Como muchos de ustedes saben, mi padre, el Pastor Charles Simpson, falleció el Día de San Valentín, el 14 de febrero de 2024. Se ha unido a mi madre, Carolyn, y a Jesús, en la eternidad. Nuestra familia y el equipo de CSM les agradecemos a todos por sus oraciones y sus amables palabras de aliento en estos días. Hemos hecho todo lo posible para comunicarles nuestro amor y gratitud en estos tres últimos meses y seguiremos haciéndolo.

Esta carta es mi intento inicial de rendir tributo a su vida, honrar al Señor Jesús, y expresarles lo que estamos viendo en el Espíritu Santo para los días y años venideros. Si Dios quiere, habrá más cartas, mensajes y eventos por venir donde podré decirles más.

Como se pueden imaginar, ahora mismo los recuerdos me vienen como un torrente. Recuerdo su risa y sus historias, su amor por nuestra familia, su compasión por las personas heridas y su profunda reverencia por el Señor y su Palabra. Recuerdo el sonido sordo de sus oraciones a la hora de acostarse por las personas que amaba, a través de la puerta cerrada de su habitación, a menudo acompañadas de llanto.

A papá le gustaba llevarnos a lugares y mostrarnos el mundo, ya fuera en otra nación o en lo más profundo de los pantanos del sur de Luisiana, donde se crió. Era un lector voraz y un estudioso de la historia, así que adonde fuéramos, papá tenía una idea del lugar y de lo que allí había sucedido.

Ahora imagino a mi padre cuando era un niño bronceado, con el pelo casi blanco por el sol, yendo en un bote de remos con su padre por el canal de Foster camino del asentamiento de Grand Bayou, donde el abuelo había fundado una iglesia a principios de los años treinta. El abuelo solía llevar a papá en sus viajes desde Nueva Orleans por una sinuosa carretera asfaltada que corría paralela al dique del río Misisipi, antes de desviarse por un camino de tierra que llevaba a la orilla del canal. Luego, el abuelo remaba el bote más de un kilómetro y medio hacia el interior de la marisma antes de llegar al diminuto pueblo de pescadores. No había carreteras para llegar a aquel lugar; tampoco las hay hoy.

Ahi eran recibidos por colonos cajún1 de diversas etnias que vivían en casas sobre pilotes sobre el agua. Algunos eran parientes nuestros. Había buena comida, cantos, sermones y oraciones, además de café negro con achicoria y mucha azúcar. Después, el abuelo remaba la barquita de vuelta a la orilla del camino de conchas y volvían a casa, cansados, pero alegres por lo que Dios estaba haciendo.

Vivió en la región de los pantanos sólo en sus primeros años, pero eso le marcó para siempre. En los últimos días de su vida, aquí en nuestra casa, no sólo estaba rodeado de la presencia de Dios y de nuestra familia, sino también de cuadros y fotos de bayous, pantanos, árboles cubiertos de musgo, barcos camaroneros y pequeñas chozas del bayou. El testimonio de lo que Dios hizo en aquellos días acompañó a papá durante toda su vida. Cuando los tiempos eran difíciles, cuando se necesitaban milagros desesperadamente, papá recordaba lo que el Señor había hecho entre los cajunes, y eso le animaba a seguir adelante en la fe.

Mi padre era un hombre fuerte; probablemente el más fuerte que he conocido. Pensábamos de él como «el Chuck Norris del Ministerio», porque era capaz de recibir un puñetazo y volver a levantarse. Era implacable. Cuando creía que Dios lo había llamado a amar a alguien o a hacer algo, papá no se rendía. Para alcanzar a la gente a la que Dios lo mandaba, acumuló millones de millas aéreas además de incontables viajes por carretera a través del país, viajes en tren y en barco. Ministró el Evangelio miles de veces, en catedrales, teatros, pequeñas iglesias rurales, tiendas de campaña, hogares y bares. Incluso en los aviones, papá siempre estaba dispuesto a escuchar, compartir y orar con cualquier pasajero que quisiera conversar.

Él no tenía avión ni viajaba con un séquito. Normalmente cargaba su propio equipaje y sabía cómo cruzar a toda velocidad un aeropuerto o una estación de tren. Sabía dónde estaban las gasolineras, y más de un restaurante en el camino como Cracker Barrel.2 No hablaba muchos idiomas aparte del inglés, aunque sabía algunas palabras en español, como «paz» y «tranquilo».

