Por Bob Mumford

Tercera y última parte

Hay dos fuentes básicas de conflicto en el matrimonio que a menudo continúan sin resolver­se debido a la falta de iniciativa y de liderazgo en el esposo:

Primero

Hay un fundamento inadecuado en la relación matrimonial. Un problema básico común es la incertidumbre, de una o de ambas partes, acerca de si es la voluntad perfecta de Dios estar casados. No saben con certeza que el deseo de Dios es que ellos estén juntos. Esto puede dar lugar a dudas tales como: «Me pregunto si el Señor tenía a alguien mejor.» O «tal vez este no es el compañero perfecto para mí.» Tales dudas deben ser desechadas y puestas ante el Señor o habrá una inhabilidad continua para comprome­terse totalmente el uno con el otro y para aban­donarse en el gozo de la relación matrimonial.

La relación sexual antes del matrimonio puede dejar a la pareja con un sentimiento de culpabilidad, además de defraudada e insegura de su propia res­puesta sexual en el matrimonio.

La falta de permiso formal y de la bendición paterna pueden hacer que la pareja, particularmen­te la mujer, quede insegura, medrosa e incapaz de darse totalmente y sin reservas a formar sus vidas juntos. La pareja que tenga alguna reserva acerca de la bendición de los padres sobre el matrimonio debería aclarar su conciencia pidiendo perdón por cualquier infracción de autoridad cuando entra­ron en la relación matrimonial.

La relación paterna puede ser también un problema si las relaciones padres/hijos no son debidamente ajustadas por los padres y por la nueva pareja. Los padres nunca deberían incluir a una nueva pareja como «parte de nuestra familia», sino que deberían de permitirles encontrar su propia identidad familiar, especialmente durante los días libres, las vacaciones y en las decisiones importan­tes. El establecimiento adecuado de una nueva familia puede requerir también que la joven pareja aprenda a establecer con tiempo su propia identi­dad para asegurar una relación adecuada con sus padres, de manera que pueda crecer y madurar libre de tensiones e influencias impropias.

Segundo

Hay ciertas diferencias doctrinales y filosóficas que nunca se deciden por completo. Estas diferencias pueden incluir cosas tales como e11ugar del ministerio en el hogar, la disciplina de los niños, el papel del hombre y de la mujer en el matrimonio, las finanzas y otros.

En todas estas áreas el marido debe tomar la di­rección gentilmente, llevando en actitud amorosa y devota cada problema a su resolución y sanidad. Cuando se enfrentan las áreas más sensitivas, la pareja debe aprender a ceder sus derechos y conocimientos al gobierno y mediación del Espíritu Santo. Ambos deben darse cuenta que, en realidad ninguno tiene toda la respuesta a cualquier situación, sino que la voluntad de Dios y las revelaciones de las Escrituras proveerán el equili­brio adecuado y aceptable.

Girando las perillas

Pudiera parecernos que no importa cuánto lo intentemos, nunca «giramos la perilla apropia­da» para hacer los ajustes en nuestro matrimonio y vidas. A menudo los ajustes necesarios se com­plican porque no hemos aprendido unas pocas disciplinas básicas de la vida, las cuales remove­rán gran parte de la presión y del dolor que es­torban el cambio y el crecimiento necesarios.

Permítame darle algunos pasos prácticos que harán algo más fácil «que las perillas giren».

  1. Rechace todo compromiso y actividad innece­sarios: El énfasis aquí está en las prioridades. Su esposa está muy al tanto de sus preferencias. Cuando otras actividades o responsabilidades desplazan continuamente a las necesidades de la vida de ella y las de la familia, ella empezará a sentir la falta de cuidado, de atención y de preferencia. Siempre habrá más necesidades de las que nuestro tiempo pueda atender. Nuestro matrimonio estará siempre en peligro hasta que encontremos la gracia para decir «no».
  2. Cuídese de cómo gasta su energía: Una de las dificultades y de los disgustos más grandes que una mujer puede enfrentar es que cuando tiene unos pocos momentos con su esposo, lo encuentra física y emocionalmente agotado. Sólo tenemos cierta fuerza para dar. Nuestros trabajos, actividades sociales, responsabilidades en el ministerio, y aún la recreación toman fuerza y vida de nosotros. Si no tenemos cuidado en reservar algo de fuerza y de vitalidad para nuestras esposas, llegaremos débiles e incapaces de dar lo que es necesario a la más importante relación en nuestro mundo, aparte de la del Señor.

Si miramos a nuestro mundo de cerca, encontraremos que puede haber uno o más «agujeros negros» que no hacen otra cosa que absorber la vida y la fuerza sin retornar gracia o recompensa de ninguna clase. A menos que tengamos un llamado definido de Dios para involucrarnos en estas áreas, es necesario evitarlas.

  1. Aprender a relajarse: Un arco continuamente tenso perderá eventualmente su elasticidad y po­tencia. Necesitamos aprender a relajarnos, a soltarnos y a «venir al hogar» cuando crucemos el umbral de la puerta de nuestra casa por la noche. Un hombre que esté siempre tenso, y secretando adrenalina no será nunca de valor para su esposa o familia.
  2. Aprobación, reconocimiento y honor: Esto no es adulación. Adulación es falsedad hablada con un motivo deshonesto. Cumplidos sinceros, el estímulo y el reconocimiento son las especies que dan buen sabor al matrimonio. ¿Cuándo fue la última vez que usted cumplimentó a su esposa por una gran cena; por lo bien que lucía; o lo bien que mantiene la casa? Un hombre recibe al menos un cheque de pago por el trabajo que hace, pero mu­chas esposas pasan día tras día haciendo un labo­rioso trabajo doméstico sin siquiera un «gracias» o un «aprecio realmente tu trabajo, mi vida.»

