Hugo M. Zelaya

«Procuren mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.» Efesios 4: 3.

La unidad del Espíritu es el encabezado con que comienza el capítulo 4 de la carta de Pablo a los Efesios. Dedica todo el capítulo a la unidad y sus efectos en el cuerpo de Cristo. La siguiente introducción y desglose de este capítulo ES de Adam Clarke:

«El apóstol los exhorta a caminar dignos de su vocación, y a vivir en paz y unidad (1-6). Explica que Dios ha distribuido una variedad de dones y, que instituyó una diversidad de ministerios en su Iglesia para la edificación, perfeccionamiento y maduración del cuerpo de Cristo (7-13). Les enseña la necesidad de estar bien entendidos y de ser constantes en las cosas divinas (14). Enseña cómo se constituye el cuerpo o Iglesia de Cristo (15, 16). Les exhorta a no comportarse como los gentiles, de cuya conducta lamentable él da una descripción (17-19). Les recuerda la transformación que ellos han tenido como consecuencia de su conversión al cristianismo (20, 21). Da varias exhortaciones relativas a la purificación de sus mentes, de su trato entre ellos y con los pobres (22-28). Les muestra que su conducta debe ser casta y santa, para que no entristezcan al Espíritu de Dios; que deberían evitar toda expresión de mal genio, que fueran amables el uno con el otro, y de espíritu perdonador, (29-32).» 1

En resumen, la unidad es una parte esencial para el cumplimiento del propósito de Dios en el mundo a través de la Iglesia: el Señor como cabeza, la Iglesia como su cuerpo y el Espíritu Santo como residente permanente en la Iglesia para dirigir, supervisar y controlar todas las funciones y actividades del cuerpo.

Unidad y testimonio

Hay dos elementos que Dios usa en su propósito para alcanzar al mundo a través de la Iglesia. Uno es la unidad y el otro es el testimonio que la Iglesia da al mundo. La unidad del Espíritu que la Iglesia debe procurar mantener, es la misma que opera en la Trinidad: Padre Hijo y Espíritu Santo son uno en atributos, honor y esencia; el Padre es santo y divino, el Hijo es santo y divino, y el Espíritu es santo y divino, y a los tres “se les tributa el mismo culto divino.”2

Esta unidad reside en el Espíritu Santo para que “todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Efesios 4:16), y ejecute sin modificaciones la dirección de la cabeza. Esta unidad es divina y permanente.

La Biblia no menciona directamente la palabra Trinidad, pero sí a las tres personas que la integran; seis o más veces en el Nuevo Testamento y por lo menos tres en el Antiguo. En la encarnación en Lucas 1: 26-38; en el bautismo de Jesús en Marcos 1:9-11; en la transfiguración de Jesús en Mateo 17; en la Gran Comisión en Mateo 28:19; en la despedida de Pablo a los Corintios en 2 Corintios 13:14; y en Apocalipsis 4:8 donde los cuatro seres vivientes “Día y noche no cesan de decir: «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso.

En el Antiguo Testamento las referencias son más veladamente. Las siguientes tres son la más evidentes: En Génesis 1:26, en la creación del hombre, Dios habla de sí mismo en plural: “¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza!”; en Génesis 18:3 tres personas visitan a Abraham y él los reconoce y los recibe como a Dios; y en Isaías 6:1-3 donde los serafines, como en Apocalipsis, claman uno al otro diciendo; «¡Santo, santo, santo, es el Señor de los ejércitos!»

