como para admitir a un camello sin su equipaje, sin su jinete, sin nada. El camello tenía que arrodillarse y pasar a duras penas por esta pequeña puerta empotrada en la puerta grande.
Y Jesús dijo que así es si se quiere entrar en el reino de Dios. Tiene que ser como ese camello que entra sin jinete, sin la carga y sin arreos; tiene que despojarse de todo lo que le ha estado deteniendo y de rodillas pasar por esa puerta estrecha. Así es el camino que lleva al reino de Dios. Esa es la base del pacto, la entrega de nuestras vidas, así como Jesús entregó su vida por nosotros, Él estableció el patrón. Y nuestra responsabilidad es seguir ese patrón. En otras palabras. La base de esa relación de la que habla Jesús se puede resumir en esta frase: Compromiso directo, personal, total y sin reservas con Dios. Repito una vez más. Quiero que la asimilen: Compromiso directo, personal, total y sin reservas con Dios.

Ese es el camino de entrada al reino de Dios. Esa es la base del pacto: la entrega de nuestras vidas, así como Jesús entregó inicialmente su vida por nosotros. Él estableció el patrón, y nuestra responsabilidad es seguir ese patrón. 

Las relaciones de pacto son también horizontales

Sólo hay un fundamento sobre el cual una persona puede edificar una relación duradera e indestructible con Dios: un compromiso de pacto. Cuando una persona hace ese compromiso con Dios, abre el camino para una relación profunda, íntima y personal con Dios, que es análoga en el plano espiritual a la relación que el pacto del matrimonio produce en el plano natural entre un hombre y una mujer. Pero la relación con Dios se da en el plano vertical.

El otro tipo de relación es la horizontal y es con el pueblo de Dios. El mismo pacto que nos une en relación con Dios, también nos hace entrar en relación con el pueblo de Dios. Por lo tanto, la relación con el pueblo de Dios también se basa en el pacto. En el momento en que uno entra en una relación de pacto con Dios, necesariamente debe entrar en relación de pacto con el pueblo de Dios. Nadie puede relacionarse con Dios en base al pacto y negar la relación con los que están vinculados a Dios por el mismo pacto. Las relaciones de pacto son siempre en dos planos: vertical hacia Dios y horizontal hacia el pueblo de Dios.

Dije ya que hay una ley en el mundo de la física que establece que, si uno de los maderos de una cruz está desalineado, se sabe automáticamente que el otro madero también está desalineado. Lo mismo es cierto en lo que tiene que ver con las relaciones de pacto. Si nuestra relación con nuestros hermanos no está bien, el madero vertical, nuestra relación con Dios, tampoco estará bien. Si usted dice estar bien con Dios. pero no tiene relaciones correctas con sus hermanos creyentes, lo sepa o no, se está engañando a sí mismo. Lo que usted cree tener es una condición imposible.

Veamos en Éxodo 19:5-6 las palabras del pacto de Dios con Israel Esto es lo que Dios le dijo a Moisés que expusiera a Israel:

 Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, 6ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”.

La nueva relación que Dios ofrecía aquí a Israel se basaba en el cumplimiento de su pacto. Fue el pacto lo que los llevó a esta relación distintiva con Dios, que los separó de todas las demás naciones. Es importante entender que no había nada especialmente santo en Israel antes de que Dios hiciera su pacto con ellos. la relación de pacto con Dios fue lo que los hizo santos. La relación de pacto es lo único que puede hacer santo a un hombre o a un pueblo.

A partir de entonces, en el lenguaje del Antiguo Testamento se mantiene una cuidadosa distinción. A Israel se le llama «pueblo». Todos los demás grupos étnicos son llamados «naciones». A menudo se utiliza la palabra «gentiles». Pero la palabra «pueblo» se reserva para Israel porque para ser un «pueblo» un grupo étnico tiene que tener una relación de pacto con Dios. Eso es lo que distingue a un «pueblo» de una mera «nación».

