Autor

Derek Prince

Si tuviese que resumir todas las lecciones que he aprendido en mis 36 años de ser cristiano bautizado con el Espíritu Santo, lo haría con tres palabritas – ¡Dios es fiel! Si tuviese que dejar un mensaje para la posteridad – a mi familia, a mis hijos, a mis hermanos en Cristo- diría lo mismo: » ¡Dios es fiel!» Con frecuencia, en los últimos años, las lágrimas han venido a mis ojos y muchos de ustedes se imaginarán que fueran de dolor por la pérdida de mi esposa, no hace todavía dos años. Pero ya hace tiempo que han cesado de ser lágrimas de dolor y se han convertido en lágrimas de gratitud por la insondable bondad de Dios hacia mí como persona. Me siento literalmente abrumado cuando pienso en lo bueno y en lo fiel que Dios ha sido conmigo y quedo absolutamente perdido en el sentimiento de la fidelidad de Dios.

Tenemos que entender que jamás llegamos a merecer la gracia de Dios. No es gracia cualquier cosa que podamos merecer. Sin embargo, yo creo que es posible llenar las condiciones de Dios para recibir Su gracia. Eso es diferente que ganarla. Dios ha establecido ciertas condiciones para Su gracia y para Sus bendiciones y quiero señalar tres principios en las Escrituras que de alguna forma han operado en mi vida. No son muy comunes y por lo tanto tal vez no se les haya ocurrido a muchos cristianos.

Cuidad de las viudas y de los huérfanos 

El primer principio se encuentra en Santiago 1:26-27. El versículo 26 es esencialmente negativo. Hace a un lado todo tipo de piedad o santidad falsa.

Si alguno se cree religioso, pero no refrena su lengua, sino que engaña su propio corazón, la religión del tal es vana.

No podemos decir que somos religiosos o piadosos si no controlamos nuestra propia lengua. La medida real de nuestra santidad es la manera en que refrenemos nuestra lengua.

En el versículo 27, Santiago da una definición positiva de lo que es la santidad o la religión.

La religión pura e incontaminada delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones y guardarse sin mancha del mundo.

Tradicionalmente, el religioso tiene su mirada puesta en lo negativo. Todo buen evangélico fundamentalista y carismático estaría de acuerdo conmigo que necesitamos guardarnos sin mancha del mundo, pero esa es sólo la parte negativa. Hay algo fuerte y positivo que el 90 por ciento de los que profesan ser cristianos apenas si le prestan atención: visitar, cuidar o proveer por las necesidades de los huérfanos y de las viudas. Esa es la principal expresión práctica de la verdadera religión.

Tenemos muchos comités en nuestras iglesias. Tenemos comités para el crecimiento, para la visitación, para la expansión, para las finanzas, etc. No estoy diciendo que sean malos, pero no los encuentro en el Nuevo Testamento. En cada congregación del Nuevo Testamento hablan provisiones específicas y arreglos prácticos para cuidar de las viudas. ¿Cuántas de nuestras iglesias lo hacen hoy en día?

Mi esposa y yo hemos tenido el privilegio de crear a 9 niñas adoptivas que hubiesen crecido sin padres si nosotros no las hubiésemos adoptado. Muchas veces he llegado a pensar, cuando he visto la bondad de Dios en mi vida, que esa ha sido una de las cosas que más le ha agradado a Él. No estoy proponiendo un programa, sólo quiero que considere lo que sucedería si cada familia cristiana que fuese capaz de hacerlo cuidase de una criatura rechazada.

Si usted quiere un ministerio, hay muchos niños huérfanos que necesitan padres y hogares. Yo pienso que el reino de Dios se extendería tremendamente si cada hogar cristiano aceptara siquiera a un niño huérfano y lo criara para el Señor.

Orad por la paz de Jerusalén   

El segundo principio se encuentra en el Salmo 122:6 «Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman.» Entiendo que hay una Jerusalén celestial y creo que en cierto sentido es la madre de todas las comunidades de Dios sobre la tierra. Pero cuando el salmista escribió estas palabras, no estaba hablando de la Jerusalén celestial, sino de la ciudad terrenal.

