Por Charles Simpson

Último en la serie de cuatro artículos sobre la reproducción espiritual.

La intención de este artículo es la de mostrar en una forma muy práctica la manera en que podemos ayudar a otros en el proceso del nuevo nacimiento.

Repasemos primero lo que hemos cubierto hasta este punto. El Señor nos ha dado el mandamiento de reproducirnos. Su comisión de «ir por todo el mundo para hacer discípulos» está en conformidad con un mandamiento previo en Génesis 1: 28 donde dice: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra». Dios ha establecido que todo lo que tiene vida, incluso el hombre, se reproduzca «según su especie». La reproducción que describimos no es la de ir por el mundo haciendo convertidos como hemos asumido en el pasado, sino la de permitir que la vida que Cristo Jesús ha puesto dentro de nosotros se reproduzca a sí misma – para convertirnos en padres dentro de la familia de Dios.

La reproducción ocurre de una manera muy natural, sin embargo, muchas veces nosotros hemos tratado de hacer convertidos de una manera poco natural. Debido a que nos hemos acercado a la gente sin naturalidad o en una forma religiosa, los resultados en sus vidas a menudo se ven afectados.

La reproducción espiritual, según Dios lo ha ordenado, es un proceso muy normal. La Palabra viva es la semilla de la reproducción y el corazón humano el campo. La Palabra viva es implantada en el corazón humano y cuando la semilla crece, reproduce el carácter de Cristo en nosotros.

Después, de acuerdo al crecimiento del carácter de Cristo, la semilla reproduce las obras de Cristo, en sus expresiones naturales y espirituales: las buenas obras – las cosas que hacemos el uno para el otro – y la demostración sobrenatural – las cosas que sólo Dios puede hacer cuando obra con nosotros con señales y milagros.

Nuestro crecimiento en el carácter y las obras de Cristo, manifiestan una calidad de vida superior a la del mundo, de manera que cuando las personas ven este carácter, las obras y el poder sobrenatural de Dios, les impulsa a preguntar:

«¿Qué debemos hacer para ser salvos?»

Un segundo nacimiento. 

Esta sección final la comenzaremos con el relato del encuentro de Nicodemo con Jesús en Juan 3.

Y había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo, un personaje importante entre los judíos.

Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él.

Jesús le respondió, y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo («de arriba») no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:1-3).

Hay una diferencia entre ver el reino de Dios y sólo ir al cielo cuando muera. Yo creo en el cielo, pero no es la meta primordial de Dios para nosotros. El cielo es la consecuencia de los que viven bajo el señorío de Jesucristo. La meta de Dios es «venga tu reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en los cielos».

Cuando Jesús le dijo a Nicodemo que no podía ver el reino a menos que naciera de nuevo lo dejó perplejo. «¿Cómo puede un hombre nacer cuando ya es viejo? No puede entrar una segunda vez en el vientre de su madre y nacer, ¿verdad? … ¿Cómo puede ser esto?» (versos. 5-9).

Yo creo que la institución que llamamos la iglesia está en una incertidumbre similar a la de Nicodemo, porque entre los problemas que confronta está una cuestión muy básica que es discutible – a mucha gente se le ha enseñado incorrectamente lo que significa ser un cristiano – nacer de nuevo. Hemos dicho: «Solamente crea y eso es todo». Pero esta expresión de «nacer de nuevo» está siendo enfatizada en nuestros días y por esta razón deseo examinar la conversación entre Nicodemo y Jesús.

Jesús había estado predicando y haciendo milagros y el pueblo y los líderes religiosos se preguntaban cómo había aprendido todas estas cosas un común carpintero de Nazareth. Entre ellos se encontraba Nicodemo, un rabí del Sanedrín que había estudiado desde su juventud con los más grandes maestros religiosos de Israel.

Jesús respondió a la consternación de Nicodemo con una represión gentil: «Tú eres el maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas?» En otras palabras, Jesús le dice: «Has venido a mí llamándome maestro y reconociendo los milagros que hago; has oído «un estruendo por las copas de las balsameras» y sabes que el viento del Espíritu está soplando, pero en realidad no sabes lo que está sucediendo. No sabes cómo está obrando Dios».

