Por Derek Prince

Lo que Dios está haciendo en Israel y en el Oriente Medio, y que está muy cerca de mi corazón, es un tema muy pertinente con nuestra situación mundial actual.  

Para comenzar quiero decir, aunque muy sucin­tamente, la manera en que intento abordar este tema. Primeramente, deseo establecer por medio de las Escrituras que Dios está diciendo algo específico e importante con respecto a Israel y al Medio Oriente. Luego veremos brevemente dentro de ese contexto, lo que eso significa para nosotros.

La profecía y su cumplimiento

El primer pasaje que examinamos está en Isaías 11: 11-14 que describe lo que sucederá a miles de almas en el futuro, más allá de los días del profeta. Escrito antes del cautiverio babilónico y del sub­secuente regreso, este pasaje contempla una se­gunda dispersión del pueblo judío, mucho más in­clusiva que la primera, y habla de juntar por se­gunda vez a Israel desde todos los rincones de la tierra. El cumplimiento de esta profecía la hemos visto nosotros en este siglo veinte.

Así mismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar.

Y levantará pendón a las naciones, y junta­rá los desterrados de Israel, y reunirá los es­parcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra.

Y se disipará la envidia de Efraín, y los ene­migos de Judá serán destruidos. Efraín no tendrá envidia de Judá, ni Judá afligirá a Efraín;

sino que volará sobre los hombros de los fi­listeos al occidente, saquearán también a los <le oriente; Edom y Moab les servirán, y los hijos de Amón los obedecerán.

Estudiemos este pasaje versículo por versículo. Note que Isaías dice que «Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pue­blo». Es obvio que Isaías ve una primera disper­sión y una recuperación primera y luego un se­gundo proceso de dispersión y recuperación. Aquí habla del segundo caso.

Cuando vemos en retrospectiva lo que ha suce­dido en la tierra durante los últimos cincuenta años, particularmente en Europa, a menudo pen­samos en el Holocausto, en el que aproximadamen­te seis millones de judíos fueron exterminados. Las palabras de Isaías, «el remanente de su pue­blo», encuentran allí su aplicación particular.

Note también que la profecía en relación con las naciones desde donde serían recobrados por se­gunda vez, no tuvo su cumplimiento en el primer regreso, pues sus implicaciones son mucho más amplias.

La segunda recuperación incluiría a judíos de Asiria, que en nuestros días está representada por parte de Iraq, Irán y Turquía; de Egipto moderno; de Etiopía; de Elam, que vino a ser Persia y luego Irán; Sinar que es Babilonia y ahora Iraq; de Hamat que es Siria; y de las costas del mar, refi­riéndose a todas las partes del mundo que tienen límites con el océano, es decir de todos los conti­nentes. Esta segunda reagrupación del remanente vendría de todos los países del mundo, como efec­tivamente lo confirma Isaías en el siguiente ver­sículo: «Y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra».

«…Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo»

Se ha calculado que, en los últimos cincuenta años, los judíos han regresado a Israel de por lo menos ochenta y siete diferentes naciones. Cuan­do mi esposa Ruth y yo estudiábamos en la Uni­versidad Hebrea de Jerusalén, en el verano de 1979, debido a las circunstancias tuvimos que asistir a cinco diferentes clases donde había judíos procedentes de por lo menos treinta naciones.

El versículo trece, que sigue, dice: «Y se disipa­rá la envidia de Efraín … y Judá no afligirá a Efraín». Recuerde que, en los días de Isaías, Israel estaba dividida en dos reinos que a menudo pelea­ban entre sí. Estaba Israel en el norte, identifica­do generalmente como Efraín, y Judá en el sur, conocida como Judea. Cuando los judíos fueron llevados en cautiverio, Israel, o Efraín, fue cap­turado por los asirios y Judea por los babilonios. Los dos reinos permanecieron en un estado cons­tante de hostilidad mutua, dentro y fuera del cau­tiverio. Pero Isaías dice que en esta segunda rea­grupación, los dos reinos llegarán a ser uno solo y que la hostilidad entre estos dos elementos de la nación será destruida. Esto es exactamente lo que ha sucedido.