La primera vez que fui a Jerusalén fue en 1942 cuando era un solado con licencia del ejército británico en África del Norte. Había pasado 9 meses en el desierto sin ver siquiera una calle pavimentada, y estoy seguro que eso tuvo algo que ver con mi reacción cuando llegué a Jerusalén. Me enamoré de ella y la he amado apasionadamente desde entonces. Yo pido por la paz de Jerusalén y quiero decirles que los que aman a Jerusalén prosperarán. Está garantizado. Si usted quiere prosperar esa es la receta.

El Salmo 102, habla» de los días en que estamos viviendo. El salmista dice: Porque tus siervos aman sus piedras, y del polvo de ella tienen compasión. (Vs.14).

Y yo digo amén. Yo me regocijo en las piedras de Jerusalén y amo hasta su polvo. No creo que Dios ponga exactamente el mismo amor y la misma carga en el corazón de cada uno de nosotros, pero me alegro que El las haya puesto en el mío. Sé que es una de las razones principales por las que Dios me ha prosperado.

Recuerdo también la fidelidad de Dios cuando mi esposa y yo regresamos en 1962 del campo misionero en el África Oriental. En una parte de Londres en un desagradable y ruinoso apartamiento, pasamos una noche miserable. Yo tenía 47 años y mi esposa era mucho mayor. Comenzamos a hablar del futuro y el cuadro era sombrío. No teníamos $1.000.00 en el banco, ni automóvil, ni casa, ni muebles, ni seguros de vidas. Nadie nos había garantizado nada. Recuerdo haberme sentido bien deprimido al final del resumen de nuestro estado en esa avanzada etapa de nuestras vidas, y casi me quejo al Señor. Pero cuando miro atrás tengo que decir que ha sido como si el Señor hubiera dicho: «Ahora les voy a mostrar lo que puedo hacer.»

A veces nos sentimos casi con miedo de recibir las bendiciones de Dios; nos sentimos casi condenados. Pero una de las cosas que me ha dado más satisfacción es ver como el Señor bendijo a mi esposa Lydia. Había conocido por muchos años la verdadera pobreza. Nacida en un hogar privilegiado y acomodado, lo había dejado todo. Yo también venia de un hogar similar. Por muchos años vivimos con un margen mínimo. Pero antes que el Señor se la llevase, hizo lo imposible para demostrarle que El podrá proveer todas las cosas que ella jamás pudo necesitar. No sé si usted puede comprender esto, pero creo que es para la gloria de Dios que ella se haya ido a la presencia de Dios después de haber tenido un hogar bellamente ordenado y amueblado, donde se satisfacía todas sus necesidades y dos de sus hijas estaban siempre allí para cuidarla. ¡Para mí esa es la fidelidad de Dios!

Quiero darle otra escritura más concerniente a Jerusalén. El Salmo 137 dice:

Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare; si no enalteciere a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría. (vs. 5-6).

Yo no les pediría que dijeran «Amén» a menos que viniese de su corazón motivado por el Espíritu Santo. Hace poco que el Señor me retó con esa escritura y en efecto me dijo:

«¿Puedes decir eso? Puedes decir:

«Si no enalteciere a Jerusalén en preferencia a mi alegría más grande’?»

Yo respondí: «Señor, sí puedo.»

No ignoro lo que significa amar a Jerusalén. Jesús nos dijo la verdad en Mateo 23:37: «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti!». Con eso en mente, ¿podrías decir todavía: «Prefiero enaltecer a Jerusalén que tener mi alegría más grande?»

«Por amor de Jerusalén no descansaré…»

Deseo compartir personalmente lo que siento que Dios me está diciendo a mí. Veo que mi vida ha caído en dos períodos principales de treinta años cada uno. Ahora que estoy acercándome a los sesenta y dos años, siento que el Señor me ha lanzado el siguiente reto: «¿Estás dispuesto a comenzar el tercer periodo de tu vida?» No quiero decir con eso que durará treinta años, aunque el Señor es lo suficientemente capaz de hacerlo. Es como si en mi vida haya llegado a un cierto clímax -en cierto sentido he alcanzado el éxito- para ponerlo a un lado e ir a algo más.