He aquí un hombre religioso que ignoraba la intención de Dios. Es común encontrar a personas muy religiosas que no saben lo que Dios está haciendo. Nicodemo sabía todas las leyes y costumbres de su grupo, pero se vio obligado a confesar que no entendía cuando Jesús le habló de nacer de nuevo y de ver el reino de Dios.

Jesús dijo: «Lo que has oído es muy sencillo comparado con lo que podría decirte, porque no hay nadie en la tierra, aparte de mí, que sepa exactamente cómo funciona el gobierno de Dios. Yo soy el único que ha estado allí». Ese es el contexto de Juan 3: 16.

«La reproducción espiritual, según Dios la ha ordenado, es un proceso muy normal»

No se trata de una experiencia religiosa momentánea o de ser miembro de una congregación. Si no de ver el reino de Dios, al rey, al Señor de los ejércitos. No espere sólo que sus pecados sean perdonados, sino también que sus ojos sean abiertos y usted colocado bajo el señorío de Dios Todopoderoso. Este es el lugar donde Dios quiere llevar a las personas. Dar unos pasos solamente para que sus pecados sean perdonados y puedan ir al cielo cuando mueran es solo el principio. Nuestra misión es la de guiar a los hombres hasta el reino de Dios donde hay justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo para la vida diaria. Esta debe ser nuestra meta en la reproducción.

Hemos querido «matar al pájaro de un sólo tiro» con el renacimiento espiritual. Pero este es un proceso que culmina con el reino de Dios hay algo más que solo hacerlo -pasar por cuatro o cinco pasos. Aún cuando su certificado de nacimiento diga que llegó el 6 de abril de 1937, la realidad es que su existencia comenzó mucho antes de esa fecha. Fue un proceso largo que culminó con su nacimiento incidentalmente en esa fecha y como el resultado de una relación establecida en un pacto que produjo la concepción, la gestación, los dolores del parto y finalmente el alumbramiento.

Todas estas etapas se encuentran también en la reproducción espiritual. Cada una de las partes es necesaria. Una vez que la semilla haya sido sembrada, y el resto sigue su desarrollo normal, el nacimiento se efectuará naturalmente cuando llegue el tiempo.

Quiero enfatizar esto porque muchos que quieren reproducirse espiritualmente se esfuerzan para que todo suceda en una noche. Pero eso es ilógico.

El proceso

Veamos al nuevo nacimiento dentro del contexto de toda la familia. El propósito de la familia va más allá de la procreación. Edificar a la familia de Dios va más allá de hacer convertidos.

Idealmente, los hijos nacen como consecuencia de un amor establecido en un pacto, y no sólo por el deseo de tener hijos. En el Espíritu la condición es similar. Dios no quiere que nuestra única meta sea tener hijos. El quiere que desarrollemos una relación con El y uno con el otro que produzca hijos naturalmente. Los hijos son la consecuencia natural de una relación de amor confirmada en un pacto.

La concepción en el espíritu sucede cuando la semilla es sembrada y la convicción se efectúa. No acose a alguien que esté bajo convicción. La semilla está creciendo y desarrollándose y la persona tiene que abrirle todo el campo que necesita y es posible que se sienta muy infeliz. Por fa tanto no aumente su miseria con «buenos consejos».

Si su esposo está bajo convicción, trátelo con dulzura y no se interponga en su camino. No esté constantemente sobre él diciéndole que está bajo convicción y que Dios está tratando con él, porque pudiera ser que su esposo, a su vez, trate con usted. Si su esposa está bajo convicción, ore por ella, pida que Dios la bendiga, y no la moleste. No la agite porque Dios está obrando en ella por la semilla que El ha plantado.

Cuando era muchacho fui contratado para arraigar arbolitos de azáleas y de camelias. Tomaba como cinco mil cortes de estas plantas y las ponía en cajas con tapas plásticas. En ocho semanas debían echar raíces. Yo lo sabía, pero después de la primera semana me preguntaba con impaciencia si algo estaba sucediendo dentro de las cajas. Las cajas tenían que permanecer tapadas, excepto para darles agua, de modo que la temperatura y la humedad fueran constantes. El proceso se desarrollaba naturalmente, pero a la edad de diez años, no resistía el impulso de destapar alguna caja para sacar la ramita pensando que de todas maneras tenía cinco mil de ellas.