Es interesante notar que cuando el estado de Israel estaba a punto de ser establecido el 14 de mayo de 1948″el nombre no se escogió sino hasta antes que fuese declarado. Varios nombres fueron propuestos y uno que casi fue aprobado fue el de Judea. Pero en el último momento la elección cayó en Israel. Esto es significativo, porque si se hubiera llamado Judea, se hubiera perpetuado la división, pues el nombre de Israel denota a una nación unida.

En el versículo catorce leemos que «volarán so­bre los hombros de los filisteos al occidente». En la Biblia, Filistia, o filisteos, se refiere a Palestina y los palestinos. Es la misma palabra con un pe­queño cambio de letras. Isaías dice que los israe­litas restaurados volarían sobre los hombros de los filisteos en el occidente. Esto también ha sido cumplido. El occidente es Gaza en el desierto de Sinaí.

De gran interés es también el siguiente pasaje que se refiere a «los de oriente», específicamente a Edom, Moab y Amón. Amón es el Ammán mo­derno, capital de Jordania. Moab y Edom quedan al oriente del Mar Muerto. Los tres combinados componen el estado actual de Jordania.

Alguien dijo recientemente que el río Jordán era extraordinario porque parecía tener una sola ribera; pues todas las noticias hablaban únicamen­te del lado occidental. Pero esta profecía menciona el lado oriental. No quiero hacer ninguna predic­ción, pero la Biblia sugiere que en vez de que los palestinos recuperen el territorio al occidente del río Jordán, los israelitas establecerán algún grado de dominio sobre la parte oriental. Tal vez no sea lo que digan ‘los expertos, pero eso no me preocu­pa, porque nunca ha habido una situación en la historia moderna en la que los expertos hayan estado tan continuamente equivocados como en el caso de Israel. Es casi una confirmación de que estoy en lo cierto.

Espero que este breve examen lo convenza de que estas palabras proféticas, dichas alrededor del siglo 8 A.C. se están cumpliendo con precisión en nuestros días. Y no es que estemos especulando; basta con leer los encabezados de los periódicos de casi todos los días.

En el versículo 12 de Isaías 11 vemos lo que Dios está haciendo hoy con respecto a Israel. «Y (el Señor) levantará pendón a las naciones y jun­tará a los desterrados de Israel». Cuando Dios jun­tó a los exilados de Israel, estaba levantando un pendón para las otras naciones.

Cuando se considera la pequeña área del territorio de Israel y el pequeño número de sus habi­tantes (3 millones y medio) no podemos menos que asombrarnos de que una nación tan pequeña sea el foco de las noticias mundiales.

Recuerdo mis días de muchacho en Inglaterra antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando se podía leer los periódicos todos los días por un mes y nunca ver el nombre de una nación bíblica. Pero hoy es imposible tomar el periódico sin en­contrar el nombre de alguna nación de la Biblia. Primero y más constantemente, Israel, después Irán e Iraq, Egipto, Libia, Siria, Jordania y todas las otras. En otras palabras, se ha producido un tremendo cambio en el interés mundial, en los últimos treinta o cuarenta años, de otras nacio­nes al lugar preciso que Dios ha llamado «el cen­tro de la tierra», Israel, su pueblo y las naciones que la rodean.

Todo lo que los ministros pensaban en años pasados cuando presentaban el evangelio era en alcanzar a los individuos. El empuje total de nues­tros mensajes estaba dirigido a los individuos. Pe­ro los encabezados en las noticias mundiales con­firman que Dios está haciendo hoy lo que hizo en el Antiguo Testamento, interviniendo en la his­toria de las naciones. Es muy importante recono­cer esta verdad.