Siento como que ya estoy comenzando una tercera fase de mi vida y ministerio. También creo que de alguna manera voy a tener que hacer a un lado algunas de las cosas de las que disfruto y algunas de las áreas en la que he tenido un éxito, por amor a Jerusalén. Porque Dios ha renovado mi llamado a la ciudad de Jerusalén.

Dios también me ha dado el pasaje de Isaías 62:1:

Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha.

Creo que Dios me ha pedido que diga: «Por amor a Jerusalén no descansaré.»

El servicio del Señor no es fácil. Es fuerte y exigente. Hay muchas batallas que pelear y podría haber dicho:

«Señor, permite que los más jóvenes tomen la responsabilidad ahora y yo los sostendré y oraré por ellos y contribuiré con todo lo que pueda.» Pero no sería lo que el Señor me ha dicho.

Hace unas semanas, en mi hogar en Florida, pasé por un tiempo de verdadera crisis personal. Comencé a tener una serie de accidentes. Primeramente, me fracturé el dedo meñique jugando baloncesto con Charles Simpson. Después sufrí una fractura en el brazo izquierdo cuando hacía mis ejercicios y, cuando regresé de nuevo a la pista de tenis me torcí el tobillo. Fue entonces cuando dije: «¡Esto no es natural! Hay algo malo detrás de estos accidentes.» Creo que fui muy ingenuo al no darme cuenta antes que el diablo estaba sobre mi pista. Finalmente reuní a un grupo de hermanos y hermanas, Jim y Prudence Croft, Mahesh y Bonnie Chavda, George y Shari Gundlach y les pedí que orasen por mí. Les dije: «Creo que el diablo está tratando de detenerme en lo que Dios tiene para mí». Mientras orábamos, sentí el deseo desesperado de saber de Dios lo que me esperaba en el futuro.

Quiero hacerles esta confidencia. Aunque Dios me ha dado un ministerio de profecía y muchas veces he ministrado a otros, a menudo voy a reuniones esperanzado que alguien allí me ministre a mí … pero sucede muy pocas veces.

En esta ocasión, Jim Croft recibió un mensaje en lenguas y todos supimos que habría una interpretación, aunque tardaba en venir. Finalmente, una de las hermanas, Shari Gundlach trajo la interpretación. Por lo menos tres veces Dios dijo: «No te has ni acercado siquiera al final de lo que Yo quiero que hagas.»

«Muy bien, Señor estoy listo. Comenzaré. Quién sabe adónde me llevará y qué sucederá. Probablemente va a ser emocionante. Pero estoy decidido – afirmaré mi rostro para ir a Jerusalén.» Creo que en cierto modo me alegraré en dejar el ministerio público para enterrarme en lo que Dios va a hacer en Jerusalén. ¡No tengo un plan! No sé la manera de hacerlo. Sé que no será a través de un método misionero o evangelístico corriente. ¡Nuestros métodos misioneros o evangelísticos pueden ser buenos, pero no son bíblicos! Creo que Dios se ha reservado el derecho de hacer las cosas a Su manera.

Sé que hay muchos de ustedes que no se identifican con lo que digo con respecto a Jerusalén. No le he esperado totalmente. Reconozco que tengo un llamamiento particular a esa ciudad en particular. Sólo quiero que sepan mi convicción que la próxima explosión espiritual de magnitud va a suceder entre el pueblo judío. El Señor nos dice que cuando Israel sea restaurada, será «vida de entre los muertos» para el resto del mundo (Romanos 11:15). la importancia de Israel no se puede medir con estadísticas. Hay solamente 14 ó 15 millones de judíos en el mundo – una gota en el océano de habitantes del mundo- ¡pero cuando Dios los toque, el mundo entero va a sentir el impacto!

En el vuelo de Ft. lauderdale a Kansas City, me senté en el asiento del pasillo y había una señora sentada en el asiento junto a la ventana. Ella puso algo sobre el asiento de en medio que estaba vacío y me dijo: «Usted lo puede usar también si lo desea.» Así que puse mi nuevo libro, The Grace of Yielding, que acababa de recibir de la imprenta. A ella le interesó inmediatamente y yo dije: «Si usted desea lo puede leer. No se lo puedo dar porque es la única copia que tengo y yo soy el autor.»

