Autor Bob Munford

Bob Mumford dio este mensaje en la reunión nocturna del viernes en el estadio Arrowhead de Kansas City. Esa reunión fue uno de los momentos más culminantes de la conferencia, especialmente en medio del mensaje, cuando después de haber dicho, «¡Si lees el desenlace de la historia al final del libro, encontrarás que Jesús gana!» la multitud entera irrumpió espontáneamente en un período de cinco o diez minutos de alabanza y adoración continua.

Estoy especialmente agradecido por la elección del tema «La Santidad» para esta noche. Yo creo en la necesidad de aferrarnos a este principio tan importante en la comprensión total de lo que Dios está haciendo en nuestro medio.

Ya hemos oído a dos grandes hombres de Dios, tanto espiritualmente como eclesiásticamente. El obispo J. O. Patterson, presidente de la Iglesia de Dios en Cristo, nos habló de presentar nuestros cuerpos como un sacrificio para el Señor, y León Joseph Cardenal Suenens, Arzobispo de Malines Bruselas, Bélgica, un precioso hombre de Dios a quien he aprendido a amar de una manera muy significativa, compartió con nosotros la necesidad de ser cristianizados de una manera especial que nos conduzca a una santidad no abstracta, sino realmente «nuestra» en la experiencia. Él nos ha hablado de «ojos para ver, oídos para oír, un rostro lleno de amor, manos para extender, un corazón para abrazar y pies para ir». Dios nos está diciendo que lo que quiere es algo práctico en la santidad – presentarle a Él nuestros cuerpos y nuestros miembros en particular.

El tema que me corresponde se titula «Recursos e impedimentos para la Santidad» y lo voy a basar en el libro de Judas en el Nuevo Testamento.

Judas, siervo de Jesucristo, hermano de Santiago, a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo. A vosotros misericordia, paz y amor abundantes.

Queridos, tenía yo mucho empeño en escribiros acerca de nuestra común salvación y me he visto en la necesidad de hacerlo para exhortaros a combatir por la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre. Porque se han introducido solapadamente algunos que hace tiempo la Escritura señaló ya para esta sentencia. Son impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro Jesucristo.

Pero vosotros, queridos, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A unos, a los que vacilan, tratad de convencerles; a otros tratad de salvarles arrancándoles del fuego; y a otros mostrad les misericordia con cautela, odiando incluso la túnica manchada por su carne.

Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén (versículos 14; 20-25 Biblia de Jerusalén).

LA HERMOSURA DE LA SANTIDAD

Por muchos años, hemos predicado la hermosura de la santidad, con el énfasis sobre la santidad, recalcando la palabra santidad. Ahora que el Señor ha comenzado a fortalecer nuestro entendimiento, mientras sigue obrando en nuestras vidas, el énfasis va cambiando a la hermosura de la santidad, con la atención puesta en la hermosura. Es la clase de hermosura que Dios espera ver en los rostros y en las expresiones de Su pueblo.

Hace algunos años, en los movimientos de santidad, cuando alguien decía: «Esta noche vamos a predicar sobre la santidad», todos los hombres podían irse a casa automáticamente, porque la perspectiva de la santidad en ese entonces estaba centrada en las cosas externas o físicas. Pero al profundizarnos más en este concepto, hemos comenzado a reconocer que lo que Dios realmente quiere en Su pueblo es algo mucho más profundo que las apariencias.

Antes de seguir adelante, tenemos que resolver dos temores básicos para entrar en un equilibrio justo. El primero es el temor al legalismo. Cuando alguien habla de santidad, todos tememos que conduzca a un tipo de legalismo o atadura. Legalismo, según lo entiendo, es lo que va más allá del significado de las Escrituras. No queremos caer en eso.

El otro es el temor al desenfreno. Hombres y mujeres viviendo por debajo de las Escrituras. De manera que los dos problemas que tenemos es el sumarle y el restarle a las Escrituras. Pero en ‘medio de estos dos extremos tenemos el hermoso concepto llamado «La Hermosura de la Santidad» que Dios quiere escribir en nuestros corazones.