Por supuesto que no tenían raíces y eso acababa con cualquier cosa que estuviera sucediendo debajo de la superficie. Después de ocho semanas, yo había sacado por lo menos dos mil de aquellas ramitas para ver si tenían raíces.

Nosotros somos tentados a hacer lo mismo en el espíritu. Recuerde que la vida está en la semilla. Cuando una persona oye La Palabra y el espíritu está en movimiento, su tarea ha terminado hasta que el nacimiento se acerque. El período de gestación ha comenzado y el resto lo hace el Espíritu Santo hasta que los dolores de parto comiencen a aparecer. Entonces podrá ser de gran ayuda.

Cuando vienen los dolores está cerca el tiempo de decisión. Pero ésta puede llevar entre unos pocos días hasta varios años. Si se le permite al Espíritu de Dios que haga su tarea, una vez que la semilla haya sido sembrada, ésta echará raíz y llevará fruto.

Es probable que yo no haya dado todo el fruto que el Señor quiere que dé, sin embargo, he ayudado a muchas personas a venir al Señor y he tenido más éxito cuando he sembrado la Palabra y he amado a las personas que la han recibido que cuando he sido agresivo. Una de las ofensas más grandes que se pueden hacer cuando se lleva a personas hasta el gobierno de Dios es el actuar con celo humano. Nuestro propósito debe ser el de sembrar la palabra, amar a las personas y permitir que la Palabra haga su tarea.

Pedro, el gran apóstol, llegó a Jesús a través de un proceso. Un día, Andrés, su hermano, vino a él y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías». Andrés conocía muy bien a Pedro, y sabiamente no dijo más. Ni siquiera le preguntó lo que iba hacer al respecto. Es legal testificar en un juicio de lo que se ha visto; pero es ilegal decirle a la gente lo que deba de hacer.

La Biblia no dice de qué manera respondió Pedro, pero sabemos que él no era un hombre religioso. Sabemos que maldijo y mintió después de haber estado con Jesús por tres años y medio, así que quién sabe de lo que fuera capaz antes de caminar con Jesús. Cuando Andrés le dijo que habían encontrado al Mesías, es muy posible que Pedro haya dicho: «Si, y yo soy el padre Abraham. Jamás he creído una palabra de lo que has dicho, Andrés».

Entonces un día, mientras la palabra que Andrés había depositado operaba en él, Pedro oyó a Jesús. Jesús estaba fustigando a los fariseos y al sistema, exhortando a Israel para que se arrepintiera y lo hacía con verdadera autoridad. Pedro quedó impresionado. Este es el segundo paso del proceso y Jesús siguió acercándosele más y más.

Un día, Pedro estaba lavando sus redes, y vio a Jesús que venía en su dirección seguido de una gran multitud. La palabra que Andrés le había traído estaba obrando en él todavía, pero Pedro jamás hubiese ido a la iglesia – así que Jesús llevó la reunión a él.

Pedro comenzó a sentirse incómodo cuando Jesús se detuvo muy cerca de él y dijo: «Bienaventurados los que no pierden la calma porque de ellos es el reino de Dios. Bienaventurados los pacificadores … bienaventurados los humildes … » y seguro que Pedro pensaba:

«¿Cómo podré librarme de este hombre?»

Cuando Jesús hubo concluido, subió a la barca de Pedro y le dijo: «Vamos a pescar». Pedro se sintió más incómodo aún. Cuando Jesús estaba predicando, el asunto todavía era objetivo. Ahora Jesús lo estaba confrontando.

Pedro pudo haber dicho: «Mira tú puedes ser un gran maestro de la Biblia pero de pesca no sabes nada. Estoy aquí en la orilla porque no hemos pescado nada en toda la noche. Hoy no están entrando en la red».

«Quiero insistir,» pudo haber dicho Jesús.