Ella tomó el libro y en treinta minutos lo había hojeado y leído. El resto del viaje se nos fue en una conversación personal y animada. Rápidamente me dio a conocer lo que yo ya había discernido – que era judía. Estaba cerca de los sesenta años y había enviudado dos veces. Me dijo que iba camino a la universidad de Colorado para recibir un curso en el conocimiento de sí mismo.

Después de un rato de conversación me dijo: «Soy una mujer muy infeliz. No lo demuestro, pero adentro soy muy infeliz.» Entonces me preguntó: «¿Es usted feliz?»

Yo le contesté: «Sí, mucho.» Me alegró haberlo podido decir con absoluta honestidad. ¡Soy un hombre muy feliz!

Le comencé a compartir mi experiencia cristiana – cómo me había convertido de la filosofía a Cristo. Cuando mencioné a Jesucristo ella me dijo respetuosamente, pero con firmeza: «En realidad no me gusta esa clase de conversación.» Pero siguió escuchando y sacándome más y más cada vez.

Al rato la miré en los ojos y le dije: «Quiero decirle sólo esto. No estoy tratando de convertirla. Todo lo que quiero hacer es presentarle al Mesías.» Lo dije con todo mi corazón y en ese momento todas las barreras se derrumbaron. ¡Gracias a Dios, por haber salido de esos días cuando todo lo que quería era que la gente viniese a mi iglesia! No creo que debamos de hacer gentiles de los judíos, ni protestantes de los católicos. Hay una forma distinta de hacer las cosas.

Al finalizar el viaje le había prometido enviar cuatro de mis libros. Más tarde, dejé mi asiento y cuando regresé ella estaba leyendo mi Biblia que había puesto también en el asiento entre nosotros. Ella me miró y me dijo: «Jamás había leído una Biblia.» Así es que también se la voy a enviar.

Siento con toda sinceridad que necesito sus oraciones para la dirección de Dios en mi vida en los próximos meses y años. No lo haga a menos que Dios se lo indique y si Dios lo hace lo apreciaré mucho.

Testigos hasta los más remotos confines de la tierra

El tercer principio que creo ha traído la bendición de Dios hasta cierto punto en mi vida se encuentra en Hechos 1: 8-9.

Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y seréis mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea, Samaria y aún hasta los más remotos confines de la tierra.

Y después de haber dicho estas cosas, fue elevado mientras ellos miraban, y una nube le recibió y le ocultó de la vista de ellos.

Hasta donde sabemos estas son las últimas palabras que Jesús habló a sus discípulos en la tierra. Pienso que lo normal, cuando estamos despidiéndonos de personas a quienes amamos y estimamos mucho es que lo último que decimos es lo de mayor importancia. Es de suma importancia que sepamos lo que importa más a Jesús.

Primeramente, les dijo que recibirán poder del Espíritu Santo. Entonces les dijo: «Seréis mis testigos … » Creo que estamos aprendiendo a hacerlo. El poder no es dado para ser testigos de una doctrina, o de una experiencia, o de un movimiento si no de Jesús. Lo que más me bendice cuando recuerdo m i conversación con la señora Judía es que todo lo que hablamos fue acerca de Jesús. Muchas veces hemos cometido el error de usar el poder del Espíritu Santo para testificar acerca del Espíritu Santo, pero ese no es el propósito. Tenemos que ser testigos de Jesús.

Entonces Jesús dijo: «Este testimonio se va a extender en círculos que se ampliarán constantemente comenzando en Jerusalén y en toda Judea en Samaria y hasta los más remotos confines de la tierra.» Las palabras finales que habló antes de levantar sus manos para bendecirlos fueron: «Hasta los más remotos confines de la tierra.» Esas palabras debieron sonar como un eco constante en las mentes de los discípulos cuando regresaron a Jerusalén del Monte de los Olivos. «Los más remotos confines de la tierra … los más remotos confines de la tierra … »

Jamás llegaremos a estar a tono con el pensamiento y el corazón de Dios si olvidamos esas palabras: «Los más remotos confines de la tierra.» Dios jamás se sentirá satisfecho hasta que este testimonio de Jesucristo haya sido llevado a los más remotos confines de la tierra. Doy gracias a Dios por haberme llamado a ser un misionero. No recuerdo haber participado en un servicio en el que un misionero haya sido enviado a cualquier parte del mundo sin que haya dicho en mi corazón:

«Padre, ¿puedo ir?» No importa a dónde haya sido si Nicaragua o Timbuktu, siempre quise ir. Si alguna vez llegásemos a perder este sentido de compulsión de alcanzar a todos con este testimonio, Dios quitará la unción del Espíritu Santo,

Creo, sin embargo, que debemos de ser prácticos. Debemos comenzar en Jerusalén, pero tenemos que alcanzar a las más remotas partes de la tierra. De otra manera habremos fracasado. Estamos viviendo en una generación cuando es posible hacerlo. Esta es la primera generación en la historia humana en que ha sido técnicamente posible alcanzar a toda la tierra con el testimonio de Jesucristo en una generación. ¿Por qué no decidimos hacerlo?

La base bíblica la encontrará en Santiago 5:7-8. La revelación profética es muy clara y está confirmada por muchas otras escrituras, que esta era va a terminar con lo que hemos llamado tradicionalmente la lluvia tardía – el último gran derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne en todo el mundo. Y con esta lluvia tardía está asociado el regreso del Señor. Creo que la mayoría de nosotros acepta esto sin poner fechas o períodos.

Quiero señalarle un principio muy básico: la lluvia es dada con un propósito y es para la mies. El labrador no espera la lluvia; espera el fruto. Pero sabe que no puede obtener el fruto hasta que reciba la lluvia. Creo que muchos pentecostales (yo soy pentecostal) a veces se salen del curso esperando la lluvia en vez del fruto. El derramamiento del Espíritu Santo no es el fin en sí mismo. Es la visión necesaria para recoger el fruto. Y entonces el fin vendrá.

¿De qué fruto está hablando? Según entiendo, es la última y gran cosecha mundial de almas para el reino de Dios. Cuando consideramos las varias explosiones en la tierra – la explosión demográfica (cerca de cuatro billones de personas sobre la tierra – más gente de la que jamás haya vivido simultáneamente desde Adán); la explosión del transporte; de la tecnología y las comunicaciones.

Si Dios llegase a derramar Su Espíritu sobre una iglesia que permitiese ser disciplinada, ordenada y equipada con los dones, el poder y el ministerio del Espíritu Santo; si un ejército de obreros saliera por todo el mundo, creo que, bajo la dirección de Dios, en un espacio de cinco años, más almas podrían salvarse que las que jamás se salvaron desde que Jesús murió. El cálculo es realista y sobrio. No digo que sucederá exactamente así, pero lo presiento en mi espíritu. Presiento que la cosecha será rápida, universal y tremenda.

Jeremías 5 :23-24 dice:

No obstante, este pueblo tiene corazón falso y rebelde; se apartaron y se fueron. Y no dijeron en su corazón: «Temamos ahora a Jehová Dios nuestro, que da lluvia temprana y tardía en su tiempo y nos guarda los tiempos establecidos de la siega.»

Un indicio de la falta de temor a Dios es cuando ignoramos lo que Dios está haciendo cuando da la lluvia temprana y la tardía. Es característica de un corazón rebelde y endurecido rehusar la manifestación de la gracia de Dios en el derramamiento de la lluvia tardía.

Notemos el comentario final » … y nos guarda los tiempos establecidos de la siega.» La lluvia es dada para la siega. El tiempo establecido para la siega no es muy largo.

Me llama la atención la palabra «guarda». Hay cierto período en el futuro inmediato -unas pocas semanas del tiempo de Dios- sobre las que Dios ha puesto la palabra RESERVADO advirtiéndole a Satanás: «No las puedes tener; las he guardado para la recogida de la siega.» El tiempo de la siega será muy corto y tendremos que estar listos cuando venga en cualquier momento.

Una familia o un centro  

Cuando regresé recientemente de Europa, me reuní con Jirn Croft para conversar con respecto al futuro de la comunidad con la que estoy vinculado en Ft. Lauderdale. Quería compartir mis pensamientos con él, pues él lleva la responsabilidad de la comunidad.