LO QUE DIOS PERSIGUE

El problema mencionado más a menudo en las Escrituras es que nuestras vidas no alcanzan la medida de nuestro testimonio. Hay una diferencia entre lo que decimos y la manera en que vivimos. Dios propone eliminar esa dicotomía. El desea producir una aproximación entre lo que decimos y nuestra manera de vivir. A esto se refirió el Cardenal Suenens cuando habló de nuestra necesidad de cristianizar. Significa llevar a la gente a vivir lo que hablan.

El obstáculo más grande que Dios tiene que penetrar para escribir santidad en nuestras vidas es la seguridad religiosa y las barreras doctrinales. Levantamos una barricada tan alta con estas cosas que dejamos afuera la convicción continua y la instrucción de Dios y debilitamos el impacto de Sus palabras sobre nuestros corazones.

La carga en el corazón de Juan el Bautista era por Israel. El pueblo tenía la verdad en sus mentes, no en sus corazones y vidas cotidianas. Algo andaba mal; la dicotomía había llegado a sus límites. La reacción del pueblo de Israel a la verdad que estaba predicando Juan era esta: «Somos hijos de Abraham.» A lo que Juan el Bautista respondía: «¡No digan que son hijos de Abraham, Dios está poniendo el hacha a la raíz del árbol!» En nuestros días Dios todavía trata de penetrar las barreras que hemos levantado en contra Suya y de Su palabra, exhortándoles para oír Su mandamiento de presentar nuestros cuerpos a Él en la hermosura de la santidad.

La santidad bíblica afecta todas las áreas de nuestras vidas. Alguien me dijo una vez: «¿No cree usted que está yendo demasiado lejos cuando se mete en las vidas de las personas? ¿No cree usted que debería de ser más superficial?»

Yo le contesté: «Mire, si usted puede encontrar una área de la vida en la que Dios no está interesado, entonces no la toquemos.» Dios está interesado en nuestra perspectiva de la vida, en nuestra moralidad, en nuestra ética, en nuestra conducta sexual, en nuestras finanzas, en nuestro hogar y en nuestro matrimonio. Está interesado porque Su deseo es cerrar esa dicotomía entre nuestro testimonio y nuestras acciones para que podamos ser en realidad una nación santa.

¿QUE COSAS ESTORBAN LA SANTIDAD?

Antes de tocar los impedimentos, quiero dar esta nueva definición de santidad. Santidad es involucrarse con dedicación, totalmente – cuerpo, alma, mente, y espíritu – en lo que Dios está haciendo.

¿Qué cosas estorban la santidad? Muchas veces creemos que es algo externo. Como algún hábito o alguna debilidad humana o algo muy obvio. Yo no pienso que eso sea lo que el Señor quiera decirnos.

Tenemos que buscar más cuidadosamente las fuerzas profundas que nos impiden vivir santamente. La primera es el humanismo secular. Esta amenaza es mayor que el anticristo y el comunismo y cualquier otra cosa que se pudiera imaginar.

El humanismo secular tiene al hombre como su centro y no a Dios. La gloria es del hombre y no de Dios. Hay mucho que podríamos decir al respecto, pero en esencia, el humanismo secular se da cuando el mundo es quien evangeliza a la iglesia. Cuando esto sucede, la Iglesia pierde la Palabra de Dios. Pierde sus normas y como resultado su orientación; a tal extremo que no puede distinguir entre el bien y el mal, lo que es santo y lo profano.

El segundo estorbo para la santidad es el individualismo. Es el concepto de la salvación que dice: «mí y mío». «Jesús salvó mi alma». A menudo me he preguntado lo que eso significa. Cuando alguien lo dice, me hace pensar en un alma por allí abajo dentro de esa persona y que el Señor mete Sus manos para sacar cierta parte de ella y salvarla. Pero el Señor no sólo quiere el alma; quiere salvar su vida entera. No es algo místico lo que El persigue. Ello quiere a usted, querido.