En ese momento Pedro estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que saliera de su barca. Más molesto que nunca oía la voz de Andrés diciendo: «Hemos encontrado al Mesías. Hemos encontrado al Mesías». Así que diría: «Muy bien, no quiero hacerlo, pero si tu insistes … «

Llevaron la barca a la parte más profunda y Jesús les dijo: «Echad vuestras redes para pescar».

Pedro respondió: «No hay nada allí abajo; lo haré solo para demostrártelo». Pero cuando subieron la red estaba llena de una gran cantidad de peces. Allí mismo Pedro cayó de rodillas diciendo: «Sal de mi barca y no te acerques a mí. Soy un pecador y tu eres un hombre santo». El mundo no entiende cuando los hombres santos se acercan a los pecadores.

Jesús le dijo: «Si me sigues, te enseñaré a pescar hombres».

Note que cuando Pedro le dijo al Señor que saliera de su barca porque era un pecador Jesús no le contestó recriminándole.

Su propia reacción es muy importante cuando un hombre le diga que él es un pecador.

Si estamos dispuestos a alcanzar a las personas, no podemos permitirnos el lujo de escandalizarnos por lo que ellos digan o hagan porque eso derribaría todos los puentes que hubiésemos edificado para alcanzarles. Dios detesta el pecado, pero no a los pecadores.

Pedro comenzó oyendo la palabra, vino la convicción y después hizo su decisión. En el preciso momento en que estuvo bajo convicción, Jesús le dijo que le siguiera y Pedro hizo su decisión y se convirtió en uno de sus discípulos.

El hombre que trajo el mensaje del reino de Dios el día de pentecostés y vio a los miles que fueron librados de las tinieblas y trasladados a la luz no fue el producto de tres puntos y un poema, sino de un proceso en el trato de Dios que le llevó a hacer una decisión para ser discipulado en los caminos de Dios. Las etapas de su nacimiento espiritual incluyeron la concepción, la gestación, y dolores reales de parto – y eso era sólo el comienzo.

Asistencia positiva en el alumbramiento

Quiero hacer siete sugerencias prácticas para ayudar a las personas a nacer de nuevo, «desde arriba».

  1. Prepárese, pero no lleve ideas preconcebidas.

Prepárese para que Dios le use a llevar a otros a Cristo, pero no preconciba la manera en que El lo hará. Es bueno estudiar todo material para ganar almas, leer todos los pasajes que hablan del nuevo nacimiento y libros que digan cómo llevar a otros al Señor. Pero no lleve una idea fija de la manera en que sucederá cada vez.

Es bueno hacer preparativos antes de que los hijos naturales nazcan. Obtenga una cuna, una tina para su baño, alguna ropa para bebé, pero no las compre todas de un sólo color, porque no sabe si será niño o niña. No imprima el anuncio antes del nacimiento. Prepárese, pero no preconciba.

Creo que es de gran significación que Jesús usó solamente una vez el acercamiento que vemos en Juan 3. Su diálogo era distinto con cada persona que encontraba. El decía lo que el Espíritu le daba en cada situación. Su terminología era distinta cada vez. Estaba preparado, pero no tenía ideas preconcebidas.

Evite usar un método o una fórmula reducida a un tipo establecido. Las personas no son robots, y no todas calzan el mismo patrón. Cada persona es una creación única así que no use el mismo método con todos.

Acérquese a cada situación como un aprendiz, no como un sabelotodo. Sepa escuchar. La mayoría de las personas necesitan a alguien con quien hablar. No se ocupe tanto de lo que va a decir sino en lo que el corazón de ellos está diciendo. Entonces aprenda a ser responsivo. Prepárese, pero no preconciba.

  1. Desarrolle su sensibilidad a la palabra. Oiga lo que el Espíritu Santo está diciendo. Después de habernos preparado, estudiado y orado, cuando llegue. el tiempo de salir a la sociedad, no ataquemos a la primera persona que encontremos con un «¿Eres salvo? ¿No sabes que vas a parar en el infierno?»

Esa no es la forma de hacerlo. Debemos movernos bajo la dirección del Espíritu de Dios, con sensibilidad a la Palabra que Dios da para cada individuo. Permita que el Señor tome la iniciativa.

