Qué es y cuándo un lugar es santo

Autor: Hugo M. Zelaya

Hace muchos años, conocí a un hermano pastor que me invitó a su iglesia para que lo acompañara en un tiempo en oración. En algún momento, él se subió a la plataforma, se acercó al púlpito, puso sus manos encima y con un tono de voz muy grave dijo: “Este es un lugar santo. Yo no invito a muchos a predicar porque este púlpito es sagrado.” Yo estaba abajo y no me atreví a subir a donde estaba él por miedo a que Dios me fulminara. Eso fue hace cincuenta años.

Acercándonos más al presente, hace unos siete años, compramos una propiedad para construir un edificio que albergara a nuestra congregación. Recuerdo que muchos años antes, ya habíamos acordado el tipo de edificio que construiríamos. Me refiero a que nos habíamos sentido con permiso de Dios para comprar un terreno donde levantar una estructura multiuso y, definitivamente, no contemplaba grandes y altas columnas de fachada, ni campanario, ni reloj, ni aguja bien alta con una cruz arriba.

El interior tampoco sería un calco del diseño religioso. Eso ha sido más difícil de aceptar para algunos. Optamos por un lugar que se pudiera usar para diferentes eventos, incluyendo deportes, con graderías y todo lo demás. La idea ha sido acercarnos a la comunidad usando el edificio para actos que no violen las normas cristianas; también con diferentes proyectos que nos ayuden a presentarle a Cristo de una forma práctica. Santiago 1:27 dice que “delante de Dios, la religión pura y sin mancha consiste en ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y en mantenerse limpio de la maldad de este mundo”.

Todavía faltan detalles de acabado, pero ya tenemos unos tres años de reunir allí la iglesia que el Señor nos ha confiado para cuidar. Muchos todavía no se acostumbran a que una congregación cristiana se reúna en un gimnasio. Los gimnasios están bien para cruzadas y cosas así, pero no para cultos regulares. Otros, cuando estamos reunidos en la presencia de Dios, no se sienten que están en un lugar santo y tienden a descuidar su comportamiento. ¡Qué difícil es cambiar los estereotipos!

¿Qué hace un lugar santo?

Creo que todos los lugares y momentos donde y cuando se manifiesta la presencia de Dios es santo. Allí y en ese momento, si tomamos en cuenta los pasajes bíblicos donde él se manifestó y que él mismo los llamó santos y sagrados. Por ejemplo, cuando Dios se le apareció a Jacob en Génesis 28:19 Jacob llamó aquel lugar, Beit-El: Casa de Dios

Cuando Dios llamó a Moisés para que sacara a su pueblo de Egipto, no estaban en una catedral ni mucho menos. Estaban en un desierto donde Moisés cuidaba las ovejas de su suegro. Es muy posible que Moisés haya pasado muchas veces por el mismo lugar sin imaginar siquiera que ese lugar tuviera nada de especial, hasta cuando vio la manifestación de la presencia del Señor en la zarza que ardía sin consumirse, y se acercó para ver por qué. Cuando Moisés se acercaba Dios definió que ese espacio de tierra era santo:

«No te acerques. Quítate el calzado de tus pies, porque el lugar donde ahora estás es tierra santa» (Éxodo 3.5).

Otro ejemplo, una nueva generación del pueblo de Israel ya había cruzado el Jordán y estaba frente a Jericó. Josué vio a “un hombre con la espada desenvainada en la mano” y como buen soldado lo reta a dar la contraseña y el Señor le responde que él es el capitán del ejército de Dios y otra vez describe aquel lugar como sagrado:

«Quítate las sandalias de tus pies, porque estás pisando un lugar sagrado.» Y Josué obedeció (Josué 5.15). 

Muchos concuerdan que la Persona que habló a Moisés es la misma que se le apareció a Josué; que son teofanías, manifestaciones de Jesús antes de su encarnación. Quitarse el calzado es señal de reverencia y esta Persona las recibe, lo que no hubiera hecho un ángel creado y no caído.