Ahora bien, tan pronto como la Divinidad entró en esta relación de pacto con Israel, pasó inmediatamente a describirles en el capítulo siguiente cómo tendrían que relacionarse entre ellos mismos como miembros de un mismo pacto. Es decir que la relación no era solo vertical con Dios, sino que también era horizontal con sus hermanos israelitas, los que estaban en el mismo pacto con Dios.
En el Nuevo Testamento, en 1 Pedro 2:9-10, Pedro, hablando a los creyentes en Jesucristo, de hecho, cita las palabras que Dios usó con Israel en Éxodo 19 y aplica los mismos principios. Esto es lo que dice:
Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. [Note que Pedro está citando exactamente las mismas palabras que Dios habló a Israel en Éxodo 19. Después Pedro sigue diciendo:] 10 Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.

Antes de entrar en el pacto con Dios a través de Jesucristo, no eran un pueblo, pero habiendo entrado en el pacto con Dios se convirtieron en un pueblo. Esto es cierto de Israel bajo el Antiguo Testamento, es cierto de la iglesia de Jesucristo bajo el Nuevo. Lo que hace que la iglesia sea un pueblo es nuestra relación de pacto con Dios y el mismo pacto que nos relaciona con Dios nos relaciona entre nosotros. Y al igual que Israel bajo el Antiguo Pacto, bajo el Nuevo Pacto tenemos obligaciones específicas unos con otros como miembros de un pueblo de pacto.

 El Antiguo Pacto se inició en el Sinaí; el Nuevo Pacto se inició con la Última Cena. Leemos estas palabras en Mateo 26:28. Jesús dijo a sus discípulos mientras les ofrecía la copa al final de la Última Cena:

28 Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados.

Era muy importante que cada discípulo compartiera la copa con Jesús, pero también, al hacerlo, compartían la copa entre ellos. En otras palabras, el mismo acto simbólico del pacto que los llevó a una relación con Jesús los lleva a una relación de pacto entre ellos. Esta es la lección que tenemos que ver y tomar en serio. Que si reclamamos una relación de pacto con Jesús a través de la sangre del Nuevo Pacto que él derramó para el perdón de nuestros pecados, no podemos evadir las responsabilidades de una relación de pacto con todos los creyentes. El pacto que nos lleva a una relación con Jesús nos lleva a una relación con los demás y la ejecución de nuestro pacto incluye nuestras responsabilidades hacia nuestros hermanos creyentes tanto como nuestras responsabilidades hacia Jesús mismo.

Pablo lo pone de manifiesto en 1 Corintios 10:16-17, donde habla del sacramento o de la ordenanza de la Cena del Señor (o de la Comunión o de la Eucaristía, sea cual sea el nombre que queramos darle) y dice lo siguiente:

16 Esa copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no significa que entramos en comunión con la sangre de Cristo? Ese pan que partimos, ¿no significa que entramos en comunión con el cuerpo de Cristo? 17 Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo.

Observe el énfasis en las palabras «que compartimos» y «uno». Pablo está diciendo que si usted participa de esa copa que es la sangre de Jesús, entonces usted es partícipe con todos los demás que participan de esa copa. Todos somos llevados a relacionarnos como miembros de un solo cuerpo. Quiero que este punto quede bien claro porque muchos cristianos hoy en día no lo ven. La misma ordenanza que nos trae a una relación con Jesús necesariamente nos trae a una relación con todos los que creen en Jesús. No podemos reclamar la relación con Jesús y negar la relación con nuestros hermanos creyentes. Ese pacto que nos lleva a la unión con Dios, también nos lleva a la unión con el pueblo de Dios. El propósito final del pacto es esa unión.

Esto tiene dos caras: En primer lugar, no podemos tener una verdadera unión sin un pacto. Creo que los acontecimientos en el mundo de hoy son un comentario sobre esto. Los hombres hablan de unidad y unión en muchas áreas, pero la verdad es que no hay unidad real sin un pacto. Es un comentario muy interesante acerca de la historia de los Estados Unidos que su nombre hebreo es artsoat habreet, que significa «las tierras del pacto». Este nombre destaca el hecho de que los Estados Unidos, a nivel nacional, se fundan en un pacto y si nos remontamos a la historia cuando se formó ese pacto, es interesante que la primera razón que se dio para hacer ese pacto fue lograr una «unión más perfecta» entre los estados. Así vemos que, incluso en la historia de Estados Unidos surge este hecho de que si se quiere la unión debe ser por medio de un pacto. No hay otra base para una unión duradera. Pero la otra cara de la moneda es esta: si se está en un pacto, se debe estar en unión. Es engañarse a sí mismo hablar de relación de pacto y negar sus implicaciones de unión con sus hermanos creyentes.