Jesús oró al Padre por aquéllos que El le había dado (Juan 17). Nos reproducimos porque Dios es quien nos da el fruto. Jesús lo sabía porque había recibido la palabra de su Padre. El Padre le había permitido ver a Natanael sobrenaturalmente bajo una higuera y cuando Jesús lo vio se lo dijo y eso lo convenció. La palabra para Mateo fue diferente y también para Tomás. Así que él podía decir «.

El castigo de crear nuestras propias palabras es que tendremos que vivir con las consecuencias. Lo peor que nos puede acontecer es vivir con el fruto de nuestro propio celo.

Se dice que una vez D.L. Moody salió de una de sus campañas y se encontró con un hombre ebrio, caído en la acera quien le dijo: «Oiga, señor Moody, yo soy uno de sus convertidos». A lo que Moody respondió: «Seguro que debes de ser uno de los míos, porque el Señor no tuvo nada que ver contigo».

  1. Sea flexible. La mayoría de los grandes evangelistas han sido acusados de herejía y por hacer cosas poco ortodoxas que estaban fuera de lo común. Tenemos que estar dispuestos a hacer lo que nadie está haciendo. Porque allí es donde está el fruto.

Un día Jesús iba con sus discípulos y les dijo que era necesario que fuera a Samaria. Eso demostraba su flexibilidad porque la mayoría de los judíos hacían un rodeo para no pasar por Samaria. Si hemos de seguir al Espíritu Santo tenemos que ser flexibles.

De manera que Jesús fue a Samaria y se detuvo junto al pozo de Jacob. Era el medio día y nadie sacaba agua a esa hora excepto aquellos con los que nadie quería tener trato. Entonces vino una de estas mujeres, una adúltera que había estado casada cinco veces y que ahora vivía con otro hombre que no era su marido.

Cuando se disponía a sacar agua, Jesús le dijo:

«Dame de beber».

Inmediatamente, todos sus conceptos establecidos cayeron en el pozo. Entonces la mujer le dijo: ¿Cómo es que tú, siendo judío hablas conmigo que soy samaritana?»

Sin contestarle a esa pregunta Jesús le dijo:

«Si supieras quién habla contigo, tú me pedirías a mí de beber y jamás volverías a tener sed».

Jesús había cautivado su atención porque se le había acercado de una forma poco ortodoxa. La próxima cosa que el Espíritu le dijo a Jesús fue:

«Pregúntale sobre su marido».

Jesús hacía todas las cosas por el mismo Espíritu que nos dirige a usted y a mí. Contrario a toda creencia popular, Jesús no nació recitando pensamientos profundos. No olvidemos que él se despojó a sí mismo cuando se hizo hombre. Su humanidad no sabía todas las cosas. El Espíritu le ayudaba de la misma manera en que nos ayuda a nosotros.

Sé que Jesús le dijo: «Ve, llama a tú marido y ven acá».

«No tengo marido».

«Es cierto. Has tenido cinco y el hombre con quien vives ahora no es tu marido».

En este punto ella trató de cambiar el tema y comenzó hablar de religión y de dónde tenían que adorar los hombres. Finalmente dijo: «Bueno, el Mesías vendrá uno de estos días y él nos dirá todas estas cosas».

Jesús le dijo: «Yo soy él».

Ella dejó caer su cántaro, se fue a la ciudad y trajo con ella a todos sus habitantes para que oyeran a Jesús y el resultado fue que muchos de los samaritanos creyeron en él. Jesús fue el hombre que dio más fruto porque siempre vivió por el Espíritu y nunca fue inflexible.

  1. Haga una lista de oración. Escriba los nombres de las personas que Dios le da. Si hay alguien con quien siente afinidad, una persona en el trabajo, los padres de los amigos de sus hijos o al­guien en el vecindario, escriba sus nombres y ore por ellos constantemente y vea cuáles son los re­sultados.