Un desierto, un gimnasio, una casa, una iglesia tradicional es un lugar sagrado cuando y porque Dios manifiesta su presencia allí. Y es su presencia manifiesta que hace la diferencia entre un lugar santo y cualquier otro concepto de bienes raíces. Cuando Dios está presente es Él, no el lugar, quien es digno de toda reverencia.

Dios se puede manifestar en las cosas más comunes y eso las santifica aunque por costumbre no pensemos de éstas como especiales. Zacarías 14.20 y 21 dice que viene un día cuando:

      Las campanillas de los caballos llevarán grabada esta leyenda: «Consagrado al Señor». Las ollas de la casa del Señor serán semejantes a los tazones del altar. Y toda olla en Jerusalén y Judá estará consagrada al Señor de los ejércitos, y todos los que se presenten a ofrecer sacrificios las tomarán para cocer en ellas la carne.

Es como si Zacarías estuviera diciendo que hemos hecho demasiada diferencia en los lugares que hemos dedicado al culto a Dios y los lugares donde pasamos el resto del tiempo. De tal forma que cambiamos nuestro porte y manera de conducirnos por un ratito cuando estamos en una “iglesia” y volvemos a lo que realmente somos cuando salimos de ella. Hasta el tono de la voz cambia cuando se está en la “iglesia”, como si se quisiera impresionar a Dios. Esto es ser muy religioso, pero no espiritual necesariamente.

Jesús dijo a la samaritana que los verdaderos adoradores no adorarían sólo en Jerusalén o en el monte Gerizim (lugares dedicados al culto a Dios) sino en todas partes porque lo harían en “espíritu y en verdad”

Mathew Henry hace el siguiente comentario acerca de ese pasaje en Zacarías: “El nombre y el carácter de la santidad no estarán confinados como antes. Santidad al Señor habían sido escrito únicamente sobre la frente del sumo sacerdote, pero ahora no será propio sólo de éste. Todos los cristianos serán templos vivos, y sacerdotes espirituales, dedicados al honor de Dios y empleados en su servicio.”

¿Dónde está Dios?

La conversación de Jesús con la samaritana, revela que si hiciera esta pregunta a un israelita diría que en el Lugar Santísimo del Templo en Jerusalén. Si hiciera la misma pregunta a un samaritano diría que en el monte Gerizim. Si preguntara a un cristiano hoy diría que en la iglesia donde él se congrega. La respuesta bíblica es que Dios está en todas partes, que es lo que significa Omnipresente, uno de sus atributos. Y si está en todas partes, también se puede manifestar en todas partes. Pero, aparentemente, eso no lo saben todos.

La idea de un lugar consagrado a la adoración es del Antiguo Testamento y merece su consideración. En Éxodo 25:8 Dios le ordena a Moisés que le construya un santuario: “Y me harán un santuario para que yo habite en medio de ellos”. Israel todavía estaba en las faldas del monte Sinaí donde Dios se le había aparecido y había hablado con Moisés. Note que el énfasis en el mandamiento no es el lugar, sino la presencia de Dios que iría donde ellos fueran. De manera que este santuario no fue diseñado para estar en un lugar fijo. Estaba hecho para armarse cuando la nube se detenía y quedar estacionario, y para desarmarse y ser cargado por sacerdotes para seguir la nube cuando se movía. Esto significa que Israel no tuvo que dejar la presencia de Dios cuando partieron del Sinaí. El Señor viajaba con ellos y cada lugar por donde pasaba y donde se armaba el tabernáculo era un lugar santo. Igualmente sucede con nosotros hoy. El Señor va con nosotros cuando dejamos el punto donde hemos adorado y se manifiesta cuando la nube se detiene.

Note que Dios no dejó a voluntad de los hombres cómo construirlo. Se construyó con sumo cuidado a los detalles que él había especificado. Éxodo 25.9 dice: El diseño del tabernáculo y de todos sus utensilios lo harán todo de conformidad con todo lo que yo te muestre.

Cuando Israel ya estaba ocupando la Tierra Prometida, Dios permitió que Salomón, hijo de David, levantara un templo en Jerusalén, en el monte Moriah, donde Abraham había llevado a su hijo Isaac para sacrificarlo de acuerdo a las instrucciones de Dios (Ver 2 Crónicas 3 y Génesis 22). Pero Dios inspira a Salomón a decir que no sólo en el Templo estaría él. No existe una “morada” que lo limite a vivir en un solo lugar.