La indivisibilidad de la Trinidad es el dogma fundamental del cristianismo y se acepta por fe en la revelación bíblica que dice claramente que hay un solo Dios: “El SEÑOR nuestro Dios, el SEÑOR uno es” (Deuteronomio 6:4). Sabemos por las citas mencionadas ya, y habrá otras, que Dios subsiste en tres personas distintas: Padre, Hijo, y Espíritu Santo y que son de una misma voluntad, sienten, piensan y valoran todo en perfecta unanimidad y parecer. El diccionario define “unidad” como la “propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere.”3

Dios es el “origen, fuente y primera causa… y todas sus obras son perfectas” 4 Esto hace que el Espíritu Santo nunca se rectifique; siempre guíe a la Iglesia en la misma dirección; nunca cambie la verdad de maneras que nieguen o contradigan los principios establecidos en la palabra de Dios que él inspiró. Su dirección y la verdad para todo el cuerpo son siempre las mismas.

Esta declaración tiene gran significado porque define la unidad del Espíritu, y establece que su dirección es fiable en todas las generaciones y, cuando la Iglesia la sigue, el resultado es una continuidad unida al propósito de Dios como comenzó en la Iglesia en Pentecostés, y como la respuesta del Padre a la oración de Jesús: “…que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21).

En el libro de los Hechos hay un ejemplo que confirma el para qué de la cita anterior. Es la declaración que hace el mundo de la Iglesia de Pentecostés: “¡Esos que están trastornando el mundo entero también han venido acá!” (Hechos 17:6) Cuando no hay unidad la iglesia se divide y el impacto es contrario: el mundo trastorna a la iglesia.

Con 33,000 denominaciones protestantes y seguimos contando,” 5 me temo que estamos muy lejos de cumplir con el patrón bíblico de la unidad y, por lo tanto, nuestro impacto en el mundo es mínimo.” El panorama se complica todavía más cuando se determina que una de las causas de la confusión en la iglesia es que hay personas que, habiendo nacido de nuevo, todavía aplican sus mentes naturales en la interpretación de la verdad. “La razón de toda la confusión y todos los problemas entre el pueblo del Señor es porque llevarán al otro lado del Jordán lo que son por naturaleza.”6

La cruz y la unidad

Romanos 6:5,6 dice: “Si nos hemos unido a Cristo en su muerte, así también nos uniremos a él en su resurrección. Sabemos que nuestro antiguo yo fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.” La unidad de la Iglesia es consecuencia de la muerte y resurrección del Señor y de nosotros juntamente con él. Lucas 14:27 lo confirma diciendo: “El que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.”

En Efesios 3:8-9, Pablo declara haber “recibido la gracia de anunciar entre los gentiles… el evangelio… y aclarar a todos… cuál es la administración del misterio,” que en Cristo Jesús judíos y gentiles son un solo cuerpo y coherederos de las promesas (Efesios 3:6). La formación de un solo cuerpo se debe a la muerte de Jesús en la cruz, y en tiempos posteriores a la convicción del Espíritu Santo de que él murió por nosotros.

Romanos 10:13-15 dice que todo el que invoque el nombre del Señor será salvo. Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?

A la Iglesia le corresponde anunciar el evangelio. Pero además de anunciar, tiene que haber una manifestación visible de lo que Dios está haciendo en nosotros, para que cuando los del mundo oigan el anuncio, vean también un ejemplo vivo de lo que estamos predicando. “Con respecto a su antigua manera de vivir, despójense del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos; pero renuévense en el espíritu de su mente y vístanse del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad” (Efesios 4:22-24). Y de aquí hasta el final del capítulo, el Espíritu por medio de Pablo dice cómo debe ser nuestra manera de vivir para que el mundo crea.

El dato mencionado de las decenas de miles de denominaciones, debiera motivarnos a procurar mantener esta unidad y cuidar nuestra manera de vivir. Esto haremos preservando nuestra relación cercana con el Espíritu Santo, y cuidando de no distraernos por la sinceridad y el fervor de los hermanos que se han dividido por razones humanas, que por más loable que parezca, no justifica las divisiones. Cuidémonos también de creer que solo nosotros estamos siendo guiados a la verdad (Juan 16:13).

