Autor Hugo M. Zelaya

El tema de las tormentas es una ocurrencia siempre actual y recurrente en la Biblia, particularmente en el Nuevo Testamento donde se narra varios incidentes de tiempos turbulentos acompañados por fuertes vientos, lluvias, truenos y relámpagos. Esta descripción natural se puede trasladar a otro tipo de tormenta en el área del alma y del espíritu como son la adversidad, la desgracia o la infelicidad que sufrimos todos los humanos.

Una característica propia de las tormentas de cualquier clase es que vienen inesperadamente y como en las tormentas bíblicas, tienen enseñanzas muy particulares. Están diseñadas para acercarnos más al Señor. Él siempre proveerá “Un camino en la tormenta”, nos dará “Paz en la tormenta” y producirá “Fe en la tormenta”.

Mateo 14.22-33 describe una de estas tormentas. El contexto pone a Jesús ministrando a las multitudes todo el día. Después de haberlas alimentado “hizo que sus discípulos entraran en la barca y que se adelantaran a la otra orilla” (v.22) mientras él iba a la montaña a orar. Pareciera que los discípulos no querían ir sin él y Jesús tiene que insistirles para que suban a la barca y emprendan la travesía a Genesaret. O ¿sería que habían visto señales de mal tiempo y no se atrevían a embarcase?

Recordemos también que estos son años de entrenamiento para los discípulos. Hay lecciones que Jesús quiere ensañarles a ellos y a nosotros. Una es que cuando el Señor nos manda a hacer algo, debemos esperar que haya interferencias que intenten detenernos. De seguro vendrán. Los discípulos fueron obedientes y la tormenta vino. Jonás fue desobediente y se encontró en otra tormenta.

Mathew Henry ofrece este comentario: “Cuando los discípulos fueron al mar, su Maestro fue a orar; cuando Pedro iba a ser zarandeado como trigo, Cristo oró por él”1. La intercesión es el ministerio del Señor en el cielo (Lea Romanos 8.34). ¿No cree usted que el Señor sabe interceder y que el Padre lo oye? Cada vez que usted y yo recibimos una orden suya y obedecemos, él está orando para que no perdamos el ánimo de cumplir con su voluntad.

Son las 3 de la madrugada, la barca está en medio del lago y los 12 luchan contra los elementos para mantenerse a flote, tal vez pensando que las cosas serían diferentes si el Señor estuviera con ellos. En realidad Jesús estaba cerca. Ya había visto que la tormenta arreciaba y fue a ellos para socorrerlos. Parece un hecho recurrente también que el Señor espera hasta que las cosas estén bien malas para intervenir. En Éxodo 14, el ejército de Egipto persigue al pueblo de Dios y ya está por alcanzarlos cuando, “en la madrugada del día siguiente, el Señor miró el campamento de los egipcios desde la columna de fuego y de nube, y trastornó su campamento”. ¿Por qué se espera Dios tanto en venir? Nos preguntamos cuando pasamos por situaciones extremas. Creo que porque tenemos la tendencia de olvidarnos de él hasta que nos damos cuenta de que sin él estamos perdidos.

Jesús viene caminando sobre el agua y ellos no lo reconocen. Creen que es un fantasma y tienen miedo. A veces el Señor viene a nosotros en formas extraordinarias y no lo reconocemos lo cual produce miedo inicialmente. Como cuando nos pide que le sirvamos y no queremos, a la manera de Jonás. Otras veces viene con apariencia de desilusiones, quebrantos y de maneras que nos hacen llorar. Hasta que le oímos decir: « ¡Ánimo! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!» (Mateo 14.27). Este “soy yo” es la misma expresión que Jesús usó en Juan 8.58: “Antes de que Abrahán fuera, yo soy.» y los judíos tomaron piedras para arrojárselas”. (Ver también Éxodo 3.14).

«Soy yo”, indica que viene el Todopoderoso que gobierna el viento y las olas, que los creó y le obedecen.1 De pronto el miedo se convierte en fe y Pedro quiere caminar sobre el agua como Jesús. Se hundió, es cierto, pero al final tenía un testimonio que nadie más tuvo; él y los otros discípulos aprendieron a reconocer la voz de Dios en medio de las tormentas y que la imposibilidad se convierte en posibilidad cuando Dios se manifiesta.

