Por Ricardo Pugliese

Tema basado en Lucas Cap. 3:21-22; 4:1-14

Mientras nuestro Señor Jesucristo estuvo aquí en la tierra, dejó claras y precisas enseñanzas, como podemos leer en los Evangelios. Estas son de vital importancia para todos los cristianos ver­daderos; y han sido dadas con la misión de no só­lo escucharlas y saberlas, también pode­mos llevarlas a un paso más profundo que es: practicarlas.

Poner en práctica la Palabra de Dios nos ben­dice; seguir los consejos de Jesús nos da vida; y vi­da abundante. Si le preguntamos a cualquier her­mano si desearía ser bendecido, seguro que nos diría: » ¡Sí, hermano, aleluya!»

En el presente estudio veremos ciertas cosas que Jesús nos desea mostrar por medio de Su Pa­labra. Este estudio va dirigido a todos aquellos que desean tener un ministerio bendecido con vi­da abundante y plena en El.

El Señor desea darnos un ministerio lleno de poder, pero para eso debemos saber cómo mover­nos. Muchos ministran hoy pero no han seguido el molde divino que Jesús nos ha revelado, entonces todo es puro ruido y nada más. Para que a noso­tros no nos ocurra esto, debemos mirar el molde divino.

Jesús, el Hijo de Dios, antes de comenzar su mi­nisterio (recordemos que su ministerio consistía en predicar; sanar, enseñar); tuvo que pasar etapas previas por las que nosotros todos debemos pasar antes de servir al Señor de la obra.

  1. Jesús bautizado en agua (Lucas 3:21; Mateo 3:13-15; Marcos 1:9).

No deseo entrar en la doctrina del bautismo, si­no solamente mostrar que Jesús sin necesidad aparente alguna, fue bautizado en el Jordán. El lo hi­zo para que nosotros sus discípulos hoy lo cumplamos.

Todos sabemos que el bautismo significa morir a la vieja vida y nacer a una nueva vida. Al ser bautizados llegamos a ser parte del Cuerpo de Cristo. Jesús fue bautizado para darnos un ejemplo de obediencia hacia Dios. Conozco a algunos que po­nen excusas para bautizarse diciendo que el bau­tismo no salva; sin embargo, no se dan cuen­ta que este paso nos introduce en el Cuerpo de Cristo y glorifica a Dios. Sé de algunos que asisten a la iglesia, trabajan para el Señor, pero posponen y posponen su bautismo.

¿Estará arrepentido el que no desea bautizarse? Es muy probable que no. Recuerdo también otro caso de uno de los dis­cípulos que el Señor me dio para que le guiara en la senda divina. Llegó a la iglesia, comenzamos a estudiar la Palabra de Dios y cuando él se vio fren­te a esta demanda me dijo: «¡Me bautizo!»

Estoy seguro que los que estamos leyendo ya hemos pasado este paso inicial que Jesús mismo tomó, pero he querido hacer un comentario para ponernos en la senda que Jesús nos trazó para ser ministros eficaces. Para ser siervo de Dios (luego de creer) hay que tomar este paso, si no, no hay siervo.

  1. Jesús investido con el poder de lo alto (Lucas 3:22; Mateo 3:16,17).

Luego que Jesús fue bautizado, mientras El oraba, el cielo se abrió y el Espíritu Santo descen­dió sobre El y se oyó una voz del cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en ti estoy muy compla­cido»

Entramos ahora en el segundo paso que Jesús tuvo que pasar para poder ministrar (predicar, sa­nar, enseñar), El fue revestido del Espíritu Santo. Ahora bien, pensemos por un momento: ¿Qué necesidad tenía Jesús de ser investido con poder de lo alto? El era el Hijo de Dios, Dios mismo. ¿Para qué ocurrió esto? Esta debe ser la pregunta que todo hijo de Dios debe de hacerse. Jesús fue reves­tido del Poder, todo su ministerio lo hizo en for­ma humana, pero en el poder del Espíritu Santo; él sanó, liberó, enseñó, predicó con el Poder del Espíritu Santo.

Aquí tenemos la respuesta al «¿pa­ra qué?» Jesús fue investido del Poder de lo alto para que nosotros hoy podamos obrar con ese mismo poder divino. ¡El mismo Poder que ungió a Jesús nos unge hoy a nosotros! Es triste decirlo, pero hoy vemos que muchos desean servir sin an­tes haber pasado por este paso de vital importan­cia, creen más en sus palabras, estudios, fuerzas, que en el Poder del Señor.