Tenga cuidado de no imponer su propia vo­luntad en la vida de otras personas «en el nombre de Jesús». No ore de esta manera: «Señor hazlo así», o «haz que haga esto o lo otro». Haga ora­ciones abiertas y no directivas como: «Señor, haz tu voluntad en su vida. Bendícelo. Llévala a co­nocerte».

Hace unos años mi esposa y yo fuimos invita­dos a un asado en la casa de un hombre por quien había estado orando. Yo estaba sentado en una si­lla en su patio y el salió de la casa con una botella de salsa en su mano y me dijo: «He estado pen­sando que me gustaría que oráramos juntos algu­na vez».

Yo le dije: «¿Te gustaría esta noche?» El hombre no lo sabía, pero yo tenía un amigo que era mi compañero de oración y nos habíamos puesto de acuerdo para orar en cualquier momen­to que fuera necesario.

Llamé a mi amigo y nos reunimos en mi estu­dio y comenzamos a orar; yo me levanté y comen­cé a caminar. Me gusta caminar cuando oro por­que de esa manera si el diablo me va a molestar también va a tener que moverse un poquito. Pron­to mi compañero de oración comenzó a caminar también. El hombre que me había invitado al asa­do pensó: «Esta debe ser una reunión móvil», así que se levantó y comenzó a caminar también. Apenas hubo dado el primer paso, el poder de Dios cayó sobre él y lo desplomó en una silla donde permaneció por más de una hora, intoxicado en el Espíritu Santo sin poder hablar bien. Eso lo asustó mucho y cuando salió no lo volví a ver por muchos años.

Pero ahora es uno de los pastores de nuestra comunidad porque Dios había hecho algo de lo que jamás podía escapar. Este hombre se mudó a otro estado, regresó a un seminario, pero vino de nuevo a donde Dios le había tocado. La oración había libertado el poder de Dios en su vida. La oración desata un poder que usted no puede gene­rar. Comience una lista de oración y ore consis­tentemente por las personas que están allí.

  1. Desarrolle las relaciones naturalmente. Es­ta es la clave de mucho de lo que estoy diciendo. Después de la oración, no hay nada tan importan­te como desarrollar una relación naturalmente con las personas que no son cristianas. No sugiero que volvamos al mundo para alcanzar a los pecadores. Usted puede ser santo y estar con pecadores.

Jesús estableció este tipo de relaciones con los pecadores. En la Biblia dice que las multitudes le recibían con gozo y que él era amigo de los peca­dores. Es imposible alcanzar a alguien sin tocarle y sin establecer un puente primero. Si usted es una de esas personas súper religiosas, jamás podrá establecer una relación natural con gente que no se ha convertido. Cuide sus reacciones con las personas que quiere alcanzar.

Jesús nunca se escandalizó por nada ni nadie. Un día estaba enseñando y cuatro fariseos vinie­ron arrastrando a una mujer que ellos habían to­mado en el mismo acto de adulterio. «Moisés or­denó apedrear a esa clase de mujeres; ¿Qué dices tú?»

Jesús se inclinó y con el dedo escribió en la tierra y después dijo: «El que de vosotros esté sin pecado, tire la primera piedra». Todos botaron sus piedras y se fueron.

Jesús le dijo entonces a la mujer: «¿Dónde están tus acusadores?»

Ella respondió: «No hay ninguno».

Jesús le dijo: «Ni yo te condeno, pero desde ahora no peques más».

Jesús actuó totalmente diferente a los líderes religiosos. Por eso es que las multitudes amaban a Jesús. El no aprobaba lo que ella había hecho, pe­ro trató con sus acciones de una manera diferente a como trató con ella. El no se mostró indignado con su problema. Sino que respondió a su necesi­dad. Esa es la llave.

Si vamos a desarrollar alguna relación natural con las personas no convertidas, es necesario estar preparados a no mostrar repugnancia por lo que ellos hagan o digan. Una de las actitudes más difíciles de vencer es la de sentirnos pagados de nues­tra propia rectitud. Es sorprendente la facilidad con que olvidamos nuestra forma de ser de anta­ño, y en estos casos nos ayuda recordar cómo fuimos en el pasado. Esto nos hará comprender mejor a los que no son cristianos todavía.