Hay muchas otras enseñanzas que podríamos mencionar acerca de este tema en Mateo 14. Sin embargo, hay un aspecto más que debemos pensar que quizás no sea tan aparente en la historia y es que la barca de los discípulos no se hundió y pudo soportar la furia de la tormenta; a diferencia de la nave en la que viajaba Pablo en Hechos capítulo 27. La salvación del Señor vino a Pablo de otra manera. Una razón podría ser que si el Señor no hubiera llegado en ese momento, la barca de los discípulos hubiera naufragado. Y es bueno tomar en cuenta que “Dios siempre llega a tiempo”. Pero hay algo más que considerar también y es la enseñanza sobre cómo debemos edificar o construir nuestras vidas.

A prueba de tormentas
Mi pastor, Charles Simpson, tiene una anécdota que le he oído relatar acerca de un constructor de lanchas llamado Capitán Noé y la respuesta a una pregunta que se le hizo. Cuando se le preguntó cómo construía él sus embarcaciones si para el buen tiempo o para el mal tiempo, él respondió: “Siempre las construyo para la tormenta”.

Jesús dice en Mateo 7.24-27:

»A cualquiera que me oye estas palabras, y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia, vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa, pero ésta no se vino abajo, porque estaba fundada sobre la roca. Por otro lado, a cualquiera que me oye estas palabras y no las pone en práctica, lo compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena. Cayó la lluvia, vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa, y ésta se vino abajo, y su ruina fue estrepitosa.»

Sea una casa o una embarcación, hay dos maneras de construirlas. Para la tormenta o para la calma. Jesús usó la figura de una casa para indicar la vida de un hombre o una mujer. Para efectos de este título, usaré la figura de una embarcación, siendo el tema principal de ambos “construir a prueba de tormentas”.

Hoy vivimos en aguas tormentosas. Sólo tenemos que leer las noticias para darnos cuenta de cómo es el tiempo en que vivimos. Unos no quieren saber nada de tormentas. Intentan vivir en una burbuja imaginaria creyendo que nada o nadie los va a tocar hasta que les llega el mal tiempo y se dan cuenta de la realidad demasiado tarde.

Estas personas están destinadas a naufragar porque no construyeron su vida a prueba de tormentas y no saben cómo mantener su “barca” a flote. Como lo indica Jesús en Mateo 7, son hombres “insensatos”. El hombre “prudente” edifica su vida a prueba de tormentas. Aunque hoy haya bonanza, un día las tormentas vendrán.

Jesús termina el Sermón del Monte diciendo cómo debemos edificar nuestra embarcación: Mt 7.24: A cualquiera que me oye estas palabras y las pone en práctica (v.24). No es suficiente oírlas; tienen que ser obedecidas. No creo que haya habido otra generación con el caudal de conocimiento que tenemos hoy y que no las ha puesto en práctica.

Tenemos mega-iglesias con un mensaje “positivo” de “superación personal” que podemos escuchar de cualquier motivador secular. No obstante, hay una falta de compromiso con Dios como nunca antes, y las vidas de las personas dentro y fuera de las iglesias no revelan la prudencia de la que habla Jesús. No están construyendo para la tormenta. Todo su conocimiento es arena que no soportará los vientos y las lluvias.

Anclados sin zarpar
Nadie construye un barco y lo deja anclado en el puerto. Las naves se construyen para navegar. Hay iglesias muy bonitas y bien asistidas, pero que no van a ninguna parte. Jesús dijo en Mateo 16 que él edificaría su Iglesia y por lo que yo he observado, él no edifica la iglesia sólo para verse bonita, con miembros bien vestidos y bien parecidos pero que no viven de acuerdo a los mandamientos de Dios. Estas son embarcaciones que se hundirán cuando venga la tormenta y sin haber salido a alta mar.

Pasaron su vida anclados en sus iglesias, movidos por las olas sí, pero sin salir de su comodidad. Nunca llevaron las buenas nuevas a nadie. Nunca se arriesgaron a bogar mar adentro (Ver Lucas 5.4). En el mundo secular hay muchas clases de barcos. Los llamados yates de lujo que sirven para el placer de unos pocos. También hay buques de carga y de pasajeros aunque estos están siendo reemplazados por aeronaves. Pero hubo un tiempo cuando eran los barcos los que transportaban carga o personas de un lugar a otro y tuvieron su razón de ser. Ahora sirven para la diversión de muchas personas que no tienen los recursos para comprar un yate.

También hay iglesias que tuvieron su razón de ser, pero que ahora se han convertido en iglesias cómodas. Existen para mimar a sus miembros y para hacerlos sentir bien. Pero no los preparan para las tormentas de la vida. Algunos asisten regularmente no conocen a Dios ni sus principios. No es extraño ver “iglesias de moda” que se llenan con desertores de iglesias pequeñas aunque las pequeñas prediquen la palabra de Dios. Las grandes se llenan porque muchos creyentes andan en busca de entretenimiento o una posición social. Éstas bien pudieran llamarse naves de recreo y no construyen para la tormenta.