El propósito de Dios es que al ser llenos de Él seamos testigos dirigidos por El. No se puede ser­vir sin ser tocado antes por Dios. El desea quebran­tarnos antes de servir (aunque el quebrantamiento prosiga después). Para ser útiles para Dios hay que ser quebrantados, para que emane de nosotros la frescura celestial. ¿No ha dicho usted muchas ve­ces al ver a un hombre lleno de Dios, «este hombre tiene unción»? Nos admiramos porque hoy en día no se ven con mucha frecuencia hombres y mujeres así, pero tener unción debe ser lo normal entre los hijos de Dios. Aquel que tiene la unción ha sido quebrantado, ha empezado a andar en el camino del quebrantamiento, entonces se puede «oler» en él olor agradable, «olor a Dios». ¡El Señor desea que seamos esa clase de personas!

Renunciemos a nuestro «yo», cambiemos el «yo puedo» por el «Tú puedes, Señor, hacerlo a través mío». Pasemos de «jefe» a «herramientas». Tu teología, cargo en la iglesia, tu estudio en el Seminario o Instituto no te darán la unción. ¡Só­lo la recibirás de arriba, de parte de Dios!

Hagamos como Jesús, que oró, para que el cielo se abra y la bendita paloma pose sobre nosotros. Es Su voluntad para todos sus hijos.

Watchman Nee dice en uno de sus libros: » … en el trabajo del Señor, no hay lugar alguno para la actividad de la carne». ¡Derrotemos a la carne siendo ungidos por el Poder de Dios, como Jesús lo hizo!

  1. Jesús tentado en el desierto (Lucas 4: 1-13).

Entramos ahora en este tercer paso que Jesús tomó antes de poder servir con eficiencia. Luego de ser lleno, ungido por el Espíritu Santo, fue conducido por el Espíritu al desierto para ser ten­tado por el diablo. La palabra de Dios dice que Dios no tienta a nadie (vea Santiago 1: 13), recuér­delo para cuando sea tentado otra vez.

Jesús fue tentado durante cuarenta días. Pongá­monos en su lugar por un instante. Fue una bata­lla muy cruda y difícil. Satanás deseaba vencerlo a toda costa. Tres veces la Palabra de Dios nos muestra lo que «el diablo le dijo»:

  1. a) En la primera tentación lo tentó con pan, pues Jesús estaba con hambre. Esto representa el «deseo de los ojos» (v. 3).
  2. b) En la segunda tentación lo tentó mostrándo­le los reinos del mundo. Esto representa «la gloria humana» (v. 6).
  3. e) En la tercera tentación lo tentó para que Je­sús hiciera un milagro. Esto representa la «alaban­za humana» (vs. 9-11).

Ahora bien, ¿qué nos enseñan estas tentaciones? ¿qué ejemplo nos quiere dar el Señor?

Lo que nos enseña es que antes de servir debe­mos pasar la «prueba de fuego» así como El la pa­só. Si Él, siendo nuestro Salvador y Señor, fue tentado, ¿Cuánto más sus hermanos menores (no­sotros)? Todo aquel que desea ministrar debe so­portar la tentación del enemigo, todo aquel que ha sido ungido para el ministerio «debe pasar por el desierto». Esta palabra «desierto», me hace pensar en un lugar solitario, es «Yo frente a la tentación». Aquí no puedo escudarme en mi igle­sia, en mis hermanos, ¡no!, aquí estamos en el de­sierto, solos ante la tentación. Esta lucha se libra en nuestro interior, la tentación comienza adentro y el resultado (cualquiera que sea) se manifiesta hacia afuera, en hechos.

No todos desean pasar por este tercer paso. Algunos se quedan en la experiencia de la llenura del Espíritu para siempre. Piensan que la unción que recibieron es un fin. ¡Ya está! ¡Lo logré! Piensan que han llegado al tope de la vida cristiana y se consideran superiores a otros, separando a los que lo tienen de los que no lo tienen.