  1. Esté listo para la manifestación sobrenatu­ral. Tenemos que dejar que lo sobrenatural salga del centro de lo espectacular y permitir que se manifieste en las fronteras para extender el reino de Dios. Reconozco que Dios hace milagros en nuestras iglesias y reuniones, pero también creo que está deseoso de llevarlos a donde está la gente. Allí fue donde Jesús hizo sus milagros – donde la gente se reunía para llevar a cabo sus asuntos na­turales.

Hace más de 15 años que hice amistad con un mecánico que tenía su propia estación de gasolina. Era un buen hombre. A veces usaba palabras pesa­das, pero trataba de no hacerlo cuando yo estaba allí. Había venido del campo y siempre era él mis­mo, sin pretensiones, y a mí me agradaba estar con él. Solía comprar gasolina en su estación de servicio y quedarme a conversar con él por un rato.  Después comenzó a venir a la iglesia donde pastoreaba yo y un día me dijo: «¿Por qué no vienes a casa un día para visitarnos?» Así llegué a visitarlo por lo menos una vez a la semana y disfrutaba al hacerlo. Una noche que estábamos en su casa y hablábamos del Señor, oímos a su hijita que estaba en su cuarto con una tos incontrolable.

Yo le dije: «Terry, ¿te ofenderías si orara por ella?»

El dijo: «Por supuesto que no. La niña ha estado tosiendo mucho y cualquier cosa que pueda hacer será bueno» Fuimos al cuarto, nos acercamos a su cama, puse mi mano sobre ella y pedí al Señor que le quitara la tos y no volvió a toser ni una sola vez. Ni siquiera una sola vez después de la oración.

Si hubieran visto la expresión de su cara. Cuando regresamos a la sala comenzó a mirarme como si yo hubiese descendido del cielo y todos los nueve dones estuviesen colgando de mis dedos. «De veras que eso funciona». Terry es ahora uno de los pastores de nuestra congregación.

Descubrí que el Señor disfruta cuando hace milagros en este ambiente. Al Señor le gusta demostrar su poder donde hace mayor impacto; no en lugares donde las personas estén debatiendo si los milagros ocurren, sino donde su gracia y amor sean extendidos a una necesidad real y en una situación tangible. Dios obra con mayor prontitud en esa situación para atraer a las personas a su reino.

Si usted camina íntegramente y alguien ve el carácter de Dios en su vida y usted se mueve según el Señor le indica, y sucede un milagro, es por que Dios ha preparado a esa persona para que Ud. tenga éxito con ella. Lo que sigue es la pregunta que le hará y usted deberá estar listo para contestar.

  1. Prepárese para dar una respuesta adecuada. A Jesús le preguntaron: «¿Qué haré para obtener la vida eterna?» En el día de pentecostés la pregunta fue: «¿Qué haremos?» El carcelero de Filipo preguntó a Pablo: «¿Qué debo hacer para ser salvo?»

Esa es la pregunta. Hasta que no la hagan probablemente no estén listos para la respuesta. La iglesia ha estado contestando a preguntas que nadie está haciendo. Tenemos que regresar al lugar en el que nuestras vidas respalden lo que decimos y entonces será la gente la que hará las preguntas de nuevo.

La pregunta no fue» ¿qué debo hacer para ir al cielo?» La pregunta es sencillamente: «¿Qué debo de hacer?» y punto. Eso indica que la persona está lista para hacer cualquier cosa.

¿Cuál es la respuesta a la pregunta? «Arrepiéntase, crea Y bautícese».

Permítame decir brevemente lo que es arrepentimiento. La mayoría de las personas se meten en problemas desde el principio porque han estado manejando sus propias vidas. El problema básico del hombre es su propia voluntad. El hombre necesita arrepentirse no sólo de fumar, maldecir, beber y otros pecados externos. La raíz del problema es que él ha estado dirigiendo su propia vida.