Entregando la vida por los hermanos

Voy a explicar, de forma práctica, cómo funciona el principio del pacto en nuestra relación con los demás creyentes. Confío en poder ser práctico y realista. En las charlas anteriores, hemos visto que el pacto requiere de un sacrificio. Nunca hubo un pacto válido sin sacrificio, y un sacrificio representa la muerte del que hace el pacto. Una persona entra en pacto a través de su propia muerte. Esto no sólo se establece en el Antiguo Testamento, sino que se lleva a cabo también en el Nuevo. En Hebreos 9:16-17, el escritor dice esto:

16” En el caso de un testamento, es necesario constatar la muerte del testador, 17 pues un testamento solo adquiere validez cuando el testador muere, y no entra en vigor mientras vive.”

«Un pacto sólo es válido cuando los hombres mueren». Así que, si usted entra en un pacto, lo hace a través de su propia muerte. Ahora bien, esto tiene una aplicación muy práctica y se observa en 1 Juan 3:16-17:

“16 En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. 17 Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?”

En primer lugar, Jesús mostró el ejemplo de amor cuando dio su vida. Dijo: «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por su amigo». Luego dijo: «Esto os mando: que os améis unos a otros como yo os he amado». Que nos amemos los unos a los otros con el mismo género de amor de pacto que se expresa en la entrega de nuestra vida por aquellos con los que hacemos pacto, y Juan aplica esto como un deber para todos los creyentes. Dijo: «Debemos dar la vida por los hermanos».

Eso no significa en primer lugar que debamos estar dispuestos a una muerte de mártir si es necesario. La muerte de un mártir puede incluirse, pero no es principalmente lo que Juan tiene en mente, porque el siguiente versículo lo aclara. Es muy práctico y realista. En el lenguaje del mundo, se encuentra en el terreno de lo » práctico». «Quien tiene los bienes del mundo [es decir, dinero, comida, ropa y otras cosas que la gente necesita] – …y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón ante él, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios?» En otras palabras, entregar la vida significa que nos ponemos a nosotros mismos y a todo lo que tenemos a disposición de los demás creyentes. Ya no reclamamos el derecho absoluto de posesión, el derecho absoluto de decir lo que haremos con lo nuestro, sino que entregamos esas cosas a la totalidad del cuerpo de Cristo. Las ponemos a disposición de nuestros hermanos creyentes. Eso es entregar nuestras vidas de una manera muy práctica, continua y cotidiana.

No sé lo que es ser un mártir. A veces creo que un día esa puede ser la decisión de Dios para mí en mi vida, pero estoy convencido de una cosa: que una persona que no entrega su vida diariamente no está preparada para morir como mártir. Tiene que haber un proceso de abnegación cada día en nuestras vidas. Ese es el resultado del amor. Eso es exactamente lo opuesto a la forma en que opera el hombre natural, no regenerado.

El hombre natural es motivado por su ego. Todo se centra en sí mismo. Es yo quiero, yo pienso, yo siento. Esto es lo que lo motiva. Ahora lo que la Escritura enseña es que si vamos a estar en pacto con Dios y con los demás, el ego tiene que morir. Ya no estamos motivados por lo que yo quiero, pienso o siento. Algo más tiene prioridad. Lo que mi hermano quiere, necesita, piensa, lo que Dios dice en Su Palabra. Estos se convierten en los factores principales y decisivos en mi forma de vida. Y así ese viejo «yo», ese viejo ego que siempre se impone, tiene que morir. Y muere a través del sacrificio de pacto. Damos la vida unos por otros. Esta es la marca de que realmente tenemos un pacto.