La respuesta

Creo que Dios quiere que nosotros los creyen­tes respondamos a su trato con Israel y el Oriente Medio. El no nos permite que quedemos neutra­les, apáticos o indiferentes. Dios demanda una respuesta.

En Jeremías 31:7 y 8 leemos el mandamiento de Dios:

… Regocijaos en Jacob con alegría, y dad voces de júbilo a la cabeza de naciones; haced oír, alabad, y decid: Oh Jehová, salva a tu pueblo, el remanente de Israel.

Esta y otras versiones combinadas nos dan cinco maneras de responder a lo que Dios está haciendo con Israel. Todas son expresiones vocales: cantar, dar voces (gritar), alabar, proclamar y decir u orar.

¿A qué estamos respondiendo? A que Dios está juntando de nuevo al remanente de Jacob. ¿A quie­nes es dirigido? Esta pregunta pudiera tener más de una respuesta. No se dirige al pueblo judío por­que habla de ellos en la tercera persona. Entonces, ¿quién está obligado a responder a estas palabras en este tiempo? La Iglesia, el pueblo que cree que la Biblia es la palabra de Dios que debemos obedecer.

El versículo continúa diciendo: «Oh Jehová, salva a tu pueblo». Esta es una oración de interce­sión por Israel. Dios nos dice que intercedamos por Israel. Que nos unamos con él y sus propósitos para Israel. Todos nosotros tenemos que enfrentar­nos con esto como una de esas misteriosas realida­des de Dios, que cuando él desea hacer algo, le pide a su pueblo que ore para que lo lleve a cabo. En otras palabras él dice: «Esta es la intención que tengo, pero no lo haré hasta que ustedes oren.» To­dos los cristianos tenemos la gran responsabilidad de estar totalmente comprometidos con el desen­volvimiento de los propósitos de Dios en la historia.

Veamos ahora Jeremías 31:8: «He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré de los fines de la tierra, y entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está encinta y la que dio a luz juntamen­te; en gran compañía volverán acá». Entre 1949 y 1959 esas palabras fueron cumplidas en miles de oportunidades. Aproximadamente 700,000 refu­giados judíos regresaron desde casi todos los países árabes, la mayoría de ellos completamente desti­tuidos porque tuvieron que dejar atrás todas sus riquezas y posesiones, trayendo sólo lo que podían llevar con ellos. Sucedió exactamente como lo había dicho el Señor, «entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está encinta y la que dio a luz.»

Sucedió un tiempo cuando Israel era exacta­mente pobre y cuando contaba con muy pocos recursos. Sin embargo, declararon que no rechaza­rían a un solo judío que viniera de cualquier parte de la tierra. Durante ese mismo período, alrede­dor de 600,000 árabes tuvieron que dejar Israel como refugiados. Muchas de las naciones árabes están entre las más ricas del mundo como resulta­do de la situación del petróleo y con todo, ha sido muy, pero muy poquito lo que han hecho para reubicar a sus refugiados. En contraste, Israel, den­tro de su pobreza y destitución, ha sido capaz de albergar con éxito a un significativamente mayor número de sus refugiados que todas las naciones árabes combinadas jamás tuvieron que restablecer.

Continuemos con el versículo 10, todavía en relación con la recuperación de Israel.

Oíd palabra de Jehová, o naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid: El que esparció a Israel lo reunirá y lo guardará como el pastor a su rebaño.

El mensaje lleva una acción divina en sus dos aspectos: Dios los esparció y él los reunirá.

Es muy interesante que la palabra hebrea para «reunir» viene de la raíz «kabbetz», de donde vie­ne también la palabra kibutz, que es una granja colectiva establecida en Israel, parte esencial en la restauración y preservación del estado. Israel nun­ca hubiera sobrevivido sin los kibutz. Es una ben­dición para mí el sólo pensar que hace 2500 años, en una expresión profética, Jeremías pronunció la misma palabra que llegaría a ser un distintivo en la restauración de Israel en un acto de reagrupación que nunca antes había sucedido en Israel.