La salvación personal sin ningún impacto social es uno de los impedimentos más grandes para la santidad. Cuando nos volvemos individualistas, viviendo en nuestro mundito privado, nuestro efecto en el mundo es nulo y también nuestra vida de santidad.

El tercer impedimento es muy importante: la pérdida de la visión. Yo pienso que estas cosas son progresivas; cuando aceptamos el humanismo secular, nos volvemos egoístas y nos encontramos viviendo dentro de nuestro propio mundo y entonces nuestra visión comienza a nublarse hasta impedirnos ver lo que Dios está haciendo.

Hay un pasaje en Proverbios que dice: «Cuando no hay visiones el pueblo se relaja.» Una versión dice: » … el pueblo se desenfrena.» La visión del Señor Jesucristo es lo que me mantiene santo. Cuando pierdo esa visión, tiendo a perder los frenos y hacer lo que no es bíblico y lo que es malo, porque no tengo nada por qué vivir. No tengo metas ni motivación.

La gente pierde su santidad a causa de lo que yo he llamado la actitud del recluta de tiempo corto. Esa actitud en la milicia es una enfermedad. Es cuando un hombre es reclutado al servicio militar por cuatro años, cumple con tres de ellos y en el último no sirve para nada: «Porque salgo dentro de un año».

«¡Un momento! Usted no irá a ninguna parte hasta que Dios se lo permita.» Esta es una actitud profana. Jesús dijo: «Negociad mientras regreso.»

El cuarto impedimento es la falta de unidad. Comienzo a ver que no puedo conocer la santidad de Dios en su plenitud mientras no encuentre las partes que faltan en el Cuerpo de Cristo. Yo lo necesito a usted.

Cuando era un muchacho, compré una motocicleta que era una verdadera chatarra; la llevé al sótano de mi casa y la desarmé toda. Pues bien, yo no sabía nada de motocicletas y no tenía ni libros ni manuales, pero de todas maneras la desarmé pieza por pieza. Las limpié todas y compré los repuestos que pensé necesitaba y después me dispuse a armarla. ¡Ja!

Tenía todas estas piezas y las miraba una por una pensando: «¡Qué pieza más extraña! De todas maneras no creo que la voy a necesitar ahora.» Tomaba otra pieza y decía: «Y esto ¿Adónde irá?» Trataba de ponerla en algún lado en la moto pero no calzaba. Así que terminaba poniendo la pieza en el estante.

Finalmente pude armar algo que se parecía a una motocicleta, pero cuando traté de echarla a andar, no funcionó. ¿No es esa una sorpresa?

La Biblia dice que Dios ha formado al Cuerpo de Cristo de manera que no funcione si todas sus partes no están juntas. ¿Sabe usted lo que veo yo en la reunión de todas las diferentes partes del Cuerpo de Cristo en una conferencia como esta? [Veo una motocicleta lista para echarla a andar!; «Arranquémosla y vayamos» ¡Aleluya!

Al otro extremo de la falta de unidad está lo que yo llamo «Ágape barato», que es también un impedimento para la santidad. Este tipo de ágape es un amor que se ha prostituido. No es bíblico. El amor bíblico tiene su definición, sus limitaciones y su orden. El ágape barato es sólo un sentimentalismo empalagoso que se chorrea sobre todo el mundo.

RECURSOS PARA LA SANTIDAD

Ahora que hemos citado algunos de los estorbos para la santidad queremos enfocar las cosas que ayudan. En primer lugar está la Palabra de Dios, fuente de nuestra vida. Con ella rechazamos efectivamente al humanismo secular. Hace varios años que hice la siguiente decisión:

«Señor, no aceptaré nada que el mundo considere «normal».