Vengo diciendo que hay obligaciones mutuas cuando estamos en pacto unos con los otros. Puede haber formas diferentes de responder a la pregunta. ¿Cuáles son esas obligaciones mutuas? Una de las formas de hacerlo es buscar en el Nuevo Testamento y elegir todos los pasajes con la frase «unos a otros» o » unos con otros» se usa para referirse a los creyentes en su relación con los demás. En otras palabras, estas son algunas de nuestras obligaciones mutuas. Veamos esos 19 pasajes que hablan de unos y otros y enfatizar lo que se requiere que hagamos en cada uno de ellos.

  1. Lavarse los pies unos a otros.
  2. Amarse los unos a los otros.
  3. Edificarnos unos a otros.
  4. Aceptarnos unos a otros.
  5. Amonestarnos unos a otros.
  6. Saludarse unos a otros
  7. Servirnos unos a otros.
  8. Llevar las cargas de unos y otros.
  9. Mostrar tolerancia los unos con los otros.
  10. Perdonarse unos a otros.
  11. Sujetarse unos a otros.
  12. Enseñarse unos a otros.
  13. Consolarnos los unos a los otros.
  14. Animarnos los unos a los otros.
  15. Estimularnos unos a otros al amor y a las buenas acciones.
  16. Confesar nuestros pecados unos a otros.
  17. Orar los unos por los otros.
  18. Ser hospitalarios los unos con los otros.
  19. Y estar revestidos de humildad los unos con los otros.

Hay diecinueve obligaciones específicas en el Nuevo Pacto. Creo que todos debemos preguntarnos: ¿Hasta qué punto estamos cumpliendo esas obligaciones? o ¿Cómo las vamos a cumplir? Si no lo hacemos, no estamos cumpliendo los términos del Nuevo Pacto. Nuestro «madero horizontal» está desalineado y eso nos dice, automáticamente, que el madero vertical también debe estar desalineado. Creo que hay sólo dos cosas que están involucradas en el cumplimiento de estas obligaciones en un pacto. La primera es que necesitamos una nueva actitud. En lugar de hablar en términos de «yo» …quiero, necesito, estoy bien con Dios, oro, Dios me bendice, tenemos que sustituir el «yo» por el «nosotros» …queremos, necesitamos, oramos, Dios nos bendice, Dios nos ayuda.

Es muy significativo que la oración modelo que Jesús enseñó a sus discípulos comienza con la palabra «nuestro», no «mío». «Padre nuestro». La primera cosa que necesitamos recordar en la oración es que no somos individuos solos sin obligaciones para con nuestro hermano creyente.

En segundo lugar, necesitamos un nuevo estilo de vida. Si pensamos en la lista de obligaciones que acabamos de leer, creo que estaremos de acuerdo en que muchas de ellas no se pueden llevar a cabo en el edificio de la iglesia o en un entorno eclesiástico. No es fácil lavarse los pies los unos a los otros, no es fácil servirse los unos a los otros, y no es fácil someterse los unos a los otros.

Esencialmente, en un entorno, religioso el tipo de situaciones a las que estamos acostumbrados en una iglesia, lo que hacemos principalmente, consiste en mirar la nuca de la persona que tenemos por delante y mirar al predicador detrás del púlpito. Eso crea un cierto tipo de resultado, pero no da la oportunidad de cumplir con muchas de estas obligaciones. Así que la verdad es que tenemos que entrar en un nuevo tipo de estilo de vida, en el que nuestras obligaciones se cumplan en la vida diaria fuera de un entorno religioso. Necesitamos pasar más tiempo juntos en situaciones no religiosas. De lo contrario, no podremos cumplir con nuestras obligaciones mutuas y, por lo tanto, con nuestras obligaciones para con Jesús.

Continuará

  1. A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de la Nueva Versión Internacional.
  2. Acerca de autor: Derek Prince (1915-2003)nació en la India de padres británicos. Se educó como erudito del griego y el latín en el colegio de Eton y en la universidad de Cambridge, en Inglaterra. También tuvo una beca de investigación en filosofía antigua y moderna en King’s College. Y estudió varias lenguas modernas, incluyendo hebreo y arameo, en la universidad de Cambridge y hebreo en la universidad de Jerusalén.