La Biblia es pertinente

¿Qué es lo que Dios nos dice con la restauración de Israel? Voy a sugerir cuatro cosas que son to­talmente pertinentes y de gran importancia para la Iglesia de Jesucristo.

Primero, Dios dice que la Biblia es un libro ve­raz, pertinente y al día. Ya he expresado mi con­vicción de que lo que está sucediendo en Israel y en el Medio Oriente ha sido fielmente predicho con lujo de detalle en la Biblia. Hay sólo una fuen­te correcta de información si se quiere saber real­mente lo que va a suceder en el Oriente Medio, y no es US News, ni la revista Time, ni las noticias de las seis. Es la Biblia.

Tema a Jehová toda la tierra; teman delante de él todos los habitantes del mundo.

Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió (Sal. 33:8-9).

Hay un requisito para que todos teman y reve­rencien a Dios. Porque lo que él dice sucederá. Su palabra permanece firme.

El consejo de Jehová permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones.

Bienaventurada la nación cuyo Dios es Je­hová, el pueblo que él escogió como heredad para sí (Vs. 11-12).

Los planes y propósitos de Dios se centran en su pueblo escogido. Gracias a Dios que lo que se proponen las naciones no sucederá si es contrario a lo dispuesto por Dios. Las Naciones Unidas han pasado un número de resoluciones contra Israel. Me alegro de saber que el Señor las frustrará. Nada se cumplirá si no se alinea con la Palabra de Dios.

El pueblo de su pacto

Segundo, Dios dice que él guardará su pacto.

«No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha sali­do de mis labios», dice el Señor en el Salmo 89: 34. Es muy importante ver la realidad que cuando Dios hace un pacto, él jamás lo quebrantará. Te­nemos que saber eso. La Biblia consiste de dos pactos, el viejo y el nuevo y, por lo tanto, la esencia de la revelación divina está centrada en su pacto. Si Dios incumpliera su pacto, no tendría­mos ninguna esperanza. Estoy totalmente conven­cido que si Dios rompiera su pacto con Israel, no habría ninguna razón para creer que no lo haría con la Iglesia.

Algunos dirán que Israel no le fue fiel a Dios. Ciertamente, pero ¿quién puede decir con toda sinceridad que la Iglesia no le ha sido infiel también? Soy incapaz de presentar el punto de vista de Dios, pero en mi comprensión limitada veo que Israel recibió su pacto y lo infringió tris­temente. También veo a la Iglesia recibir un pacto y fallar aún peor que Israel.

Una de las características del pueblo judío en su historia más reciente, es que muy rara vez uno se vuelve contra otro para destruirse entre sí; mientras que en la Iglesia, el diablo casi no tiene que darnos más enemigos que nuestros mismos hermanos. Jamás podremos levantar un dedo de crítica o de juicio contra el pueblo judío. He lle­gado a conocerlos bastante bien en los últimos años y hay mucho que la Iglesia necesita aprender de ellos. Muchas de las verdades que apreciamos tanto y por las que hemos luchado han sido siem­pre sostenidas por ellos.

Examinemos el pacto de Dios con Israel a la luz de lo que hemos dicho:

Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para dar luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre.

Si faltaren estas leyes delante de mí, dice Jehová, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente.

Dios ha declarado que mientras se vean el sol, la luna, las estrellas y el mar, Israel será una na­ción. Dios lo garantiza. Hace poco leí un dato sorprendente: en las deportaciones que llevaron a cabo los imperios de Asiria y Babilonia, en los si­glos 8 y 7 A.C. de las 110 naciones que fueron desarraigadas y exiladas, sólo una regresó- Israel. ¿Por qué? Porque Dios dice: «Mientras se vean el sol, la luna, las estrellas y el mar, yo garantizo que Israel será una nación».

