Por Stephen Simpson

Querido amigo en Cristo,

Rogamos a Dios que esté bien. Los cristianos de todo el mundo celebramos el cumplimiento de la promesa de Jesucristo de enviar su Espíritu Santo a sus seguidores. Pentecostés ocurrió 50 días después de la resurrección de Jesús. El número 50 simboliza el «Jubileo», un tiempo en el que los esclavos son liberados, lo mismo que las deudas, y los pecados perdonados. Esto coincide con la celebración judía de Shavuot, cuando Dios entregó la Torá a su pueblo en el Monte Sinaí.

En el Antiguo Testamento, se celebra, en el día de Pentecostés, la entrega de la Ley (los 10 mandamientos) al pueblo de Israel. En el Nuevo Testamento, en día de Pentecostés, el Señor cumple su promesa de enviar su poder, gracia y sabiduría para caminar en su palabra. En Juan 14 y Juan 16, y en otros lugares, Jesús les dice a sus discípulos que él debe irse, pero que les enviará su Espíritu Santo para guiarlos a toda la verdad.

Esta promesa no es sólo para esas pocas personas sino para todos en todos los tiempos, que han puesto su fe en Jesucristo y se han comprometido a seguirlo. Después de la crucifixión, la sepultura y la resurrección de Jesús, él pasó 40 días enseñando a sus seguidores sobre su reino. Luego, mientras se preparaba para ascender al cielo, dio a sus seguidores instrucciones finales y vitales, y los envió a cumplir su misión.

A estos mandamientos llamamos «La Gran Comisión», en la que Jesús ejerce su autoridad como Rey de reyes, salvador y redentor; y envía a sus discípulos a todo el mundo para proclamar su evangelio. Usted puede encontrar este relato en Mateo 28 y Marcos 16. La Gran Comisión fue dada a todos los que somos seguidores de Jesucristo.

“Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había señalado, y cuando lo vieron, lo adoraron. Pero algunos dudaban. Jesús se acercó y les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 16-20).

Contra todo pronóstico y en medio de una gran oposición, los discípulos y la Iglesia primitiva tomaron en serio la Comisión de Cristo. Gracias a ello, y a la fidelidad de las generaciones posteriores, hoy estamos aquí. Yo pregunto: ¿Cuál es el legado que dejaremos nosotros? Ellos fueron fieles, ¿lo seremos nosotros?

Con el Espíritu Santo Jesús dio a sus discípulos, su propósito, su poder, su autoridad y la fuerza para perseverar. Para vivir como sus discípulos hoy, nosotros debemos recibir su comisión y su Espíritu también. Esto es lo que significa Pentecostés.

Veamos Hechos 1, cuando Jesús se reúne con sus seguidores…

Mientras estaban juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que les dijo: «Esperen la promesa del Padre, la cual ustedes oyeron de mí. Como saben, Juan bautizó con agua, pero dentro de algunos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.» Entonces los que estaban reunidos con él le preguntaron: «Señor, ¿vas a devolverle a Israel el reino en este tiempo?» Y él les respondió: «No les toca a ustedes saber el tiempo ni el momento, que son del dominio del Padre. Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.» Después de haber dicho esto, ellos lo vieron elevarse y ser recibido por una nube, que lo ocultó de sus ojos.”

Mientras miraban al cielo y veían cómo él se alejaba, dos varones vestidos de blanco se pusieron junto a ellos y les dijeron: «Varones galileos, ¿por qué están mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ustedes han visto irse al cielo, vendrá de la misma manera que lo vieron desaparecer» Hechos 1:4-11

Los discípulos de Jesús esperaron juntos en Jerusalén, orando y buscando a Dios. No sólo estaban juntos geográficamente, sino que sus corazones y mentes estaban unidos en un mismo pacto. La crucifixión, muerte, sepultura y resurrección de Jesús los había cambiado a todos. El orgullo, la contención y el miedo fueron reemplazados por la fe, el amor y el humilde deseo por lo que Dios haría a continuación. Sus antepasados habían recibido la Ley en tablas de piedra, pero ahora el Espíritu Santo escribía su ley en sus corazones.

“Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y sopló y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos. Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse” (Hechos 2:1-4).

Muchos se han referido a Pentecostés como el «día de la graduación» de los discípulos. Habían sido enseñados y entrenados por Jesús. Habían sido examinados y sometidos a prueba a través de grandes dificultades e incluso fracasos. Jesús les había dicho que esperaran en Jerusalén y estuvieran a la expectativa de recibir la promesa del Espíritu Santo. Y allí estaban, por fin, en un solo lugar, con un solo corazón y una sola mente.

Algunas personas dicen que quieren el derramamiento del Espíritu, pero no están dispuestas a obedecer las instrucciones de Jesús, ni a ponerse de acuerdo con él. No están dispuestas a esperar y a buscar, y no están dispuestas a entrar en unidad y armonía con los demás. Dios no enviará su bendición sobre la desobediencia y la desunión. Estos discípulos habían sido carnales, estuvieron divididos, fueron egoístas y miedosos. Pero Jesús los había confrontado, y el fuego de Dios estaba quemando las impurezas de ellos.

Estaban dispuestos a ser purificados y limpiados… sus corazones tenían hambre de Dios y recibieron la unción del Espíritu Santo. Habían recibido sus órdenes de marchar – su propósito. Y, recibieron su poder para cumplir ese propósito. El poder de Dios no está divorciado de su propósito. Él no nos equipa sin dirección y enfoque, ni nos da una misión sin la capacidad para cumplirla. Buscar su poder sin la voluntad de obedecer su propósito es una forma de idolatría. Intentar obedecer sin su poder y gracia es un trabajo agotador y miserable.