 Los niños deben ser enseñados a honrar y a apreciar a su madre no sólo por lo que hace, sino también por QUIEN es ella. El deseo más profundo de una esposa es complacer a su esposo y ganar su aprobación. Un hombre que continuamente señala las faltas a su esposa, sus defectos y errores, está sembrando la semilla que un día destruirá a . su matrimonio. Un hombre puede ser sincero cuando sea necesario y todavía dar abundante aprobación y alabanza que capacitará a su esposa a enfrentar los desafíos y las presiones del quehacer doméstico y la maternidad.

  1. Mantenga la iniciativa en su hogar y matrimo­nio: Esto puede requerir que, aunque usted esté en confusión total, actúe como si supiera lo que pasa. Un hombre puede estar al mando sin saber qué hacer; es meramente un asunto de mantener el control y la iniciativa. Nada hace más insegura a una esposa y a una familia que un esposo que deja que la iniciativa y el control de una situación se le escapen de sus manos por descuido. A veces el mejor modo de manejar una crisis es decir a todos: «Siéntense, y no se muevan hasta que decida qué hacer.»

Muchas veces la esposa y los niños desafían la iniciativa y el liderazgo de los esposos esperando encontrarse con un objeto inmovible. Los niños, y aun nuestras esposas necesitan conocer los períme­tros de sus vidas y dónde está situado el hombre de sus vidas. Más de una esposa me ha dicho: «Puse tanta presión sobre mi esposo porque quería saber cuáles eran sus convicciones reales.» Los hombres pueden ahorrarse mucho dolor y presión innecesarios en su matrimonio si aprenden a expresar sus convicciones y a mantenerlas.

  1. Aprenda a ser un «capacitador»: El hombre puede ser un rescatador o un capacitador de su es­posa. Un rescatador saca a su esposa del agua cuando ella se mete en lo profundo, pero un capacitador le enseña a nadar. A menudo, nues­tras esposas nos hacen enfrentar situaciones embarazosas o difíciles de las que ellas son responsables, pero nosotros necesitamos ayudarlas a manejarlas ellas mismas. Si nosotros ayudamos a nuestras esposas a aprender como responder correctamente en las situaciones difíciles dándoles nuestra oración, apoyo y estímulo, las encontrare­mos creciendo como individuos y más saludables y apoyadoras en su papel como esposas y madres.
  2. Aprenda a recibir ajustes significativos de un pastor. Es un principio del Reino de Dios que nin­gún hombre puede tener autoridad a menos que esté bajo autoridad. Una esposa encuentra tremen­da seguridad y respeto por un hombre que abre su vida sincera y voluntariamente a un pastor. Un hombre no sólo encontrará ajustes significativos de alguien más maduro que él en el Señor, sino que también encontrará un lugar donde pueda abrir su corazón cuando haya complicaciones, agravios, frustraciones y daños en su matrimonio.
  3. Vea los problemas de su compañera como una oportunidad para su propio crecimiento personal. Es muy fácil volverse crítico, sentirse resentido o impaciente con los defectos de nuestras esposas, particularmente si ciertos problemas son de larga duración o especialmente molestos. Una de las maneras más fáciles y más efectivas de combatir estas actitudes negativas es empezar por dar gracias al Señor por cada debilidad de nuestras esposas, porque éstas nos brindan la oportunidad de desarrollar más paciencia, amor, gracia y madurez como creyentes. La oración y la determinación pueden hacer maravillas al tratar con las actitudes malas.
  4. Sea paciente. Los problemas que tomaron muchos años en desarrollarse no serán curados en una noche. Podríamos tener que esperar a recoger alguna vieja cosecha, formar algún nuevo patrón de hábitos y hacer crecer algunos frutos nuevos. Algunos matrimonios pueden necesitar 10 años o más antes de que vengan los cambios. A menudo muchas parejas se desaniman porque una bella relación en un seminario o en un libro sobre el matrimonio les suena tan fácil de alcanzar. Necesi­tamos damos cuenta que muchos de los problemas que buscamos superar son el resultado de la infan­cia, de la influencia paterna o de muchos años en que los malos hábitos fueron profundamente inculcados. Estos factores no serán cambiados fácil o rápidamente, sino que a menudo necesitarán muchos años de crecimiento, de oración y de la gracia del Señor para que sean completamente sanados.

El éxito en cualquier otro campo no compensa el fracaso en el hogar. Si usted es presidente de la General Motors, o un evangelista, o un pastor, o un exitoso hombre de negocios; si usted ha gana­do 10. 000 personas para Cristo y ha perdido a su esposa y a su familia, usted realmente lo ha perdi­do todo. Yo creo que la iglesia está llegando al día más grande que haya jamás conocido. Pero tam­bién está llegando al período de prueba más gran­de en su historia. Será un día maravilloso y exci­tante cuando alcancemos el frente de la batalla por el Evangelio. Si no invertimos ahora el tiempo necesario cultivando nuestro hogar y matrimonio pudiera ser que cuando el llamado de la trompeta suene, nos encontremos descalificados por no haber guardado los requerimientos básicos del Señor.

Reproducido de la Revista Conquista Cristiana vol. 5 nº 1 junio 1983