Leemos en el siguiente versículo:

Así ha dicho Jehová: Si los cielos arriba se pue­den medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharé toda la descenden­cia de Israel por todo lo que hicieron, dice Jehová (v. 37).

No creo que los cielos sean medidos jamás, con­secuentemente, no creo que Dios rechace jamás a los descendientes de Israel, a pesar de todo lo que hayan hecho.

La soberanía de Dios

Tercero, Dios está diciendo que él es soberano.

Otra manera de decirlo es que Dios es dueño de toda la tierra y todo lo que hay en ella. El hace lo que él quiere y nadie puede detenerlo. Dios es soberano, particularmente con lo que hace con la tierra. Dios no tiene que pedirle permiso a nadie para hacer con cualquier parte de ella lo que quiere.

Con eso en mente, veamos dos declaraciones extraordinarias, una en el Antiguo Testamento y la otra en el Nuevo, que nos dicen lo que Dios ha determinado hacer con esa porción de la tierra que llamamos Israel.

Cuando el Altísimo hizo heredar a las na­ciones, cuando hizo dividir a los hijos de los hombres, estableció los límites de los pueblos, según el número de los hijos de Israel (Deut. 32:8).

En otras palabras, cuando Dios repartió la tierra entre la raza humana, su punto de partida fue la porción que él le dio a Israel. Todas las otras na­ciones recibieron su parte según la herencia de Israel.

Ilustremos con el siguiente ejemplo: Si me pon­go un chaleco con cinco botones, ¿qué sucedería si abotonara el primer botón en el segundo ojal? No se necesita ser un gran teólogo para saber que si sigo abotonándome terminaré con un botón sin ojal. ¿Por qué? Porque comencé mal desde el principio. Así sucede con las naciones. Cuando Is­rael no está en su lugar apropiado, las otras nacio­nes no pueden estar en el suyo. Todo se centra en Israel.

Si judíos, árabes y el resto de las naciones inclinaran sus obstinados corazones en sujeción al Señor Jesucristo, todas las naciones estarían en sus lugares designados en unos pocos meses. El problema reside en la obstinación de la raza humana, pero esta terquedad jamás convencerá a Dios para que cambie la soberanía de sus planes.

La otra declaración está en Hechos 17:26 donde Pablo, hablando a los hombres de Atenas con res­pecto al trato de Dios con la raza humana, dice:

Y de uno hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la faz de la tie­rra, habiendo determinado sus tiempos seña­lados y los límites de su habitación.

Dios tiene un lugar para cada nación, pero todas se centran en torno al lugar que él ha dado a Is­rael. Como resultado, cuando nos interesamos por la herencia de Israel, estamos adelantando también nuestra propia causa, porque Dios ha arreglado las cosas de tal manera que las otras naciones jamás podrán entrar de lleno y permanentemente dentro de su heredad hasta que Israel haya entrado en la suya. Nuestros propios intereses están en juego.

Dios ha determinado el tiempo de las naciones y estoy absolutamente convencido que este es el de la restauración de Israel para que ocupe su lu­gar señalado.

Una última referencia en Amós 9: 14-15:

Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de ellos. Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová, Dios tuyo.

Todo eso está sucediendo. Dios está llevando a los judíos de regreso a Israel. Están resucitando muchas de las ciudades en ruinas y dándoles sus nombres bíblicos. Están plantando viñas y bebien­do su vino. Están sembrando huertas y comiendo su fruto. Todo eso está sucediendo hoy. No se puede cuestionar; es un hecho objetivo.

Recuerde que esto nunca había sucedido antes hasta ahora. Nunca antes en la historia humana había sido plantada Israel de tal manera que nunca fuera arrancada. Así que tenemos dos alternativas: creer que la profecía se está cumpliendo o que la Biblia no es un libro del que se pueda depender. Personalmente escojo la primera alternativa: las Escrituras se están cumpliendo.