Recuerde también que él no sólo provee, sino que él mismo es nuestra provisión. Dios no es sólo un Dios que señala el camino: «¡Ve aquí, ve allá!». Él promete ir delante de nosotros y con nosotros; ser nuestra retaguardia y llevarnos a través de lo que sea que enfrentemos, donde sea que él nos esté guiando. Su propósito no es sólo llevarnos, sino también fortalecernos para levantar a otros. Jesús ama tanto al mundo que cuando vio a la gente perdida, dispersa, cansada y herida, se compadeció de ellos (ver Mateo 9). Llamó a obreros para que salieran a los caminos a ministrar con su gracia y poder.

El Señor dice en su Palabra: “Vayan y prediquen: El reino de los cielos se ha acercado. Sanen enfermos, limpien leprosos, resuciten muertos y expulsen demonios. Den gratuitamente lo que gratuitamente recibieron” (Mateo 10:7-8). ¿Qué hemos recibido de él? Todo lo que hemos recibido, tenemos autorización por el Espíritu Santo para darlo. Lucas 12:48 dice que al que se le da mucho, también se le exigirá mucho.

Dios nos ha dado poder con el Espíritu Santo para:

  • ser libres del pecado y la vergüenza y para proclamar la libertad a los oprimidos.
  • prosperar según su propósito y bendecir a otros.
  • discernir y entender los tiempos.
  • orar e interceder.
  • poder y valor para profetizar la verdad.

Todos los dones del Espíritu son para todos los que creen y quieren recibir de él. ¿Qué estamos haciendo nosotros con estos dones? ¿Ha recibido usted el Espíritu Santo? ¿Cuál es la evidencia en su vida? ¿Hay amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza activos en su vida y hacia los demás? (Gálatas 5:22-23.)

Si usted ha recibido el Espíritu, entonces parte de su mover en su vida incluirá un mayor deseo, oportunidad y poder para compartirlo a él y su evangelio con otros. La evidencia del Espíritu Santo en su vida no es sólo que usted pueda gritar más fuerte o hablar en lenguas más rápido o agitar sus manos en el aire como si a usted no le importara la condición de los perdidos; sino que usted tiene una mayor compasión por aquellos que lo necesitan y una mayor pasión para alcanzarlos.

No estoy menospreciando el hablar en lenguas o la adoración de todo corazón; lo hago todos los días. Pero parte de la adoración de todo corazón es escuchar a Dios, y si usted escucha a Dios por suficiente tiempo, se dará cuenta de que él le está diciendo: «¡Vaya por todo el mundo, predique el evangelio y haga discípulos!»

Si uno intenta ir en su propia fuerza y motivación, se consumirá rápidamente. Debemos recibir su poder y unción. Y no sólo debemos de recibir el Espíritu una vez, sino que debemos permanecer continuamente llenos de él (ver Efesios 5:19).

Hay quienes enseñan que los dones y ministerios del Espíritu Santo fueron exclusivos para los tiempos bíblicos. La Biblia no enseña eso ni nunca indica que sus intervenciones cesarían. Jesús nunca puso límites a su Gran Comisión después de la primera generación de creyentes. La Biblia y la historia nos enseñan que Jesús es el mismo ayer, hoy y para siempre.

Jesús prometió enviarnos al Consolador y amigo que nos guiaría a toda la verdad y nos llenaría con su unción, para que pudiéramos hacer obras aún mayores que las que Jesús hizo (Juan 14; Juan 16). Y espera que lo hagamos hasta que el Señor regrese; él espera encontrarnos trabajando hasta que venga la cosecha. Trabajamos con el Espíritu Santo y en el Espíritu Santo.

Necesitamos la actividad presente del Espíritu Santo en nuestras vidas hoy. Enfrentamos algunos de los mayores desafíos que jamás haya tenido la humanidad o la Iglesia. Nada ni nadie puede sanar y capacitar a la Iglesia para la misión. “Yo no actúo por medio de un ejército, ni por la fuerza, sino por medio de mi espíritu.”,» Lo ha dicho el Señor de los ejércitos.» (Zacarías 4:6).

Pido a Dios que todos podamos experimentar personalmente el poder de Pentecostés en estos días. Búsquelo. Reúnase con otros creyentes en un mismo acuerdo para recibir un nuevo derramamiento del Espíritu Santo. «Como lo hizo el día de Pentecostés, entrando como un viento poderoso, ¡llénanos con tu presencia y tu poder! Señor, hazlo de nuevo». (de «Fire» de CeCe Winans, Kyle Lee, Dwan Hill, 2021).

Gracias por apoyarnos en oración y con sus donaciones. Por favor, continúe recordándonos este mes. Hemos dado un gran paso de fe al relanzar nuestra Conferencia para Líderes de CSM en Gatlinburg, del 10 al 12 de mayo, así como la nueva revista One-to-One. Seguimos apoyando a los ucranianos que tanto han sufrido, así como a los creyentes de otras naciones como Filipinas y Costa Rica. Para más información, visítenos en csmpublishing.org.

En Cristo,
Stephen Simpson
Presidente

STEPHEN SIMPSON es el Editor de One-to-One Magazine y el Director de CSM Publishing. Además del ministerio editorial, Stephen fue el pastor principal de Covenant Church de Mobile, Alabama (2004-2013) y ha servido en capacidad de líder en iglesias y ministerios en Costa Rica, Florida, Mississippi, Texas y Michigan, y continúa viajando en el ministerio a través de América del Norte y en otras naciones.

Tomado con permiso de Pastoral Letter de mayo de 2022

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de la versión Reina Valera Contemporánea.