Arrepentirse significa que mientras uno va en la dirección equivocada, reconoce el error de lo que está haciendo, se entristece por eso, da media vuelta y comienza a ir en la dirección opuesta. Dicho de otra manera, en el proceso de dirigir su propia vida, ve que eso no funciona, se devuelve y deja que Jesús lo haga. Para mí ese es el verdadero arrepentimiento y conversión. No es sólo creer que Jesús vino si no que él sabe cómo gobernar en su reino. Si una persona insiste en gobernar su vida seguirá teniendo problemas. Cuando Jesús es quien gobierna su vida, entonces él resolverá los problemas.

Después de que un hombre se arrepiente y cree en Jesús, necesita bautizarse dentro de tres realidades. Primero, debe bautizarse en agua para identificarse con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. Segundo, el bautismo en el Espíritu. Tercero, un bautismo dentro del Cuerpo. Todas estas tres áreas son de suma importancia y una persona debe hacerlo tan pronto venga al Señor.

Cuando usted lleve a una persona al Señor, no la deje sola. Llévela a través de cada paso. Explíquele la necesidad que tiene de bautizarse, posiblemente leyéndole Romanos 6. Ore con él para que Dios lo llene con su Espíritu Santo. Dios llenará a las personas con el Espíritu cuando primero se convierten, si se les dice y si se ora por ellos. Luego preséntelo al Cuerpo y sumérjalo en ese Cuerpo. La Biblia dice en 1 Corintios 12: 13 «Por un Espíritu todos fuimos bautizados en un Cuerpo». Dígale que quiere presentarlo a la familia de Dios y aunque lo haya usado a usted para alcanzarlo, hay otros hermanos que quiere que conozca.

Mucho podría decirse en cuanto al seguimiento, pero primordialmente lo que tenemos que recordar es que el trabajo no ha terminado hasta que la persona que usted haya evangelizado esté también evangelizando a otros.

El propósito de Dios para cada uno de nosotros es que llevemos fruto, reproduciendo en otros lo que él ha hecho en nosotros. Con su comisión de ir por todo el mundo y hacer discípulos, él nos envía con la palabra, la naturaleza, y la obra suya para confrontar al mundo con su señorío; después de oír este mandamiento para nosotros nuestra respuesta debe ser: «Señor, hazme dar fruto».

BOCADILLOS PARA EL ALMA

Rodolfo Loyola

No basta con tener hijos para ser padre. La reproducción es un instinto, la paternidad es una responsabilidad. Pensar que todo está resuelto cuando se consigue el pan y el vestido, es una ignorancia. La Biblia advierte a los fieles creyentes a criar a los hijos en el temor de Dios. Ningún nombre para Dios podría ser más significativo que el de Padre. Paternidad significa protección, apoyo, y, sobre todo, amor y comprensión.

Esa criaturita que hoy te besa, que te espera junto a la ventana, que te cree superior a todos los demás hombres, tiene muchas posibilidades de ser lo que tú quieras que sea. Los niños, como las plantas, necesitan cultivo, y sobre todo, dedicación.

Tienes mucho trabajo, estás cansado, necesitas leer el periódico, ver la televisión o charlar un rato con tus amigos; pero no defraudes a tus hijos si éstos demandan tu presencia o consejo para algo que ellos consideran importante. En ellos te verás mañana. Tal vez sean el bastón en que tengas que apoyarte en los días difíciles de tu vejez.

El amor del padre es el complemento del amor de la madre.

Cuando el hijo se enferma la madre lo cubre y lo cuida; el padre, disimulando preocupación, trata de conseguir el remedio.

La madre trata de quitar los obstáculos inmediatos al niño: el padre trata de quitar los obstáculos futuros. La madre es el cariño, el padre es la protección. La madre sueña, el padre piensa.

A un niño huérfano de madre se le nota falto de cuidado; al huérfano de padre se le ve falto de amparo.

La madre anhela la paz de su hogar donde se desarrolla su pequeño mundo; el padre desea la paz del mundo donde se refleja su hogar.

Las madres merecen una corona de flores; los padres, un pedestal de bronce. Roguemos al Padre celestial que nos ayude a ocupar nuestros lugares y seamos dignos de ser llamados padres.

Editorial CLIE

Moragas y Barret, 113 – TARRASA (Barcelona)

Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol. 3, nº 4 diciembre 1979.