Antes de que yo pudiera decir nada, él me dijo a mí: «Hemos llegado al punto donde tenemos que hacer una decisión en la comunidad. Tenemos dos opciones: podemos convertirnos en un centro carismático con énfasis en el discipulado o podemos convertirnos en una familia.» Nos miramos el uno al otro y ambos supimos lo que Dios quería. Era una familia y no un centro. Comencé a pensar en la diferencia y vaya concluir presentándola a grandes rasgos, porque creo que es la opción que muchos están confrontando hoy en día.

Para mí, un centro carismático es como un café de autoservicio. Lo visita cuando quiere; se sirve lo que quiere; paga por lo que se toma y allí termina su obligación. Las únicas personas obligadas en este café son los administradores y únicamente durante el período por el cual han sido contratados.

No es mi deseo criticar, pero creo que la mayoría de nuestras iglesias funcionan como uno de estos cafés. Los únicos que se sienten realmente comprometidos son los que están en el personal directivo y sólo por el tiempo de su contrato. Las otras personas entran, toman lo que necesitan, pagan, pero no sienten ninguna otra obligación o compromiso más allá de ese punto.

A veces una familia dirige un café y los miembros de esa familia se sienten realmente comprometidos con el café porque es su medio de vida, su posesión, su herencia. Pero los clientes jamás se pueden convertir en miembros de la familia. Hay algunas iglesias que son así. Son «iglesias familiares.» Hay una familia que está comprometida con esa iglesia, pero las personas que asisten a la iglesia son como los clientes del café.

Personalmente, estoy todavía explorando este tema de la familia, pero he descubierto ciertas cosas y casi no quisiera mencionarlas porque no tengo tiempo de desarrollarlas completamente. La palabra que el Nuevo Testamento usa para familia es patria. Pablo dice en Efesios 3:14-15:

Por esta causa, pues, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien recibe su nombre toda familia en el cielo y en la tierra.

Esto bien pudiera decir: «De donde recibe su nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra.» Así enfoca el elemento esencial de una familia -la paternidad. ¡Sin padre no hay familia! Dios nos está impresionando con este hecho: Donde está la familia, allí debe estar el padre; allí debe estar la fuente de vida. Todas las comunidades, iglesias y grupos que conozco que están prosperando, reconocen, honran y reciben de su fuente de vida. He descubierto que un grupo no puede florecer si su fuente de vida no es reconocida. Y esa fuente es un hombre.

La segunda cosa que se destaca en una familia es el compromiso permanente. Haya o no alimento sobre la mesa, es mi hogar. Estemos o no al día con nuestro presupuesto, es mi hogar. No tengo la libertad de cruzar la calle para obtener un mejor almuerzo si no me gusta lo que está en la mesa de mi familia. Estoy comprometido para bien y para mal. y no hay compromiso sin sujeción.

¿Qué quiere usted, un centro carismático – un café bien administrado y equipado, mucha gente entrando y saliendo, muchos automóviles en el área de estacionamiento y dinero en abundancia? ¿O quiere usted una familia con todos sus problemas – mantillas, cuentas y el resto de las cosas? Podrá tener el uno o el otro, pero nunca ambos.

El Salmo 68 sintetiza lo que estoy diciendo: «Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en Su santa morada» (vs. 5). Lo hagamos nosotros o no, Dios cuida de ellos. ¡Ay de nosotros hermanos y hermanas, si pecamos contra los huérfanos y las viudas! El clímax está en el siguiente versículo: «Dios hace habitar en familia a los desamparados … » (v.6).

¿Sabe lo que he descubierto en mis viajes por las diferentes iglesias? Casi todas están llenas de gente solitaria y personas en cautiverio. «Saca a los cautivos a prosperidad … » (v.6). Lo que más me impresionó en el ministerio de la liberación, fue el número de personas en las iglesias que estaban atadas con cadenas. En verdad que casi echo atrás en este ministerio porque pensé que no podía ser cierto lo que estaba viendo.

Nuestras iglesias están llenas de personas desamparadas y atadas con cadenas. Dios las quiere hacer habitar en familias, pero oiga la siguiente frase: » … más los rebeldes habitan en tierra seca» (v.6). La condición para habitar en una familia es la sujeción. Amén.

Tomado de Vino Nuevo Vol 2 Nº 7- 1978