Jeremías 31 :33 dice: Sino que esta será la alianza que yo pacté con la casa de Israel, después de aquellos días -oráculo de Yahvéh-: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

Este es un pasaje que los cristianos podríamos estar pasando por alto cuando aceptamos la Palabra de Dios como nuestra norma y como nuestra fuente de vida. Dios quiere tomar Su lápiz con punta de diamante y, por el Espíritu Santo, escribir Sus leyes en las tablas de nuestros corazones.

¿Sabe usted por qué, en el libro de Ester, Amán quería ahorcar a Mardoqueo? Cuando Amán le dijo al rey: «Mardoqueo debe ser colgado en la horca», el rey le preguntó: «¿Por qué?» Amán respondió: «Porque sus leyes son diferentes a las nuestras.» ¿»Quiere decir que vamos a vivir por un sistema de leyes diferentes a las del mundo?» ¡Así es! Lo que digo va más allá de leer y memorizar las leyes. Dios en Su fidelidad nos está haciendo pasar a través de una experiencia tras la otra con las cuales escribe Sus leyes en las tablas de nuestros corazones. ¡Eso, amigo mío, es santidad!

Número 2: El cambio de «yo» a «nosotros». Eso significa que ya no podremos cantar el coro que dice: «No necesito a nadie, sólo a Jesús.» No puedo hacerlo porque uno de los lugares donde Jesús se encuentra es en Su cuerpo. Todo lo que implica la vida de santidad se concentra en hacer el cambio de un concepto individualista de lo que Dios está haciendo y en ampliar los límites de la mente y el corazón de manera que lleguemos a ser «nosotros» y no más «yo».

Número 3: Necesitamos ver a un Señor victorioso.

No sé de dónde salieron algunos de nuestros conceptos en los primeros días del movimiento pentecostal. En mi propia tradición religiosa, solíamos cantar himnos como «Defiéndete hasta que venga.» Yo no sé de dónde sacamos un texto para eso, pero nuestra mentalidad era de ciudad sitiada. Estábamos conformes, dentro de nuestras cuatro paredes, con las puertas clavadas, esperando hasta que Jesús viniera. Pero en contraste con esta actitud, el Señor dice: «¡No. Quiero que eches una mirada al final del Libro.» Porque, si lees el desenlace de la historia al final del libro, encontrarás que Jesús gana! ¡Aleluya! ¡Jesús es el Señor!

Le pido en el nombre de Jesús que se rehúse a entregar el mundo y el futuro al diablo y al anticristo. Aunque el diablo sea real e intente dominar al mundo, ese no es el mensaje de la Biblia. El mensaje de la Biblia es Santidad a Jehová: una nación santa llena con el Espíritu Santo que tiene la Palabra de Dios como la fuente de vida, que ha hecho el cambio del «Yo» al «nosotros» y que tiene una visión clara de un Señor victorioso.

El próximo recurso para la santidad comprende un área muy delicada que yo llamo el sacrificio para la unidad. Esto significa sencillamente que hay ciertas cosas que podemos sacrificar para poder tener unidad.

Hay ciertas cosas que no sentimos que podemos sacrificar para tener esta unidad. Existen diferencias entre nuestras posturas doctrinales, nuestras constituciones eclesiásticas, hábitos, costumbres, liturgia, maneras de adorar, etc. Pero el problema no son nuestras diferencias, sino que no hemos estado dispuestos a sacrificar nada para la unidad en las áreas donde realmente podemos hacerlo.

Si usted reconoce que el Cuerpo de Cristo depende de que todas las partes estén juntas y funcionando en una relación armoniosa, entonces le pido que esté dispuesto a sacrificar algunas cosas para que esto suceda. No hablo de absorción sino de comunión y de juntarnos en la unidad del espíritu.

Si hemos de conocer la vida de santidad vamos a tener que aprender lo que significa amarnos los unos a los otros. 1Tesalonicences 3: 12-13 dice: En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, corno es nuestro amor para con vosotros.