El último acto del drama

La cuarta cosa que Dios está diciendo es que con la restauración de Israel en su tierra, Dios ha preparado el escenario para el último acto del dra­ma de este tiempo. Para entrar en detalle necesi­taríamos citar una cantidad voluminosa de Escri­turas, así que me limitaré a hacer una declaración con la invitación de que usted mismo la comprue­be. Todas las profecías que se refieren a la conclu­sión de este siglo están afirmadas en un factor muy importante: la presencia de Israel como na­ción soberana dentro de sus propios límites. Nin­guna de estas profecías se podía cumplir antes del 15 de mayo de 1948 (cuando Israel-ganó su calidad de estado) porque faltaba este factor importante. Lo que sucedió en mayo de 1948 sentó la base para el cumplimiento de todas ellas.

El juicio de las naciones

¿Por qué es tan importante que proclamemos la vital importancia de Israel entre las naciones? Porque según lo entiendo, Dios juzgará a todas las naciones de acuerdo a su actitud hacia Israel. Por lo tanto, es justo que se les informe de la im­portancia de Israel.

En Isaías 60:12 Dios dice a Sion: «Porque la nación o el reino que no te sirviere perecerá, y del todo será asolado». Esto es humillante para las naciones gentiles. Tenemos que servir a ese pequeño y aparentemente insignificante país si no queremos perecer.

En su última parábola, en Mateo 25, Jesús narra el juicio que vendrá sobre las naciones. Allí dice que él se sentará en el trono de su gloria y que delante suyo serán reunidas todas las naciones. Allí serán juzgadas y separadas; las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Las ovejas entrarán a su reino celestial establecido en la tierra y las ca­bras serán echadas al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. El fuego no había sido pre­parado para los seres humanos, pero allí irán si no cumplen con las condiciones de Dios para escapar.

¿Cuál es la línea que divide a las ovejas de las cabras? La manera en que tratamos a los hermanos de Jesús. Quien se preocupó por ellos, entrará en su reino, quien no lo hizo, no tendrá parte con él. Estoy consciente que el término «hermano de Jesús» se puede aplicar muy ampliamente. Sin em­bargo, permítame hacer esta observación. Este es el juicio de las naciones y Jesús tiene una naciona­lidad. ¿Sabía usted que Jesús es todavía un hom­bre?

El misterio de la encarnación es que cuando Jesús se convirtió en un hombre, de allí en adelan­te nunca dejó de serlo. También es absoluta y to­talmente nuestro gran Dios y Salvador, pero uno de los misterios más desconcertantes para la mente y una de las glorias de la Biblia es que a la derecha de Dios Padre se siente un hombre. Es un hombre con su linaje humano, el león de la tribu de Judá (Ap. 5). El nombre judío viene de la palabra Judá.

Jesús, por toda la eternidad, al igual que es Dios, es el león de la tribu de Judá. De manera que cuando usted trata con los judíos está tocando a sus hermanos de sangre.

Ruth y yo oramos regularmente para que, los Estados Unidos nunca se alineen con los enemigos de Israel. No crea que me preocupa Israel. Es este país el que me inquieta. Amo a los Estados Unidos que ha sido tan bueno conmigo y me dolería pro­fundamente verlo seguir el curso tomado por Gran Bretaña, mi nación original y de la que todavía soy ciudadano. La Gran Bretaña se volvió contra Israel en la crisis vital de su historia, cuando se debatía su condición de estado. Hizo todo lo que pudo para impedir que Israel lograse su territorio. El resultado fue que el imperio más grande del mundo declinó hasta convertirse en una potencia de segunda categoría en el espacio de una genera­ción; sin que nunca antes hubiese sido derrotada en una guerra.

Este es el mensaje. Dios va a juzgar a las nacio­nes de acuerdo a cómo respondan con lo que él está haciendo para Israel.  

Tomado de New Wine Magazine, febrero 1981

Reproducido de la Revista Vino Nuevo vol. 4 nº 5 febrero 1982