Antes de dedicar su vida al ministerio, fue boxeador, y de los buenos. Tuvo que decidir entre ser profesional o predicar el Evangelio. Debo añadir que el boxeo fue una excelente preparación para el ministerio. Mi padre no fue un pendenciero, pero enfrentó mucha oposición espiritual en su vida. Papá era tenaz. Era honorable y comprometido; valiente, no cobarde. Tenía corazón de pastor y siempre estaba dispuesto a proteger el rebaño de Dios de lobos y depredadores.

Él se interesaba y luchaba por la gente. Su corazón siempre fue tierno con los marginados, los abatidos, los quebrantados, los afligidos, los desvalidos y los rechazados. Creía que Jesús es un Redentor implacable y siempre estaba dispuesto a ir más allá con cualquiera que buscara al Señor. Perseguía a los descarriados o esperaba pacientemente a que volvieran en sí, los abrazaba y les daba la bienvenida a casa. Si uno estaba en problemas, Charles Simpson era la persona que uno quería de su lado.

Era generoso. Papá regaló la mayor parte del dinero que ganó o recibió. El veía a las personas como grandes inversiones. Cuando Dios se movía en el corazón de papá para dar, nunca lo cuestionó. Apoyó personalmente a numerosos ministerios, misioneros e iglesias. Dio a los hambrientos y a los desamparados. Invirtió en pastores y líderes jóvenes, dándoles muchos recursos, plataformas, y aliento a medida que salían y crecían en sus llamados. Regaló automóviles. Acogió a personas en nuestra casa para que vivieran el tiempo que necesitaran.

Nunca olvidaré al «Hermano Hazarakis», autodenominado «vagabundo» que se colaba en trenes y viajaba por todo el país. Papá y él se hicieron amigos, por supuesto. El hermano Hazarakis cantaba, tocaba el piano, oraba y estaba lleno del Espíritu Santo. Papá lo invitó a quedarse unos días en nuestra casa. Dios bendiga a mi paciente madre. Le daba de comer, le lavaba su ropa y le trataba como a un caballero de la realeza. Se quedaba con nosotros cada vez que su tren pasaba por Mobile.

Los invitados eran la norma en nuestra casa, desde que yo era pequeño. Mucha gente de diversas etnias y nacionalidades se quedaba con nosotros, comía y oraba con nosotros, reía con nosotros y enriquecía nuestras vidas de maneras que aún estamos descubriendo. En Alabama, en los años sesenta, eso era algo muy importante. Entonces no sabía que algunos de nuestros vecinos blancos se quejaban mucho de la hospitalidad de mis padres. Pero sí sabían que cuando nuestros invitados venían a nuestra puerta, Jesús venía con ellos.

Era humilde y pronto para confesar sus pecados y pedir perdón cuando le hacía daño a alguien. El Espíritu Santo convencía el corazón de papá y hacía todo lo posible para arreglar las cosas. Odiaba el orgullo, ya fuera en sí mismo o en aquellos que sentían la necesidad de «ser un perro caliente». Me decía a menudo cuando era niño -quizás algunas veces como adulto- «¡Hijo, no seas un temerario arriesgado!» La arrogancia y la bravuconería le repugnaban. También lo era la religiosidad. Él mismo era hijo de un predicador y, como la mayoría de los hijos de predicadores, papá tenía un ojo agudo para la hipocresía o la ostentación.

Después de responder al llamado de Dios en 1955, papá comenzó a ministrar en misiones de rescate y pequeños grupos hogareños (uno incluso lo comenzó en un bar) antes de comenzar a pastorear la Iglesia Bautista Bayview Heights en Mobile, Alabama, en 1957. Había terminado sus estudios en el William Carey College y estudiaba en el Seminario Teológico Bautista de Nueva Orleans, viajando tres horas de ida y tres de vuelta para asistir a clases. En 1963, Carolyn y Charles tuvieron un hijo (saben quién: su servidor) y, aunque estaban,  espero que contentos, por ello, había otras presiones en el ministerio que empezaban a desgastar a papá.