Quienes quieran llegar triunfantes al final de sus vidas deben edificarse para la tormenta.

Instrumentos necesarios para navegar
Navegar requiere conocer una ruta y saber constantemente si la posición donde está es la correcta para llegar a su destino. Se necesita una brújula, un instrumento que indica la dirección en que se va. Una brújula debe ser probada. La palabra de Dios es la única brújula probada para navegar. Quien navega debe revisar su rumbo y su posición a menudo. El instrumento para determinar la posición se llama sextante que también son las Escrituras.

“El sextante es un instrumento que permite medir ángulos entre dos objetos tales como dos puntos de una costa o un astro, generalmente en el Sol, y el horizonte. Conociendo la elevación del Sol y la hora del día se puede determinar la latitud a la que se encuentra el observador. Esta determinación se efectúa con bastante precisión mediante cálculos matemáticos sencillos a partir de las lecturas obtenidas con el sextante.”2

Para que sea rentable, toda embarcación debe de transportar algo de valor. Lo
único de valor es la voluntad de Dios para su vida. A Dios no le interesa cuánto dinero tiene en su bolsillo. Él busca en su vida el encargo que él le dio que llevara al otro lado del lago. El encargo del Señor está en Mateo 28.19:

«Vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.»

Llevar la carga del Señor nos hace sentir bien, tener paz en medio de la tormenta y gozo cuando las circunstancias no sean propicias. Nos hace sentir bien cuando damos de comer al hambriento. Cuando llevamos su carga, podremos encontrar tormentas y el agua podrá entrar en el barco, pero no se hundirá. Y si usted piensa que no vale la pena salvar a algunos. Piense también que usted y yo no valíamos nada y él tuvo misericordia. Si la carga no es del Señor, la tormenta hundirá su barco.

Necesita un buen capitán
Contrario a la creencia popular, nosotros no somos el capitán de nuestras vidas. En no pocos autobuses de mi país he visto un letrero que me ha molestado porque dice: “Dios es mi copiloto”. Quiere decir que yo manejo mi vida y él es mi asistente. Es un pensamiento anti bíblico por más meritorio que parezca. Dios no es copiloto de nadie. Él es el Piloto, el Capitán, el Señor o no es nada para la persona.

Toda nave necesita un capitán. No todos los capitanes son buenos. Asegúrese de que el suyo sea bueno en la tormenta. Asegúrese que su capitán nunca naufragó. Jesús es el único capitán que cumple esta descripción. Todo lo que hizo fue perfecto y con su vida justa agradó a su Padre. Hasta lo que parecía una derrota cuando murió en la cruz fue su hora más sublime. La duda de la obra de Jesús en la cruz hundirá su barco.

Parte de la tormenta es la duda y el miedo. Creer en su vida, muerte, resurrección y ascensión es lo que salvará su nave. Él lo conducirá a puerto seguro. Jesús es su roca y salvación, su amigo fiel. Entréguele el mando de su nave y acabe con el miedo y la inseguridad.

En otra ocasión, Jesús estaba en una barca con sus discípulos y se quedó dormido. Vino una tormenta que atemorizó a los discípulos y él seguía dormido. Ellos lo despertaron y el miedo habló por ellos: ¿No te importa que perecemos? (ver Marcos 4.38). Jesús reprende la tormenta y obedece, se vuelve a los discípulos y los llama “hombres de poca fe”. Jesús los hubiera salvado aún dormido.

Un día todo barco encontrará su tormenta. Pero si Jesús es el capitán de su vida, él mandará su palabra y ordenará que la tormenta se vuelva bonanza. Él es luz en medio de la oscuridad. Consuelo en medio de la tristeza. Pan cuando tengo hambre. Calor cuando tengo frío. Me levanta cuando caigo. Intercede por mí cuando peco. Me presenta limpio delante del Padre y me hizo morada para que esté con él para siempre.

Notas
1. People´s New Testament Commentary (Comentario del Pueblo del Nuevo Testamento)

2. Wikipedia.org Internet

Salvo excepciones anotadas, todas las citas bíblicas son de la Reina-Valera Contemporánea

Hugo M. Zelaya es fundador y pastor de la Iglesia de Pacto Nueva Esperanza en Costa Rica. Él y su esposa Alice viven en La Garita, Alajuela, Costa Rica