Ninguno debiera de perder esta lección: una de las cosas que preparará nuestros corazones en santidad, para que podamos presentarnos delante de Dios con confianza, es aprender a amar a los hermanos. La santidad, el amor y la unidad son inseparables.

CUATRO PRINCIPIOS PARA LA SANTIDAD

Regresemos brevemente al libro de Judas para extraer cuatro principios importantes. Hay muchas enseñanzas hermosas y emocionantes en este libro. Le aconsejo que lo lea y lo estudie bien porque es aplicable para nuestro tiempo. En Judas hay un equilibrio maravilloso entre la exhortación y el estímulo por una parte y la advertencia por la otra.

El primer principio que queremos ver es el de contender por la fe, o rechazar las normas humanistas del mundo. Judas dice, «Amados … me he visto forzado a escribiros ahora para exhortaros a contender ardiente­ mente por la fe.» El artículo la es un artículo definido y significa algo específico. La fe que se describe en las páginas del Antiguo Testamento es nuestra – nos pertenece a nosotros. Si vamos a contender por la fe, tendremos que rechazar efectivamente al humanismo y aprender a abrazar la Palabra de Dios, Su Palabra que es ley, como la norma para nuestras vidas.

La segunda cosa que Judas dice en el versículo 3 ilustra nuestro segundo principio: «Hay una salvación que todos compartimos … » Alguien dirá: «Yo no la quiero compartir con nadie. Me gusta mi propia salvación. Yo, mí y mía. Sólo Jesús y yo. Yo quiero verlo sólo a Él. Tengo un deseo en la vida: hacer mi hogar en el cielo.» Este no es el caso. Si usted es cristiano y muere, usted tiene que ir al cielo. No hay ningún otro lugar donde pueda ir. Ir al cielo no es el caso en este versículo, El caso está en que tenemos que aprender a compartir la salvación que Él nos ha dado a nosotros.

Efesios 1:4 dice: «Dios nos escogió … » Su elección cae sobre nosotros. Él nos ha bendecido. La Biblia no habla en un sentido individual; siempre lo hace con respecto a una vida colectiva. «Cristo en vosotros, la esperanza en gloria.» (Col. 1 :27). Note el plural de «vosotras». Es Cristo que viene a Su Cuerpo constituyéndolo, todo junto, en un organismo viviente, activo y dinámico en el mundo que tan desesperadamente necesita oír la proclamación de Su verdad.

El tercer principio es la victoria de Cristo sobre el mal presente. Hay una descripción completa desde el versículo 4 hasta el 19 de la manera en que luchamos con este mal presente y lo conquistamos.

El cuarto principio está integrado por los deberes del amor que son cuatro. Los primeros dos están en el versículo 20.

¿Qué significa orar en el espíritu? Según lo entiendo, es orar en otras lenguas y aprender a adorar en el espíritu.

El tercer deber del amor está en el versículo 21: «Conservaos … limpios, santos y sin contaminación del mundo.»

El cuarto deber del amor es: «Esperar la misericordia de nuestro Señor Jesucristo» y por Su obra en la tierra (v.21). Continúa diciendo: «Hay algunos que tienen dudas, restablezcan su confianza; los que han de ser salvos arrebatad los del fuego» (vs. 21 aI23). En otras palabras, aprende a evangelizar y a llevar el testimonio de Jesucristo arrebatando a aquellos que están a punto de caer en abismo y en fuego.

Judas termina su epístola con una doxología que lleva la esencia de la hermosura de la santidad: «Mi Dios es poderoso para guardaros sin caída, y para presentaros seguros, inocentes y felices en presencia de Su gloria.»

Esa es la hermosura de la santidad – el Cuerpo de Cristo y sus miembros en particular caminando en el mundo como un sólo hombre con victoria y unidad, y finalmente pasando segura, inocente y felizmente a la presencia eterna de Dios. Amén.

Tomado de Vino Nuevo Vol 2-nº 5- 1978