Comenzó a buscar al Señor en las Escrituras y en oración por una renovación espiritual que produjera frutos frescos en su propia vida. Esta búsqueda lo llevó a una pequeña iglesia que había sido plantada por su amigo, el Pastor Ken Sumrall en una parte sombría de Pensacola, Florida. En ese humilde lugar, papá fue bautizado en el Espíritu Santo, y su vida nunca volvió a ser la misma. En menos de una década, papá se convirtió en un pionero de lo que se conoció como el Movimiento Carismático, y la renovación espiritual se extendió por todo el mundo.

Muchos de ustedes conocen parte de esa historia. Mi hermana nació en 1969, mientras papá estaba ministrando en Nueva Zelanda. Mi hermano en 1972, cuando vivíamos en Miami, Florida. Nuestra familia tiene una herencia rica y maravillosa. La vida de papá tocó muchas más vidas de las que jamás conoceremos de este lado del Cielo. El ministerio de papá duró mas de 68 años. Continuó viajando y ministrando, con unción y vigor, hasta octubre de 2023. El último mensaje que predico fue titulado «Tocando lo Eterno» en la Iglesia Covenant Life (Vida de Pacto, Pastor Chris Hyatt) en Atlanta, Georgia.

A principios de noviembre de 2023, papá se sentía cada vez más cansado. Perdió el apetito. Surgieron otros síntomas. Tuvimos numerosas visitas al médico y a urgencias. Papá entraba y salía de hospitales y centros de rehabilitación física. Le hicieron pruebas y le operaron. Algunos días parecía que su muerte era inminente. Sufría muchísimo. Otros días se animaba y teníamos esperanzas de que se recuperara.

El fin de semana anterior a su fallecimiento, recibimos noticias desalentadoras de sus cirujanos. Pero, gracias a Dios, pudimos traerlo a casa una vez más. Mi hermana Charlyn y mi cuñado Enrique llegaron de Costa Rica. Mi hermano, Jonathan, y su esposa, Sarah, y su hija, Liza, se unieron a mi esposa, Susanne, a mi hija, Victoria Grace, y a mí alrededor de la cama de papá. Pasamos horas juntos con papá para compartir, orar, cantar, leer las Escrituras, reír, contar historias… todas las cosas que él esperaba que sucedieran. Papá estaba muy lúcido y lleno de alegría. Nos bendijo a cada uno de nosotros y nosotros lo bendijimos a él. Fue un momento sagrado.

Jesús tomó la mano de papá la noche de San Valentín y caminaron juntos hasta alcanzar la paz eterna. Aunque hemos sufrido, nos consuela nuestra Bendita Esperanza de la eternidad juntos en Cristo.

Papá y yo nos hemos comprometido a «Restaurar el puente generacional». Esa misión para el MSC continuará. Cuando Dios me llamó al ministerio hace 43 años, me dio el Salmo 145:4, que dice,

Cada generación celebrará tus obras y proclamará tus proezas.

Recientemente, nuestro querido amigo el pastor Robert Grant me recordó esta oración:

17 Tú, oh Dios, me enseñaste desde mi juventud
    y aún hoy anuncio todos tus prodigios.
18 Aun cuando sea yo anciano y peine canas,
    no me abandones, oh Dios,
hasta que anuncie tu poder a la generación venidera,
    y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido.
(Salmos 71:17-18 Nueva Versión Internacional)

¿Podría usted orar por nosotros a medida que avanzamos en la fe? Compartiremos más sobre dónde creemos que nos llevará este viaje, y a quién estamos llamados a alcanzar. Si el Espíritu Santo le guía, por favor considere una donación financiera especial para apoyar el trabajo del ministerio este mes. Papá los amaba mucho, al igual que yo y el personal aquí en ministerios de Charles Simpson. Es un honor servirles en el Señor. Pronto, tendremos un anuncio sobre la celebración de la vida de papá el 25 de abril aquí en Mobile. Estamos muy agradecidos por su amistad y asociación con nosotros mientras trabajamos juntos por el Reino de Cristo.

Su hermano en Cristo Jesús,

Stephen Simpson

Presidente

Notas:

  1. Cajún o cajunes: acadianos son un grupo étnico localizado en el estado de Luisiana (Estados Unidos).
  2. Cracker Barrel. Restaurante popular en carreteras de Estados Unidos.