1 Reyes 8.27 dice:

¿En verdad, Señor, quieres vivir en este mundo? Si ni la gran expansión de los cielos es capaz de contenerte, ¡mucho menos este templo que he edificado en tu honor!

Tres conflictos en edificar una casa para Dios

En primer lugar sería considerarla como la morada única y literal de Dios limitando su presencia a esa casa o tipos de casas.

En segundo lugar, que los adoradores lleguen a venerar la casa (como los paganos veneran sus templos) y no ha Dios. Que la casa sea tan sagrada que cualquier actividad natural, por más sana y aprobada por Dios, no sea permitida porque en sus mentes eso equivaldría a contaminarla.

Entonces, a qué se refería la limpieza del templo por Jesús en Mateo, Lucas y Juan. Entre otras cosas, obedece a lo que dice Quesnel, citado por Adam Clarke en su Comentario de la Biblia: “La avaricia cubierta con el velo de la religión, es una de esas cosas que Cristo ve con la mayor indignación en su Iglesia. Comerciar con las cosas santas, presentaciones simoníacas1, intercambios fraudulentos, un espíritu mercenario en las funciones sagradas; empleos eclesiásticos obtenidos por la adulación, servicio o asistencia, o por cualquier cosa que se haga por dinero, colaciones (nombramientos y escogencias) hechas con cualquier otro motivo que la gloria de Dios, son todas profanaciones mortales y condenables, de las cuales las que estaban en el templo eran sólo una sombra”.

Y en tercer lugar, que el templo o los templos fueran percibidos como amuletos que los religiosos usarían para que los protegieran sin haber una relación de obediencia a Dios. Jeremías advierte que el poder para su seguridad es de Dios y no del templo: No se fíen de palabras mentirosas, que dicen: Templo del Señor, templo del Señor. ¡Éste es el templo del Señor! (Jeremías 7:4)

Esto equivale en nuestros días a las personas que andan con cruces y medallas y hasta La Biblia debajo del brazo, para sentirse seguros de ataques imaginarios y reales por humanos y de espíritus. Dios no los protegerá aunque carguen la cruz más grande y hecha del oro más puro. Sin confesión, arrepentimiento y obediencia a los mandamientos de Dios todos estamos expuestos a los ataques de los enemigos.

En conclusión, la Iglesia no es un edificio. Cristo y dos o tres reunidos en su nombre es la mínima expresión de la Iglesia. Mateo 18:20:

«Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos.»

Debemos conducirnos con respeto donde está la presencia manifiesta del Señor. Pablo quiere visitar a su discípulo en persona, pero le escribe con anticipación en 1 Timoteo 3.15 diciendo:

Para que, si me tardo, sepas cómo conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente.

Respeto es reconocer a Dios que está presente. Debemos guardar la reverencia que Él se merece donde estamos reunidos en su nombre y él se esté manifestando. Nada vale qué se hace en un recinto dedicado a Dios si él no está allí porque no estamos reunidos en su nombre.

¿Dónde encontrar a Dios? Más bien dónde no encontrarlo. Él está en todas partes. ¿Dónde está la casa de Dios? Donde lo dejemos entrar.

Invítelo a quedarse, como los discípulos en Emaús (Ver Lucas 24.13).

Notas

  1. Lasimonía es, en el cristianismo, la pretensión de la compra o venta de lo espiritual por medio de bienes materiales. Incluye cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, promesas de oración, la gracia, la jurisdicción eclesiástica, la excomunión, etc. La palabra simonía deriva de un personaje de los Hechos de los Apóstoles llamado Simón el Mago, quien quiso comprarle al apóstol Simón Pedro1 su poder para hacer milagros y conferir, como ellos, el poder del Espíritu Santo – Wilkipedia.

 

Hugo M. Zelaya es fundador y pastor de la Iglesia de Pacto Nueva Esperanza en Costa Rica. Él y su esposa Alice viven en La Garita, Alajuela, Costa Rica