El procuren en Efesios 4:3, no prescribe la determinación o esfuerzo humanos. Los hombres pueden, mediante acuerdos, arreglos y negociaciones, ponerse de acuerdo para alcanzar un objetivo temporal común. Pero la unidad de Efesios 4 no es un trato entre Dios y el hombre; la aceptamos o la rechazamos y no hay espacio para negociar. El Dios trino vive por ella y el Espíritu Santo la trae consigo cuando viene a morar en nosotros, pero sigue siendo de Dios y nunca nuestra para adaptarla a nuestras condiciones.

El Señor dijo a los discípulos que no hicieran nada sin el Espíritu. El Espíritu los hizo uno y el poder de Dios se manifestó a través de ellos. El bautismo pentecostés es más que milagros, manifestaciones de lenguas y proclamación con convicción. El Señor estaba haciendo algo más profundo y esencial en su iglesia: los estaba haciendo uno. “Todos los que habían creído se mantenían unidos y lo compartían todo” (Hechos 2:44). La Iglesia no permanece sin mantenerse unida.

La obra principal del Espíritu Santo es constituir el cuerpo de Cristo y manifestar la unidad de un cuerpo vivo. No es suficiente decir únicamente que el bautismo pentecostés fue un evento espiritual y celestial que hizo nacer a la Iglesia; de igual importancia es el testimonio de la Iglesia en el mundo. “Y todos los que creían se reunían y tenían todas las cosas en común. Vendían sus posesiones y bienes, y los repartían a todos, a cada uno según tenía necesidad. Ellos perseveraban unánimes en el templo día tras día, y partiendo el pan casa por casa, participaban de la comida con alegría y con sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo el favor de todo el pueblo. Y el Señor añadía diariamente a su número los que habían de ser salvos.” (Hechos 2:44-47).

Hasta

Note el hasta en Efesios 4:13: “Hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.”

Hasta que indica, trayectoria, avance, progresión, desarrollo; hasta llegar a una condición perfeccionada, desarrollada, madurada o completada; hay un inicio y una finalidad. Gracias a Dios que él siempre termina lo que comienza. Es bueno saber también que ninguno de nosotros nace crecido y maduro y, como en el nacimiento natural, todos estamos en diferentes niveles de crecimiento. Es un error esperar de un infante la condición de un adolescente, etc.

Conclusión

Terminaré citando cuatro observaciones de Austin Sparks sobre el tema de la unidad.

“Las diferencias de desarrollo nunca deben ser motivo de división. Las diferentes edades y grados de madurez en nuestra familia nunca deben dividir a la familia.”

“Las contradicciones o inconsistencias básicas siempre resultan en una comunión obstaculizada y serán un terreno fértil para el sembrador satánico de semillas de discordia.”

“Nunca debemos actuar de acuerdo con un principio de conveniencia, procedimiento o prejuicio para tratar de promover los intereses del Señor y salvaguardar la verdad. Es mejor tener una esfera de utilidad más limitada, como la consideran los hombres, que mantener las puertas abiertas mediante concesiones. Esto, al final, trae una brecha con los fieles.”

“La unidad espiritual está «en Cristo», no en nosotros mismos. La supremacía de Cristo sobre el yo es el único camino hacia esta unidad.”7

Créditos:

  1. Comentario de Adam Clarke, Power Bible CD.
  2. Teología Sistemática de Charles Hodge, Volumen 1, página 319
  3. Diccionario de la Real Academia Española
  4. Teología Sistemática de Charles Hodge, Volumen 1, página 162
  5. https://bibliaytradicion.wordpress.com/6protestantismo/6433000-denominaciones-protestantes-y-contando/
  6. https://www.austin-sparks.net/english/books/003328.html
  7. https://www.austin-sparks.net/pdf/searchable/AWAT1927.pdf

Notas:

Hugo M. Zelaya es el fundador de las Iglesias de Pacto en Costa Rica y hasta septiembre del 2017 fue el pastor general de la Iglesia de Pacto Nueva Esperanza en San José. Él y su esposa Alice residen en La Garita, Alajuela, Costa Rica.

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de Reina Valera Contemporánea.