Recuerdo una vez que fui a una reunión abierta al Espíritu y al final, estaba saludando a unos her­manos conocidos, entonces vi venir a un hombre mayor de edad hacia donde estaba. Este anciano vino muy sonriente y nos dice: «¿Tienen el Bau­tismo?» Con esto deseo señalar que este hom bre, aunque bien intencionado, se había quedado en el segundo paso del recorrido divino para servir, per­diéndose las bendiciones que siguen a la llenura del Espíritu Santo. ¿Eres tú como aquel hombre, o deseas seguir el molde de Jesús? Jesús te ha llenado para que no te pierdas las bendiciones que siguen a este paso glorioso que has dado, acepta la prueba como Jesús lo hizo, porque es parte de su plan para que tengas una vida y un ministerio efectivo.

  1. Jesús y la resistencia a la tentación. (Lucas 4: 1-13).

Deseo mencionar, con pocas palabras, este paso de la resistencia de Jesús a la tentación y que, la mucha o poca resistencia que tengamos, nos seña­lará la victoria o la derrota.

Observemos cuánto tiempo duró la resistencia de Jesús: cuarenta días; él resistió segundo a segundo, minuto a minuto, día a día cada ataque satánico.

Fortalezcámonos hermanos con el ejemplo que Jesús nos dio. El nos dio su ejemplo para que lo imitemos. En 1 Corintios 10: 13 encontramos también que: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios que no os permitirá ser tentados más allá de lo que podéis, sino que con la tentación proveerá también la sali­da (la vía de escape), a fin de que podáis resistirla».

Hermanos: si estáis recibiendo tentaciones, re­cordad que Jesús padeció primero y resistió y vosotros también lo haréis, porque fiel es Dios y porque El es fiel, os proveerá la vía de escape para que podáis resistir las tentaciones. ¡Gozaos, her­manos, en el Señor, y adelante!

  1. Jesús y la victoria sobre la tentación. (Lucas 4:3-12)

La resistencia es importante, pero es un estado intermedio y no podemos estar siempre allí. La resistencia nos lleva a la victoria o a la derrota, son los únicos caminos.

¿Cómo ganó Jesús la victoria? La Palabra de Dios nos dice que tres veces le respondió: «Escri­to está» (vs. 4, 8 y 12). Jesús hace referencia al capítulo 8:3, 6: 13 y 6: 16 respectivamente del libro de Deuteronomio.

Vemos también que en el capítulo seis del diez al veinticinco de Deuteronomio, Dios exhortó a su pueblo a la obediencia. ¡Y Jesús! ¡OBEDECIO! En el capítulo ocho del mismo libro Dios hizo referencia a su pueblo del maná del cielo y les re­cuerda que no sólo de pan iban a vivir «sino de todo lo que sale de la boca de Jehová» (Lea Éxo­do 16 para saber qué pasó con el maná). ¡Jesús lo recordó! Entonces Jesús triunfó porque: 1) recordó la palabra de Dios y 2) la obedeció.

Grabemos en nuestros corazones y mentes esto:

Que Jesús nos dio su ejemplo divino para vencer a Satanás. Tentaciones tendrás, entonces debes resistir para lograr la victoria; no te quedes resistien­do para siempre, toma la victoria como Jesús lo hizo porque el recorrido divino sigue aún. Fortale­ce tu Fe leyendo la palabra de Dios. Lee Juan 16: 33: «En el mundo tenéis tribulación (está incluida la tentación), pero confiad; yo he vencido al mundo (y a Satanás). Esto lo dijo Jesús: ¡Vívelo!

  1. Jesús y el ministerio

Jesús inició su ministerio en el Poder del Espí­ritu Santo, y comenzó a enseñar en las sinagogas (v. 15), a predicar las buenas nuevas (v. 16-30), a liberar a la gente de la opresión satánica y a sanar a los enfermos.

Sin hacer un estudio profundo del ministerio de Jesús, podemos ver, con sólo lo que hemos mencionado, que su ministerio fue efectivo desde el principio. En estos pasajes vemos a Jesús pasar por las aguas del bautismo, ‘la unción del Espíritu Santo, la tentación, la resistencia y la victoria sobre la tentación, y luego comienza su ministerio. Antes de ministrar debió pasar por el «molde divi­no» que ya hemos estudiado sin parar en algún punto.

El Señor desea usarnos para extender su Reino. El quiere que todos comencemos un ministerio efectivo, ya sea grande o pequeño, nacional o in­ternacional. Lo importante es si hemos seguido el «molde Divino» de Jesús para que ministremos en el poder del Espíritu Santo como él lo hizo (Lu­cas 4: 14a).

Reproducido de la Revista Vino Nuevo vol.4-nº 11 febrero 1983